Ecos de la reunión del G 20 en Buenos Aires

La guerra comercial y la disputa por la plusvalía mundial

El 21 y 22 de julio se reunieron los ministros de finanzas del G 20 en Buenos Aires. Christine Lagarde, la directora del FMI, e importantes autoridades del Banco Mundial, la OCDE y organismos multilaterales de crédito asistieron al conclave imperialista. El fin de semana del 28 y 29 fue el turno de los ministros de Agricultura. En junio los especialistas en Energía se reunieron en Bariloche. Todos los eventos fueron cruzados, pese a las guionadas intervenciones, por la disputa de EEUU con China y la UE por el reparto de cuotas de plusvalía, la llamada «guerra comercial».

La visita de Lagarde al país para supervisar el acuerdo que el FMI realizó con el gobierno argentino y participar de la reunión de los ministros de finanzas del G 20, concentró miradas y protestas. El convenio del Fondo  con el gobierno de Macri, que este año es el anfitrión de la Cumbre del G 20, consiste en un préstamo récord de 50.000 millones de dólares, destinados fundamentalmente a que se paguen los compromisos de deuda externa del país, contra exigencias que significan un ajuste brutal para el pueblo argentino.

Sin embargo y más allá de la profunda crisis que atraviesa la economía argentina, que hoy es el eslabón más débil entre los países que integran este organismo defensor del sistema capitalista imperialista, la reunión de los jefes de finanzas de las economías más poderosas del mundo desnudó, pese a sus diplomáticos esfuerzos por disimularlo, las graves tensiones y disputas que existen entre EEUU y el resto de las potencias, para repartir los costos de la crisis económica mundial del sistema capitalista.

En esta oportunidad, el secretario del Tesoro yanqui, Steven Mnuchin, señaló la necesidad de «que China avance hacia un comercio más balanceado». Una forma sutil de señalar algo que sin ninguna delicadeza Trump ha anunciado: la necesidad de reducir significativamente el déficit comercial de 505.000 millones de dólares que EEUU tiene con China.

«El Gobierno de Trump impuso a principios de mes un arancel del 25% a productos chinos por 34.000 millones de dólares, a los que podría sumar otros 16.000 millones. Está en estudio además un impuesto de 10% a bienes valorados por 200.000 millones. Trump dijo el viernes que estaba «listo para ir por 500″ en referencia al déficit comercial de 505.000 millones de dólares que, según sus cálculos, EEUU tiene con China.»(1)

Una disputa de las dos economías más importantes del mundo. Entre ellas concentran entre las dos 34.500.000 millones de dólares, alrededor del 43% del PBI mundial según datos del FMI. La burguesía yanqui pretende no solo reducir el déficit, sino también frenar el avance tecnológico del gigante chino, y que se abra a las exportaciones norteamericanas. Los chinos resisten la presión aplicando sanciones equivalentes a productos estadounidenses y desarrollando una política de expansión comercial para contrarrestar las dificultades crecientes en el mercado estadounidense, con políticas como la  llamada «ruta de la seda». (2)

La otra fuente de tensiones esta en el comercio con la Unión Europea, deficitario para EEUU en 151.000 millones de dólares. Aquí se puso tensa la cuerda con los aranceles del 25% al acero y del 10 % al aluminio. Aranceles que pesan también sobre los socios de EEUU en el Nafta (Tratado de libre comercio de América del Norte) México y Canadá.

Siendo una fuente de tensiones que llevaron a los dirigentes de la UE a arancelar productos yanquis por un monto equivalente,  esta primera escalada produjo un impacto menor, si se lo compara con la amenaza de Trump de arancelar en un 25 % la entrada de coches europeos.  De haberse concretado esto sumarían en  50.000 millones de dólares anuales las pérdidas de los países fabricantes y exportadores de autos al mercado norteamericano. Una amenaza, que por el momento fue desactivada en la reunión que tuvieron Trump con Juncker por la UE el pasado miércoles 25 de Julio.

Las amenazas son parte del juego de presiones de EEUU para que una Europa en crisis, hoy cruzada por el Brexit y todo tipo de conflictos entre sus miembros integrantes, baje sus aranceles a las importaciones, sus protecciones agrícolas y sus subsidios estatales, para favorecer y equilibrar a favor de EEUU la deficitaria balanza comercial. Parte de estas disputas de Trump son los retos a la canciller alemana, Ángela Merkel, por favorecer la construcción de un gasoducto proveniente de Rusia, que competirá con el gas de esquisto yanqui; la amenaza de concretar las sanciones prometidas a las empresas con negocios con Irán, que golpearían duramente a las multinacionales francesas y la exigencia reiterada para que los miembros de la OTAN aumenten el presupuesto destinado a la alianza militar.

