Golpe y masiva resistencia en Bolivia

Por Gustavo Giménez

El golpe desató una gran resistencia contra el ilegítimo gobierno de Jeanine Áñez, agente de la gran burguesía y el imperialismo. Al revés de lo que plantean Evo y el MAS, la salida no es pactar con los golpistas sino derrotarlos.

Un nuevo enfrentamiento en la destilería Senkata de El Alto entre las fuerzas represivas y los habitantes que la tenían tomada para impedir la distribución del combustible que va a La Paz dejó, el 19N, un saldo de nueve muertos por balas de plomo y decenas de heridos. Una gran indignación recorre a esta ciudad, vanguardia de la lucha contra el golpe, y a todos quienes han salido a enfrentarlo. Entretanto se realizan cabildos populares, entre ellos uno multitudinario en El Alto que decide movilizarse contra la represión y otro en Sacaba, en Cochabamba, que empieza a debatir el armamento y otras medidas de autodefensa.

El jueves 21 una multitudinaria movilización de pobladores de El Alto, que desfilaba por las calles de La Paz portando cinco féretros de los asesinados en Senkata, fue reprimida con violencia. Se producen nuevos choques, como el del basurero de K’ara K’ara, que terminó con 24 militares con fracturas y politraumatismos por pedradas y ocho de ellos retenidos por los pobladores durante tres horas.

La cuerda se tensa y acelera los tiempos. El gobierno acordó con el MAS (Movimiento Al Socialismo), el partido de Evo, que tiene mayoría en ambas cámaras, una ley para llamar a nuevas elecciones en 120 días. Áñez la promulgó el domingo 24. Esa ley invalida la elección del 20 de octubre y prohíbe que se presenten Evo y Álvaro García Linera[1]. Es una grave traición a la heroica lucha antigolpista del pueblo boliviano.

Un golpe proimperialista

La masacre de Cochabamba perpetrada el 15 de noviembre por la policía y el ejército contra miles de campesinos procedentes de la zona del Chapare que iban hacia La Paz, con un saldo de nueve muertos, decenas de heridos y unos cien detenidos, y la reciente masacre en el desalojo a Senkata, dejan atrás toda discusión sobre la naturaleza del actual gobierno boliviano y la actitud de su aparato represivo. Hay que ser un felpudo total de Trump y la oligarquía boliviana, como Macri o el secretario general de la OEA Luis Almagro, para seguir sosteniendo el eufemismo de que en Bolivia no hay un golpe sino una “crisis institucional”. Lamentablemente sectores populares y de la izquierda boliviana que enfrentaban las medidas de ajuste de Evo fueron parte al principio de esta confusión.

En estos días, los campesinos y trabajadores bolivianos protagonizan de a miles una heroica y desigual batalla contra fuerzas represivas armadas hasta los dientes, que hasta ahora y pese a los 30 muertos, centenares de heridos y varios miles de detenidos en las protestas, no han podido quebrar su lucha. Están dando duras peleas sin una dirección, dada la defección de la dirigencia del MAS. Entre quienes hoy se enfrentan al golpe hay sectores que responden a la corriente de Evo y muchos otros que han roto políticamente con esa conducción.

El gobierno de la senadora derechista Áñez, quien el 11N asumió la presidencia del país en una Asamblea Legislativa casi vacía y sin el quórum necesario, y a quien la banda presidencial le fue colocada por un militar, intentó contener las protestas con la policía. Asumió rodeada de personajes de ultraderecha, con un discurso racista hacia los indígenas (que son el 60% de la población), aplicó medidas reaccionarias como la persecución al periodismo extranjero y se alineó de inmediato con la política internacional de Trump expulsando a 200 médicos cubanos y a la delegación diplomática de Venezuela. Como no le alcanzó la policía para frenar a las bases alteñas movilizadas, recurrió al ejército para detener a toda costa la resistencia popular. Mientras negocia con el MAS una salida política a la encerrona en que está metida, Áñez ordenó a las FF.AA. descargar su arsenal letal. Antes de dictar su decreto que exime a militares y policías de toda responsabilidad penal por la represión, éstos ya habían cometido la masacre de Sacaba, como luego la de Senkata.

