El miércoles 22 de agosto el MST y Anticapitalistas en Red recibió a la Caravana Internacional de Solidaridad con Nicaragua, que viene recorriendo distintos países de América Latina, informando sobre la brutal represión del gobierno de Daniel Ortega y construyendo una red internacional de solidaridad y apoyo a la resistencia del pueblo nica.
Ariana, de la Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia; Yander, hermano de Jimmy Parajón -asesinado en Managua el 11 de mayo- y representante de las Madres de Abril; y Carolina, del Movimiento Nacional Frente a la Minería Industrial, expusieron en una concurrida charla en nuestro local central de Buenos Aires, junto a Alejandro Bodart, quién hablo en nombre del MST y Anticapitalistas en Red.
Los relatos de la represión que enfrenta el pueblo nicaragüense son espeluznantes y conmovieron a los cientos de compañeros presentes. Los asesinados suman por lo menos 447, la mayoría de ellos por tiros de francotiradores en la cabeza, el cuello o el tórax. Hay más de 400 desaparecidos, más de 2000 heridos y 160 presos políticos acusados de terrorismo. Además, más de 50.000 personas han huido del país, incluyendo por los menos 30.000 que han pedido asilo político en Costa Rica, donde hay una crisis humanitaria porque están viviendo en condiciones infrahumanas y sufriendo ataques xenófobos.
Lxs compañerxs identifican tres fases que ha atravesado la represión orteguista. La primera estuvo marcada por los ataques directos a las manifestaciones y a los estudiantes en las universidades tomadas por parte de la policía nacional y las fuerzas de choque de la Juventud Sandinista. La segunda fue el “operativo limpieza” durante el cual fuerzas paramilitares levantaron los tranques (barricadas) que habían levantado los manifestantes, reprimiendo, matando e intimidando en el camino. Y la tercera se inició tras la aprobación de la Ley Antiterrorista el 20 de julio, con una cacería selectiva de dirigentes sociales y estudiantiles que sigue en curso.
Una insurrección popular
Lo que pretende aplastar Ortega con esta feroz represión, es un verdadero levantamiento popular contra su política de entrega y ajuste, y su régimen autoritario. Desde que volvió al poder en 2007, el Frente Sandinista de Ortega ha desarrollado una política neoliberal y extractivista, de acuerdo y sumisión al imperialismo de EE.UU. y el FMI, y en sintonía con la Iglesia Católica y la oligarquía local. El resultado es evidente, Nicaragua es hoy el segundo país más pobre de América Latina.
A su vez, erigió un régimen autoritario y represivo. Ilegalizó partidos de oposición, manipuló los procesos electorales y estableció la reelección indefinida. Controla el 80% de los medios de comunicación y la mayoría de las fuentes de trabajo, a través del Estado y los sindicatos. Y reprime los reclamos sociales cuando el pueblo se manifiesta.
Para Carolina, la represión orteguista no es una novedad. Hace cuatro años que su organización viene luchando contra el extractivismo. Los pobladores de su departamento, León, lograron impedir que una megaminera iniciara sus obras. El gobierno respondió militarizando la comunidad e iniciando una persecución política que llevó al encarcelamiento de decenas de activistas en el Chipote, la prisión a la que la dictadura de Somoza mandaba a sus propios presos políticos. La misma suerte han encontrado los movimientos campesinos, uno de cuyos principales referentes, Medardo Mairena, está preso en Chipote; y el movimiento feminista cuya marcha del Día Internacional de la Mujer fue reprimida por la policía antimotines.
Como dijo Carolina en la charla: “estábamos acostumbrados a que nos reprimieran, a que nos militarizaran, que no nos dejaran circular libremente, pero no estábamos acostumbrados a que nos mataran”.
El 18 de abril estalló la frustración social acumulada durante años. Tuvo dos detonantes. Una semana antes, se incendiaron 5.000 hectáreas de una reserva natural en una zona en la que el gobierno pretende concesionar una carretera hacia el canal que capitales chinos construirían. La inacción del gobierno generó las primeras protestas estudiantiles. Luego vino la reforma jubilatoria con fuertes recortes, y la reacción popular. Los estudiantes salieron a la calle y fueron reprimidos por fuerzas de choque y la policía nacional. Al día siguiente salieron y se tomaron tres universidades públicas y se produjeron los primeros asesinatos con francotiradores.
Pero el hartazgo del pueblo se hizo notar, y salió masivamente a las calles. Surgieron los tranques que paralizaron el país durante semanas y las movilizaciones crecieron hasta la marcha de un millón de personas el 30 de mayo, a pesar de la represión cobarde y asesina que enfrentaron a cada paso. Aunque el gobierno de Ortega logró sofocar la insurrección popular, por ahora, lo cierto es que quedó al descubierto que ha perdido el apoyo social y una amplia mayoría del pueblo quiere que se vaya.