Los BRICS y la Alianza del Pacifico

En una semana movida entre la cumbre del G20 de ministros de finanzas y la de los ministros de agricultura, se reunieron las principales economías emergentes que pertenecen al BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Allí estuvo Macri como presidente del G 20 durante este año. Este bloque que representa el 40% del PBI mundial, se pronunció contra el proteccionismo, por el libre comercio y por el respeto a las normas de la OMC. O sea claramente contra Trump y su discurso.

Y para completarla, entre tantas reuniones que vienen sucediéndose, se reunió el lunes 23 la Alianza del Pacífico (México, Chile, Colombia y Perú) y anunciaron la pronta integración de otros países a la Alianza. Luego se reunieron conjuntamente con los países del Mercosur (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) para promover la formación de una alianza de libre comercio.

O sea, un mar de reuniones para discutir cómo encarar, disputar y a la vez protegerse en la guerra comercial en curso.

La reunión de los ministros de Agricultura del G20

El 28 y 29 fue el turno de los ministros de Agricultura del G20 en Buenos Aires, que luego fueron invitados a la muestra de la Sociedad Rural argentina. Enfrentados en esta disputa y con la cuota de cinismo necesaria, se acordó con el representante de EEUU una declaración común que habla contra las prácticas proteccionistas, las barreras no arancelarias, el cambio climático, la agricultura sustentable, etc., etc. Una reunión cuyos representantes controlan el 60% de las tierras cultivables y el 80% del comercio mundial de alimentos, en un planeta en el que la depredación ambiental, la contaminación de los suelos, los pesticidas y transgénicos, la desforestación, el cambio climático, el hambre de 1.000 millones de seres humanos, son responsabilidad de las multinacionales y los gobiernos que estaban reunidos en esa reunión.

Los líos de Trump

Y como si tanta disputa no le resultara suficiente al mandatario norteamericano, están las declaraciones contra su propia Reserva Federal por haber subido las tasas de interés del dólar norteamericano. Este aumento o revaluó del dólar sobre el resto de las monedas del mundo, produjo una verdadera aspiradora de capitales hacia EEUU, que hizo temblar a muchas economías emergentes y que casi se lleva puesto a Macri y la economía capitalista argentina, calificada como una de las más frágiles para afrontar estos bruscos flujos financieros de capitales especulativos, que buscan refugiarse en nichos más seguros en tiempos de crisis.

Justamente, esta apreciación del dólar, va contra los planes de Trump de tener una moneda más competitiva para poder exportar mejor y achicar su enorme déficit en la balanza comercial. Los especialistas señalan que el aumento de las tasas de interés se debe a las necesidades domesticas de EEUU de cubrir, en este caso, su déficit fiscal. La deuda pública excede el 100% del PBI yanqui y un importante porcentaje de las empresas paga tasas usurarias para financiarse.

Un creciente endeudamiento

Como señala Alejandro Nadal en su artículo «La economía mundial en la encrucijada» (3), la frágil recuperación después de la crisis del 2008,  abarcó fundamentalmente a dos países: EEUU y China. Las tasas de crecimiento del resto de las economías importantes fueron muy pobres y existe un importante aumento de las deudas: «En 2008 la deuda total en China era equivalente a 141 por ciento del PIB, pero en 2017 esa proporción había pasado a ser 256 por ciento.» 

El crecimiento yanqui, según el mismo autor, se sostiene en un elevado respaldo fiscal (reducción de impuestos a los capitalistas, etc.) que no puede sostenerse mucho más. La creación de empleo es de baja calidad y existe un desempleo elevado. La desregulación financiera ha producido una concentración bancaria sin precedentes y las presiones inflacionarias obligarían a seguir subiendo las tasas con un efecto recesivo.

El marxismo ha estudiado como detrás de las crisis capitalistas se encuentra la tendencia a la baja en la tasa de ganancia empresaria. Si bien existen contrarréstantes para esta tendencia, fundamentalmente la mayor explotación de la clase obrera mundial, es evidente que pese a los salarios de miseria de las economías de los países coloniales, a la creciente precarización del trabajo en las metrópolis y ciudades, al fin del «sueño americano» o del «estado de bienestar», el ataque constante a los trabajadores vía las «reformas laborales» o «previsionales», el capitalismo no ha podido derrotar a la clase obrera para extraerle los niveles de explotación suficientes para compensar su crisis.

