Enero en Argentina dio fenómenos climáticos históricos. Los días más fríos en verano, los picos más altos de calor. Nieve en Jujuy, 30°C sofocantes en Tierra del Fuego. Otra vez colapsó el sistema de energía eléctrica en el AMBA. Todo combinado con un aumento de tarifas que cuestiona el acceso masivo al servicio. Interpretaciones, falsas ideologías y respuesta política ecosocialista para la acción militante.
Con la sensación térmica cercana a los 50° C hubo superpoblación de meteorólogos en radios y en programas de TV, artículos en Clarín, columnas de “especialistas” en La Nación, y reportajes en radio. El tema fue fatigosamente discutido. Las respuestas variadas en su forma aparente, revelan propósitos políticos comunes:
- La responsable de la ola de calor fue la “Corriente del Niño”, se dijo.
- No llegó el “frente frío del sur”, afirmaron otros.
- Se trata de un “desplazamiento anormal de calor”, un episodio de “tropicalización”, se planteó también.
Se nota un hilo conductor en este primer grupo de respuestas: los factores que explican los eventos extremos del clima se limitan a una causa, son fortuitos, episódicos, transitorios, excepcionales.
También apareció el “calentamiento global” como factor. Y acá entraron a jugar meteorólogos y especialistas –presuntos- sobre “la problemática del clima”. Así algunos explicaron que “el fenómeno está asociado a un cambio relativo en la posición del sol que irradia con más fuerza calor”. Ningún análisis es inocente. Todos tienen deriva política, desprenden planteos sobre cómo encarar lo que se viene. Obviamente, si se trata de un fenómeno accidental, no hay más caso que la resignación cristiana. Y en términos de estrategia capitalista, adaptarse al clima. Si es la posición del sol el asunto, lo mismo: mitigar el impacto y adaptar las condiciones. Ninguna de esas variantes explica el fondo del problema, ni el tamaño de la amenaza. Lo vamos a intentar en este artículo, como una aproximación por lo menos.
¿De qué se trata el calentamiento global?
El llamado “efecto invernadero” consiste en un mecanismo que regula el clima terrestre. Opera dejando pasar del sol a la tierra la radiación y reteniendo una parte del calor sobre la superficie mientras permite disipar el resto. Esa mecánica funciona en base a una mezcla de gases en la atmósfera que retiene parte del calor, aunque no todo. La sobreacumulación de CO2 impide que esa capa disipe parte del calor y retiene más de lo necesario aumentando el llamado efecto invernadero sobre el planeta, es decir: calentando por encima de la estabilidad promedio la temperatura. Este ciclo desata una espiral que se desenvuelve peligrosamente: más calor afecta bosques y selvas, esos bosques y selvas liberan más CO2 retenido en las plantas y aumenta el ciclo; el hielo retiene CO2, su derretimiento por el calor libera más de ese gas y por lo tanto, la dinámica es creciente e imparable sin tomar medidas radicales. El planeta funciona con cierta estabilidad climática. Durante 10 mil años se estabilizó en 14.5 ° C de promedio después de la última glaciación.
Esto posibilitó adaptación y desarrollo civilizatorio, aumento de las fuerzas productivas / creativas de la humanidad. En los últimos 200 años, el aumento de la temperatura creció más que los 10 mil años anteriores a varios grados por encima del promedio de estabilidad. Ese período es coincidente con el desarrollo del capitalismo en su fase decadente, de sobreproducción y hiperconsumo basado para su alimento voraz en una matriz energética asentada en combustibles de origen fósil, la causa principal de la emisión de gases de efecto invernadero. Wallerstein en “El capitalismo histórico” decía que “los burgueses en el poder son como esos ratones que corren en la rueda cada vez más rápido, solamente…para correr más rápido”. Así es la dinámica del sistema, así su naturaleza esencial.
