Solidaridad con el pueblo nica, fuera Ortega

Desde el 18 de abril el pueblo nicaragüense encabeza una insurrección popular contra el gobierno entreguista de Daniel Ortega y Rosario Murillo, que aplica una represión asesina. Estamos impulsando una campaña internacional de apoyo al pueblo nica. El viernes 24 movilizamos por tercera vez a la embajada de Nicaragua, en esta ocasión junto a lxs compañerxs de la Caravana Internacional de Solidaridad que visitaron nuestro país. Con ellos, además, realizamos una concurrida charla en Buenos Aires. 

El pueblo nica está dando otra muestra de que no está dispuesto a bancar a dictadores ni a gente que, en nombre de determinados ideales, hace exactamente lo opuesto.

La Brigada Simón Bolívar

Nosotros tenemos una relación muy cercana con Nicaragua, porque nuestra corriente en 1979, cuando el pueblo nica peleaba contra la dictadura de Somoza, fue parte de la construcción de una brigada internacional junto a compañeros de todo el mundo. Fuimos a pelear armas en mano junto al pueblo nica, participamos en la liberación de algunos pueblos y entramos a Managua el mismo día que cayó Somoza. Nosotros fuimos convencidos de que se abría una enorme oportunidad en Nicaragua. Porque cuando cayó Somoza, cayó con él el ejército, el poder económico y toda la institucionalidad.
Por eso nuestra brigada, tras la caída de Somoza, empezó a participar junto al pueblo en la construcción de sindicatos, la implementación de la reforma agraria y la democratización de la sociedad.
Al mes, una noche, a los compañeros de la brigada los llamaron los comandantes sandinistas -estaba Ortega entre ellos- y los subieron a un avión en el que estaba el ejército panameño y, a los que habíamos participado junto al pueblo nica para sacar a Somoza y para poner el Frente Sandinista en el poder, nos enviaron a una cárcel en Panamá.
Nosotros hicimos una fuerte denuncia en ese momento. Reconociendo que había habido una tremenda revolución, también alertamos que la cara que mostró la dirección sandinista no era la que quería profundizar la revolución y empoderar al pueblo.
Recibimos críticas feroces de algunos sectores de izquierda, que incluso dijeron que estaba bien que nos sacaran, que nos tendríamos que haber puesto a las órdenes políticas de los comandantes y hacer lo que ellos querían. Nosotros no aceptamos esto. No aceptamos que las revoluciones sean para que haya cuatro, cinco, diez o veinte que decidan el destino del pueblo. Nosotros creemos que las revoluciones son para que sea el pueblo el que elija su destino.

«No queremos que Nicaragua sea otra Cuba»

Ahí ya se empezó a mostrar lo que era la dirección sandinista. Es lamentable hasta dónde han llegado, pero en un sentido, el derrotero no nos sorprende. En donde estuvo planteada hacer una experiencia extraordinaria, porque estaba disuelto el ejército y también el poder económico capitalista, Ortega llamó a la burguesía nicaragüense y formó el primer gobierno «de reconstrucción nacional», que en vez de reconstruir para el pueblo empezó a sacar decretos contra las bases de la reforma agraria y no quiso avanzar en medidas que el pueblo quería.
Los comandantes en ese entonces siguieron el consejo de Fidel Castro, que dijo en un discurso: «No queremos que Nicaragua sea otra Cuba, ni que El Salvador sea otra Nicaragua». Porque se había abierto una oportunidad en toda Centroamérica, estaba planteado que cayeran las otras dictaduras también, y todos esperaban que el gobierno sandinista apoyara. Pero éste, aconsejado por Castro, no apoyó que El Salvador ni Honduras se sacaran de encima sus dictaduras.
Tampoco avanzaron dentro de Nicaragua en cambios estructurales, teniendo la oportunidad de sacar al pueblo de la miseria y el hambre. Somoza no era un dictador sólo porque encarcelaba: también mataba al pueblo de hambre porque regalaba todo a los grandes grupos económicos. Sin embargo, Nicaragua nunca salió del hambre y la miseria, porque la cúpula del Frente Sandinista, en vez de profundizar la revolución, se volvió parte de la élite gobernante y de los privilegiados.
Se creyeron que si conciliaban con el imperialismo y la gran burguesía, éstos los iban a incorporar al statu quo. Poco después, cuando habían desmovilizado y desarmado al pueblo, el imperialismo les pagó como lo hace siempre: les armaron a «la contra» y sus grupos paramilitares. Porque el imperialismo, cuando se ve débil, puede aceptar gente como Ortega, pero en cuanto ve que puede, lo primero que hace es tratar de agarrar el poder para sí mismo.
Los «contra» debilitaron más a la revolución y se firmó Contadora I y II, pactos entreguistas que hundieron al pueblo en la miseria. El Frente Sandinista terminó perdiendo las elecciones, porque el pueblo esperaba otra cosa y se fue desilusionando. Para sacárselos de encima, hasta votó a gente de derecha. Y el Ortega que volvió al gobierno en 2006 mantuvo las reformas neoliberales de los gobiernos de los ’90 y el modelo extractivista asociado a las transnacionales.

