Ciclo León Trotsky: la Revolución Rusa y la fundación de la Tercera Internacional

Presentamos la transcripción del capítulo del Ciclo León Trotsky, que aborda la Revolución Rusa y la fundación de la Tercera Internacional, realizado por nuestro compañero Alejandro Bodart en Panorama Internacional del 13 de agosto.

El 21 de agosto se cumplen 80 años del asesinato de León Trotsky.

Hoy presentamos el tercer informe de nuestro ciclo conmemorativo de su vida y obra que culminará en el acto internacional de la LIS que realizaremos el sábado 22 de agosto.

Trotsky se encontraba exiliado en Nueva York cuando estalló la revolución de febrero en 1917 que derrocó al zar. Después de sobrepasar toda una serie de obstáculos diplomáticos, logró llegar a Rusia en mayo.

El poder en la capital rusa y centro de la revolución, Petrogrado, había quedado en manos del soviet de delegados obreros, que reunía representantes electos en las fábricas, pero los dirigentes reformistas que influenciaban a la mayoría de los delegados en el soviet apoyaban al gobierno provisional que había armado el parlamento burgués.

Estos eran los social-revolucionarios, el partido populista de Kerensky, quién pronto asumiría la presidencia del propio gobierno provisional; y los mencheviques, el ala moderada, reformista del Partido Socialdemócrata Ruso.

Como contamos en el ciclo anterior, varios dirigentes del ala bolchevique también inicialmente apoyaron al gobierno provisional y fue Lenin, cuando volvió del exilio en abril, quien ganó al partido para la política de pelear por que los soviets tomaran el poder.

Desde que llegó al país, Trotsky se sumó con todo a esa pelea, aunque por la vorágine de la revolución recién en agosto se incorporaría al Partido Bolchevique.

La influencia de los bolcheviques en los soviets fue creciendo en la medida que el gobierno provisional incumplía las principales demandas y causas de la revolución, manteniendo a Rusia en la Guerra Mundial, lo que profundizaba la carencia y el hambre, y negándose a repartir tierras a los campesinos. Los bolcheviques le fueron ganando espacio a los social-revolucionarios y a los mencheviques explicando que solo tomando todo el poder en mano de los soviets se podía cumplir con esas demandas.

A fines de agosto, cuando el general Kornilov intento un golpe de estado fascista, fueron los bolcheviques quienes encabezaron la defensa de la revolución y derrotaron el golpe. El resultante prestigio los llevó a ganar una mayoría en el soviet de Petrogrado en septiembre, y Trotsky fue electo su presidente nuevamente, como en 1905.

Desde entonces se abrió una discusión muy importante en el Partido Bolchevique. Lenin estaba convencido que había llegado el momento de tomar el poder, y que no se podía demorar porque la ventana de oportunidad no duraría mucho. Un sector de la dirección, con Zinoviev y Kamenev a la cabeza, se opuso rotundamente. Trotsky coincidía Lenin, pero le daba un peso importante a la legitimidad que le daban los soviets a la revolución, y planteó que había que esperar al Congreso Pan Ruso de los Soviets a fines de octubre, donde los bolcheviques podrían lograr una mayoría. Tras una fuertísima discusión, la dirección bolchevique terminó adoptando la posición de Trotsky, aunque Kamenev y Zinoviev igualmente se terminaron oponiendo, incluso publicando su oposición al plan insurreccional del partido.

La toma del poder se organizó para la noche antes del congreso de soviets, y fue Trotsky, a la cabeza del Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado quién estuvo a cargo de dirigir el operativo.

Al día siguiente el congreso de los Soviet con delegados venidos de todo el país se reinició con mayoría bolchevique. La primera moción que votó fue el traspaso del poder a los soviets, fundando el primer Estado obrero de la historia.

En los siguientes días, el nuevo gobierno soviético hizo todo lo que el Gobierno Provisional no pudo o no quiso hacer en meses. Decretó iniciar negociaciones de paz; abolió los títulos aristocráticos e inició la reforma agraria; decretó el control obrero de la producción; abolió el imperio colonial, otorgando el derecho a la autodeterminación a los pueblos oprimidos por Rusia; fue el primer país en legalizar el aborto y fue vanguardia mundial en conquistas de derechos democráticos y sociales nunca vistos. Por encima de todo, fue una inspiración mundial que demostró como el pueblo trabajador puede tomar el poder y auto-gobernarse democráticamente.

En su primer cargo dentro del nuevo gobierno, como Comisario del Pueblo para los Asuntos Exteriores del gobierno soviético, Trotsky encabezó la comitiva que negoció el tratado de paz con Alemania.

