León Trotsky falleció el 21 de agosto de 1940 a consecuencia del golpe que le asestó en su cabeza con un piolet el agente secreto de la Unión Soviética, Ramón Mercader, cumpliendo una orden directa de Iósif Stalin. Por estas fechas, desde todas partes del mundo, distintas personalidades, intelectuales, militantes y organizaciones políticas revolucionarias, suelen pronunciarse y recordar a quien, desde su adolescencia, hasta su asesinato, dedicó su vida a la lucha real en favor de la clase trabajadora y los sectores explotados.
No pretendemos en esta ocasión detenernos en datos históricos respecto a lo que fue el recorrido de León Trotsky, pero si queremos involucrarnos en el que quizás sea el aspecto que más le define como gran dirigente de la clase obrera, sobre todo parándonos desde la situación adversa y de lucha que estamos viviendo en Venezuela, porque Trotsky por encima de todo fue eso: ¡un hombre de lucha!
Al igual que no se le puede entender a Stalin como una figura individual en su rol de termidor de la revolución rusa, tampoco se le puede entender a Trotsky como una figura aislada que batalló por si solo contra la burguesía mundial y contra el aparato stalinista a la vez. Stalin era la cara más visible de una casta que confiscó los grandes logros del mayoritario pueblo ruso movilizado en 1917, maniatándole y llevándole hacia una degeneración burocrática en la propia Unión Soviética, en Europa del Este y algunos países de otros continentes. Trotsky era puntal de una corriente antiburocrática dentro de la URSS y fuera de ella; eran los bolcheviques-leninistas que pelearon contra el stalinismo en Francia, en España, en Alemania, en China … por todas partes del mundo. Y algo muy importante: ¡continúan luchando!
Por tanto, hay que entender fundamentalmente a Trotsky como parte de una corriente que, con un programa, con un marco teórico y con una organización mundial, se plantó contra las dos caras del capital: la burguesía y la burocracia. Esto es fundamental poder comprenderlo, toda vez que seguimos en la misma época que se abrió con la primera guerra mundial; es una época de crisis y revoluciones y la necesidad de construir partidos genuinamente revolucionarios, anticapitalistas, antiimperialistas y antiburocráticos, está a la orden del día, amén de ser una estrategia impostergable por el futuro de la especie humana.
En Venezuela estamos asistiendo a la que probablemente sea la peor crisis que hayamos sufrido en nuestra historia republicana. Dicha situación ha sido provocada en primera instancia por el gobierno de Nicolás Maduro y la casta psuvista, quienes se fueron consolidando como parte de clanes mafiosos y corruptos en las estructuras de poder a lo largo de estos últimos 20 años, tarea facilitada por el papel encubridor de Hugo Chávez, entre otras razones. Pero en todo caso, contra Maduro y su gobierno militarista-policial hemos estado peleando muchísimos factores desde distintos lugares de la vida social y política; así, los métodos y las luchas no son las mismas y menos los intereses.
Enfrentar a Maduro con un programa propio y por una salida obrera y popular
Maduro es el termidor de un proceso histórico que se abrió en nuestro país desde mucho antes de Chávez, que se tradujo en conquistas económicas, sociales, democráticas y políticas para los sectores más desposeídos. Pero la gran debilidad que tuvo ese mismo proceso, es que no tuvo una dirección política a la altura de cumplir las tareas que hubiesen apuntalado hacia la movilización de las masas a nivel latinoamericano facilitando el desarrollo de ese cauce revolucionario, porque si algo hemos aprendido con el materialismo histórico es que, revolución que no avanza, se estanca y retrocede. Y eso es precisamente lo que estamos padeciendo los venezolanos; es como una ley desgraciada que se ha repetido una y otra vez (Rusia, China, Cuba …)
En el contexto que estamos, cobra perfecta vigencia la famosa cita de Trotsky que dice: “la crisis de la humanidad se reduce a su crisis de la dirección revolucionaria del proletariado”, no solo por el tipo de liderazgo que encarnó Chávez y por la imposibilidad de que desde adentro mismo del proceso revolucionario en Venezuela se levantara una corriente con la suficiente fuerza, crítica y con su propio programa, que le hubiese disputado la dirección; sino también porque ahora mismo y en medio de esta catástrofe, los trabajadores y los sectores populares que en su gran mayoría rechaza a Maduro, no cuenta con organizaciones sindicales ni políticas de peso, con la requerida autonomía de clase para organizar tal malestar y darle la orientación debida buscando resolución a la gran cantidad de problemas que estamos padeciendo. Muchos han optado por los atajos y se han ido detrás de quien representa los intereses de otro de nuestros verdugos, vale decir Juan Guaidó y su “Plan País” al servicio del capital financiero norteamericano.
