Centroamérica: La caravana migrante desafía las amenazas de Trump

El sábado 13 de octubre se inició en San Pedro Sula en Honduras la segunda caravana migrante. Alrededor de 7.000 hondureños, entre otras nacionalidades, ya han ingresado a México y marchan hacia la frontera con EEUU. El discurso xenófobo de Trump, quién envío 5.200 militares a la frontera y amenazó con retirar el derecho a la nacionalidad a los hijos de inmigrantes nacidos en suelo yanqui, no los detiene.

Cuando escribo estas líneas dos tramos de la caravana están transitando por México. Según nos informa La Jornada del 31/10/2018, la primera tanda con unos 6 mil integrantes arribó a Juchitán en Oaxaca y otra columna con 2 mil hondureños, guatemaltecos y salvadoreños hizo lo propio en Tapachula a 25 km de la frontera, siendo este último contingente el más golpeado por la represión. Además otros 500 salvadoreños se concentran en la frontera con el país azteca.

La caravana que huye del “hambre y la muerte” es uno de tantos títulos que se le han puesto a esta, la caravana migrante más numerosa de la historia reciente. A esta acción desesperada de miles de hondureños y de otros habitantes de la región por salvar la vida. Y no importan los miles de kilómetros que deben transitar a pie, el hambre, las inclemencias del tiempo, la represión, las amenazas de impedirles pasar a EEUU, para que miles, entre ellos muchas madres con sus hijos chicos, hayan decidido emprender esta travesía.

Las razones son sencillas y contundentes. Basta con repasar alguno de los testimonios que se repiten y repiten como si el libreto hubiera sido acordado. A la falta de trabajo, la miseria, la imposibilidad absoluta de salir de la pobreza extrema (1), a la terrible corrupción y arbitrariedad de un régimen político que con el apoyo yanqui impuso a un presidente que perdió las elecciones, se suma la acción de la violenta de las mafias organizadas, de las maras (2). Lo que les hizo salir para salvar sus vidas. Como si fuera una guerra. Algo que nos recuerda a los refugiados sirios, de Medio Oriente o africanos.

Pero es en nuestro continente americano. Otro desastre humanitario. Que al dirigirse al gigante del Norte acapara la atención del mundo y opaca por momentos el otro desastre migratorio de  nuestra región, la emigración venezolana. O de otra menor, pero igualmente reciente, como es la de los 30.000 refugiados nicaragüenses emigrados a Costa Rica huyendo de las balas y represión de Ortega.

Una migración que desnuda las condiciones de miseria, entrega y explotación en el triángulo norte (Honduras, Salvador y Guatemala) de un “patio trasero” a punto de estallar, o que ya está estallando si entendemos este fenómeno espontaneo como otra manifestación de un pueblo centroamericano que ya no soporta vivir como hasta ahora.

La columna migrante ha superado hasta ahora los intentos represivos. El más importante quizás, el cierre del puente que cruza el río Suchiate que separa Guatemala de México y el intento de freno de las fuerzas de seguridad enviadas por Peña Nieto por pedido de Trump. El fenómeno es tan masivo que ni las amenazas del presidente yanqui de retirarles la ayuda a los gobiernos de los países de la región de los que salen y por los que pasan los migrantes, o la cotidiana colaboración del gobierno del PRI con los yanquis, han podido frenar la caravana.

Los recursos volcados para repatriar a los que no soportaron el esfuerzo, las promesas de residencia temporaria, trabajo y asistencia del actual gobierno mexicano, en otro intento por detenerlos, no han podido quebrar la decisión de miles de seguir hasta EEUU, a un destino en el que ser ciudadanos y trabajadores de cuarta, es tener un futuro frente a las terribles condiciones de vida que soportan en sus lugares de origen.

La solidaridad de los trabajadores y pueblos pobres, que cruzan en su camino, los sostiene, los ayuda con lo elemental para seguir. Una solidaridad que tiene mucho de solidaridad de clase, de esa generosidad que tienen justamente los que menos tienen.