Necesitan detener el levantamiento popular para retomar el control y a la vez acordar alguna salida “institucional” con el MAS, sin cuya participación toda elección presidencial estaría viciada de nulidad. Morales, que renunció y se exilió ante la “sugerencia” militar de abandonar el poder, sin llamar a resistir el golpe, con la excusa de evitar mayores persecuciones contra sus partidarios y el derramamiento de sangre del pueblo, ahora, envalentonado por la enorme resistencia que con El Alto a la vanguardia hoy recorre Bolivia, habla de su posible retorno para “pacificar” el país y llama al pueblo a cesar la confrontación antigolpista.

Se realizan negociaciones entre los partidarios de Áñez y los de Evo, más allá de sus declaraciones públicas y los tironeos que les dificultan cerrar un acuerdo. Luego de un primer momento en que la policía les vedó el acceso al Parlamento, los legisladores del MAS lograron ingresar y elegir entre sí nuevas autoridades de ambas cámaras en las que tienen mayoría y quórum propio. Coinciden con Áñez en la necesidad de desmontar la crisis y la resistencia al golpe por la vía de llamar a nuevas elecciones.

Los parlamentarios de Evo llamaron primero a una Asamblea Legislativa para el 19N, pero luego la levantaron, ya que, aunque el líder del MAS anunció que no sería candidato, el actual gobierno declara que no lo dejaría volver al país. Las diferencias existen también dentro del MAS, donde algunos sectores prefieren acordar, aun sin Evo, con el gobierno de facto. Es que el telón de fondo del pacto en danza está signado por el endurecimiento de los enfrentamientos y la profundidad de la crisis política. En este marco Áñez amenaza con llamar a elecciones por decreto, mientras la Iglesia Católica y el representante de la Unión Europea intentan, con la bendición de Evo y Áñez, mediar para lograr un acuerdo.

Finalmente se concretó el pacto del MAS con los golpistas. Una nueva y grave traición contra quienes arriesgan su vida en las calles contra la dictadura. Frente a la represión, los asesinatos, la ocupación ilegítima del poder por la oposición derechista, la única pacificación posible es la derrota del golpe. O sea, desalojar del gobierno a Áñez y sus secuaces, destituir y encarcelar a todos los responsables de la policía y las FF.AA. que dieron este golpe y de todos los responsables políticos y materiales de las violaciones a los derechos humanos, empezando por Áñez, Camacho, Mesa y todos sus cómplices, junto a iniciar medidas económicas en beneficio de las mayorías.

Esta maniobra, al estilo del pacto chileno entre Piñera y la “oposición”, para encajonar y traicionar la movilización en una salida acordada que les permita a Áñez y los militares retener el poder y ser los árbitros de una salida electoral sin Evo candidato, consagrando la impunidad a las violaciones a los derechos humanos y democráticos, va contra la lucha que decenas y cientos de miles están librando. Si se consolida e impone, inaugurará un régimen político surgido de un ataque brutal a las libertades del pueblo boliviano, que intentará arrebatarle sus conquistas e imponer el duro ajuste capitalista contra el que se rebelan muchos pueblos del planeta.

La resistencia al golpe

En el sentido opuesto a lo que plantea Evo, un importante cabildo reunido en El Alto en representación de los 14 distritos de la ciudad y las 20 provincias, había resuelto el 17N radicalizar la protesta con un bloqueo a nivel nacional, en especial sobre La Paz, como parte de un paro por tiempo indefinido hasta que se vaya Áñez. Pese a las masacres en Cochabamba y El Alto, la resistencia no se detiene.