Las raíces del orteguismo
En su intervención, Bodart planteó que las limitaciones del Ortega y el Frente Sandinista de 1979, cuando encabezaron la revolución que derrocó la dictadura de Somoza, explican en parte el Ortega de 2018. Aquella heroica revolución popular derrotó a Somoza, al imperialismo yanqui, al ejercito y las fuerzas represivas y a la oligarquía capitalista. Sin embargo, no avanzó en las medidas de fondo y socialistas que el propio programa sandinista sostenía.
Coincidiendo con la recomendación de Fidel Castro, de “no hacer de Nicaragua otra Cuba ni de El Salvador otra Nicaragua”, no expropiaron a la derrotada burguesía. Conciliaron con la oligarquía y la Iglesia, y frenaron la reforma agraria. A su vez, se negaron a ayudar a los pueblos salvadoreño y hondureño, que luchaban por sacarse de encima a sus propios dictadores, cuando el triunfo sandinista podría haber significado una inspiración y un apoyo decisivo. Tampoco empoderaron al pueblo democratizando la sociedad, dejando entrever la cara autoritaria que hoy muestra toda su brutalidad.
Como graficó Bodart: “las revoluciones no son para que hayan cuatro, cinco, diez o veinte que decidan el destino del pueblo. Nosotros creemos que las revoluciones son para que sea el pueblo el que elija su destino”.
La experiencia de la Brigada Simón Olivar que nuestro partido organizó en esos años, y que tomó parte activa en la lucha revolucionaria, también revela las contradicciones de la dirección sandinista. Después del triunfo de la revolución, los combatientes de la brigada ayudaron a formar 70 sindicatos y a organizar la reforma agraria, impulsando la acción democrática del pueblo. Pero, como la dirección sandinista había definido otro rumbo, esta deportó a los brigadistas, entregándolos al ejército panameño.
A diferencia de Cuba, cuya revolución expropió al capitalismo y cuyo pueblo, a pesar del feroz bloqueo yanqui y una dirección burocrática, erradicó el hambre y el analfabetismo y conquistó sistemas de salud y educación pública de avanzada; en Nicaragua la pobreza y la desigualdad perduraron. La desilusión del pueblo incluso llevó al Frente Sandinista a perder el gobierno en 1990. Y cuando volvió a la presidencia en 2007, Ortega abrazó enteramente el modelo extractivista y la orientación de saqueo y ajuste dictada por el imperialismo.
Aunque se sigue diciendo socialista y de izquierda, y lamentablemente un sector de la izquierda internacional repite esto, el Ortega de hoy no tiene nada que ver con la revolución que encabezó hace años, y que ha ayudado a enterrar.
Como graficó Yander: “Daniel Ortega se proclama de izquierda; no lo es. El gobierno de Ortega y Murillo, que se dice socialista, cristiano y solidario, es un Estado fallido, es un Estado genocida que ha cometido crímenes de lesa humanidad”.
Solidaridad internacional con el pueblo nica
El pueblo nicaragüense no va a bajar los brazos. Viene de dar una nueva muestra de que no tolera dictadores y de que es capaz de sacárselos de encima. Como hicieron con Somoza en el 79, indefectiblemente harán con el nuevo Somoza en que se ha convertido Ortega.
Yander remarcó las convicciones del pueblo nica: “Botamos una dinastía en 1979, y hoy botaremos otra. Daniel Ortega se tiene que ir, y se va a ir. No vamos a soltar las calles; vamos a seguir para conseguir esa justicia que no se consiguió en aquella revolución porque fueron secuestrados los ideales políticos y de justicia social por Ortega, Murillo y sus compinches”.
Y la solidaridad internacional va a ser fundamental en apuntalar la lucha nicaragüense. Especialmente en este momento tan difícil, es primordial que los luchadores en Nicaragua sepan que no están solos, que se está tejiendo una verdadera red internacional de solidaridad que los apoya y que hace propia su lucha.
Como explicó Ariana: “parte de los objetivos de esta caravana es generar una red internacional de solidaridad y de apoyo a nuestro pueblo que nos ayude a impulsar un proceso de democratización para la búsqueda posterior de justicia sin impunidad y la conformación de una comisión de la verdad que sea independiente”.
Bodart cerró insistiendo sobre el peso que debe tener esta campaña internacional de solidaridad:
“Acá estamos dando muchas peleas, pero tenemos que tener una pelea más, que tal vez sea más importante que todas esas, que es ser internacionalistas en este momento. Porque hoy el pueblo nicaragüense necesita la solidaridad internacional y nosotros tenemos que ser vanguardia porque no se puede construir una sociedad distinta en un país si uno deja que pasen estas barbaridades en otro.
Por eso tenemos la responsabilidad de hacer una gran campaña por la libertad de hasta el último preso, para saber donde está cada uno de los desaparecidos, pero también tenemos que apoyar al pueblo nica para que se saque de encima a Ortega, y apoyar la salida que decida el pueblo nicaragüense, que tal vez tenga otra oportunidad para cambiarlo todo. Y si gana el pueblo nica, puede abrir un camino que nos ilumine a todos, porque sería una derrota de un régimen nefasto y también del imperialismo.”
Federico Moreno