El tratado negociado en Brest-Litovsk implicó uno de los debates más intensos y democráticos que se desarrollaron en la revolución. Los alemanes exigían la anexión de vastos territorios con las mejores tierras y recursos. Lenin opinaba que, a pesar de las duras condiciones, había que aceptar para cumplir con la profunda exigencia de la población de acabar con la guerra y para poder estabilizar el nuevo Estado obrero. Mientras una fracción liderada por Bujarín rechazaba de plano la firma del acuerdo y defendía la postura de continuar la guerra contra Alemania. Trotsky, a su vez, pensaba estirar la negociación y usarla para hacer propaganda y darle tiempo a que la revolución se desarrollara en Alemania.

El debate de las posiciones encontradas se desarrolló entre los dirigentes y militantes del partido, y también con la población en general, incluso publicando las distintas posturas y el desarrollo de las negociaciones, que duraron más de dos meses.

Esa amplísima discusión permitió que la sociedad rusa de conjunto comprendiera cuando, ante una nueva ofensiva alemana, los bolcheviques terminaron aceptando los términos alemanes y firmando el tratado de paz.

Ante el estallido de la guerra civil, en la que el Ejército Blanco de las fuerzas contrarrevolucionarias, con el apoyo militar de 14 países capitalistas, intentó destruir el joven Estado obrero, Trotsky fue nombrado Comisario del Pueblo para la Guerra, y encomendado con la tarea monumental de fundar el Ejército Rojo a partir de los restos del ejército zarista desintegrado y las milicias obreras y guardias rojos que se habían formado en medio de la revolución.

En una gesta reconocida por amigos y enemigos por igual, Trotsky logró armar un ejército prácticamente de la nada, pasó la mayor parte de los dos años siguientes viajando de un frente a otro en un tren blindado convertido en Estado Mayor y salió victorioso de la brutal guerra civil.

Hacia el final de la guerra civil, ocurrió un hecho que ha sido fuente de fuertes críticas desde sectores hostiles a la revolución hacia los bolcheviques y contra Trotsky en particular: el levantamiento de Kronstadt. Se trata de una isla fortaleza a pocos kilómetros de Petrogrado. Los marineros estacionados ahí, muchos de ellos campesinos recientemente llegados del campo, se amotinaron contra el Estado soviético detrás de una dirección anarquista antibolchevique.

Sus reclamos, entre ellos una flexibilización económica a favor del campesinado afectado por la crisis y la guerra, no eran del todo descabellados. El gobierno de hecho adopto algunas medidas parecidas una vez finalizada la guerra civil. El problema era que los amotinados amenazaban con dejar pasar las tropas contrarrevolucionarias del Ejército Blanco hacia la capital del país, poniendo en riesgo toda la revolución.

El partido y el gobierno debatieron y tras la negativa de los sublevados a rendirse, definieron aplastar el levantamiento antes de que se descongelara el hielo que bloqueaba el paso, efectivamente salvando la revolución y posibilitando el triunfo de la guerra civil.

Los métodos democráticos del bolchevismo para resolver hasta las políticas más importantes distan de la caricatura monolítica que construiría después el stalinismo, y fueron una constante en los difíciles años posteriores a la revolución. El comunismo de guerra que obligó a poner todos los recursos económicos al servicio de la guerra civil abrió un fuerte debato sobre la relación entre el Estado, el partido y los sindicatos que se desarrolló incluso en artículos públicos.

Cómo reactivar la economía, que estaba completamente colapsada después de la guerra civil, implicó más debates y llevó a la adopción de la Nueva Economía Política, un limitado mercado para la venta de la producción agraria y así evitar el desabastecimiento.

Otro debate fue cómo implementar la autodeterminación nacional de los pueblos oprimidos por el imperio ruso y la relación con el nuevo Estado soviético. Y por encima de todo, la discusión de cómo expandir la revolución internacional.

Trotsky también jugó un rol central en la fundación en 1919 y los primeros congresos de la Tercera Internacional. Tanto como Lenin, y como había escrito desde la primera formulación de su teoría de la revolución permanente, entendía que el joven Estado obrero no tenía chances de sobrevivir si la revolución no se expandía hacia Europa. Y efectivamente estallaron revoluciones en la mayor parte del continente en los años posteriores a la Primer Guerra Mundial.

Por eso, a pesar del monumental desafío de afrontar un colapso económico y una guerra civil, los bolcheviques destinaron toda la atención, recursos y sus mejores cuadros a construir la internacional. A intentar organizar a los revolucionarios de los demás países e incidir en los procesos revolucionarios para que triunfen.