Al heroico pueblo alteño y sus marchas en la Paz se le sumaron los campesinos y el pueblo pobre de Cochabamba y luego el de Potosí. Nuevas movilizaciones masivas ocuparon La Paz el 18N y la resistencia seguía creciendo cuando el gobierno contragolpeó el 19 en Senkata. El curso de los hechos, la dureza que adquiere el enfrentamiento, las declaraciones racistas de Áñez buscando consolidar su base social entre los sectores más reaccionarios, ampliaban la base de sustentación de quienes luchan contra el golpe. En la medida el gobierno de Áñez no podía derrotar la resistencia, era posible que se sumaran a la misma sectores que al inicio pudieron estar confundidos ya que se oponían a medidas antipopulares de Evo. Esto debilitaría cada vez más a Áñez y ponía en peligro la continuidad del golpe.

Ese cuadro es el que acelera las negociaciones entre el gobierno de facto y la dirigencia del MAS para evitar que el crecimiento de la resistencia al golpe se fuera totalmente de control. Necesitaban ponerle un freno. Por eso el pacto de los masistas con el golpe es una enorme traición a la lucha del pueblo boliviano.

La dirección de la Central Obrera Boliviana (COB), que pidió la renuncia de Morales antes que las FF.AA., es parte de esta traición. Primero exigía a Áñez que normalizara “la situación institucional”: una política funcional al plan de nuevas elecciones con la presidenta golpista en el poder. Ahora avala el lanzamiento de nuevas elecciones con los golpistas en el poder y es parte de una mesa de negociación con ellos, junto a dirigentes del MAS y otros sectores. Contra esa dirección burocrática se empiezan a organizar sectores obreros que quieren que la central resista el golpe.

¿Por qué Evo perdió el poder?

Cabe preguntarse por qué después de casi tres mandatos Evo pierde el poder y renuncia sin resistir.

Evo y García Linera ganaron la elección en 2006 luego del levantamiento popular que obligó a renunciar al ex presidente liberal Sánchez de Lozada primero y a su vice Carlos Mesa después. Fue el resultado de un colosal triunfo del pueblo boliviano en la llamada “guerra del gas”, por la que se evitó la entrega a precio vil del gas nacional al extranjero, sobre todo a Chile. Luego Evo lanzaría una medida parcial, pero progresiva: la nacionalización de las reservas petroleras y gasíferas.

Evo Morales, el primer presidente indígena en una nación cuya mayoría son los pueblos originarios, a poco de asumir en 2006 traicionó las banderas principales de los levantamientos populares de 2000 y 2003. Aprovechó el alza de las materias primas en el mercado internacional, pactó con la burguesía y la oligarquía bolivianas una nueva Constitución Política del Estado, cambiando más de 100 artículos que habían sido sancionados por la Asamblea Constituyente e hizo algunas concesiones al nivel de vida de la población, todo sin tocar la base capitalista semicolonial del país.

Impuso un modelo de acumulación extractivista que permitió crecer a la economía boliviana a tasas del 4% anual. Pero como hemos visto en los modelos neoliberales, el alza de la economía puede producir algunas mejoras inmediatas en las condiciones de vida de las masas, pero profundiza enormemente la desigualdad social y no resuelve los problemas estructurales de la decadencia capitalista. Cuando la coyuntura mundial se torna desfavorable para las exportaciones locales y eso pega sobre el nivel de vida de los pueblos, suelen estallar con fuerza las contradicciones acumuladas.

Para empujar el desarrollo de la Bolivia capitalista, al pactar con la oligarquía y las multinacionales, Evo chocó con sectores que eran su base de apoyo. Y para avanzar, divide y enfrenta al movimiento indígena: hay más de 200 procesados por enfrentar las políticas de su gobierno. Evo coopta a un sector de dirigentes, pero se enfrenta a los campesinos que habitan el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS) en 2011, por la construcción de una ruta como parte del plan de IRSA para unir los mercados de Brasil y China, y que ocasiona un desastre ambiental. Reprime a esos indígenas y rompe con ellos.

