En estos días un fuerte debate atraviesa la vida de las corrientes de izquierda en el Perú. Es que la movilizaciones de septiembre, abrieron un nuevo proceso asestando un duro golpe a fujimoristas y apristas, poniendo en cuestionamiento a la totalidad de las instituciones y el régimen de conjunto.
El cierre del parlamento y el llamado a elecciones anticipadas para elegir nuevos congresistas, han sido percibidos como un claro triunfo de los sectores populares y democráticos.
Esta crisis en «las alturas» se da simultáneamente con la continuidad de la resistencia en al Sur del Perú al proyecto de instalación de «Tía María», pelea que lleva mas de 8 años, durante los cuales los distintos gobiernos no han podido imponer los planes asociados a la Southern Copper, para la extracción de cobre, lo que provocaría la destrucción de la producción agrícola ganadera.
En esta misma semana la Federación de Trabajadores Mineros del Perú, anuncia una huelga este miércoles 27 de noviembre para resistir las reformas laborales propuestas por la patronal del sector.
Los sindicatos docentes también discuten un plan de lucha y las movilizaciones feministas han alcanzado ribetes no imaginados hace apenas un par de años
Nuevo Perú, así NO
Esta situación, donde nada volverá a ser como era, obligaría a los sectores de la izquierda peruana, fundamentalmente al Movimiento Nuevo Perú, encabezado por Verónica Mendoza, a dar repuestas acordes al proceso, fundamentalmente por las razonables expectativas que esta nueva figura genera en sectores de izquierda y los denominados progresismos.
Sin embargo, los últimos pasos no parecen auspiciar buenos decisiones, la formalización del acuerdo en una alianza electoral con sectores ex apristas como el de Yehaunde Simón, quien fuera premier del segundo gobierno de Alán García y responsable directo de la masacre de Bagua, y los intentos fracasados solo por un tema de reparto de cargos, para intentar sumar a misóginos declarados y juzgados por corrupción como el de Vladimir Cerrón, se pretenden justificar solo para obtener la legalidad que permita participar de las elecciones.
Este anuncio ha provocado una crisis de proporciones en el Nuevo Perú, donde el 50 % de su ex bancada la rechazó abandonando el NP Entre ellos los ex congresista Marisa Glave, Horacio Zeballos, Indira Huilca etc etc.
La crisis que se desencadenó en el NP, es la consecuencia de las indefiniciones programáticas, el desarrollo sustentado solo a partir de la «buena imagen» de Verónica Mendoza y una supuesta necesidad de «unir a la izquierda». Estas son algunas de las razones que impiden al NP encontrar la mínima unidad acerca de como proponer una salida por izquierda y obliga a sus dirigentes a declarar solo de manera abstracta acerca de la pelea contra «la corrupción», y la Constitución Fujimorista del 93.
Ni sectarios ni oportunistas
En toda América Latina, como ya en el propio Perú, tenemos una gran experiencia que debemos capitalizar; cada vez que se hicieron concesiones con la justificación posibilista de que «es lo único que se puede hacer», las consecuencias fueron nefastas, allí está el recuerdo del gobierno de Ollanta Humala como prueba irrefutable.
Mientras, la movilización popular vuelve a cobrar relevancia, y la consigna democrática de Asamblea Constituyente Libre y Soberana crece como una necesidad imperiosa para romper con el régimen heredado del fujimorismo desde el año 1993.
Tampoco dejamos de reivindicar el legitimo sentimiento de «lucha contra la corrupción» que el caso Odebrecht puso en el primer plano de la escena política, no debemos abandonar esa pelea, pero si lo queremos hacer será indispensable acabar con el secreto bancario y la doble contabilidad de las Empresas. Planteamos también la creación de una banca nacional única para evitar la fuga de capitales y la nacionalización del comercio exterior.
Pero la pelea por estas justas reivindicaciones deberá acompañarse por los esfuerzos indispensables para lograr la unidad de los que queremos cambiar todo, de los que no queremos maquillar al capitalismo.
Desde la LIS, independientemente de aspectos tácticos y ocasionales que pueden debatirse, entendemos que esa unidad es necesaria para pelear en todos los frentes por un programa antiimperialista, socialista y revolucionario, porque lo que no va más es el capitalismo al que deberemos enfrentar como se lo hace hoy en toda América Latina y el mundo. Será solo esa organización la que nos permitirá avanzar con mejores posibilidades en una salida de fondo, incluso en frentes electorales ocasionales. Sin ello estamos condenados a ser el furgón de cola de reformistas y reaccionarios.
Confiamos en que la creciente movilización abonará el terreno para la construcción de esa alternativa.
En el Perú, como en toda América Latina, nuevas batallas se avecinan y es importante responder sin sectarismos ni claudicaciones.
Alberto Giovanelli