Ilusiones de la “Izquierda” frente al desmoronamiento del régimen Ortega-Murillo

En medio de la descomposición cada vez mayor del régimen Ortega-Murillo en Nicaragua, una buena parte de la “izquierda” internacional se aferra a la patética ilusión de que la crisis de algún modo es un complot urdido por Washington para desestabilizar a una revolución. En estos momentos, se libra una batalla sobre el desenlace del régimen y el futuro del país. En términos muy simplificados, hay tres fuerzas que a estas alturas están en disputa:

La primera es el régimen mismo. Ortega parece estar atrincherado en su casa-fortaleza en El Carmen, de la misma forma en que Somoza fue atrincherado en su bunker en los meses anteriores a su derrocamiento en julio de 1979 por la insurrección popular. Ortega esta aislado y cada vez mas acorralado. Aún puede contar con una base de apoyo disminuido pero no insignificante entre aquellos Sandinistas que no abandonaron el partido en las ultimas dos décadas, y aun cuando ha habido un mayor éxodo de militantes históricos desde que se desató la represión en abril pasado.

Pero aún mas importante, Ortega cuenta con fuerzas paramilitares encapuchados que el régimen ha armado y organizado y que funcionan como una fuerza de choque en las sombras, de manera paralela a la policía y, al parecer, ciertos elementos del ejercito, si bien este ultimo en su mayor parte no se ha involucrado en el conflicto. Si no se desarman estas fuerzas paramilitares, Nicaragua enfrentará una situación similar a la de los países del Triangulo del Norte (Guatemala, Honduras, El Salvador) del crimen organizado y la violencia pandillera y paramilitar a la par de la corrupción de aquellos que control el estado y del pillaje del capital transnacional. Desde hace varias semanas comenzó un éxodo de migrantes que abandonan el país.

La estrategia del régimen es desgastar y desarticular la resistencia desde abajo por medio de una constante represión de baja – y en ciertas instancias, de alta – intensidad, y de manera paralela, negociar con la burguesía y Estados Unidos un llamado “aterrizaje suave” que permite al régimen y sus adeptos preservar sus intereses económicos y hasta reconstituirse políticamente y competir en las elecciones que – según el plan – se adelantarían del 2022 a principios del año entrante. Sin embargo, al final de la cuenta, el régimen ha perdido su legitimidad y la misma no puede ser resucitada.

La segunda fuerza la constituyen los estudiantes, los jóvenes, y los campesinos anti-canal, junto con las masas quienes desde los barrios populares de Managua y otras ciudades, escarban para ganarse la vida en el abultado sector informal. Estos sectores lanzaron la sublevación en abril pasado, agarrando por sorpresa al régimen y la burguesía. Pero es una cosa lanzar una resistencia, y es otra cosa construir una contra-hegemonía. Desgraciadamente, el Orteguismo tanto ha monopolizado y pervertido un discursos “izquierdista” que no existe una alternativa izquierdista de mayor peso en Nicaragua. Estos sectores populares desde abajo no tienen proyecto propio que se podría plantear como alternativo viable al régimen. Esta realidad les deja susceptible a la manipulación y la cooptación por parte de la tercera fuerza.

Esta tercera fuerza es la burguesía, organizada en el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), la elite oligárquica, el capital transnacional, y Estados Unidos. La burguesía estuvo estrechamente alineado con el régimen y solamente rompió con Ortega en mayo, cuando ya se hizo evidente que el régimen había perdido su legitimidad y su capacidad de gobernar y defender los intereses capitalistas. Lo que Washington y la burguesía mas temen no es el régimen. Mas bien, les aterra una insurrección de los pobres y los trabajadores que ellos mismos no pueden controlar y que podría desembocar en un vacío de poder que amenaza sus intereses de clase.

Desde mayo la burguesía, en coordinación con Washington, ha intentado secuestrar la sublevación popular hacia una estrategia de “aterrizaje suave” bajo su hegemonía. La resistencia popular ha tenido que presionar continuamente a la burguesía para apoyar a las huelgas y las marchas. En estos momentos, se libra la batalla crucial sobre el desenvolvimiento de la lucha anti-régimen. ¿Quien dará liderazgo y quien ejercerá la hegemonía sobre esta lucha? ¿Qué tipo de escenario post-Ortega se desenvolverá?

El escollo de la falta de un proyecto popular articulado en Nicaragua y la ausencia de organizaciones izquierdistas de la base que pudieran desarrollar dicho proyecto, ha sido desconcertado y agudizado por la traición de la “Izquierda” internacional, precisamente en un momento cuando el capitalismo global enfrenta una profunda crisis estructural y cuando el fascismo del siglo 21 esta en ascenso alrededor del mundo.

William I. Robinson*
*(Professor of Sociology and Global and International Studies University of California-Santa Barbara)