Entonces es aquí donde resalta más la importancia del gran legado de León Trotsky y de sus compañeros de lucha. Porque dejaron inconmensurables enseñanzas para las generaciones futuras, ya que el capitalismo en su incapacidad de ofrecer verdaderas soluciones a la humanidad, siempre vendría a colocar a millones y millones de jóvenes, de mujeres, de pueblos originarios y de trabajadores en general, en el terreno de buscar una respuesta ante la crisis. Así lo vemos tan seguido, como en estos momentos en movilizaciones que se están dando en Francia, Hong Kong, Puerto Rico, África del Norte …
Maduro hasta ahora no ha enfrentado un fuerte proceso de movilizaciones que tenga un programa propio construido democráticamente desde abajo y que refleje los intereses genuinos de la mayoría de la población y menos movilizaciones que tengan una dirección forjada al calor de las luchas. Es una diferencia mayor que tenemos con quienes plantean que nos juntemos todos los que podamos para sacarnos de encima a este gobierno autoritario, represivo, antiobrero y antipopular, sin ningún tipo de delimitación y levantando falsas expectativas que solo contribuyen a más confusión y pérdida de confianza posterior en sí mismos en quienes caen en la trampa de la vía más rápida ante la desesperación.
No hay salida mágica para quienes sufrimos en carne viva los rigores de esta barbaridad de situación, pero si hay un camino que nos puede llevar a una alternativa segura y realizable, que empieza por pararse con la mayor claridad ante las cuestiones centrales que explican la catástrofe que padecemos y sus responsables. Ni Maduro ni Guaidó, es una consigna de fondo que invita a ese camino y a darle forma a ese plan que necesitamos de conjunto para luchar por un salario igual a la canasta básica, por recuperar nuestras prestaciones, contra el memorando 2792, por recuperar los dineros defalcados, por no seguir pagando deuda, por recuperar el aparato productivo nacional en favor de las necesidades de la gente … Es el plan que causa fastidio a los escépticos, economicistas y posibilistas, pero ellos arrugan sus caras normalmente desde la comodidad de un sofá en sus casas y no es ahí precisamente donde se dirime nada.
El régimen de Maduro es de miedo y apenas es comprensible que hayan logrado sembrar esa sensación en el seno del pueblo, pero también hay miles de razones para no tener miedo. Desde Marea Socialista y siendo parte de la Liga Internacional Socialista (LIS) apostamos por estas últimas; porque creemos saber que las cúpulas también tienen miedo, porque no le debemos nada a ningún clan poderoso, porque somos parte del descomunal rechazo que genera la burocracia madurista y sobre todo porque la lucha de clases ha sido la gran escuela que nos ha llevado a forjarnos nuestro carácter combativo y a entender en todo momento que no estamos solos.
Nos hemos abocado a construir un partido de militantes, con nuestras propuestas y políticas, para continuar debatiendo de cara al país y para seguir consolidando nuestra organización como una herramienta política de vital importancia; formándonos entre todos los compañeros, discutiendo sobre feminismo de clase, sobre democracia obrera, sobre planes de lucha y preparándonos para ir a la calle en mejores condiciones cada vez. Por este motivo y tantos otros, reivindicamos al “Viejo” León Trotsky, uno de los nuestros que nunca dejó de luchar.
Gustavo Martínez Rubio