El Keynesianismo: ¿Una “nueva” esperanza para el capitalismo?

Por Güneş Gümüş

Ya han pasado 11 años desde la crisis del 2008, una de las 4 crisis más grandes del capitalismo. Los mandamases del sistema capitalista han sobrevivido estos últimos 11 años a costas de crear una crisis incluso más grande, a través de disputas financieras como solución. Esto expone el hecho de que solo retrasaron la crisis que finalmente llegó en 2019. Casi todos predecían que la crisis sucedería en el 2020. Lo único inesperado fue la aparición de la pandemia del COVID-19, que impactó al sistema capitalista como el impacto de un meteorito. De esta manera las dimensiones de la crisis crecieron rápidamente. El FMI, reconocido por su análisis moderado, informa que esta crisis podría superar a la de la Gran Depresión y que 300 millones de personas quedarán sumidas en el desempleo de manera permanente como resultado de la pandemia.

Hoy en día los representantes de los grandes monopolios, bancos centrales, gobiernos capitalistas y los economistas y académicos burgueses reflexionan sobre cómo salir de esta crisis. Aunque la clase dominante continúa implementando prácticas neoliberales, es evidente que este modelo ya no funciona. En la búsqueda por un modelo alternativo de acumulación del capital, el modelo Keynesiano vuelve a ser el centro de atención. ¿Podrá el modelo Keynesiano, que se implementó en la era dorada del capitalismo entre la Segunda Guerra Mundial y los años 70, ser implementado una vez más en la actualidad? La crisis actual pone el modelo Keynesiano sobre la mesa, concentrándose en la incógnita de cómo incrementar la demanda para perfeccionar el funcionamiento de la economía capitalista, especialmente en un contexto de desempleo y decadencia mundial que ha estallado por el impacto de la pandemia.  

¿Qué sugiere Keynes?

El libro Teoría general del empleo, el interés y el dinero, en el que Keynes propone ampliamente su modelo económico, se publicó en 1936, cuando las condiciones globales extraordinarias crearon un contexto precisamente favorable para la creación de un nuevo modelo de acumulación del capital. La Depresión de 1929 que había tomado al mundo por sorpresa daba paso al debate sobre la perspectiva laissez-faire que había establecido su hegemonía entre los economistas burgueses en las primeras etapas del capitalismo industrial. En ese contexto, Keynes desarrolló un modelo basado en la demanda que eliminaría el efecto de esa perspectiva que sostenía que “el mercado encuentra las mejores soluciones por sí mismo” por un largo tiempo. El modelo laissez-faire puede ser resumido de la siguiente manera: el mercado se regula y se equilibra a sí mismo y lo peor que puede hacer el gobierno es intervenir. A esto le llaman “dejarlo ser” [1].

John Maynard Keynes, miembro del Partido Liberal británico y consejero económico a lo largo de su vida, indentificaba el problema no en el capitalismo sino en el capitalismo laissez-faire, que se basa en la no regulación de los mercados e inversores. En el trasfondo filosófico de esta postura existe la idea de que la búsqueda de los individuos por sus propios intereses no daría resultados socialmente perfectos debido a que “los individuos muy a menudo carecen de la consciencia, conocimiento y voluntad necesaria para alcanzar resultados óptimos; en otras palabras, el individuo que no tiene la capacidad de usar las oportunidades que se le presentan necesita de otras herramientas y de los demás para poder alcanzar los resultados que implican maximizar ganancias u obtener la libertad para hacerlo” (Kılınçoğlu y Özçelik, 2016: 31).

Para Keynes, es inevitable que se obstruya el sistema si cada persona persigue sus propios intereses sin darle importancia al resto de la sociedad y las contradicciones creadas a partir de esta situación no se corrigen con la intervención estatal. Por ejemplo, puede que parezca significativo para una sola firma bajar los sueldos y aumentar las ganancias, pero si tomamos en consideración a la empresa entera a largo plazo, esa situación resultará en la disminución de la demanda y en la capacidad de los trabajadores de adquirir sus mercancías. [2]

Keynes observa la falta de gasto como causa de la recesión. Cuando se trata de gastos insuficientes, habla de dos componentes de demanda efectiva: el gasto de consumo de los trabajadores a los que se les ha bajado el sueldo, y el de los inversores que se han vuelto pesimistas en cuanto al futuro ante la baja en la demanda. De esta manera comienza un círculo vicioso: los capitalistas reducen sus inversiones y cae la demanda. Como resultado, aumenta el desempleo y la demanda vuelve a caer ya que también cae el poder adquisitivo.

