Las imágenes y noticias que recibimos son desoladoras. Miles de hectáreas se prenden fuego producto de quemas programadas que se fueron de control, que desde la asunción de Bolsonaro pierde aceleradamente inmensos terrenos de bosque y selva en manos del “desarrollo” capitalista. Solo el mes pasado se talaron más de 2.200 kilómetros cuadrados de bosque, una tasa un 280% más alta que en julio del año pasado. (BBC, 20/08/2019)
El ultraderechista presidente Jair Bolsonaro asume con un discurso depredador de los recursos naturales y a favor del avance de la deforestación para convertir las extensas tierras amazónicas en terrenos de cultivos y pastura de animales. Por eso desde que asumió existe una suerte de licencia para deforestar expresada en la reducción drástica de los recursos del estado para el control y cuidado forestal (el presupuesto anual de Ibama, la principal agencia ambiental federal, se redujo en US$23,57 millones este año, una cuarta parte del total – BBC, 29/07/2019), la transferencia al Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento de las funciones más importantes del Ministerio de Medio Ambiente, la transferencia de la competencia para la demarcación de tierras indígenas de la Fundación Nacional del Indio a manos del mismo Ministerio, mientras hace declaraciones a favor de flexibilizar la legislación vigente para dar vía libre a la depredación.
Oro manchado de sangre y barbarie
En pocos meses el Amazonas ha sufrido más devastación que nunca. Según diferentes denuncias de las comunidades originarias de la región, organizaciones ambientalistas y hasta los mismos funcionarios del estado (que hacen denuncias anónimas), el avance de la minería ilegal en el primer semestre de éste año es descomunal. Los proyectos mineros se instalan, con mayor o menor grado de avance tecnológico, a saquear los recursos naturales y bienes comunes destruyendo y contaminando todo a su paso. Dejan “cicatrices” en la selva, ríos con mercurio que contamina el agua y los peces que consumen las comunidades locales, elevando los índices de contaminación y muerte de la población.
Es casi imposible calcular en números éste avance voraz ya que se hace en gran medida de manera ilegal, pero las fotos satelitales y los reportes de sus habitantes dan cuenta de una catástrofe de proporciones nunca vista. Sólo en el territorio Yanomami habría 10.000 obreros trabajando según denuncia la comunidad del lugar.
Nuestras vidas valen más que sus ganancias
En la selva amazónica viven un millón de personas de las comunidades originarias y es también el hogar más rico de la biodiversidad del planeta, donde habita quizá una décima parte de todas las especies de plantas y animales. Se le llama “el pulmón del planeta” por la inmensa capacidad de absorber el dióxido de carbono que tiene, de no hacerlo, queda en la atmósfera sumando al calentamiento global en ascenso. Pero nada de esto le importa a gobernantes como Bolsonaro ni a los empresarios de las corporaciones ecocidas para quienes gobierna.
El sistema capitalista, en su etapa de devastación ecológica y social no perdona nada, ni siquiera el Amazonas que hoy arde en llamas. La acumulación de ganancias para el 1% más rico de nuestro planeta pone en riesgo la existencia de la humanidad y no basta con campañas ecologistas que depositan la responsabilidad individual que cada une de nosotres frente a actos cotidianos de cuidado y respeto medioambiental. La selva Amazonas y el mundo entero está en peligro porque vivimos en un sistema que alimenta la barbarie para las inmensas mayorías.
Sin socialismo no hay solución
Porque lo que está incendiando el Amazonas es una matriz productiva que se asienta en la extracción de recursos naturales y bienes comunes para aumentar ganancias empresarias y producir a menores costos, sin reparar en las consecuencias ecológicas que esto implique. Éste es un debate urgente que debemos hacer, incluso con sectores del progresismo y la izquierda. Quienes escudan las ramas productivas altamente contaminantes y depredadoras, en nombre de la defensa de puestos de trabajo o riquezas para países pobres, cometen un error. Es necesario reorganizar la economía e invertir prioridades. Sin la sed de ganancia capitalista es posible producir y distribuir recursos manteniendo puestos de trabajo, incluso aumentándolos.
Ante la catástrofe actual del Amazonas decimos:
- Prohibir la tala y quema de árboles y bosque nativo.
- Prohibir la minería contaminante de oro y otros metales.
- Recuperar y aumentar el presupuesto para las áreas que controlan y cuidan la forestación.
- Declarar la emergencia ambiental destinando todos los recursos necesarios para atacar la catástrofe.
- Plan de remediación a cargo de las corporaciones que generaron ésta debacle para que paguen los costos de la devastación.
- Prohibir los desarrollos productivos extractivistas en las áreas afectadas por los incendios.
En el camino de avanzar en medidas anticapitalistas que transitoriamente pongan la gestión de los bienes comunes en manos del estado con control de las comunidades originarias y les trabajadores. Reforma agraria para distribuir las tierras y esté en manos de quienes la producen.
Debemos poner en funcionamiento un modelo productivo con el menor impacto ecológico posible y al servicio de responder a las necesidades del 99% de la población que sólo sufrimos las consecuencias de sus negocios. Es mentira que la depredación y destrucción socioambiental es consecuencia inevitable en cualquier modelo productivo, lo es en el capitalista donde un puñado de burgueses se alza con las riquezas de la humanidad provocando contaminación y muerte. Por eso es preciso planificar la producción con eje en las necesidades sociales y no de los mercados, sin depredar, con participación democrática y perspectiva ecosocialista.
El derecho socioambiental no es más que el derecho a la vida, por eso somos eco-socialistas, nos organizamos y luchamos todos los días.
Verónica O´Kelly