EEUU: dos meses de rebelión

Por Luis Meiners LIS Estados Unidos

El 25 de Julio se cumplieron dos meses del asesinato de George Floyd en manos de la policía. La rebelión contra el racismo estructural y la violencia policial desatada por ese asesinato continua. Con millones en la calle, se ha transformado en el movimiento social más grande de la historia de Estados Unidos. A pesar de la represión del gobierno de Trump, y también de los demócratas, la rebelión tendrá consecuencias duraderas en la evolución de la situación política y el desarrollo de la lucha de clases.

Este proceso continúa desarrollándose en el marco de una aguda crisis de múltiples dimensiones tanto a nivel internacional como en EEUU. Luego de la reapertura prematura y orientada por las ganancias capitalistas y los intentos de ahorro fiscal, gran parte del país enfrenta los peores momentos de la crisis sanitaria desatada por la pandemia de Covid19. Se registran decenas de miles de nuevos casos diarios e informes de hospitales colapsados en Texas, Florida y California.

Las respuestas del gobierno de Trump a la pandemia y a la rebelión han generado duras críticas, incluso dentro del propio establishment, y una caída de sus índices de popularidad. De acuerdo a distintas encuestas, más del 60% de los estadounidenses desaprueba de su manejo de la pandemia y más del 65% desaprueba su respuesta ante las protestas. Hasta una cadena conservadora y de derecha como Fox News ha expresado críticas al gobierno.

Esto tiene un claro efecto sobre las perspectivas para las elecciones presidenciales de noviembre. Trump no solo pierde en las encuestas nacionales, sino que además mide por detrás de Biden en estados clave para la disputa del colegio electoral como Florida, Michigan, Wisconsin, Pennsylvania. Incluso podría perder en estados “seguros” para los republicanos como Texas o Arizona.

En este marco, la estrategia de Trump es agitar a su base más radicalizada con un discurso de “ley y orden”. Con este objetivo, y el de intentar frenar la rebelión, ha desatado una ofensiva represiva con el envío de agentes federales a distintas ciudades.

Una ofensiva represiva

El 26 de Junio, luego de un mes de protestas y tras el fracaso de un primer intento represivo que incluyó la movilización de la guardia nacional, la imposición de toques de queda en decenas de ciudades, y la amenaza de invocar la ley de Insurrección de 1807, Trump firmó un decreto de “protección de monumentos”. Éste establece que “es política de Estado el procesar con la mayor fuerza permitida por la ley Federal, y como corresponda, a aquella personas u organización que destruya, dañe, vandalize o profane, cualquier monumento, memorial, estatua dentro de los Estados Unidos, o vandalize de cualquier modo a la propiedad gubernamental.”

Esta norma vino acompañada de un discurso contra “anarquistas” y “la izquierda radical”, y una reiterada acusación contra los “demócratas liberales” de que no logran imponer el orden en las ciudades que gobiernan. Ésto último, a pesar de que los gobernadores y alcaldes demócratas habían estado entre los primeros en movilizar la guardia nacional y habían intentando frenar las protestas con fuerte represión. Demostraba así como el discurso de “mano dura” contra la protesta tiene un fuerte contenido electoral, que busca radicalizar y movilizar a una base de derecha.

Bajo este decreto, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) constituyó una unidad especial la “Fuerza de Protección de las Comunidades Americanas” (PACT, por sus siglas en inglés). La misma reclutó agentes de diversas agencias bajo la órbita de seguridad nacional, fundamentalmente de la Patrulla de Aduanas y Fronteras, para constituir una fuerza de despliegue rápido contra las protestas.

El debut de esta escalada represiva continúa desplegándose en Portland, Oregón. Desde comienzos de Julio un centenar de agentes federales están instalados en la ciudad bajo el pretexto de defender edificios del gobierno federal. Estas fuerzas se han dedicado a reprimir las protestas escalando en el uso de violencia por parte del estado. La represión con balas de goma, gases lacrimógenos, granadas de luz y sonido, ha causado decenas de heridos, incluyendo una persona con fractura de cráneo. El 15 de Julio se viralizaron denuncias en las redes sociales de que oficiales sin identificación estaban realizando arrestos en vehículos civiles.

