El pasado 20 de febrero Jair Bolsonaro fue personalmente hasta que la Cámara de Diputados entregar su proyecto de destrucción de la jubilación de los trabajadores brasileños. La «Reforma Previsional», hace tiempo exigida por el mercado, y fabricada por Paulo Guedes y su equipo de ultraliberales, logra ser aún más maligna que la que Temer intentó aprobar en 2017 y sólo fue derrotada gracias a la movilización popular.
Entre los principales puntos de la nueva propuesta están el fin de la jubilación por tiempo de contribución, el establecimiento de edad mínima de 65 años para hombres y 62 para mujeres, con al menos 20 años de contribución, el aumento de la edad mínima de jubilación para trabajadores rurales – categoría aún más precarizada – con 60 años tanto para hombres como para mujeres, lo que es un absurdo, ya que las mujeres todavía cumplen una jornada doméstica. La propuesta del gobierno también prevé que el trabajador deberá contribuir por al menos 40 años para tener derecho a la jubilación integral, las pensiones por muerte serán reducidas al 60% de la jubilación recibida por el fallecido y el valor de la jubilación para aquellos que se accidenten, o que sufren de algún tipo de discapacidad se reducirá en torno al 40%. Estos son sólo algunos puntos de ese proyecto que no es nada más que una golpe en las espaldas de la clase trabajadora y del pueblo pobre brasileño, sobre todo para aquellos que fueron engañados por las promesas de «cambio» de Jair Bolsonaro. Al contrario de lo que dicen el gobierno y los medios burgueses, no hay déficit en la Previdencia, y si no se recauda más, es porque los sucesivos gobiernos que pasaron por el Palacio del Planalto, se preocuparon en conceder exenciones de más de mil millones a empresas que debían contribuir a la Previdencia. Es decir, el gobierno intenta una vez más obligar a los pobres a sostener los privilegios de los ricos.
Contra esos ataques sólo hay una salida: movilización de trabajadoras, trabajadores, de las mujeres y de las juventudes, hacia la Huelga General. Fue así que en 2017 logramos impedir la «reforma» de Temer, y ese debe ser el tono de la lucha contra el gobierno de Bolsonaro. Al contrario de lo que defiende la burocracia de algunas centrales sindicales, no hay espacio para diálogo ni negociaciones, y no es nuestra tarea presentar una reforma «alternativa» para el gobierno reaccionario y el mercado. El mismo día 20 en que se entregó el proyecto en la Cámara, las principales centrales realizaron una asamblea unificada en la Plaza de la Sé, en São Paulo. El evento contó con la participación de cerca de 10 mil personas, más desafortunadamente, no presentó ningún encaminamiento hacia la continuidad de la movilización, y este es un error grave, ya que interlocutores del gobierno ya dicen que pretenden aprobar la «reforma» aún en este semestre. Las centrales sindicales y los partidos de izquierda que desean de hecho impedir el desmonte de la Previdencia -sobre todo el PSOL- deben salir de la inmovilidad y de la lucha institucional estéril, y construir un Frente Único para organizar las próximas luchas, con asambleas por todo el país, huelgas, paralizaciones y la preparación de una nueva huelga general.
Sólo con la movilización de los trabajadores será posible impedir la Reforma Previsional y los demás ataques del gobierno reaccionario y corrupto de Jair Bolsonaro.
- ¡Ningún derecho menos!
- ¡Abajo la Reforma Previsional de Bolsonaro y Paulo Guedes!
- ¡Construir la Huelga General!