Pese a los elogios hacia este acuerdo “histórico” con que los mandamases de la UE, Bolsonaro, Macri, sus funcionarios y medios amigos, pretenden disfrazarlo, como el ALCA o todos los tratados de libre comercio (TLCs) que le sucedieron, el acuerdo tiene un claro beneficiario: las multinacionales imperialistas europeas y las empresas capitalistas más fuertes. Su implementación traerá mayor pobreza, dependencia, destrucción de la industria nacional, para los pueblos latinoamericanos.
El acuerdo debe ser ratificado por el Parlamento europeo y por los parlamentos de los países que integran el Mercosur, algo que no está garantizado tenga un rápido tratamiento, después de 20 años de negociación del tratado, dado las consecuencias que esta entrega de nuestra soberanía significa. Sin embargo, esto no debe minimizar el hecho de que el imperialismo y los gobiernos entreguistas del Mercosur han dado un paso importante que hasta ahora no habían logrado y se proponen concretarlo. Dependerá de la resistencia de los trabajadores y los pueblos que esta apertura de nuestra economía a los pulpos europeos no prospere.
El resultado de su aplicación al desproteger la industria y los sectores de la economía que no pueden competir con el desarrollo tecnológico o los subsidios que las potencias europeas realizan sobre muchas de sus producciones agrícolas, es el cierre de fuentes de trabajo en los países latinoamericanos, que venden esencialmente materias primas a Europa y reciben a cambio productos industriales en el intercambio. Un proceso que va a profundizar la “primarización” de las economías del Mercosur, afectando o destruyendo industrias locales, si estas no logran obtener una mano de obra mucho más barata, léase reforma laboral, liquidación del sistema previsional, etc.
Se enriquecerán así las multinacionales europeas y los sectores de capital concentrado de los países pobres que puedan reconvertirse y aprovechar de las nuevas reglas, frente al hundimiento de los sectores capitalistas más débiles.
Entre sus puntos centrales, “el acuerdo acaba con el 91% de los aranceles que Mercosur imponía hasta ahora a los productos que llegaban desde Europa, un ahorro de hasta 4.000 millones de euros anuales para las empresas europeas. A la vez, la Unión Europea eliminará el 92% de sus aranceles actuales a productos de Mercosur.
Los aranceles de Mercosur a los autos europeos (35%), a las piezas de autos (de 14% a 18%), a los equipos industriales (de 14% a 20%), a la química (hasta el 18%), a los vestidos y calzado (hasta el 35%) y a los productos farmacéuticos (hasta el 14%) serán eliminados paulatinamente en períodos de cinco a 10 años.
También se eliminarán progresivamente al vino (hoy al 27%), al chocolate (al 20%), al whisky y otras bebidas espirituosas (del 20% al 35%), a las galletitas (del 16% al 18%), a los duraznos en lata (55%) y a las gaseosas (del 20% al 35%). También los lácteos (especialmente los quesos) entrarán al Mercosur sin arancel (hoy es de 28%), pero habrá cuotas.” (Diario26, 20/06/2019)
Las compensaciones de la parte europea parecen, pero no son equivalentes. Prometen una importante liberación del comercio para las exportaciones agrícolas, que serán en un 80% eliminadas de todo tipo de aranceles; y una liberación del comercio para el 100 % de las exportaciones industriales, pesando aranceles solo sobre un 20% de ellas. Mientras que los europeos obtendrán un 90 % de liberación de productos industriales en un escalonamiento de 15 años. Estas cifras ocultan la desproporción de la capacidad industrial, tecnológica y de la concentración capitalistas de las multinacionales y estados europeos, con los que el Mercosur no puede competir.