Además, para ampliar la “frontera agrícola” y dedicarla a la producción de soja y carne para exportar, facilita el desmonte del bosque nativo desconociendo los intereses y derechos de los pueblos que habitan allí, causando el desastre en el Amazonas boliviano a partir de su permiso para la “quema controlada”. Se pelea con las Juntas Vecinales de Potosí, dada la entrega de los ricos yacimientos de litio a multinacionales alemanas, con míseras regalías para la región, lo que debió retrotraer por fuertes protestas. Se enfrenta a los maestros, mineros y otros gremios nucleados en la COB que se ubican en oposición a su gobierno para defender sus conquistas laborales.

La re-reelección y las denuncias de fraude

Luego de su tercer mandato, forzando una interpretación arbitraria de la reforma constitucional que le habilitaba dos (contó sólo los períodos post reforma ignorando su primer mandato), intenta una nueva reforma que lo habilite a presentarse una cuarta vez. Para eso llama a un plebiscito en febrero de 2016, que pierde por más del 51% de la votación. Aunque dijo aceptar el resultado, luego logró un dictamen favorable del Tribunal Constitucional, cuya composición domina. Ese dictamen fue bendecido por Almagro y la OEA en su momento, que apoyaban a su gobierno por lograr una “estabilidad y crecimiento” capitalista que gobiernos anteriores no habían logrado.

El recuento provisional de los votos de las elecciones del 20 de octubre precipita la crisis que se venía acumulando. Por primera vez Evo no supera el 50% en una elección general. Cuando se habían escrutado el 84% de los votos, el candidato de la derecha, Carlos Mesa, conseguía un 37,8% frente a 45,7% del MAS: no había los 10 puntos de diferencia necesarios, lo que llevaba a una segunda vuelta. De pronto se interrumpió el conteo y se retomó 15 horas después: contra todos los pronósticos, la diferencia se amplía a 10 puntos…

Estallan las protestas contra las maniobras de Evo

La bronca contra lo sucedido provoca el pronunciamiento de la COB y otros sectores, otrora base de sustentación de Evo. La Federación Sindical de los Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) le pide la renuncia. La reacción tiene mucho apoyo entre los sectores medios, con los estudiantes de colegios y universidades a la vanguardia. También autoridades de la Universidad Pública de El Alto (UPEA), grupos feministas como Mujeres Creando, maestros de La Paz, trabajadores de la universidad UMSA, campesinos cocaleros de Adepcoca y Achacachi, las COB departamentales de Sucre y Potosí, obreros de Cochabamba, mineros de San Cristóbal y Chojlla. Durante tres semanas hay duros choques con la policía y contingentes masistas pro-gobierno, que dejan un saldo de tres muertos y decenas de heridos. Días previos al golpe, la policía se acuartela.

Este movimiento, que en sus orígenes tiene un carácter democrático y progresivo contra las maniobras electorales y las políticas del gobierno de Evo, es aprovechado por la derecha por falta de una conducción obrera capaz de llevarlo a fondo contra las políticas de Evo. La dirección de la COB falta a la cita. Ante esta grave crisis política, la derecha con Mesa primero y Fernando Camacho después, nucleando a la oligarquía y los intereses imperialistas, utilizan la debilidad del gobierno de Evo para lanzarse a gestar el golpe de Estado. Camacho, presidente de la Junta Vecinal de Santa Cruz, es un personaje de ultraderecha poderosísimo, de una de las familias más ricas de Bolivia, con grandes negocios en el área de los combustibles. Este hombre, que llevó la biblia al Palacio del Quemado y alentó la quema de la wiphala, llamó a la policía y al ejército a desalojar a Evo del poder.

La OEA, a la que Morales le solicitó auditar el recuento de votos, el 10N saca una resolución provisoria en la que habla de “graves irregularidades” en los comicios. Evo acepta la resolución del organismo imperialista que antes lo había favorecido y llama a nuevas elecciones. Pero no alcanza. Primero la COB pide su alejamiento del gobierno y luego el jefe del ejército -ahora reemplazado- le “sugiere” que renuncie para evitar mayores enfrentamientos. Al final, Evo renuncia.

