En Venezuela se contaba con una industria automotriz que aglutinaba miles de trabajadores en varias empresas ensambladoras de autos. Una de las más importantes fue la FCA-Chrysler de Venezuela con una planta de 1700 trabajadores, aproximadamente. En la actualidad solo quedan alrededor de 400 en condiciones de absoluta precariedad. Chrysler es solo una fotografía de una industria que fuera la cuarta en Latinoamérica y que hoy queda reducida a la barbarie que significa descargar la crisis sobre los hombros de los trabajadores, quienes han sufrido los golpes de la burguesía tradicional que los despide violando la ley y de la burguesía burocrática en el gobierno que no solo “deja hacer” a los empresarios, sino que además en su afán de acumulación de Capital privado , ha impuesto la importación completa de vehículos lo que le quita todo sentido a la existencia de las ensambladoras en Venezuela, dejando en la calle a miles de obreros calificados.
Nuestro compañero Henry Ospina, Secretario de Reclamos del Sindicato de Trabajadores de la Chrysler, ha estado al frente de esta situación del lado de los trabajadores quienes están siendo objeto de la más profunda violación de sus Derechos. Realiza asambleas con los trabajadores, escucha y explica la situación sin ambages y sin concederle ni a la empresa que patea a la clase obrera ni al gobierno que es el principal responsable que la clase trabajadora en el país tenga que optar emigrar como mano de obra barata o irse corriendo a la economía informal para poder mantener a sus familias. Evidentemente son tiempos en que los verdaderos dirigentes obreros no pueden escurrir el bulto, salir corriendo, esconderse bajo la tutela del gobierno que igualmente los golpea.
Sin contrato, sin salario, sin trabajo
La política que ha llevado adelante la empresa es la de la paralización, mandando a los trabajadores a sus casas, pagándole un salario mínimo, que en Venezuela alcanza la pírrica suma de menos de 8 dólares mensuales, según el valor del dólar oficial. Desde el año 2014 los trabajadores de la Chrysler y de otras empresas han venido soportando las políticas de la empresa que comenzó por mandar a trabajadores de “vacaciones adelantadas” bajo la argumentación de la falta de insumos y de materia primas. Vale destacar que la empresa Chrysler de Venezuela recibió cuantiosas sumas de dólares entre los años 2003 al 2012, suma milmillonaria que provenía de la renta petrolera. Es decir que en los tiempos del “control de cambio” esta empresa fue altamente beneficiada por el gobierno.
En la actualidad la directiva de la empresa le ha prohibido el acceso a los trabajadores a la Planta. Usa la modalidad de convocar a una cantidad limitada y mínima de trabajadores, mientras a los que no convocan les ha suspendido el pago del salario. Evidentemente es una violación de las condiciones laborales que ha sido flexibilizada por el gobierno. Es llevar “golpe a dos manos”. Evidentemente el gobierno ha flexibilizado las condiciones laborales a favor de los empresarios de tal forma que bien podría ser la envidia de gobiernos como el de Bolsonaro, Macri o Macrom. Nicolás Maduro ha llevado a la clase obrera a un punto en el que Venezuela se ha convertido en un paraíso para la burguesía empresarial y estatal.
Con la suspensión de todos los beneficios laborales la empresa da una mala señal sobre el futuro de las operaciones de la firma en el país. Ha eliminado de facto el seguro de Hospitalización, Cirugía y Maternidad (HCM) y hasta el servicio funerario, además no ha convocado a la mayoría del personal obrero que llamaban eventualmente para trabajarlos trabajadores están conscientes que en los hechos pareciera haber un paro técnico o un despido masivo. El presidente de la compañía tiene un doble discurso, pues por una parte expresa a los trabajadores que la ensambladora de vehículos va a continuar en Venezuela produciendo, pero por otra parte aplica política de asfixia a los trabajadores
La “cajita feliz” desgracia de los trabajadores
Cuando se habla de asfixia a los trabajadores, se trata de llevarlos a un nivel de precarización tal que el salario que reciben semanalmente escasamente llega a menos de 2 dólares. Esta situación ha llevado a los trabajadores a realizar otras actividades para poder subsistir. En medio de una asamblea realizada el día 15 de mayo, se pudo escuchar “que nos dejen entrar aunque sea para ir al comedor”, lo que da cuenta de la terrible situación a la que están sometidos. Incluso, hay trabajadores que entran y se comen la mitad de la comida para llevar el resto a sus familias.