Aprendices de brujo
El panorama de catástrofe no es nuevo, ni sorpresivo. Los informes del GIECC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático, de la ONU) que sirven como base al debate de las cumbres climáticas lo vienen alertando desde 1988. Lo que dicen es:
A este ritmo la dinámica de eventos extremos más permanentes se consolida: veranos sofocantes, lluvias que inundan por su patrón de comportamiento, tsunamis, etc.
Hay un derretimiento acelerado de glaciares en los polos que provocan un doble efecto: liberan CO2 y aumentan los niveles de agua comprometiendo costas habitadas por millones de personas.
El 2030 requiere un 50 % de reducción de emisiones de gases y para eso hay que empezar en 2020.
El 2040 tiene que implicar una sustitución del 100 % de fósiles por renovables.
La contradicción es que el poder de decidir bajo las condiciones del capitalismo se concentran en la única minoría verdaderamente peligrosa: la representación política de las corporaciones y bancos cuyo interés de clase es antagónico a las medidas anti-capitalistas requeridas con urgencia para responder al desastre. Por eso, en su inconciencia de mandamases, tratan de ganar tiempo y huir hacia adelante.
Transición energética, reconversión productiva y adaptación con sentido de clase
Hay que salir de los hidrocarburos. Hay responsabilidades diferenciadas según los países, pero la clave es salir. Ir a energías limpias y renovables. Combinadamente, tomar medidas de reorganización productiva, económica. Racionalizar desde el punto de vista del 99 % la economía, planificar con democracia: producir lo que hace falta socialmente. Reducir así, la cantidad, el volumen material de lo producido, solo como deriva inmediata de abolir la anarquía capitalista. Democratizar la toma de decisiones, garantizar derecho a la información pública, la deliberación y la soberanía política de decidir todo. Garantizar reconversión productiva y profesional de la clase obrera, con garantía estatal de continuidad salarial. Servicios públicos como derecho social: transporte y energía, públicos, estatales y con control de comités mixtos de trabajadores y usuarios. Esto supone expropiar sin indemnizar a todas las empresas. En definitiva: las medidas básicas en defensa social propia implican irreversiblemente superar los límites del capital, cuestiona la lógica de su funcionamiento y no son compatibles con ninguna forma de coexistencia con él. De allí la impotencia política de toda la burguesía para resolver este asunto, clave para la humanidad.
Extractivismo progresista, productivismo de izquierda, coexistencia y transiciones
Estamos ante un debate de estrategia social, de modelo civilizatorio que excede este artículo. En las concepciones política sobre el tema con las que polemizamos son:
* El extractivismo progresista, del kirchnerismo y toda la corriente de afinidad a ese proyecto. Levantan como programa quedarse con una parte de la renta extractiva (del agronegocio sobre todo), y así financiar “planes de redistribución social”.
* El productivismo de izquierda, del FIT y otras corrientes, que asumen que el control obrero de la producción es la panacea absoluta, como si las tecnologías tuvieran carácter neutro y no hubiera muchas –por el desarrollo desigual del capitalismo en su fase imperialista- de naturaleza destructiva per se.
* La concepción de la coexistencia / autonomía, que reivindica construir islotes no capitalistas como estrategia, en paralelo al modo de producción dominante. Es una forma de resignación que se abstiene de la lucha por el poder para reorganizar todo.
Nuestra ubicación es distinta a todas esas posiciones. Esto implica levantar una posición anticapitalista y socialista, pero integrando como perspectiva la ecología en tanto punto de referencia para un metabolismo social racionalizado en base a intereses de la mayoría que trabaja, no por la dictadura de la minoría propietaria que lucra. Walter Benjamin decía en su “Tesis sobre la Historia” que las revoluciones más que “las locomotoras de las revoluciones –como afirmaba Marx- son el freno de mano al desastre capitalista”.
Construimos el MST y activamos la Red Ecosocialista para contribuir a ese freno urgente, en defensa propia. Y luchamos por el poder político para desmantelar la estatalidad capitalista y construir otra, de transición, sin saqueo, depredación, ni corporaciones con perspectiva de colaboración internacionalista entre los pueblos.
Mariano Rosa