Estas luchas, como «gato panza arriba» de los trabajadores en el mundo, pese a las terribles traiciones de sus direcciones tradicionales, han sido un freno que ha dificultado estos embates del capital. Sin una derrota aplastante de la clase obrera, masas enormes de capital que no pueden realizar su ganancia en el circuito productivo, giran hacia los negocios especulativos, de riesgo. Se convierten en capital gaseoso y producen las burbujas financieras que en forma espectacular reventaron en el 2008 y que están lejos de ser desactivadas por completo. El crecimiento de la deuda pública a nivel mundial es un claro síntoma de esto, entre otros elementos.

El G 20 ha perdido toda fuerza como árbitro o conductor de las políticas capitalistas, producto de una etapa de crisis que, como señala Remi Grumel en su trabajo «La economía mundial, inmersa en una verdadera guerra comercial» (4), en el cual describe a la situación actual así: «La época de la feliz globalización y del orden multilateral creado al término de la segunda guerra mundial es cosa del pasado. Sus instituciones, como la OMC, ya no son capaces de resolver los conflictos comerciales y las contradicciones actuales. El espacio del mercado mundial es actualmente un teatro demasiado confinado para que la competencia exacerbada entre los grandes monopolios se restrinja al plano económico, y esta última se traducirá muy probablemente en la próxima década en un aumento de las tensiones entre grandes potencias, que por otra parte están incrementando, todas, sus gastos militares.»

¿Puede la guerra comercial llevarnos a una guerra armada entre las potencias?

En lo inmediato esto es improbable por el enorme poderío bélico y rol de gendarme mundial de EEUU, que igualmente no puede evitar, dado su crisis, el crecimiento de conflictos bélicos regionales. En este marco algunos autores señalan que un enfrentamiento generalizado es  una perspectiva muy probable, haciendo un paralelismo de la situación actual con los años previos a las dos grandes guerras del siglo XX y las disputas inter-imperialistas.

Falta en muchos de estos análisis el rol de las luchas de los trabajadores. La primera y la segunda guerra mundiales se realizaron por la combinación de las crisis y disputas imperialistas (la segunda fue también contra el estado obrero soviético) y las tremendas traiciones de las direcciones del movimiento de masas. Sin la socialdemocracia le hubiera sido muy difícil a las burguesías europeas llevar a cabo la primera guerra y sin las traiciones del estalinismo a la revolución mundial, no se hubiera afianzado el fascismo y podría haberse evitado una nueva masacre.

Una de las características centrales de la época que nos toca vivir es la inexistencia de una dirección mundial de la clase trabajadora capaz de ser la correa de transmisión de los planes capitalistas en forma tan sólida como lo fueron la socialdemocracia o el estalinismo en el pasado. Existe un vacío relativo, que como todo vacio es cubierto parcialmente por viejas conducciones, que muchas veces son desbordadas por las luchas en curso. Conflictos en los que surgen nuevos fenómenos políticos, todavía incipientes y solo a escala local o regional.

En la base de estos procesos están las enormes luchas de los trabajadores y los pueblos oprimidos resistiendo los avances de la explotación capitalista. De cómo estos avances se desarrollen y como los revolucionarios anti capitalistas sepan organizar la enorme vanguardia que surge en estas luchas en partidos revolucionarios, dependerá el curso de la crisis,  su resultado y dinámica.

Gustavo Giménez

(1) Diario El País de España, «EE UU ratifica ante el G-20 la guerra comercial contra China», 21/07/2018

(2)  La «Ruta de la Seda» es un proyecto que constituye un mega emprendimiento comercial, económico y político de China. Por tierra comunicará China con Europa a través de Asia continental y por mar llegará desde el sudeste asiático a África y el Magreb. Consistirá en desarrollar infraestructuras e inversiones, abrir mercados e incorporar mano de obra desocupada actualmente en la construcción de distintos emprendimientos. Mejorar las vías de comunicación, escuelas y hospitales, para extender la influencia política y económica de China en amplias regiones en disputa con el rol de EEUU.

(3) Artículo publicado en Sin Permiso del 26/07/2018

(4) Artículo publicado en Viento Sur del 28/07/2018