El desgaste de Morales, un gobierno de los mal llamados progresistas, sigue así el camino del kirchnerismo y el PT brasilero. Cuando el boom de los commodities se acabó, se pusieron al rojo vivo sus políticas de gestionar el capitalismo local y sus acuerdos con el imperialismo e intentaron hacerles pagar la crisis a los trabajadores y pueblos que antes los llevaron al poder. Esto repitió Evo y explica la pobre defensa social que tuvo frente a los ataques de sus adversarios y su decisión de no movilizar cuando éstos concretaron el golpe.

La burguesía y el imperialismo actuaron como acostumbran ante tales gobiernos, que surgen como reflejo distorsionado de la movilización: primero pactan con ellos cómo seguir sus negocios y luego, cuando éstos se desgastan y no pueden contener a las masas, se lanzan a voltearlos e imponer otros que les respondan sin mediaciones a sus planes de expoliación. Los exprimen como un limón y luego los desechan. Por eso Almagro pasó de avalar la re-reelección del Tribunal Constitucional a ser el adalid anti-fraude.

Y por eso mismo son equivocadas las ilusiones de quienes, en una justa pelea contra el golpe, depositan expectativas en que una futura vuelta de Evo va a resolver los problemas que llevaron a este golpe contrarrevolucionario. Al revés: sus políticas de pactar con la burguesía local y las corporaciones, abandonando y enfrentando a su base campesina y popular son las que desembocaron en esta situación.

Evo en el gobierno seguiría profundizando esta línea ya que, para sostener el sistema capitalista, con el que no se propone romper, hacen falta más y más ajustes sobre los trabajadores, los campesinos y el pueblo pobre y la entrega total de los bienes comunes al saqueo de las empresas extractivistas. Solo un gobierno de las organizaciones sociales, de trabajadores, campesinos y los pueblos originarios puede, rompiendo con la “rosca” capitalista y tomando en sus manos el control de los recursos naturales y resortes estratégicos de la economía, dar una salida a la presente crisis que atraviesa Bolivia y al servicio de esto llamar a una Asamblea Constituyente que reorganice el país sobre nuevas bases.

Derrotar al golpe y pelear por una salida anti capitalista

El alzamiento del pueblo boliviano contra el golpe es parte de una serie de movilizaciones, levantamientos y revoluciones que se desarrollan en la región, como parte de una pelea más extendida en el planeta contra los planes de ajuste del FMI y la decadencia capitalista que analizamos en otras notas de esta revista. La pelea entre la revolución y la contrarrevolución se hace más aguda y de su suerte va a depender el curso de los procesos que se desarrollan en Latinoamérica y en el mundo.

Bolivia está paralizada en gran parte de su territorio. Se llegaron a contabilizar 94 puntos de bloqueo en el país, con mayor concentración alrededor de La Paz, Oruro y Cochabamba, sobre todo en la zona cocalera. El cerco a La Paz viene provocando un creciente desabastecimiento de alimentos y combustible, y el gobierno intenta romperlo con represión. Las masacres y la disposición de reprimir usando munición de guerra plantean un escenario gravísimo. Es necesario continuar y reforzar las acciones de lucha, buscando el camino que permita reconstruir una dirección centralizada de la pelea.

Ahora la resistencia al golpe deberá enfrentar y derrotar este pacto entre el MAS, la cúpula de la COB y el gobierno de derecha golpista de Áñez, con su trampa de elecciones antidemocráticas y su proyecto político para derrotar y arrancar las conquistas del pueblo. Aunque al escribir esta nota es temprano para definir qué ritmo tomarán la situación, de algo estamos seguros: para consolidarse, el engendro que salga de este pacto deberá enfrentar y derrotar al heroico pueblo de Bolivia y ese capítulo está totalmente abierto. Más aún porque las luchas en Latinoamérica están poniendo a los gobiernos de derecha y a sus socios capitalistas “opositores” contra las cuerdas.