En base al análisis marxista de la crisis, es posible encontrar interpretaciones de que la caída del consumo es responsable por la crisis. Esos puntos de vista parecen alinearse con la perspectiva económica a primera vista. De hecho, el capital toma constantemente de los trabajadores, y los trabajadores, cuyo poder adquisitivo cae constantemente, no pueden consumir lo suficiente. Como resultado, es inevitable que la economía entre en crisis ya que solo se genera ganancia al vender la mercancía. Sin embargo, cuando se desarrolla la dinámica del capitalismo, es evidente que esas interpretaciones no alcanzan para interpretar la crisis. La perspectiva de las teorías de demanda deficiente ante las teorías de la crisis no puede explicar por qué las crisis nunca terminan en el capitalismo. Si las crisis se deben a la baja capacidad de consumo de la clase obrera, entonces es un hecho indispensable del capitalismo. La fuente de toda la plusvalía, según Marx, es el trabajo no pago del obrero, ese valor que crea no está en sus propios bolsillos sino en las cajas fuertes de sus jefes. Por lo tanto, mientras exista el capitalismo, el subconsumo seguirá existiendo. El análisis de la insuficiencia de demanda no puede explicar por qué las crisis ocurren en ciertos momentos históricos, a veces incluso en los auges del consumo. Por ejemplo, la crisis del 2008 es producto de un periodo en que hubo un auge de préstamos para la compra de viviendas.

“Es una pura perogrullada decir que las crisis surgen de la falta de consumo solvente o de consumidores capaces de pagar…Y si se pretende dar a esta perogrullada una apariencia de razonamiento profundo, diciendo que la clase obrera percibe una parte demasiado pequeña de su propio producto y que este mal puede remediarse concediéndole una parte mayor, es decir, haciendo que aumenten sus salarios, cabe observar que las crisis van precedidas siempre, precisamente, de un período de subida general de los salarios, en que la clase obrera obtiene realmente una mayor participación en la parte del producto anual destinada al consumo.”[3]

“El subconsumo de las masas es una condición necesaria de todas las formas de sociedad basadas en la explotación, y, por tanto, también de la sociedad capitalista; pero sólo la forma capitalista de la producción lleva ese subconsumo a elemento de una crisis. El subconsumo de las masas es, pues, también una condición de las crisis, y desempeña en ellas un papel reconocido hace tiempo; pero nos informa tan poco de las causas de la actual existencia de las crisis como de las causas de su anterior inexistencia.”[4]

Marx afirma que detrás de la crisis capitalista se encuentra la decreciente tendencia de la rentabilidad. La causa de las crisis no es la falta de consumo, sino de rentabilidad. Los capitalistas compitiendo destinan cada vez más tanto dinero en gastos de inversión que la tasa de ganancia obtenida, en comparación al dinero que ponen como capital, tiende a decrecer. Incluso si se intenta prevenir esa disminución, cuando la situación se vuelve insostenible la producción se vuelve una actividad sin sentido para los capitalistas. Las olas de la crisis golpean a todos los sectores.

¿Cómo generar demanda?

Según Keynes, la Depresión de 1929 creó un círculo vicioso que no podía solucionarse fácilmente sin la intervención del Estado. Subía la tasa de desempleo, bajaba de la demanda y el volumen de las empresas y una vez más aumentaba el desempleo. Las propuestas de Keynes para romper ese círculo vicioso eran que los gobiernos creen planes de pleno empleo, inviertan en gasto para crear empresas públicas e implementen políticas fiscales para prevenir las injusticias en cuanto a los ingresos y que crezca el consumo. Según Keynes la fuente de los gastos requeridos por el Estado debía ser los préstamos públicos en vez de los impuestos que reducirían el gasto privado.

Uno de los pilares del modelo Keynesiano es la distribución de ingresos y las políticas fiscales que regulan el gasto público. Esas políticas se basan en los impuestos a los ricos y la construcción de un Estado de bienestar con los recursos obtenidos. Por ejemplo, la tasa de impuestos recibida del grupo con mayores ingresos en el año 1940 fue del 91% y se implementaron tasas similares en Europa. Como resultado el grupo con menores ingresos gastaba una parte más grande de sus ingresos; cuando la cantidad de ingresos de este sector aumenta, la demanda total también lo hace. “A la vez que aumenta el ingreso de los individuos, su nivel de consumo también lo hace, pero el nivel de aumento en el consumo se mantiene por debajo del aumento en sus ingresos. En otras palabras, los individuos gastan cada vez menos de sus ingresos en consumo mientras sus ingresos aumentan… Gastar una parte cada vez más pequeña de sus ingresos en consumo hace que no haya suficiente demanda y por lo tanto los precios y la rentabilidad caen” (Kılınçoğlu ve Özçelik, 2016: 129). Keynes sostiene que una distribución más justa de los ingresos ayuda al crecimiento del capital porque aumenta el consumo.

