“Lo vamos a recordar, lo vamos a recordar, al compañero Moreno construyendo el partido y la Internacional” cantan los militantes en cada homenaje al maestro de nuestra corriente trotskista y sintetizando en esas pocas palabras lo central de su legado.
Mucho se ha escrito sobre los aportes y también sobre los errores de Moreno. Pero aun los más críticos han tenido que reconocer que Nahuel construyó un gran partido revolucionario, profundamente implantado en el movimiento obrero, tanto que hasta Ubaldini mismo estaba preocupado por la inserción que en los ’80 tenía nuestra organización en los cuerpos de delegados y las comisiones internas de muchos establecimientos.
Moreno dedicó, como él mismo afirmó en una larga entrevista, el grueso de su vida y militancia a la construcción de la Internacional, la IV Internacional. Así lo reconoció, el revolucionario belga Ernest Mandel, dirigente del Secretariado Unificado (SU) de la Cuarta y quizás uno de los dirigentes trotskistas con quien más polemizó Moreno: “Con él desaparece uno de los últimos representantes del puñado de cuadros dirigentes que, después de la Segunda Guerra Mundial, mantuvieron la continuidad de la lucha de León Trotsky”.(1)
Desde sus comienzos: la necesidad del partido
El joven Hugo Miguel Bressano Capacete(2) decidió en la década del ’40 romper con los círculos intelectuales del trotskismo local, enfrentar a su maestro Liborio Justo, más conocido como “Quebracho” e irse a vivir a la barriada obrera de Villa Pobladora, en Avellaneda, con un grupo de jóvenes militantes y fundar el GOM (Grupo Obrero Marxista).
“Pero lo urgente, lo inmediato, hoy como ayer es: aproximarnos a la vanguardia proletaria y rechazar como oportunista todo intento de desviarnos de esta línea, así se presente como una tarea posible”, escribió en el folleto El partido, publicado en 1944. Debatía con aquellos que sostenían tareas previas o fórmulas que entorpecían la tarea de ligarse a las luchas obreras para empezar a construir un partido. Trazaba así una línea divisoria entre los intelectuales o propagandistas y los militantes revolucionarios.
La construcción del partido y la Internacional, las herramientas necesarias para superar la “crisis de dirección revolucionaria”, “de la humanidad”, parafraseando al Programa de Transición que Trotsky escribió en 1938, fue el combate al que dedicó su vida. En nuestro país distintos nombres, cuya historia excede las posibilidades de esta nota, marcan esa trayectoria: GOM, POR, Federación Bonaerense del PSRN, Palabra Obrera, PRT La Verdad, PST, el viejo MAS, fueron antecesores de nuestro actual MST.
Disputando con las distintas corrientes que anidaban entre los trabajadores y la vanguardia de su época: estalinistas, anarquistas, socialdemócratas, luego nacionalistas burgueses, guerrilleristas, sostuvo tozudamente la decisión de construir un partido revolucionario entre los trabajadores participando en sus luchas y en la de las clases oprimidas de nuestro país. Con un programa que alentaba la movilización permanente contra los defensores del capitalismo local y el imperialismo, creó una organización profundamente internacionalista que combinó la mayor democracia interna a la hora de debatir, con la mayor disciplina a la hora de actuar.
Contra el revisionismo
La construcción del partido fue un combate que libró junto a cientos de cuadros y miles de militantes, en el terreno de la construcción práctica de todos los días y también en el debate de las ideas. En la IV peleó contra los que renegaron de la construcción del partido y pretendieron cambiar el carácter de la Internacional.
En el Congreso de 1953, la fracción dirigida por los dirigentes Michael Pablo y Ernest Mandel decidió un entrismo “decenal” en los partidos comunistas y otras organizaciones contrarias al desarrollo de la revolución socialista, bajo el pronóstico de que se venía la Tercera Guerra Mundial y las viejas organizaciones traidoras iban a cambiar su naturaleza, abandonando así la tarea de construir el partido. Luego, terminada la táctica del “entrismo”, Mandel resignó la construcción de partidos trotskistas independientes de los viejos aparatos, al diluirlos en cuanta corriente o fenómeno “progresivo” se presentaba, se llamase castrismo, nacionalismo burgués o pequeño burgués con roces con el imperialismo.
