Reproducimos la nota de nuestros compañeros brasileros de Alternativa Socialista-PSOL, integrante de Anticapitalistas en Red, publicada en dicha web el pasado 10 de enero.
Como ya era de esperar, el nuevo gobierno de ultraderecha encabezado por Jair Bolsonaro (PSL) comenzó lanzando una fuerte embestida contra los derechos de los trabajadores y de los demás sectores oprimidos. Su primera medida como presidente oficialmente investido fue reajustar el salario mínimo definido por el Congreso Nacional para 2019, pero hacia abajo. De los ya ínfimos 1.006 reales bajó a apenas 998 reales, un verdadero ataque al sector más vulnerable de la clase trabajadora brasileña, que será el principal blanco de la nueva administración. Así ya lo demostró la extinción del Ministerio del Trabajo y lo refuerzan las declaraciones del propio presidente, donde defiende el fin de la Consolidación de las Leyes del Trabajo y la Justicia del Trabajo, y que en una reciente entrevista en televisión defendió una nueva reforma jubilatoria. Nada de eso sorprende, venido de alguien que durante la campaña decía, alto y bien claro, que los trabajadores deberían elegir entre menos derechos y más empleos o viceversa. ¡Bolsonaro es hoy, sin ninguna duda, el principal enemigo de la clase trabajadora brasileña!
El plan de ataques del nuevo gobierno reaccionario, sin embargo, es aún más amplio y pasa también por la destrucción de los derechos de los pueblos originarios. Así quedó claro mediante la medida provisoria que transfiere al Ministerio de Agricultura, comandado por Tereza Cristina, fiel defensora de los grupos ruralistas, la incumbencia de la demarcación de las tierras indígenas. O sea, es como poner un zorro a cuidar del gallinero. En respuesta, la Asociación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB) entró con una delegación en la Procuraduría General de la República, intentando revertir ese retroceso. No alimentamos ninguna ilusión en el sistema judicial, que ha sido uno de los principales cómplices de los ataques a los trabajadores y las libertades democráticas en el último período, pero estamos junto a la población indígena y los quilombolas (1) en la lucha por la tierra de la que, en última instancia, ellos son los verdaderos dueños.
Otro sector que sintió las primeras consecuencias del gobierno Bolsonaro fue la población LGBT, comunidad sacada de las normas de derechos humanos, a través de otra medida provisoria, lo que en la práctica debilita la lucha contra la LGBT-fobia y el combate a ese tipo de violencia. Al contrario de lo que se vendió durante la ceremonia de posesión, donde la primera dama Michele Bolsonaro insistió en dar un discurso en lengua brasileña de señas, este no es un gobierno “inclusivo”. Al contrario: se trata de un gobierno que va a profundizar aún más las desigualdades entre hombres y mujeres, frenar el combate al machismo, la violencia de género, el racismo, la LGBT-fobia y todos los demás tipos de discriminación. Apoyado por los sectores más reaccionarios de las iglesias evangélicas, como la propia ministra del Ministerio de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, Damas Alves, según la cual “los niños visten de azul y las niñas visten de rosa”.
Al contrario de lo que dicen los ingenuos o los malintencionados, no hay cómo alentar para que al gobierno de Bolsonaro le vaya bien, porque lo “bien” para ellos es la extinción de cualquier derecho básico para la clase trabajadora, la juventud y demás explotados y oprimidos del país. El proyecto del nuevo presidente y sus aliados está al servicio de los bancos, las grandes empresas, el agronegocio, el imperialismo y el fundamentalismo religioso, y el programa que ellos pretenden implementar -y ya vienen implementando- es una verdadera receta para el caos social. La única manera de que las cosas realmente salgan bien para la mayoría de la población es con el pueblo en la calle luchando contra los ajustes y en defensa de los derechos. En ese sentido, se hace necesaria una amplia unidad de acción, partiendo de la base de los sindicatos, entidades estudiantiles y asociaciones de vecinos, etc., preparando las batallas que vendrán, sin renunciar a la independencia de clase y llamando a la responsabilidad a las direcciones burocráticas que insisten en buscar una salida negociada con los enemigos del pueblo, como defendió hace poco en una entrevista a El País el presidente nacional de la CUT (2).
No hay diálogo posible con este gobierno. La única respuesta se deberá dar a través de la movilización, en un combate sin tregua contra ese programa ultraliberal y reaccionario. Aunque Bolsonaro haya sido elegido con el voto de muchos trabajadores y trabajadoras que no veían una alternativa de fondo a ese sistema quebrado, y que ya no soportaban más las traiciones del PT, eso no significa que ellos no puedan pronto romper con el gobierno a medida que perciban que el ex militar sólo trabaja para la burguesía y los poderosos. Y en ese momento necesitamos estar preparados para los grandes embates que vendrán, para los cuales la construcción de una nueva alternativa combativa, anticapitalista y socialista podrá jugar un papel muy importante. Los pueblos alrededor del mundo ya han dado innumerables señales de disposición, como los “chalecos amarillos” en Francia, los trabajadores en Hungría y las mujeres en la India, que comenzaron el año con una gran lucha contra el machismo y la discriminación religiosa de género. El año apenas comenzó y ya promete grandes desafíos. ¡Vamos a la lucha!
Luiz Domingues, Alternativa Socialista, Rio Grande do Sul
1. Población descendiente de los esclavos traídos de África que escaparon por el Amazonas.
2. En una entrevista al diario El País, del 18 de octubre de 2018, el presidente nacional de la Central Única de los Trabajadores (CUT), Vagner Freitas, dijo que la central buscaría al nuevo gobierno para “negociar” y presentar otra propuesta de reforma jubilatoria.