La Rosa Roja de la revolución fue una militante audaz, perseverante y profundamente crítica que supo entregar su brillante vida a impulsar y promover el desarrollo de la lucha revolucionaria. Ella y su compañero Liebknecht nos dejaron enseñanzas con indudable actualidad.
Desde muy joven Rosa Luxemburgo se dedicó al estudio del marxismo y a militar activamente en organizaciones obreras. Nacida en Polonia en 1871 “de constitución pequeña, débil y enfermiza, Rosa sorprendía por su poderosa mente”1, supo incorporarse a la militancia con solo 16 años, y en 1889 ante la persecución a las organizaciones proletarias y la posibilidad de la prisión tuvo que huir de Polonia a Zurich donde estudió y dio sus primeros pasos en el internacionalismo. En el Congreso de la Internacional Socialista de 1892 con solo 22 años representó a su partido (Partido Social Demócrata del Reino de Polonia). Viaja a Alemania en 1898, donde sus debates teóricos e intervenciones en reuniones obreras la hicieron ocupar en poco tiempo un lugar destacado en el Partido Socialdemócrata Alemán. Batallando para hacerse escuchar profundizo los debates sobre el lugar de las mujeres dentro de las organizaciones obreras, apuntalando con sus elaboraciones políticas y económicas la necesidad de construir feminismo socialista. Su desarrollo intelectual anclado en su participación activa hicieron de Rosa una militante integral reconocida mundialmente como una gran líder socialista revolucionaria y así lo expresaba su amiga y camarada Clara Zetkin: “Rosa Luxemburg simboliza la espada y la llama de la revolución, y su nombre quedará grabado en los siglos como el de una de las más grandiosas e insignes figuras del socialismo internacional”.2
¿Reforma o revolución?
Su militancia en el partido alemán estuvo marcada por grandes debates estratégicos contra los sectores reformistas. “Reforma social o Revolución social” dio nombre al folleto que expresó la disputa contra el revisionismo. Bernstein referente principal del ala reformista, caracterizaba que la organización del movimiento obrero tenía que hacerse bajo un partido de reformas democráticas socialistas, entendía que el capitalismo se encaminaba a un período de prosperidad que permitiría que las contradicciones sociales se vayan mitigando. Para Bernstein la tarea de los partidos obreros tenía que ser entonces luchar en sindicatos y en el parlamento para ir conquistando, de una por vez, mejores condiciones de vida para les trabajadores. Expresaban así el abandono a la interpretación marxista del desarrollo capitalista y por lo tanto la renuncia a la estrategia de la toma del poder por vía revolucionaria. Ante el revisionismo Rosa desarrolló una defensa del marxismo y profundizó el debate por la orientación política de las organizaciones obreras, muchas de sus ideas y tesis políticas hoy tienen absoluta vigencia.
Rosa expresó con profunda claridad que cuando Bernstein negaba las contradicciones entre las fuerzas de producción y las relaciones de producción en el desarrollo capitalista lo que en definitiva estaba haciendo era entregar la lucha por el socialismo, hablar de socialismo solo en lo ideal abandonando la lucha de clase y la comprensión de su base material e histórica. Supo denunciar también cómo su posición parlamentarista era un desconocimiento del carácter de clase del estado burgués y comenzando a esbozar así el peligro que corría el partido de adaptarse a la política burguesa.