La Internacional
Hugo siempre recalcó la necesidad para los trotskistas de ser parte de la construcción de una internacional revolucionaria y su rol irremplazable. Trotskismo es sinónimo, para el morenismo, de internacionalismo militante. La dirección internacional para Moreno, por más débil que fuese, siempre va a ser más fuerte que una dirección nacional. Y esta ha sido la batalla clave de su vida.
Dio pelea contra los “internacionalistas” de palabra, contra los modelos que como el del PO, nunca pasaron de algunos grupos menores satélites de un partido madre, o de aquellos que como el SU, terminaron armando una laxa federación sin intenciones de convertirla en un partido mundial para la acción. Protagonizó un fuerte debate incluso contra circunstanciales aliados, que como el SWP(3), acompañaron un trecho en el combate contra el liquidacionismo mandelista, pero se negaron a trabajar para construir una dirección alternativa.
Para Moreno el reagrupamiento de la IV finalizada la Segunda Guerra y su reunificación luego de la Revolución Cubana, fueron hechos muy positivos de los cuales participó activamente. En la pelea por una política internacional correcta desarrolló distintas construcciones junto a otros dirigentes trotskistas. Distintos fueron sus nombres y experiencias: SLATO, TLT, Fracción Bolchevique, CICI, la LIT-CI en sus inicios.
Nuestra corriente dejó una huella en la historia latinoamericana con el apoyo al levantamiento del Cuzco, que dirigiera el entonces militante de nuestra organización Hugo Blanco en los años ’60, fuimos parte de los fundadores del PT en Brasil en los ’80, organizamos la Brigada Simón Bolívar que combatió en la revolución nicaragüense de 1979, entre otras experiencias.
Su legado en la actualidad
Moreno murió antes de la caída del Muro de Berlín. En las tres décadas desde su deceso, muchas cosas pasaron en el mundo. Algunas confirmaron sus enseñanzas, otras demostraron lo errado de algunos de sus pronósticos. La caída del llamado “socialismo real” liberó el terreno de ese aparato contrarrevolucionario mundial, el estalinismo. Pero la falta de una alternativa revolucionaria hizo que el triunfo que significó la caída de los viejos regímenes totalitarios no pudiera avanzar hacia un socialismo con democracia obrera y el capitalismo pudo restaurarse de la mano de la casta burocrática.
Una enorme confusión se extendió por el movimiento de masas mundial, que vio al socialismo asociado a la monstruosidad burocrática y esa confusión se extendió a grandes sectores de la militancia anti-estalinista, y de la izquierda en general, incluido el trotskismo, que desarrollaron un fuerte escepticismo. El “horizontalismo”, la “no disputa del poder”, la identificación de las enseñanzas leninistas con la podredumbre estalinista, son duras piedras a sortear. Los herederos de Mandel ahora desestiman la necesidad de construir partidos revolucionarios, diluyendo a las fuerzas trotskistas dentro de “partidos anticapitalistas amplios” que han devenido en fracasos y traiciones como Podemos en España o Syriza en Grecia.
La ofensiva neoliberal de los ’90 no logró aplastar la resistencia de los trabajadores y finalmente, la enorme crisis capitalista del 2008 vino a despejar los nubarrones, derrumbando la mentira de que había capitalismo para rato. La respuesta a la avanzada superexplotadora fue la aparición de levantamientos y revoluciones. En estos meses, cruza el planeta una importante oleada de esas luchas con la juventud a la cabeza, desde Medio Oriente a Latinoamérica, pasando por la gran huelga francesa o el levantamiento hongkonés.
Desde el MST en la Liga Internacional Socialista sostenemos que la mejor manera de homenajear a nuestro maestro es sosteniendo que “lo urgente, lo inmediato, hoy como ayer es: aproximarnos a la vanguardia” de las luchas para construir con ella grandes partidos socialistas revolucionarios y la Internacional.
Gustavo Giménez
1. Mensaje de Mandel al acto de entierro de Nahuel Moreno, enero de 1987.
2. Nahuel fue el seudónimo con que lo nombró Liborio Justo y significa “tigre”.
3. Socialist Workers Party: organización del trotskismo norteamericano de aquella época.