Según Keynes, el error económico más grande de la sociedad en la que vivimos es la imposibilidad de proporcionar pleno empleo, la arbitrariedad y la desigualdad de riquezas y distribución de ingresos. La falta de pleno empleo también es un impedimento para el crecimiento del capital. Keynes sugiere que, ante la imposibilidad por parte de las empresas privadas de proporcionar pleno empleo, es el gobierno el que debería compensarla a través de sus políticas impositivas y económicas. Para Keynes, la manera en la que se deben promover las inversiones es manteniendo las tasas de intereses bajas y superando los gastos de consumo insuficientes que causan que los jefes tengan una perspectiva pesimista. Las bajas tasas de interés serían un incentivo importante para el capital que usará créditos para invertir.[5]

Sin romper con el capitalismo

Aunque Keynes afirma que no debería dejarse al mercado a su libre albedrío, no va más allá de un modelo económico liberal y no sugiere una intervención y regulación generales que eliminen la empresa privada. Keynes, un claro oponente de la revolución de octubre, el bolchevismo y el socialismo, siempre se puso del lado del capital.

Debería entonces unirme al Partido Laborista? Superficialmente resulta más atractivo, pero pensándolo dos veces encuentro grandes dificultades. En primer lugar, es un partido de clase, y de una clase que no es la mía. Si voy a defender intereses parciales, deberían ser los míos… la lucha de clases me encontrará del lado de la burguesía académica.”

Para Keynes, hay una clara distinción entre el capital productivo industrial y el capital especulativo financiero. En su libro de Teoría General, Keynes considera la demanda de dinero para fines especulativos como una de las razones más importantes de la crisis económica:

Nos han acostumbrado a explicar la “crisis” haciendo énfasis en la creciente tendencia de la tasa de interés bajo la influencia del aumento en la demanda por dinero tanto para comerciar como para especular” (Keynes, 2010: 269).

Los especuladores son inofensivos como burbujas en el flujo constante de la empresa. Pero la posición es seria cuando la empresa convierte a la burbuja en una vorágine de especulación. Cuando el desarrollo de capital de un país se convierte en un subproducto de las actividades de un casino, es probable que el trabajo esté mal hecho (Keynes, 2010: 142).

Keynes, que pensaba que para eliminar la renta que considera como un “inversor sin función” con la ayuda de impuestos altos, tasas de interés bajas y un control gubernamental estricto sobre el sistema financiero, afirmó que la eliminación de los rentistas servirá para incrementar la inversión y el empleo al igual que prevendría el uso especulativo del dinero:

Si el inquilino es menos propenso a gastar que el empresario, el retiro gradual del ingreso real del primero significa que el pleno empleo se alcanzaría con un pequeño aumento en la cantidad de dinero y una pequeña reducción en la tasa de interés a comparación al caso de lo que sostiene la hipótesis contraria.” (Keynes, 2010: 250)

Sin embargo, este enfoque revela que no se entiende la operación del capitalismo. Marx reveló la conexión entre el sector financiero y la producción y elaboró sobre la relación entre el aumento de la composición orgánica del capital y el aumento de la financiarización. La diferencia entre el capital industrial bueno y el capital industrial malo es artificial.  Aunque estos dos factores están entrelazados, el aumento de la financiarización no es una desviación de la “perfecta” economía capitalista, pero las tasas de ganancias corresponden a la avaricia por tasas de ganancias más altas para compensar por el descenso:

“Si baja la cuota de ganancia… toma lugar un movimiento de especulación y un trato general de favor a la especulación mediante apasionados ensayos de nuevos métodos de producción, mediante nuevas inversiones de capital y nuevas aventuras para asegurar una ganancia extraordinaria cualquiera, que es independiente del promedio general y se eleva por encima de él.”

El peso cada vez mayor del sector financiero es un indicador de la decadencia del capitalismo. El viejo sistema capitalista ya no puede llegar a las antiguas tasas de crecimiento, niveles de rentabilidad, y bajo estas circunstancias, en lugar de soportar el inconveniente de la producción, busca encontrar capitalistas productivos en cada rincón del orden mundial donde puedan ofrecer sus ahorros a tasas de interés altas y prefieren perder una parte de su plusvalía.