Trotsky escribiría que los primeros cuatro congresos de la Tercera Internacional fueron una “escuela de estrategia revolucionaria”. Los debates centrales giraron en torno a cuáles eran las políticas más adecuadas para disputar el poder en medio de los procesos revolucionarios que recorrían Europa y otras partes del mundo. Y vieron a Lenin y Trotsky enfrentarse a corrientes oportunistas por un lado, y sectarias por el otro.

El primer congreso se realiza en 1919, en plena guerra civil, acababa de estallar la primera revolución alemana, se acababa de tomar el poder en Hungría, en Italia se estaban ocupando las fábricas. El centro del congreso estuvo puesto en cómo organizar los nuevos partidos revolucionarios que habían roto con los socialdemócratas durante la guerra mundial; y en cómo expandir la revolución para que pueda sobrevivir y desarrollarse en Rusia también. Allí se discutió también la posición de los revolucionarios sobre la democracia burguesa y el significado de la dictadura revolucionaria de los trabajadores.

El segundo congreso se realiza el año siguiente, tras el fracaso del primer impulso de la revolución en Europa, pero con partidos comunistas masivos desarrollándose y nuevos procesos comenzando a desarrollarse. Trotsky escribiría que fue entonces que se dieron cuenta que expandir la revolución no se trataba solo de empujar con voluntad y fuerza, sino que haría falta una estrategia y tácticas revolucionarias mucho más elaboradas.

El triunfo de la Revolución de Octubre atrajo a miles de obreros revolucionarios y radicalizados hacia las filas de la Tercera Internacional. Pero también atrajo unos cuantos oportunistas y arribistas que no habían roto del todo con las concepciones reformistas de la Segunda Internacional. Por eso el segundo congreso de la Tercera Internacional votó una lista de 21 condiciones programáticas para integrar la Internacional y un reglamento de funcionamiento de miembros de la internacional que obtengan cargos parlamentarios para contrarrestar la presión de las instituciones burguesas, asegurar el control del partido revolucionario sobre sus representantes y resguardar la política revolucionaria de sus organizaciones.

En el mismo congreso, Lenin escribió su famoso texto del Izquierdismo, contra las posiciones sectarias de sectores de los partidos comunistas que directamente se oponían a participar en las elecciones burguesas, en los sindicatos mayoritarios o actuar en unidad con otros sectores del movimiento obrero y de masas.

A lo largo del tercer congreso en 1921 y el cuarto en el ‘22, en vísperas de la segunda revolución alemana, se desarrolló un profundo debate político que Trotsky sistematizaría en lo que se denominó como táctica del frente único. Esencialmente, explica que: en la medida que una parte importante de la clase trabajadora siga a direcciones reformistas, el partido revolucionario tiene que tener políticas para ganarla para su lado. Y que muchas veces, la manera de lograr eso es llamando a esas direcciones reformistas a luchar en común por objetivos que su base ve necesarios, para demostrar en los hechos que los revolucionarios son consecuentes con esa lucha cuando los reformistas claudican. Eso sí, para lograr esto, y que la unidad no sirva en cambio a los reformistas, los revolucionarios tienen que mantener absoluta independencia organizativa y política y reservarse el derecho a opinar y criticar.

La táctica del frente único y otras tantas conclusiones de esos primeros cuatro congresos de la Tercera Internacional, están entre los aportes más importantes de Trotsky al movimiento obrero revolucionario hasta nuestros días.

Lamentablemente, la revolución europea fracasó, en Alemania la socialdemocracia, que se había pasado al campo de la burguesía al comenzar la guerra, impidió que la revolución triunfara, en 1919 desde el gobierno se asesino a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknecht, debilitando al naciente partido comunista y trabajó para derrotar los distintos intentos revolucionarios que se sucedieron los años subsiguientes. Esto significo un golpe a la propia revolución rusa ya que la aisló. En 1922 se enferma Lenin y muere a principios de 1924, provocando un vacío enorme, imposible de llenar, incluso por Trotsky, ya que Lenin era el dirigente que había formado al partido bolchevique desde sus cimientos. Todo esto sumado a la desaparición física de los mejores representantes de la clase obrera en la guerra civil, creó las condiciones para que triunfara la contrarrevolución interna que encabezo Stalin, iniciando una nueva etapa en la vida política de León Trotsky, pero todo esto y lo que sucedió a partir de ese momento lo analizaremos la semana que viene.