Los nuevos Somoza

Todo este derrotero terminó en un régimen burocrático, autoritario, que se fue alejando cada vez más del pueblo. Y como fueron perdiendo el aval popular, su respuesta es mantenerse en el poder a sangre y fuego. Así se han transformado en la antítesis de lo que fue el Frente Sandinista del ’79: hoy los Somoza se llaman Ortega y Murillo.
Nosotros tenemos un deber, todos los revolucionarios, todos los demócratas, que es decirle la verdad a la gente. Porque hay sectores de la izquierda que impulsan campañas nefastas. Una reciente reunión en La Habana sacó una declaración lamentable, llamando a apoyar al dictador de Ortega y acusando de «agentes del imperialismo» al pueblo que se ha levantado contra la opresión y los ajustes. Es una campaña stalinista: «Miente, miente, que algo quedará». No tienen nada que ver con la revolución ni con la izquierda, ni nada progresista.

Una campaña internacionalista

Entonces tenemos una enorme responsabilidad de hacer una gran campaña, primero de solidaridad para llenar de peticiones a todos los poderes de Nicaragua, exigiendo que se libere hasta el último preso, que aparezca cada uno de los desaparecidos. Pero también tenemos que apoyar al pueblo nica para que se saque de encima a Ortega, y apoyar la salida que decida ese pueblo, que tal vez tenga otra oportunidad para hacer eso que no se hizo en 1979. Lxs compañerxs tienen en su programa la necesidad de hacer una asamblea constituyente, porque ahí hay que cambiar muchas cosas, como repartir las tierras a los campesinos y sacarse de encima a las empresas extractivistas.
En nuestro país estamos dando muchas peleas, pero tenemos que tener una más, que tal vez sea más importante que todas esas, que es ser internacionalistas en este momento. Porque hoy el pueblo nica necesita la solidaridad internacional y nosotros tenemos que ser vanguardia, porque no se puede construir una sociedad distinta en un país si uno deja que pasen estas barbaridades en otro.
Tenemos que llevar este debate a los centros de estudiantes, las centrales sindicales, las asambleas de fábrica, porque así también aportamos a evitar que siga la masacre y a que el pueblo nica, que nuevamente se levanta, también vislumbre una alternativa distinta que nos ilumine a todos. Si gana el pueblo nicaragüense es una derrota de un régimen nefasto y también del imperialismo. No nos engañemos. Nos quieren hacer creer que Ortega enfrenta al imperialismo. Él es el que permite que el imperialismo siga estando donde está. Derrotarlo es clavarle un puñal al imperialismo, porque es sacarle a uno de los hombres que ha impedido que en Nicaragua y en toda la región avancen los trabajadores en liberarse del yugo de los monopolios.
No es sólo la lucha de los compañeros: es nuestra lucha también. Nosotros construimos una organización internacionalista porque el mundo es uno solo, los intereses son los mismos. Hemos pasado por dictaduras, y muchos compañeros se salvaron la vida por una campaña internacional. Sabemos que a veces lo que te salva es saber que hay gente que pelea por vos en otro lado. Los poderosos se juntan para jodernos siempre, lo que nos salva es la solidaridad internacional.

