Conversamos con Veli Umut Arslan y Tilbe Akan, militantes del Partido Socialista de los Trabajadores (SEP) de Turquía, que vinieron a Buenos Aires para sumarse a las movilizaciones contra el G20 y para estrechar lazos con la izquierda argentina.
L a clase trabajadora en Turquía enfrenta las severas consecuencias de la profunda crisis capitalista. En abril y agosto la economía turca sufrió dos crisis cambiarias. En octubre de 2017 el dólar valía 3,70 LT (liras turcas), en octubre de 2018 estaba a 5,60 LT, habiendo llegado a un pico de 7,20 LT en agosto. Esto obligó al Banco Central a aumentar la taza de interés de 18% a 24%, lo cual sólo va a llevar a Turquía a la recesión en 2019. Además, Erdogan tuvo que retroceder de la tensión que había generado con Estados Unidos y la Unión Europea.
Aunque el gobierno del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) niega la existencia de la crisis, la situación es demasiado obvia. Las ventas de automóviles ha caído a los niveles de las grandes crisis de 1994 y 2001. Erdogan se muestra molesto cuando se publican estas cifras. Echó al jefe del instituto estatal de estadísticas en septiembre, cuando éste anunció que la inflación había crecido del 17,9% al 24,5%, lo cual anuló al efecto del aumento de la tasa de interés del mes anterior.
La alta inflación y el escaso crecimiento crean una situación de estanflación. Al AKP le incomoda no poder esconder esta realidad, porque el eje de su discurso se basa en la «estabilidad económica» y el «crecimiento». Dicen que las crisis económicas y la alta inflación son características de la «vieja Turquía» que se dejó atrás con el gobierno de Erdogan. Por eso, el AKP presenta a la crisis actual como una conspiración que pretende evitar el «ascenso de Turquía». Y para convencer a la gente de este relato, han provocado crisis artificiales con Estados Unidos, la UE e Israel, en todas de las cuales fue Erdogan quien tuvo que retroceder.
Además, Turquía tiene una enorme deuda externa de 486.670 millones de dólares, más de la mitad del PBI. La participación del sector privado en esta deuda es del 70%, por lo cual miles de empresas están al borde de la bancarrota. Naturalmente, será inevitable un aumento del desempleo. Al mismo tiempo, hay un gran aumento en el costo de vida. Los productos básicos alimenticios han aumentado 50% en promedio desde el año pasado. Y es seguro que después de las elecciones locales de 2019, el gobierno ajuste el gasto social, lo cual aumentará la pobreza. También es probable que Erdogan busque un acuerdo con el FMI después de las elecciones.
La crisis económica le ha complicado el panorama electoral al AKP, que teme perder en las principales ciudades, Estambul y Ankara. Perdió a su aliado, el fascista MHP, que se alejó del gobierno para despegarse de los efectos de la crisis. Sin embargo, Erdogan tiene varios factores a favor. Tiene el control del aparato del Estado, controla los medios, y ha suprimido la oposición callejera, como ejemplifica el caso de los trabajadores de la construcción, que fueron reprimidos y encarcelados por atreverse a protestar en la construcción del tercer aeropuerto de Estambul, un proyecto prestigioso de Erdogan.
Pero la principal ventaja del AKP es la crisis de la oposición. El principal partido opositor, CHP (Partido Republicano del Pueblo), entró en una profunda crisis interna tras las elecciones presidenciales del 24 de junio. Este partido, atado al imperialismo y las políticas neoliberales, es incapaz de formular una política que desafíe a Erdogan. El AKP, del islamismo político conservador, ha logrado ganarle parte importante de la base electoral al secular CHP, agitando la polarización social en base a las identidades culturales, étnicas y religiosas.
Por su parte, el HDP (Partido democrático de los Pueblos), que agrupa al movimiento kurdo y gran parte de la izquierda, viene muy golpeado por la represión militar del Estado turco y por sus equivocados ataques a civiles, que han matado a decenas de trabajadores y lo han aislado de sectores importantes de la sociedad. Y la izquierda socialista, mayoritariamente stalinista, se encuentra en franca decaída, paralizada por el régimen autoritario del AKP.
Nuestro partido invita a otras organizaciones y sindicatos opositores a formular un programa de acción contra la crisis. Vemos un gran potencial en la juventud y la izquierda como fuerza anti-AKP, y los trabajadores no organizados y los desocupados tienen grandes contradicciones con el gobierno. Pero para aprovechar las oportunidades, necesitamos una herramienta para conducir la lucha con políticas dinámicas y clasistas. Desde el SEP intentamos construir esta alternativa con nuestros propios medios y con la cooperación con otros partidos socialistas.
La lucha del pueblo kurdo
El pueblo kurdo es oprimido por el Estado turco hace siglos. No sólo en Turquía, sino también en Irán, Siria e Irak, ellos han luchado por derechos hace largos años. En Turquía, la dirección dominante del pueblo kurdo es el Movimiento Kurdo, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), el HDP y la base kurda, especialmente desde la decadencia de la izquierda a partir del golpe de los ’80.
Nosotros apoyamos el derecho a la autodeterminación del pueblo kurdo incondicionalmente. Sin embargo, somos críticos de la política de su dirección. Históricamente stalinistas, tras la caída de la URSS se volvieron postmodernistas. Además, los ataques contra civiles de sectores del PKK los ha debilitado a su punto más bajo en la historia. Y hay que tener en cuenta que en Rojava se han aliado al imperialismo. No podemos esperar que sean una dirección «roja». Son un movimiento nacionalista que defienden sus intereses articulando alianzas a veces con la izquierda y otras con imperialistas.
Como revolucionarios turcos nuestra posición principista es en contra de nuestro Estado y en solidaridad con el pueblo kurdo. Pero es un movimiento nacionalista, cuyos intereses no coinciden con nuestra estrategia revolucionaria. Por eso, aunque nuestro apoyo es incondicional, es fundamental mantener una política de independencia de clase.
El movimiento feminista en Turquía
El movimiento obrero y de mujeres tienen profundas raíces en Turquía desde el Imperio Otomano. Hasta el golpe militar de 1980, el movimiento de mujeres estaba asociado a la izquierda. Pero después del golpe y la derrota catastrófica de la izquierda, ésta perdió su influencia en el movimiento de mujeres. Con el postmodernismo, la tercera ola feminista liberal ascendió en Turquía. Con el gobierno de Erdogan ha pegado un salto la misoginia y se ha reactivado el movimiento feminista, con movilizaciones contra los femicidios y ataques a los derechos de género.
Por ejemplo, hace cinco años, Erdogan quiso prohibir el aborto, que es legal hace muchos años en Turquía, pero la movilización feminista y socialista lo frenó. Nuestra contribución a las luchas de género es incorporar las luchas por los derechos de las trabajadoras, por la igualdad social. Sabemos que la opresión de las mujeres no es independiente de la explotación capitalista. Por eso Igualdad, nuestra organización de género, milita por igual salario por igual trabajo, jardines públicos, licencia materna paga, transporte gratuito, la jornada de ocho horas y otros derechos de las trabajadoras.