El pueblo boliviano tiene una experiencia histórica de organización social y lucha revolucionaria. Es vital profundizar el desarrollo de la autoorganización con los cabildos o las formas que cada sector en lucha cree. Su centralización es decisiva para desarrollar con éxito la resistencia y abordar tareas que, como la autodefensa, se colocan de manera inmediata; y fundamentalmente para continuar la movilización para derrotar al golpe enfrentando las maniobras o pactos tramposos que intenten sacarlos de la calle.

Es preciso que la movilización antigolpista, cuya base principal es la resistencia campesina, se dote de un programa que incluya las reivindicaciones de los trabajadores y sectores urbanos que antes enfrentaron los planes de ajuste de Evo y fueron abandonados por la dirección de la COB.

También hace falta construir una nueva herramienta política anticapitalista, que aprovechando la experiencia de la vanguardia y las masas bolivianas con las vacilaciones y traiciones del MAS genere un partido revolucionario con quienes enfrentan al golpe en las calles y quieren dar la pelea hasta el final. Un partido para pelear por un gobierno de las organizaciones obreras, campesinas e indígenas y romper con el actual modelo capitalista-extractivista e imponer un programa antiimperialista y anticapitalista, expropiando a la oligarquía y las multinacionales que apoyan el golpe. Para terminar de una vez por todas con la Bolivia de las revoluciones traicionadas y los golpes militares e inaugurar otra al servicio de los trabajadores y campesinos, que respete el derecho a la plurinacionalidad que exige la mayoría de su población. Una nación sin opresión, explotación ni miseria; una Bolivia que junto a los pueblos hermanos de la región luche por una Latinoamérica socialista.

[1] En el Senado quedó en suspenso una moción para que Evo, sus funcionarios y dirigentes sindicales y sociales no fueran perseguidos, ya que se dividió la bancada del MAS.


Entrevista a joven dirigente minero de Huanuni

“A los golpistas les decimos: ¡morir antes que esclavos vivir!”

Huanuni es una ciudad del departamento de Oruro, en el altiplano boliviano, a 4.000 metros sobre el nivel del mar y “capital nacional del estaño”. Es una típica población obrera, con una industria de enclave como es la minería tradicional. Con una extensa tradición de lucha contra dictaduras y gobiernos privatistas, el pueblo entero logró hace pocos años la estatización del yacimiento fundamental, sobre el cerro Posokoni. Hoy resiste la arremetida golpista: su población se moviliza, bloquea rutas y se organiza contra las amenazas derechistas. Hablamos con uno de los jóvenes dirigentes del Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros de Huanuni. Por razones de seguridad, lo mencionamos con siglas. Esto nos decía el viernes 22N.

¿Cuál es la situación de la zona de Huanuni a partir del golpe?

W.P.V.: En primer lugar, un saludo cordial y revolucionario a todos los compañeros del MST, al tiempo de agradecer infinitamente la ayuda que nos brindan. En primera instancia, compañero, contarte que Huanuni como centro minero siempre se caracterizó por ser un sector de lucha constante por las reivindicaciones de nuestro pueblo boliviano. En el pasado se libraron batallas históricas contra gobiernos de facto y de derecha que sembraron dolor, luto, genocidio y persecución a nuestros antiguos líderes sindicales. También se creó aquí el primer sindicato a nivel nacional: el Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros de Huanuni y también la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia.

En Huanuni, desde que se produjo el golpe de Estado en Bolivia, se vive la amenaza constante de una posible toma del cerro Posokoni, principal yacimiento de estaño, por parte de cooperativas mineras del departamento de Potosí afines al Comité Cívico de esa ciudad y del gobierno golpista. Esta amenaza es la principal causa de que Huanuni no esté en la lucha en la ciudad de La Paz, ya que al salir del distrito se daría la invasión y toma de nuestro yacimiento de estaño. Por otra parte, se sufre el total desabastecimiento de productos de la canasta alimentaria. Nosotros ya vivimos en los gobiernos de facto el hambre y la pobreza, pero nuestros hijos no y es por eso que no dejamos ni dejaremos de luchar por el futuro de nuestros hijos. No queremos que la bota militar arremeta nuevamente a nuestras puertas, ni que nos acallen metiéndonos bala frente a nuestras familias. En el pasado, los gobiernos fascistas capitalistas sometieron o quisieron someter a la clase obrera minera a base de genocidio y persecución. Hoy nosotros les decimos: ¡morir antes que esclavos vivir!