La brutalidad de la fuerza desplegada y las tácticas utilizadas ha generado un repudio masivo. Esto incluye a voceros del establishment como el New York Times y la CNN, que han publicado notas calificando los métodos del gobierno de Trump como fascistas. El alcalde demócrata de Portland ha exigido la retirada de las fuerzas federales, y junto a gobernadores y alcaldes de este partido han repudiado este accionar.

Sin embargo, la “oposición” de los demócratas es muy limitada. Sobran muestras de esto. La alcaldesa de Chicago, Lori Lightfoot, terminó aceptando el envío de más agentes federales a esa ciudad. En Seattle, la alcaldesa demócrata Jenny Durkan envió a la policía municipal a desalojar las protestas a comienzos de Julio y lo mismo hizo el alcalde demócrata de Nueva York, Bill De Blasio desalojando el acampe de protesta frente a la sede del gobierno municipal. Por otro lado, los más progresistas, como la congresista Alexandra Ocasio Cortez se ha limitado a presentar legislación obligando a los agentes federales a portar identificaciones en todo momento. Es necesario señalar, además, que el accionar de las agencias federales y su utilización para la represión interna ha sido habilitada por los sucesivos gobiernos que han expandido sus atribuciones, tanto demócratas como republicanos.

La respuesta desde abajo

Lejos de desarticular las protestas, la presencia de las fuerzas federales en Portland ha tenido el efecto de multiplicarlas. Miles han salido a las calles en esa ciudad para seguir diciendo Black Lives Matter y exigir la retirada de tropas de Trump. Cada dia se suman más personas para enfrentar la represión. Un “muro de mamás” constituye la primera línea, “papás” con sopladoras de hojas alejan los gases lacrimógenos, trabajadores organizados de distintos sectores como los “maestros contra la tiranía” y trabajadores de la salud con sus ambos, e incluso se ha sumado una barrera de soldados veteranos.

La creciente presencia de miles en las calles ha obligado a los agentes a retirarse hacia el interior de los edificios gubernamentales, a pesar de que siguen reprimiendo brutalmente. Durante el fin de semana, la protestas que continúan desde el asesinato de George Floyd, crecieron en repudio a la escalada represiva. En Seattle miles salieron a las calles nuevamente y enfrentaron la represión estatal. En Austin, un manifestante fue asesinado por disparo desde un vehículo.

El repudio es masivo y las acciones de solidaridad con Portland se multiplican, demostrando que las protestas han modificado la correlación de fuerzas. Existen condiciones para que las protestas generen el retroceso de esta ofensiva represiva. La ausencia de organismos nacionales de coordinación es un obstáculo para que este potencial se desarrolle plenamente.

Perspectiva

Dos meses de protesta han modificado significativamente el panorama político de EEUU. Han demostrado, una vez más, que la irrupción desde abajo puede producir rápidos cambios en la “opinión pública”, en el nivel general de conciencia. Las protestas han logrado triunfos parciales, aún reducidos en relación a sus demandas. Pero su logro fundamental ha sido el correr el terreno del debate político hacia la izquierda. Demandas como la del desfinanciamiento e incluso el desmantelamiento de la policía, se han vuelto de masas.

El movimiento ha expuesto, además, las condiciones sistémicas que alimentan la violencia racista del aparato represivo, las causas profundas de asesinatos como el George Floyd. Esto ha reducido el margen para las maniobras del sistema, encabezadas por los demócratas, que buscan encerrar la movilización en un laberinto de pequeñas reformas para alejarlo de las demandas de cambio sistémico.

Dos meses de protesta han cambiado la relación de fuerzas entre las clases. Esto genera una mayor apertura y oportunidades para las luchas del conjunto de la clase trabajadora. Esto es un acontecimiento fundamental en un panorama de crisis económica y políticas de ajuste. Políticamente, ha puesto en jaque la continuidad del proyecto de Trump. Esto, sin embargo, no significa desconocer el peligro que implican sus intentos de enfrentar la protesta. Estos dos elementos marcan la dinámica de los próximos meses. En este marco, existen condiciones para encarar una tarea fundamental, la necesidad de construir un partido socialista independiente de los dos partidos del capital. Los desafíos y oportunidades nunca habían sido tan grandes.