El cambio de política de la FED que se concretó el 31 de julio, fue anunciado por J. Powell en la reunión de Bancos Centrales del G20 que se realizó en Japón el fin de semana del 8 y 9 de junio pasado. Allí en un ambiente de preocupación por la marcha de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la reducción del comercio y el enfriamiento del crecimiento económico mundial, el presidente de la FED, anunció a sus colegas de Europa y Japón que “haría todo lo necesario” para mantener el crecimiento de los últimos años en la economía estadounidense.
No pasó mucho tiempo para que Powell se viera forzado a cumplir esa promesa y el 31 de julio, luego de once años, la FED volvió a bajar su tasa de interés de referencia en 25 puntos básicos, dejando la puerta abierta para que en su próxima reunión de mediados de septiembre procediera a una nueva baja.
Más allá de las presiones que viene ejerciendo Trump para que esto suceda y para que la disminución del costo del crédito sea todavía más pronunciada, el hecho es que la reducción es coincidente con una caída del crecimiento de la economía yanqui que pasó de haber crecido el 3,1% el primer trimestre de este año a 2,1% en el segundo trimestre. Lo que significa una alerta para el Banco Central de ese país.
En simultáneo Trump dio por terminada la frágil tregua que acordó con China en la cumbre del G20 reunida en Japón y volvió a amenazar con subir los aranceles a los 300.000 millones de dólares en productos importados desde China que todavía estaban fuera de las sanciones a partir del próximo 1 de septiembre. China contestó con una devaluación de su moneda ampliando el campo de batalla del terreno comercial y tecnológico al monetario. El ruido de una nueva crisis de la economía mundial que se acerca está en el trasfondo de estos movimientos.
Crecimiento plano, decepcionante y en declive
El dato, quizás más preocupante, que impulsó la baja de la tasa en Estados Unidos es el decepcionante crecimiento de su economía. Aunque es cierto que está atravesando el periodo más largo de crecimiento después de una crisis, no lo es menos que esa evolución es la más baja también y por lo tanto es decepcionante. No fue suficiente con la colosal eliminación de impuestos para las corporaciones puesta en práctica por Trump entre 2017 y 2018, cuyo efecto se agotó sin impulsar la producción. Tampoco parece serlo esta reducción de tasas aplicadas por la FED que provocó una reacción negativa en el mercado financiero internacional.
El hecho es que la falta de inversión productiva, motor del crecimiento económico sigue desacelerándose y fue la más baja en el segundo trimestre de 2019, lo mismo que el impacto de la guerra de los aranceles que se ha reanudado por estos días, agravada por la devaluación de la moneda china el 5 de agosto, lo que hace presumir, según todos los analistas una desaceleración más pronunciada todavía de la economía mundial.
Por otra parte también empieza a sentirse esta caída en el mercado del trabajo en Estados Unidos, mayo pasado fue el mes de menor creación de empleo, marcando lo que podría ser una tendencia. Lo mismo que la debilidad de los salarios que han reducido su participación en el PBI norteamericanos un 15% desde la crisis de 2009. En estas condiciones una perspectiva de recesión en Estados Unidos se acerca y ya hay especialistas que colocan para finales de este 2019 la posible aparición de esa crisis.
Europa y Japón tampoco se recuperan
Sin evaluar la sombra del Brexit que cubre Europa y las consecuencias sobre su economía, los otros países del G7, es decir del resto de los países imperialistas como los europeos y Japón tampoco muestran signos de recuperación. Por el contrario la principal de las europeas: Alemania, revela claros síntomas de caída en los principales indicadores productivos. Así los índices de mayo muestran el quinto mes consecutivo de contracción en el sector industrial, arrastrada por la caída de su industria automotriz.
Por su parte la actividad económica en Japón también se mantiene cayendo, tanto que el principal indicador utilizado por el Gobierno de ese país el Índice de Condiciones Económicas ha calificado la situación de su economía como “empeorando” y aunque esto no significa automáticamente una caída en la recesión, “existe una creciente preocupación acerca de una recesión económica” según el vocero del fondo de inversiones Barclays.
En este sentido es necesario destacar que los países del G7 a excepción de Estados Unidos vienen sosteniendo una política de tasas de interés cercanas a 0%, desde que las bajaron hace ya once años durante el estallido de la crisis de 2008. Quizás el caso más emblemático sea el de Japón cuyo Banco Central mantiene una tasa de interés negativa y que ha comprado casi toda la deuda del gobierno y gran parte de la de sus corporaciones para intentar volcar dinero a la inversión y el consumo sin lograr sus objetivos.
Los emergentes ya están en recesión o a un paso de ella
Fuera de las economías imperialistas y China, importantes economías de las llamadas emergentes y que integran el G20, ya están en recesión, este es el caso de Argentina, Turquía y Pakistán, mientras otras de las más grandes como Brasil y Sud África están a un paso de la recesión técnica aunque la dinámica hacia allí parecería imparable tomando en cuenta el recrudecimiento de la guerra comercial EE.UU – China.
Pero lo que muestra que los economistas de estos países no han comprendido el mundo de la Larga Depresión que transitamos desde 2008, es que apostaron a que las rebajas de las tasas de interés en Estados Unidos abriría nuevamente el flujo de dólares, aunque más no fuera para especulación financiera hacia sus países. Y, lo que en realidad está sucediendo es todo lo contrario. Un dólar fortalecido, que busca refugio en los bonos de largo término del Tesoro de Estados Unidos aunque el rendimiento pueda llegar a ser negativo. Esto sucede porque en el mundo está creciendo la certeza de la proximidad de un nuevo pico de la crisis económica mundial.
Carlos Carcione