El derrotero de la movilización bajo la forma de caravana migrante tensa, kilómetro a kilómetro recorrido, la cuerda hacia un enfrentamiento violento. Es que más allá de la utilización electoral que Trump ha decidido darle al hecho -ya que según el New York Times le sirve para desarrollar su discurso xenófobo y tratar de mejorar así su performance en las próximas elecciones- prometiendo medidas que son inconstitucionales como sacar el derecho a la nacionalidad a los hijos de migrantes ilegales nacidos en territorio estadounidense, la caravana tiene que ser detenida.

No hacerlo significará que nuevas y mayores caravanas que ya se están preparando en los países de la región tomen su camino. Y es que la caravana masiva es el recurso que han encontrado los migrantes para superar una travesía llena de peligros, de vejaciones, represión y en muchos casos de muerte.

Un periplo penoso de indefensos pequeños grupos, que empezaban intentando pasar los controles policiales en el sur de México y que se encontraban trabas insoportables de la mano de traficantes de personas y distintos bandidos. Un infierno en que los coyotes aconsejan a las mujeres que viajen provistas de preservativos, para evitar que una muy probable violación termine en asesinato si se resisten. La masividad es entonces el método que la experiencia dictó como el más seguro y el que animó a miles a tan duro viaje.

El rol de los gobiernos

Las presiones de Trump de cortar la ayuda financiera, entre ellas la otorgada por el Plan Alianza Para la Prosperidad de Centroamérica, dieron resultado. Jimy Morales de Guatemala mandó la Policía Nacional para disuadir a los migrantes. Juan Orlando Hernández de Honduras militarizó la frontera y le echó, en consonancia con los funcionarios yanquis, la culpa al partido del depuesto ex presidente Zelaya. El presidente del Salvador denunció el paso de migrantes hondureños por su territorio.

Hacía México Trump señaló: “México debe frenar esta arremetida y si es incapaz de hacerlo, yo llamaré a los militares de Estados Unidos y cerraré nuestra frontera sureña”. Una inequívoca señal para que Peña Nieto lanzara sus equipos anti motines y gases lacrimógenos sobre los migrantes. Lo que tuvo luego el correspondiente agradecimiento del mandatario yanqui: “¡Gracias, México, esperamos trabajar con ustedes!”.

El gobierno mexicano tradicionalmente combinaba la falta de protección a los migrantes que atravesaban su territorio, en el cual eran víctimas de las bandas delictivas, con la existencia de cordones de seguridad que controlaban el flujo migratorio en los estados del sur, en Chiapas y Oaxaca fundamentalmente.

Ninguna de estas medidas lograron parar la caravana, entre otras cosas porque fueron tomadas a destiempo, frente a una inmigración que sorprendió por como creció en poco tiempo en tamaño y dimensión.

Trump y la xenofobia

La crisis que atraviesan los regímenes políticos hunde a las tradicionales variantes de “centro” generando efectos de polarización. Así los discursos xenófobos como el Trump o el de Bolsonaro impactan en sectores de la población desesperados por las penurias que trae la grave crisis económica, y que pretenden encontrar en ellos una salida posible, a falta de claras alternativas de izquierda anti capitalista.

Ese discurso es utilizado para sojuzgar aún más a la mano de obra barata que hace los peores trabajos en EEUU. Hay estados como el de Arizona donde los indocumentados tienen el rango de delincuentes, lo que hace que su explotación sea aún más dura por las patronales que los emplean de a miles.

Esta persecución y discriminación no es nueva. Obama expulsó a 3 millones de inmigrantes ilegales durante sus dos mandatos. Trump no ha hecho sino profundizar esa huella, utilizándola además como discurso de campaña contra los que supuestamente “les quitan el trabajo a los norteamericanos” o contaminan sus vidas con sus “delincuentes”.  Todavía hieren los ojos las imágenes de los niños separados de sus padres y encerrados en verdaderas jaulas.

Una política que es complementada por deportaciones de inmigrantes que viven ya hace muchos años en EEUU y que son bruscamente separados de sus familias para ser remitidos a sus países de origen. La cifra de deportaciones viene subiendo año a año. Por ejemplo, hacia Honduras fueron deportados 32.000 personas en todo el 2017 y solo en el primer semestre de 2018 la cifra trepó a 36.500.