El acuerdo otorga a las multinacionales todo tipo de facilidades para invertir en igualdad de condiciones con las empresas locales, tanto en el sector productivo como de servicios, en el ámbito privado como en los contratos del Estado, en las transferencias y asistencias financieras, en el comercio electrónico para que sus ventas por internet inunden nuestros mercados sin ninguna traba, en la inversión y extracción en metales raros, etc. Se ablandan todos los mecanismos de control y certificación (por ejemplo, podrían entrar ante la falta de controles productos que incluyan gran parte de su fabricación y componentes fuera de la UE), entre otras concesiones a los amos imperialistas.
El anuncio del acuerdo no solo ha creado resistencias entre los que defendemos un programa anti imperialista y anti capitalista, sino que se han alzado voces de sectores que reflejan a negocios capitalistas locales afectados por lo leonino de la apertura pactada. En Argentina así lo reflejaba BAE Negocios del 28/06/2019: “El problema va a llegar después, advierten los fabricantes locales. El intercambio con Europa ya es muy deficitario (llegó a marcar un déficit de u$s 3.300 millones en 2013) y puede serlo mucho más. Y el rojo, para peor, puede estirarse especialmente en la balanza manufacturera, que llegó a superar los u$s 9.000 millones de saldo negativo. El problema no es tanto el intercambio sino sus términos: lo que exportó Argentina a Europa el año pasado, un 59% fueron manufacturas agropecuarias de bajo valor agregado. Un 27% del total se facturó a cambio de pellets de soja para forraje animal. De las importaciones, en cambio, un 92% fueron manufacturas elaboradas con alto valor agregado.
El acuerdo que Macri quiere apurarse a suscribir, por lo poco que saben los empresarios, no ofrecería a los productores argentinos de alimentos suficiente acceso al mercado europeo como para neutralizar los ingentes subsidios que refuerzan la competitividad de los agroalimentos del Viejo Continente, estimados en 110.000 millones de dólares por año. Las usinas lácteas no lograron averiguar aún si se ampliará la cuota para exportar leche en polvo, los dueños de frigoríficos ya saben que la Cuota Hilton no se incrementará sensiblemente y los bodegueros están divididos según su tamaño y tecnificación: mientras los más grandes -Peñaflor, por caso- creen que podrán vender algo de su excedente, los chicos y medianos -desde Zuccardi hasta FeCoViTa- temen una invasión de vinos portugueses y españoles subsidiados en el mercado interno.”
Movilizar para frenar la ratificación del acuerdo
En el 2014 Cristina Kirchner había señalado en sus reuniones con el presidente francés de aquellos tiempos, Francois Hollande, su esperanza de concretar este acuerdo que consideraba muy beneficioso para el país.
Ahora distintos dirigentes políticos opositores a los gobiernos de turno, como los representantes del kirchnerismo en la Argentina, han manifestado su oposición al acuerdo y su promesa de no ratificarlo en el Parlamento. Sin embargo, que Alberto Fernández, el candidato presidencial kirchnerista, o el ex ministro de Economía y ahora candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, afirmen esto, no debe despertarnos ninguna confianza. Son los mismos dirigentes que recientemente reunidos con los funcionarios del FMI han manifestado su voluntad de “renegociar” y “pagar” la ilegitima deuda externa argentina.
Son los que defienden, con el argumento de normalizar nuestra situación con los inversores capitalistas, el pago de miles de millones completamente ilegítimos al Club de Paris (en el caso de Kicillof), y que le dieron quorum a Macri para que le pague a los fondos buitres. Los que han hecho un frente con los dirigentes y gobernadores del PJ que le han permitido gobernar a Macri y le votaron entre tantas cosas, el Presupuesto 2019, que consagra el impagable nuevo acuerdo con el FMI.
No confiamos en estos dirigentes, que ahora en campaña electoral, hacen declaraciones oportunistas de rechazo frente a semejante entrega. Solo la movilización de los trabajadores y los pueblos podrá frenar este nuevo intento de rapiña imperialista, e imponer un programa anti capitalista que, arrancando de la ruptura con el FMI, la nacionalización de la banca y el comercio exterior, proponga un modelo de desarrollo independiente, al servicio de las mayorías populares.
Gustavo Giménez