¿Cómo se preparan para resistir al gobierno golpista?

Aunque la amenaza de invasión es latente, sabemos que en algún momento vamos a salir a las calles, aunque que este gobierno golpista sacó una ley que exime a los militares y policías de toda culpa en sus operativos de genocidio. En una asamblea general de todos los trabajadores mineros de Huanuni se determinó por gran mayoría la inmediata convocatoria e instalación de un ampliado a nivel nacional de nuestros entes matrices -la COB, Central Obrera Boliviana- para definir la fecha de los congresos para renovar a las cabezas y sacar nuevos dirigentes que nos representen y para que hagan frente al golpe con la unidad de todos los trabajadores de Bolivia.

También estamos exigiendo al gobierno golpista que detenga el genocidio y la renuncia de la auto-nombrada presidenta Áñez y terminar con la persecución política. Hay detenidos y encarcelados con denuncias ridículas, pero ellos no saben qué líderes políticos y sindicales abundan en nuestras filas y que para pararnos tendrían que encarcelarnos a un 90% de nosotros. Llamamos a un cabildo nacional con sede en algún lugar de nuestro país de todas las organizaciones descontentas con el gobierno golpista. “Todos” para elegir representantes para nuevas elecciones nacionales y hacer frente con una salida democrática derrotando al golpe. Sin unidad será difícil.

¿Podrías confirmar que no sólo los mineros sino también la población de Huanuni comenzaron un bloqueo en Machacamarca, en la ruta a Oruro?

La población de Huanuni, los comuneros de los ayllus, sector campesino de nuestra provincia, transporte, alcaldía y gremiales se encuentran bloqueando el cruce Machacamarquita, ruta a Oruro y que conecta también al departamento de Potosí y Sucre toda la ciudad de Huanuni. Exigiendo la pacificación del país y la salida de la genocida Áñez. También el repudio a los medios de comunicación que mienten a diestra y siniestra y confabulan en contra del pueblo boliviano. La lucha es por la defensa de nuestros derechos fundamentales, derecho a la vida en primer lugar, y el respeto a la soberanía de nuestro país. No permitiremos el saqueo de nuestros recursos naturales por parte de las transnacionales. El pueblo de Bolivia está cansado de la arremetida en contra de nuestro país, y en su gran mayoría no está con un color político sino por conciencia de clase.

¿Qué opinas sobre la perspectiva de luchar por un gobierno realmente obrero y popular en tu país?

El pueblo boliviano siempre luchó en defensa de sus derechos. A diferencia de otros países, fuimos golpeados por el sometimiento de la conquista española y gobiernos de facto y capitalistas. El abuso y el genocidio nos han enseñado que nuestra libertad es nuestro tesoro más preciado y que vale la pena ofrendar nuestras vidas para conservarlo y defenderlo para que nuestras futuras generaciones vivan en un país libre. El gobierno obrero y popular ha sido el mayor anhelo que tenemos como clase en nuestro país. Estoy convencido que con la unidad granítica de los trabajadores de Bolivia se conseguirá esta meta que tenemos los obreros de nuestro país.

¿Qué importancia crees que tiene la solidaridad internacional con la lucha de la clase obrera y el pueblo de Bolivia?

La solidaridad internacional es muy valiosa para nosotros. Nuestro pueblo la necesita y que el mundo sepa que Bolivia está en pie de lucha y que no se rinde fácilmente. Necesitamos multiplicar todo lo que podamos la lucha que están dando la clase obrera y el pueblo pobre de mi país por todos los derechos fundamentales. Y decirles que es un honor para este humilde minero contar con el apoyo del MST y la Liga Internacional Socialista. ¡Hasta la victoria final, compañeros!