Internacionalismo militante
A su mente tenaz la acompañaba una necesidad imperiosa de participar de cada acontecimiento. En 1905 viajó a Varsovia para vivir y escribir sobre la revolución que le permitirá al volver a Alemania profundizar las diferencias con la dirección del SPD. Cuanto más se alejaba de las posiciones cada vez más oportunistas de la socialdemocracia, más respetada y querida era por les obreres que iban a escucharlas a cada mitin que ella desarrollaba. La Socialdemocracia alemana crecía en organización y también ganaba cada vez más escaños en el parlamento. Proporcionalmente crecía la sospecha que Rosa tenía sobre si la dirección del partido ante acontecimientos que necesiten acción no actuaría de forma conservadora y oportunista. El estallido de las guerras mundiales fue determinante, ante la votación de los créditos de guerra el SPD votó afirmativamente bajo el ala de la posición reformista y pro-imperialista. Éste fue un límite de principios, no solo para Rosa sino para toda el ala revolucionaria, y se expresó en el voto negativo de Karl Liebknecht. Trotsky al enterarse de sus asesinatos se refiere a esta heroica acción revolucionaria: “Y su voz resonó en todo el mundo. En Francia, donde el espíritu de las masas obreras aún se encontraba obsesionado por la ocupación alemana y el partido de los social-patriotas predicaba desde el poder una lucha sin cuartel contra el enemigo que amenazaba París, la burguesía y los mismos chauvinistas tuvieron que reconocer que únicamente Liebknecht era la excepción a los sentimientos que animaban a todo el pueblo alemán.
En realidad Liebknecht no se encontraba solo: Rosa Luxemburgo, mujer con gran coraje, luchaba a su lado, pese a que las leyes burguesas del parlamentarismo alemán no le permitieran lanzar su protesta desde lo alto de la tribuna, como hacía Karl Liebknecht. Es preciso señalar que Rosa Luxemburgo estaba secundada por los elementos más conscientes de la clase obrera, en la que habían germinado sus poderosos pensamiento y palabra. Estas dos personalidades, dos militantes, se complementaban mutuamente y marchaban juntas es pos del mismo objetivo.”
A raíz de esto Rosa, Karl, Clara Zetkin y Franz Mehring fundaron la Liga Espartaquista en 1918 y por sus acciones antibelicistas fue varias veces arrestada. Desde el encierro siguió apoyando el crecimiento de la Liga que posteriormente sería el Partido Comunista Alemán y recibió la noticia de la revolución rusa. Liberada por el inicio de la revolución Alemana y a pesar de haber sido una ferviente defensora de la huelga general como herramienta fundamental para el inicio de la revolución, creían que Alemania no había madurado las condiciones subjetivas para una revolución triunfante y debatió profundamente esta idea con Liebkneht, mientras se desarrollaba un ascenso de luchas que llevaron a la huelga general contra el gobierno socialdemócrata, miles de trabajadores fueron asesinados y el 15 de enero de 1919 se hizo visible a los ojos del mundo que las órdenes del gobierno socialdemócrata alemán eran claras: se tenía que poner fin a cualquier indicio revolucionario. El reformismo acudió a sectores aliados protofascistas (freikorps) que capturaron, torturaron y dispararon a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo arrojándoles a las aguas del canal Landwehr en Berlín.
La revolución se levantará vibrante
A cien años de su asesinato la actualidad de sus debates nos obligan a les revolucionaries a seguir pensando y sobre todo militando contra toda intervención del reformismo posibilista, oportunista y sectario que emerge como un obstáculo subjetivo para el desarrollo de la revolución a nivel mundial. La organización internacional de les revolucionaries se vuelve crucial ante el acecho de un imperialismo en descomposición y la profundización de la crisis civilizatoria y ambiental. Construir organizaciones anticapitalistas, antiimperialistas, ecosocialistas y feministas para el combate al capital se vuelve una tarea de primer orden junto con el reagrupamiento de les revolucionaries ante la amenaza constante de un capitalismo y patriarcado voraz. Las últimas palabras de Rosa daban cuenta de que aun con un panorama en contra no tenemos que olvidar que nos mueve un espíritu revolucionario y la esperanza de un mundo sin explotación ni opresión. A los burgueses capitalistas y al reformismo les gritamos con Rosa “la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria, para terror vuestro: “Yo fui, yo soy y yo SERÉ”” .
Nadia Burgos
1. León Trotsky (1919), “Karl Liebknecht – Rosa Luxemburg”. Marxists Internet Archive, 2001.
2. Clara Zetkin (1919), “Rosa Luxemburg”. Marxists Internet Archive, 2011.