Alejandro Bodart, por el MST y Anticapitalistas en Red

Nicaragua: voces de la insurrección

Ariana McGuire Villalta, Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia

Hay una situación grave de violación a los derechos humanos, que ha dejado un saldo de más de 440 personas asesinadas, por francotiradores y paramilitares en conjunto con la Policía Nacional. Más de 400 personas en este momento están reportadas como desaparecidas; 2.000 heridos o lesionados para toda la vida, producto de la represión; más de 160 presos políticos acusados de terroristas, de producir o financiar producción de armas de destrucción masiva, producto de la Ley Antiterrorismo aprobada y publicada el 20 de julio.
También hay un éxodo, una migración enorme. Más de 50.000 personas tuvieron que salir del país; hay más de 30.000 peticiones de asilo político sólo en Costa Rica, donde hay una crisis humanitaria porque esta gente está viviendo en condiciones infrahumanas, recibiendo maltratos y xenofobia.
Estamos en una tercera fase de represión. La primera fueron los ataques y asesinatos de manifestantes en las movilizaciones y estudiantes en las universidades tomadas. La segunda fue la «operación limpieza» en la que aparecen los grupos paramilitares y levantan todos los tranques, las barricadas de defensa en las comunidades. En la tercera fase, en la que estamos desde la Ley Antiterrorismo, hay una cacería de líderes sociales y estudiantiles, que están siendo secuestrados de sus casas.

Carolina Hernández Ramírez, Movimiento Nacional Frente a la Minería Industrial

La represión de Ortega y Murillo no nació el 18 de abril, sino mucho antes. Mi movimiento nació hace más de cuatro años, igual que el movimiento campesino. Nos han venido a imponer la megaminería y la ley canalera. Prácticamente, el gobierno ha entregado la soberanía a las transnacionales.
Nuestras comunidades han sido militarizadas por oponernos a sus megaproyectos. No nos han dejado marchar libremente, se nos ha encarcelado, hay miembros de mi movimiento que fueron encarcelados en El Chipote, la cárcel que utilizó Somoza cuando la dictadura. Al líder del movimiento campesino Medardo Mairena lo tienen allí.
Estábamos acostumbrados a que nos reprimieran, a que nos militarizaran, nos golpearan, pero no a que nos asesinaran. Debido a esta grave situación, los movimientos sociales nos hemos unificado para buscar una pronta salida. Y tenemos desmentir esa campaña de Ortega que dice que somos la derecha golpista. No somos eso: somos el pueblo de Nicaragua, que pide justicia y democracia.

Yander Parajón, hermano de Jimmy Parajón -asesinado en Managua el 11 de mayo- y representante de las Madres de Abril

El gobierno de Ortega-Murillo no sólo es asesino, sino que es un Estado fallido: está políticamente colapsado. Ya no cuenta con la mayoría del pueblo, sino con una minoría que está siendo manipulada.
La mayoría de los asesinados tienen un patrón común, que es que fueron asesinados por especialistas en materia de armamentos de guerra. Son disparos certeros en la cabeza, el cuello o el tórax, sobre todo del lado izquierdo, lacerando el corazón y el pulmón, como en el caso de mi hermano. Por lo cual consideramos que no es simplemente la policía que está involucrada, sino también el ejército, no de manera formal, pero sólo ellos poseen ese armamento bélico y son especialistas en ello.
Daniel Ortega se proclama de izquierda. No lo es. El gobierno de Ortega y Murillo, que se dice socialista, cristiano y solidario, es un Estado fallido, es un Estado genocida que ha cometido crímenes de lesa humanidad. Botamos una dinastía en 1979, y hoy Ortega se tiene que ir, y se va a ir. No vamos a soltar las calles: vamos a seguir para conseguir esa justicia que no se consiguió en aquella revolución, porque fueron secuestrados los ideales políticos y de justicia social por Ortega, Murillo y sus compinches.