¿Ha funcionado el modelo keynesiano?

El modelo keynesiano llegó a su fin con una crisis nunca antes vista, la cual fue una combinación de inflación alta, aumento del desempleo y crecimiento bajo, y se volvió obsoleto para las clases dominantes en la década del 70. En las condiciones de la crisis económica de la década del 90, el capitalismo necesitaba un nuevo modelo de acumulación de capital, lo cual dio origen al neoliberalismo. Es claro que la culpa del fracaso del capitalismo no la tiene un modelo u otro, sino la dinámica del capitalismo en sí. Por definición, el capitalismo no puede sobrellevar sus crisis internas debido a la tendencia en descenso en las ganancias con un modelo económico “milagroso”. Por el contrario, mientras que el tiempo de duración de la crisis es cada vez más largo, el periodo entre cada crisis es más corto.

¿Cómo pudo el modelo de Keynes basado en la demanda crear los días gloriosos desde la Segunda Guerra Mundial hasta la década de 1970? De hecho, afirmamos que la “era dorada” del capitalismo no fue un resultado directo de las políticas keynesianas. Para que el capitalismo pudiera salir de la crisis económica, la tasa de ganancias tenía que restaurar su tendencia a la baja. Ese periodo fue uno de los periodos más favorables para esta restauración. Luego de la Segunda Guerra Mundial, toda Europa estaba devastada, y comenzó un proceso de reconstrucción con la ayuda de Estados Unidos. Después de la guerra, el costo de la mano de obra era muy bajo y, por eso, la tasa de explotación había aumentado. Los índices de empleo llegaron a casi el cien por ciento y el consumo de los trabajadores, cuyos ingresos habían aumentado después de la guerra, también creció. En el mismo periodo, tuvo lugar la descolonización del Tercer Mundo, y el proceso de industrialización parcial en estos países ofreció oportunidades importantes para el capital. La Guerra Fría entre Europa Occidental/Estados Unidos y el bloque oriental devino en gasto militar. La economía armamentista ayudó al crecimiento económico.

Durante el periodo de preparación y las guerras desde la Primera Guerra Mundial, los Estados ya habían comenzado a controlar los recursos económicos y sociales. El capital no podía soportar el costo de restaurar Europa, la cual había quedado en ruinas tras la guerra. La intervención estatal fue la salvación del capitalismo. Mientras la economía crecía y las tasa de ganancias aumentaban, era beneficioso para los Estados mantener los sectores no rentables funcionando. Sin embargo, cuando la tendencia a la baja en las tasas de ganancias aumentó, resultó imperativo que el capital saqueara los recursos públicos y restaurara su rentabilidad, haciendo que cada área fuera parte de la producción de mercancías. La privatización, el monetarismo y la desregulación no fueron más que intentos de limitar el declive de las ganancias a cuesta de la clase trabajadora.

Así comenzó el periodo neoliberal de 40 años. El neoliberalismo demostró que la idea de que la contradicción entre el trabajo y el capital se puede mitigar, y el capital puede dejar de robarle más a los trabajadores (tomar más del valor que produce) es solo una ilusión keynesiana. Ahora bien, Milton Friedman, uno de los ideólogos del neoliberalismo, rechaza el objetivo keynesiano del pleno empleo contra la estanflación y afirma que la inflación aumentó porque los gobiernos llevaron las tasas de desempleo por debajo de la tasa “natural”. Es obvio que los neoliberales quieren que los recursos públicos se usen para salvar al capital en crisis y no para crear pleno empleo. Por otro lado, saben que el ejército de desempleados significaba que haya una clase trabajadora que tenga que aceptar trabajar por salarios más bajos, peores condiciones y con menos derechos.

¿Es Keynes la solución?

Cuando lo necesitó, el neoliberalismo utilizó distintas políticas económicas del modelo Keynesiano. Por ejemplo, Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal durante el periodo de expansión, o Ben Bernanke, su contraparte del periodo de la crisis financiera, redujeron las tasas de interés. El resultado del dinero fácil y barato que el Banco Central inyectó en el mercado fue la creación de una gran burbuja en el mercado hipotecario. Otra práctica keynesiana fue que los gobiernos otorgaron préstamos de grandes sumas de dinero en los últimos 20 años. Actualmente, desde la pandemia del coronavirus, los bancos centrales otorgaron créditos generosos para rescatar a las empresas. Durante la pandemia, los gobernantes incluso transfirieron dinero (dinero helicóptero) directamente a sus ciudadanos. Los gobernantes de todo el mundo han robado los tesoros del Estado para salir de la crisis económica que ocasionó que las deudas se transfirieran a los siguientes largos años. Los préstamos no se limitan al Estado como en el periodo keynesiano. Las deudas de las empresas privadas están aumentando como nunca. Tal como afirma el keynesianismo,  es casi imposible controlar y regular al sector financiero, que es el centro de estas deudas y cuya participación en la economía global ha aumentado considerablemente.

