A poco de las elecciones del 26 de mayo en toda la Unión Europea (UE), en Francia el gobierno de Macron enfrenta la continuidad de la protesta de los «chalecos amarillos» y ahora también paros y marchas de los empleados públicos contra un proyecto que ataca su estatuto laboral. Reseñamos la situación.
La lucha de los chalecos amarillos comenzó en noviembre pasado contra un incremento del impuesto al combustible: un ataque directo al bolsillo de cientos de miles de trabajadores, jubilados, estudiantes y sectores medios que utilizan su automóvil a diario.
El movimiento surgió de manera espontánea, por fuera de todas las direcciones sindicales y políticas tradicionales, con cortes de ruta y piquetes en toda Francia. Funciona a través de unas 200 asambleas locales, con delegadas y delegados elegidos por las bases y una «asamblea de asambleas» nacional, cuya tercera reunión será en junio. Desde hace seis meses, aunque con menor intensidad que al inicio, cada sábado decenas de miles de personas se movilizan en el centro de París y en todo el territorio francés. Son habituales los enfrentamientos con las fuerzas represivas.
Además del rechazo al incremento de la nafta, el reclamo de los chalecos amarillos se amplió a exigir un aumento de salarios, jubilaciones y ayudas sociales e indexación; mejorar el transporte y los servicios públicos, restituir el impuesto a la riqueza, anular el IVA a los productos de consumo masivo, anular los subsidios para empleo a las grandes empresas, limitar los sueldos de los funcionarios políticos, medidas radicales ante la emergencia ecológica, una democracia más directa e incluso la renuncia del propio Macron, al que llaman «el presidente de los ricos».
Victorias de la batalla
Ante la fuerza de la movilización de los chalecos amarillos, el derechista Macron tuvo que retirar su incremento del impuesto a la nafta, luego congelar las tarifas de los servicios públicos y después aumentar el salario mínimo y la jubilación mínima, a la vez que abrió un engañoso «gran debate nacional» buscando desviar el movimiento. Dicho «debate» quedó en la nada.
Al mismo tiempo, el gobierno macronista sigue aplicando una inédita represión contra las protestas. La brutal violencia policial ya provocó dos muertes, decenas de personas heridas por armas semi-letales (1), cientos de activistas detenidos y miles de procesados. Macron hizo aprobar por el Congreso una represiva ley «anti-vándalos» y hasta amagó con desplegar al ejército en las calles.
La campaña del gobierno por desacreditar a los chalecos amarillos asociándolos a la extrema derecha terminó en un fracaso. Si bien al comienzo el Frente Nacional les dio cierto apoyo mientras que el PS y el PC los criticaban o vacilaban, el movimiento se fue radicalizando hacia la izquierda: señala al gobierno y a los ricos como responsables de la crisis, no así a los inmigrantes. Grupos de derecha fueron echados de las marchas varias veces.
Unidad de las luchas
A pesar del freno de la CGT y otras burocracias sindicales, los chalecos amarillos vienen coordinando acciones con la clase trabajadora: el 5 de febrero hubo una primera gran marcha con paros impuestos por la base, el 19 de marzo se realizó una huelga general con grandes movilizaciones y el 1º de Mayo tuvo lugar otra gran manifestación unitaria y masiva, que fue reprimida muy duramente.
Durante todos estos meses, con buen criterio, los chalecos amarillos participaron asimismo de varias acciones ecologistas -como la gran «marcha del siglo» el 16 de marzo contra el cambio climático-, antirracistas, del movimiento de mujeres y de apoyo a la revolución democrática del pueblo de Argelia.
Pese a su creciente desgaste ante la población, el gobierno de Macron sigue adelante con su plan de ajuste: no sólo promueve una reforma previsional regresiva, la «jubilación por puntos», sino también un ataque para «modernizar» el estatuto laboral de los docentes, personal de la salud pública y demás estatales. La bronca de las bases trabajadoras obligó a las conducciones de las centrales sindicales a convocar un paro nacional y marchas el 9 de mayo, con más de 200 mil personas movilizadas, lucha en donde también confluyeron los chalecos amarillos y que continúa.
La «mascarada electoral»
Según algunos sondeos, un 60% del electorado francés no iría a votar para el Parlamento de la Unión Europea, institución muy desprestigiada ante millones de europeos por ser sinónimo de medidas de ajuste y austeridad. No obstante, la ultraderechista Le Pen aparece como un posible voto-castigo a Macron.
Si bien algunos chalecos amarillos van como candidatos en 4 de las 34 listas francesas a la UE, su llamamiento ante tales elecciones «no da ninguna consigna de voto o incluso de participación en estas elecciones» y propone «organizar una campaña de información y sensibilización contra las instituciones europeas y sus políticas liberales» y «ridiculizar esta mascarada electoral». Y el 26 de mayo, día de la votación, junto a los chalecos amarillos de Bélgica, convocan a una marcha en Bruselas, sede de la UE.
Es más: en su segunda asamblea nacional, el 7 de abril, los chalecos amarillos acordaron un llamado al pueblo a «crear juntos, por todos los medios necesarios, un nuevo movimiento social ecológico popular», consideran que «conscientes de que tenemos que derrocar un sistema global, es necesario salir del capitalismo» y plantean «el poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo».
«Salir del capitalismo» no es una definición política menor para un movimiento que fue acusado de derechista…
Solidaridad y fuera Macron
Como lo señala nuestro partido hermano francés, La Comuna, como demandas inmediatas exigimos: «Liberación de todas las/os manifestantes encarcelados, chalecos amarillos y militantes sindicales; amnistía total. Prohibición de las armas LBD. Indemnización a todas/os los manifestantes mutilados. Derogación de la ley anti-manifestaciones. Reafirmamos: Actualización de todos los salarios, pensiones, subsidios a discapacitados, subsidios de desempleo, etc. La supresión de los impuestos sobre los productos de consumo.
«La satisfacción de estas reivindicaciones sociales y democráticas sólo es posible si se van Macron, su diezmada banda y todas las ‘reformas’ pasadas, presentes y futuras… En la calle, en los vestuarios de los lugares de trabajo, en los cafés, en la panadería, los habitantes se pasan la consigna: ‘Macron se tiene que ir’.» (2)
La lucha de los chalecos amarillos no interesa sólo a Francia, sino que va contra los mismos planes de ajuste y privatización de nuestras vidas que aplican los distintos gobiernos capitalistas a los trabajadores y pueblos del mundo entero para que paguemos la crisis. Por sus justos reclamos, por sus métodos combativos y por el enemigo y la dura represión que enfrentan, mantiene la simpatía de vastos sectores de la vanguardia obrera, juvenil, social y de izquierda a nivel global. ¡Redoblemos nuestra solidaridad!
Pablo Vasco
1 LBD, lanzador de balas de “defensa”, que han perder un ojo a más de 20 personas.
Por la represión, otras 15 han perdido una mano y hay decenas de fracturados.
2 Francia: el villano y la Piedad.