Entre la última semana de septiembre y la primera de octubre los ruidos de un nuevo crak en la economía mundial se acrecentaron. A los informes de la contracción en la producción manufacturera en Estados Unidos, Europa y Japón se le sumaron problemas de liquidés en los grandes bancos de EE. UU.; el pronóstico de una baja abrupta de las perspectivas de crecimiento económico de la OMC para el 2019 a la mitad de su pronóstico anterior; la autorización por parte de esta misma institución que rige el comercio internacional, de la aplicación de nuevos aranceles por parte de Washington a Europa, ampliando la guerra comercial en ese escenario; la amenaza de Trump, semanas antes de una nueva ronda de negociaciones con China, de expulsar las empresas Chinas que cotizan en Wall Street; y el derrumbe, el 1 de octubre de las principales bolsas mundiales, superior en volumen y amplitud a las dos caídas previas de los primeros días de septiembre. Estos datos por si solos son suficientes como para justificar el llamado “pánico de los mercados”, como han titulado algunos medios. Además, el inicio de juicio político a Donald Trump le agrega una cuota mayor de incertidumbre política a esta compleja situación económica.
La FED otra vez al rescate de los bancos
Cruzada como está por un agrio debate sobre si continuar o detener la rebaja en las tasas de interés de referencia, entre el 17 y el 24 de septiembre la Reserva Federal de Estados Unidos se vio de frente a la necesidad de inyectar diariamente liquidez a los bancos. Estas inyecciones fueron creciendo de 53.000 millones el 17 hasta 105.000 millones de dólares el martes 24 a tasas que el 18 la FED colocó en los rangos del 1,75% al 2%, mientras que si estos hubieran tenido que recurrir al mercado de crédito o la “banca en las sombras” deberían haber pagado no menos de 10%, para lo que no estaban preparados.
Lo significativo de estas operaciones es que no se realizaban desde hace aproximadamente 10 años. Habían empezado en septiembre de 2008 cuando luego de la caída de Lheman Brothers el sistema bancario estadounidense y europeo debieron recurrir a los bancos centrales para que la crisis de las subprimes no arrastrara a gran parte de todo el sistema bancario mundial.
Pero como esa liquidez obtenida por los bancos a muy bajas tasas de interés no es utilizada para estimular la producción, por el contrario se vuelca a la especulación, genera nuevas burbujas o infla todavía más las existentes, que más temprano que tarde explotaran.
Recesión global en la manufactura
Según informes oficiales del tercer trimestre tanto en Estados Unidos como en Alemania la producción manufacturera había sido negativa. Pero en octubre también se conoció el índice PMI de encuestas a los decisores de las principales corporaciones y allí puede observarse la recesión en la manufactura es global.
Esta recesión ya es un hecho en los países del G7, pero no solo en ellos. También se contrae la producción en Rusia, Singapur, Sudáfrica, México por nombrar algunos países de una lista más larga. Mientras que en China e India donde todavía se registra un crecimiento económico este es el menor de los últimos 10 años.
Los que hasta ahora más sienten el impacto de esta desaceleración que venía desarrollándose desde el 2018, Argentina y Turquía, aunque con una situación más grave que el resto no son casos aislados.
Además de las particularidades nacionales que le dan el ritmo a este avance de la crisis, están en el fondo el desarrollo de la guerra comercial entre las dos principales economías del planeta y la desaceleración de la inversión productiva en las principales economías capitalistas. Procesos estos que no encuentran piso. Condicionados por una base de caída secular de la rentabilidad del capital y por un escenario de luchas sociales creciente e incertidumbre política.
La guerra comercial se extiende
Al mismo tiempo que anunciaba un nuevo ajuste a la baja para la evolución del comercio mundial a casi la mitad de su previsión anterior, la Organización Mundial de Comercio autorizaba un pedido de Estados Unidos para aumentar aranceles a nuevos productos importados por ese país desde Europa. Otros 7,500 millones de Euros en productos, ampliando de esta manera los gravámenes que ya había impuesto sobre el acero y otros bienes en 2018.
Aunque la autorización de la OMC se reduce a la industria aeronáutica, sobre todo al Airbus producido por Europa, Estados Unidos ya anunció que podría extender esa medida para otros productos tan diversos como por ejemplo, whisky, quesos y herramientas.
Pero los analistas también temen que la reunión fijada para este mes de octubre en Washington entre responsables de Estados Unidos y China sobre la guerra comercial y tecnológica, no signifique un avance para destrabar el conflicto, ni provoque un alivio para la perspectiva de crisis en la economía mundial. Por el contrario Trump ya anunció que está en estudio por parte de su gobierno la expulsión de todas las empresas Chinas de la Bolsa de Valores de EE.UU., lo que provocó una caída pronuncia en las acciones chinas que allí cotizan.
Por otra parte el 3 de octubre se conoció la evolución también decreciente del sector servicios en Estados Unidos. Este sector es el que venía sosteniendo el débil crecimiento de la economía norteamericana y europea, mientras la manufactura caía a niveles de recesión. Este dato, el menor en los últimos 3 años, de profundizarse en los próximos meses, mostraría el inicio de una nueva recesión global.
El inicio del proceso de juicio político a Donald Trump por parte del Congreso de EE.UU. se da en este contexto de pronunciada incertidumbre. Esta situación plantea como posibilidad inminente que la onda decreciente en la economía productiva, que ya tiene repercusiones en sector financiero, desemboque en otro momento de crisis de la economía mundial.
Carlos Carcione