Default significa simplemente cesación de pagos. Es una palabra que los políticos capitalistas evitan pronunciar y que “los mercados” prefieren no escuchar. Pero la única verdad es la realidad y entonces aparece el fantasma tan temido. Ahogado por la crisis económica y política, el gobierno de Macri busca a los manotazos patear un poco los vencimientos de la deuda. Lo que dice (y lo que calla) Alberto Fernández. Por qué insistimos en que hay que romper con el Fondo.
En general, hay dos maneras en que un país deudor llega a una situación de default. Una es a disgusto, cuando pese a la decisión de ajustar duramente a los de adentro con tal de pagar a los de afuera, las condiciones de esa deuda son tan usurarias e impagables que lo llevan a no poder cumplir. Eso es lo que hoy está ocurriendo con Macri.
La otra manera es la opuesta, la de un default soberano, declarado a conciencia, por considerar que la millonada que mes tras mes se llevan los acreedores financieros no surge de ninguna deuda legítimamente contraída sino de una vulgar estafa, ilegal y fraudulenta.
El no pago de la deuda externa, como suspensión, auditoría, moratoria u otra variante, no es ninguna novedad en la historia de decenas de países del mundo: los propios Estados Unidos no le pagaron su deuda a Gran Bretaña cuando se independizaron de ella. El no pago es la alternativa de autodefensa nacional que hace rato venimos planteando desde el MST y el FIT-Unidad.
Las nuevas medidas: más agonía, más deuda
La deuda pública total de la Argentina -en dólares y en pesos- equivale a 330.000 millones de dólares, lo que supera el valor del Producto Interno Bruto. Es decir, lo que debemos a los acreedores es más de lo que vale toda la riqueza que produce nuestro país en un año entero. Y el 80% de esa deuda es en dólares, lo cual con la reciente devaluación exige juntar más pesos para cubrirla. Esa deuda en dólares incluye los 57.000 millones del préstamo stand by del FMI, cuyo tramo de 5.400 millones -que debía entrar en octubre- quedó en el freezer. Ante el colapso al que llevó a la economía nacional, como anunció el ministro Lacunza, el gobierno macrista dispuso cuatro medidas:
1. Dictar el DNU 596 con un nuevo cronograma de pagos para “reperfilar” la deuda en títulos del Estado de corto plazo, que son unos 21.500 millones de dólares. A la fecha de vencimiento original se cancelará el 15% del monto, a los tres meses otro 25% más intereses y a los seis meses el 60% restante, también con más intereses.
2. Negociar con los bancos internacionales acreedores la deuda en bonos a mediano plazo (10 años) emitidos bajo legislación extranjera, sin quita de intereses ni capital. Esto no es rápido ni sencillo, porque requiere el acuerdo de una mayoría de tenedores de cada bono.
3. Enviar al Congreso un proyecto para “reperfilar” la deuda en pesos a mediano plazo emitida bajo legislación argentina. Si cuando firmó el acuerdo con el FMI no consultó a nadie, ahora que se le viene la noche Macri apela al Congreso. Más que una impostura suya esto lo exige el propio FMI, que ante el vacío de poder político quiere que el Frente de Todos confirme su compromiso de seguir pagando.
4. Renegociar la deuda con el FMI. La misión que vino al país la semana pasada, más que una revisión técnica de las cuentas económicas fue un operativo político para palpar de cerca la temperatura de la crisis. Como candidato electoral Alberto Fernández tomó distancia del Fondo, mientras que su equipo económico “ratificó su compromiso de cumplimiento con todas las obligaciones”.
Desde ya, todo este “reperfilamiento” desesperado de la deuda no sólo incluye estirar los plazos de pago sino mayores tasas de interés. Y allí está precisamente el negocio de los prestamistas, la usura: mantenerte endeudado de por vida, a tasas cada vez mayores, para que aunque más pagues más sigas debiendo.
Ésa es la historia negra de nuestro país en las últimas décadas, a costa de sufrimiento popular, entrega y decadencia: antes de la dictadura de 1976 debíamos 7.000 millones de dólares, cuando cayó ésta en 1983 debíamos u$s 49.000 millones, todos los gobiernos siguieron pagando; el gobierno K se jactó de ser “pagador serial”, no nos “desendeudó” y cuando se fue debíamos más de u$s 200.000 millones; y con Macri, que pagó sin chistar y encima pidió más deuda, ahora debemos u$s 330.000 millones. ¡Hay que cortarla de una vez!
Que se “reperfilen” ellos: echar al FMI, para la fuga
Tal como lo venimos sosteniendo desde hace muchos años, proponemos no pagar ni un solo dólar más de deuda externa y echar a patadas al Fondo Monetario Internacional. Iniciar una inmediata auditoría pública de todo el endeudamiento, con suspensión de todo pago en concepto de capital e intereses, porque seguramente al final de dicha revisión se confirmarían que en realidad los “acreedores” nos deben a nosotros.
Nomás este año, entre capital e intereses, los pagos de deuda superan los u$s 58.700 millones. Entre 2020 y 2023, las sumas previstas a pagar oscilarán de 30.600 a 38.200 millones de dólares anuales. A eso se suman los pagos al FMI, que arrancan en 2021.
Si vos te compraste un plasma en cuotas, está bien que pagues esa deuda. Lo que no está bien es que te vengan a exigir pagar cuando no recibiste nada a cambio. Y menos todavía, si para juntar esos palos verdes año tras año tenemos a la mitad de los pibes de nuestro país pobres y malnutridos. La deuda externa y eterna ya es un verdadero crimen social. Y “renegociar”, como propone Alberto, es seguir pagando esa estafa.
A su vez, es falso que si no pagamos nos van a embargar. Es obvio que los bancos y demás acreedores van a intentar sanciones, pero lo cierto es que en caso de disputa tienen mucho más ellos para perder acá (bancos, tierras, empresas) que lo que tiene Argentina en el exterior. Y si hubiera algún bloqueo comercial, con plata en mano podemos comprar todo lo que nos haga falta en forma directa o podemos hacerlo por triangulación vía terceros países.
Por último, tras su reunión con la misión del FMI Alberto F. señaló que buena parte de los capitales que entran al país por “préstamos” se terminan fugando al exterior. Es cierto. Esa fuga se estima en unos u$s 30.000 millones por año. Como ese platal no sale del país en valijas como las de Antonini Wilson sino a través de maniobras bancarias, la única manera de impedir la fuga es con la nacionalización de la banca y el comercio exterior, medidas clave que Alberto descartó.
La llave para abrir camino a un país con dignidad y bienestar para las mayorías es el no pago de la deuda externa, la ruptura con el FMI y la nacionalización de la banca y el comercio exterior.
Pablo Vasco