Esta sistemática política de asfixia de los trabajadores le facilita aún más a los empresarios despedirlos a través de la figura del “retiro voluntario”. Es en este punto en el que entra el juego el ofrecimiento de la “cajita feliz” que es una bonificación que se usa como mecanismo de despido a través de la persuasión al trabajador de hacerlo de manera voluntaria.
“La cajita feliz” hoy es solicitada por un sector de los trabajadores a causa de las consecuencias de vivir en estas condiciones en una economía hiperinflacionaria. Pero esto no es suficiente para los empresarios de la FCA y de otras empresas que cabalgando la situación de miseria que, entre ellos y el gobierno han llevado a los trabajadores, “ofrecen” completar la bonificación de despido con repuestos o cauchos. Tal es el ofrecimiento por décadas de trabajo.
Desaparición y aplastamiento de la clase obrera venezolana
El de Maduro ha sido el gobierno que ha llevado a la destrucción de la clase obrera venezolana y los ha llevado a un nivel de precarización de tal magnitud que los trabajadores emigran del país a ofrecerse como mano de obra barata y precarizada. Otros, optan por irse a la economía informal convirtiéndose en lumpen proletariado. Tal es la política económica y antiobrera del gobierno de Nicolás Maduro.
Los empresarios privados, la burguesía local, que ha sido una lumpen burguesía mantenida de capturar la renta petrolera, contrario a lo que dicen, es altamente beneficiada con las medidas tomadas por el gobierno que los benefician. Un ejemplo claro es el Memorando-Circular N° 2792 del Ministerio del Poder Popular para el Proceso Social de Trabajo que le firma un cheque en blanco a las empresas y empleadores en general a no cumplir beneficios laborales, dejando los derechos colectivos de los trabajadores en manos de una comisión de funcionarios del Ministerio del Trabajo. Su argumento central es “cuidar la fuente de trabajo” e incluso autoriza a eliminar todos los acuerdos que sean onerosos y que “pongan en riesgo la rentabilidad de las empresas”. Así el gobierno de Maduro le dio carta blanca a la burguesía local a que suprimiera o mutilara cualquier conquista de los trabajadores. Es decir que la falsa argumentación de la escasez de rentabilidad que usan los capitalistas y sus gobiernos a nivel mundial para descargar la crisis sobre los hombros de los trabajadores y que ha conseguido respuesta en las protestas de millones en el mundo, en Venezuela son lineamientos oficiales por el gobierno nacional, que todavía tiene la desvergüenza de llamarse “obrerista” o “socialista” y de ser respaldado por la izquierda campista y estalinista a nivel internacional.
Resistir, no desistir
Es importante destacar que mantener el apoyo al gobierno de Maduro, como lo hacen algunos “dirigentes” de los trabajadores es estar del lado de un gobierno que le pasa por encima a conquistas importantes logradas por la clase obrera a través de sus luchas. Todo lo que se ha conquistado en relación al derecho a discutir las condiciones de trabajo y salariales, a que existiera las convenciones colectivas, a que las leyes establecieran el respeto a esos acuerdos y derechos y que aún se mantienen vigentes en la Ley Orgánica de los Trabajadores, Trabajadoras y el Trabajo (LOTTT) , vigente desde el año 2012 son abierta y expresamente desconocidas y barridas por el gobierno de Maduro secundado por los burócratas sindicales aglutinados en la Central Socialista Bolivariana de Trabajadores (CSBT). Son la cara del autoritarismo y muestra claramente el carácter de clase burgués de este gobierno que se reclama obrerista, habla por sí sola de la confabulación de intereses entre el gobierno y el capital privado. Los empresarios locales y transnacionales ríen de alegría y se frotan las manos gozosos, aceptan gustosamente ser parte de la destrucción de la clase obrera venezolana, mientras los Bolsonaros, los Macris, los Trump y los Macrom los ven verdes de envidia.
Zuleika Matamoros