El gobierno mexicano ha sido un complemento de esta política ya que ha deportado a decenas de miles de centroamericanos a sus países en los últimos años. Ahora frente al paso de la caravana distintos medios de comunicación han intentado manipular los peores prejuicios xenófobos de un sector de la población mexicana.

El recrudecimiento de la xenofobia y el racismo, solo se explica por la terrible decadencia, por la crisis sistémica del capitalismo en su fase imperialista. La crisis económica global del 2008 trajo como una de sus consecuencias una brutal ofensiva contra todos los trabajadores y pueblos del mundo. Las corrientes xenófobas utilizan los prejuicios de las clases medias acomodadas y de amplios sectores marginales, intentando descargar en otros trabajadores y pueblos oprimidos la culpa de los males creados por el gran capital y las clases que lo integran, detrás de un discurso seudo nacionalista populista.

Por eso, la pelea por las más elementales libertades democráticas y contra el racismo, entre ellos por el derecho de los inmigrantes y las minorías, se coloca como una tarea fundamental de los pueblos en su lucha contra la explotación imperialista. El racismo aunque puede empezar como una manifestación contra los pueblos pobres se extiende rápidamente a todos los que no comparten el modelo imperialista, como ha sucedido recientemente con la masacre en la sinagoga de Pittsburgh, en la que la población local se movilizó en repudio a la visita de Trump.

Donde aparece con fuerza, como ahora en Brasil, es imprescindible la más amplia unidad de acción para combatirlo y detenerlo antes de que se consolide y por eso las tareas democráticas revalorizan su importancia en este periodo que nos toca vivir.

Las avalanchas migratorias reflejan el hundimiento de sectores enteros del planeta bajo la sobre explotación imperialista, las crisis y guerras que esta genera. Según la ONU la cantidad de migrantes en el mundo avanzó desde los 173 millones de principios de siglo a 244 millones en el 2015, sin considerar 40 millones de desplazados al interior de sus propios países.

Por eso la migración como fenómeno planteado por las crisis humanitarias no puede ser resuelta, en última instancia, sin un cambio radical del modelo económico social. Un cambio por un sistema anti capitalista, socialista.

Apoyar a la caravana exigiendo que se respete su derecho a la migración

El derecho a migrar buscando un mejor horizonte cuando la vida de los individuos o de las familias está en peligro es un derecho humano democrático de los más elementales.

La burguesía imperialista, responsable fundamental junto a sus gobiernos títeres locales del empobrecimiento y la degradación de las sociedades de los países explotados por ella, tiene el cinismo de alzarse en protectora de sus trabajadores “connacionales” y tratar de enfrentarlos a los trabajadores y pueblos migrantes, que no soportan las condiciones de vida que esa misma burguesía imperial a creado en sus países nativos.

Más que nunca entonces debemos defender el derecho de la caravana de poder arribar a su destino. Es necesario exigirle al gobierno actual de Peña Nieto y al próximo a asumir el 1° de diciembre del presidente electo López Obrador, que no pongan ninguna traba represiva para el libre tránsito de la caravana, y que la asistan con alimentos, asistencia médica, refugios temporales y transporte, para que puedan llegar a su destino inmediato en la frontera con EEUU.

En este sentido es fundamental continuar y mejorar la campaña de solidaridad que distintas organizaciones del pueblo mexicano ya están realizando con la caravana, como el caso de algunas organizaciones civiles como “Las matronas de Veracruz” y de las distintas acciones realizadas en los medios universitarios de la Ciudad de México como el acopio de mochilas migrantes con ropa y alimentos.

Otro tanto debe hacerse contra el “muro de Trump”. Más que nunca la movilización de las organizaciones de trabajadores, humanitarias, democráticas, progresistas y de izquierda, debe rodear a los migrantes y su caravana de la mayor solidaridad, enfrentando las medidas del xenófobo y racista que dirige la mayor potencia del mundo, exigiendo que retire a los militares y el aparato represivo y deje ingresar a territorio estadounidense a miles de demandantes del derecho de asilo.

Gustavo Giménez

  • Se calcula que el 60% está por debajo de la línea de pobreza.
  • Esta es la región con más alto índice de criminalidad del planeta. San Pedro Sula es una de las ciudades con más alto índice de asesinatos del mundo: 51,18 asesinatos cada 100.000 habitantes.