No hubo cambios en la necesidad del consumo de masas en el neoliberalismo. Sin embargo, hoy en día la fuente de la capacidad de consumo son los trabajadores, quienes supieron pagar menos impuestos, tener la ayuda social del Estado y ganar mejores salarios gracias a los sindicatos, y ahora hipotecan sus ingresos futuros en lugar de sus ingresos disponibles relativamente altos. A pesar del cambio en el modelo de acumulación de capital, una parte significativa de los trabajadores pasará largos años pagando su deuda.

Más importante aún, el modelo keynesiano apuntó a la intervención del Estado en la reconstrucción de la Europa colapsada. Ahora, incluso si las tesorerías, que ya están endeudadas, rescatan empresas como Renault, debilitada por la crisis causada por la pandemia del coronavirus posterior a la crisis del 2008,  y las controlan ellas mismas, parece ser que no tienen la oportunidad de generar un cambio en la composición orgánica del capital o en la tasa de ganancias. ¿En qué invertirán los Estados? ¿Cuando los Estados inviertan, cómo podrán asegurar que los productos del capital nacional sean consumidos por los consumidores nacionales cuando la globalización llegue a su punto más alto?

Los periodos de crisis aumentan las tendencias proteccionistas. La crisis significa la rivalidad imperialista entre los países para mantener vivo al capital por lo que vemos más conflictos retóricos en todo el mundo entre las potencias imperialistas. Esta situación abre la puerta a nuevas guerras. Sin una nueva guerra mundial y destrucción global, no se darán las condiciones para una movilización de inversiones que eleve las tasas de ganancias en términos del capital.

En resumen, la implementación del modelo keynesiano no tiene sustento. No es porque el modelo keynesiano sea progresista o a favor de los trabajadores. Cuando la economía mundial está sobre endeudada, aumenta la dominación del capital financiero en la economía mundial, la globalización llega a su punto más alto, las potencias imperialistas están listas para abrazarse entre sí, no hay esperanza para la recuperación de las tasas de ganancias; el pleno empleo, la justicia de ingresos, la regulación financiera y el Estado de bienestar que constituyen el keynesianismo son un sueño.

Los amos del capitalismo no tienen la receta para salir de la crisis – un nuevo modelo de acumulación del capital. Por lo tanto, siguen posponiendo la crisis, cargándola en las espaldas de los trabajadores hasta que estos digan basta.

  1. No deberíamos olvidar que los ideólogos liberales y neoliberales, defensores del libre mercado, apoyaban que el Estado rescatara a las empresas durante la profunda crisis.  Oponerse a la intervención estatal no incluye transferir dinero de los fondos públicos al capital. Se opone a la regulación de las relaciones laborales a favor de los trabajadores. En busca de maximizar sus ganancias, hacen propaganda para transferir grandes sumas de fondos públicos al capital y dejarle la producción al capital privado en los sectores rentables.
  2. Keynes percibe la economía como una cuestión social diferente a un intercambio individual entre sujetos, y defiende la intervención estatal en cuanto al desempleo, la inversión y el consumo para que su funcionamiento sea perfecto.
  3. Marx, Capital Vol. III Part III,  The Law of the Tendency of the Rate of Profit to Fall,     https://www.marxists.org/archive/marx/works/1885-c2/ch20_01.htm
  4. Engels, Anti-Dühring, https://www.marxist.com/classics-anti-duehring/3.-production.htm
  5.  A pesar de las bajas tasas de créditos en Japón por más de 20 años, no hay deseo de invertir en el capital ya que el sector productivo utiliza el exceso de capacidad. El resultado de esta antigua política monetaria de Japón fue un estancamiento que no puede ser resuelto. 
  6. Marx, Capital Vol. III Part III, The Law of the Tendency of the Rate of Profit to Fall, Chapter 15. Exposition of the Internal Contradictions of the Law  https://www.marxists.org/archive/marx/works/1894-c3/ch15.htm