Por Sergio García
«No es momento de hacer política» repite a diario un periodista desde un medio masivo de comunicación. Esto es un problema de todos, «hay que encontrar soluciones sin hacer política», insiste. Con palabras similares y mismo objetivo otros medios difunden sus mensajes. El avance constante de la pandemia es atendido por algunos voceros mediáticos recurriendo a un supuesto apoliticismo que combina atraso con irrealidad. En pleno siglo XXI les recordamos que invitar a no hacer política es un acto político nocivo.
La pandemia genera lógica preocupación en millones de familias obreras y populares y es utilizada por el sistema plagando medios masivos de mensajes de supuesta unidad nacional. La unidad proclamada no distingue de clases sociales ni de ideas políticas. Tiremos juntos del mismo carro. Rememos a la par. Pero la realidad se desliza por los poros de la sociedad capitalista. Ni todos vamos al mismo lado, ni menos aún remamos a la par.
Los que reman y los que no
El avance de la pandemia va mostrando la verdadera cara del sistema vigente. Los remos y el esfuerzo están de un solo lado; de las y los trabajadores y sectores populares. Del lado de funcionarios y las grandes patronales hay hipocresía bien presentada para la TV y una vida de lujos que no decae en tiempos de pandemia.
La sociedad capitalista es de clases y desigualdad. Y se ve todavía con más fuerza en esta crisis. Hay cuarentenas y cuarentenas; ¿O acaso el aislamiento social es igual en Puerto Madero que en Villa Fiorito? La hipocresía del sistema busca representar como iguales a quienes son de clase diferente. La realidad desigual emerge al ver actuar con impunidad a dueños de grandes corporaciones, mientras la policía reprime salvajemente al pibe del barrio que salió un rato de su casa, donde más que aislarse, convive con una decena de familiares en un par de piezas poco seguras, donde la distancia preventiva de un metro y medio, es objetivo imposible.
O que decir de la trabajadora o trabajador que va a su hospital, a la primera línea, y no encuentra ni insumos ni materiales de trabajo que cuiden su propia vida, para poder cuidar mejor las de los demás. O el obrero de una empresa de alimentación, obligado a trabajar en malas condiciones mientras su patronal guarda stock que solo usará cuando el precio le convenga más. Entre la realidad obrera y la de jueces, funcionarios y la jerarquía de la Iglesia hay por lo menos entre $150.000 y $300.000 de diferencia por mes. Y con las patronales la distancia se cuenta en millones. ¿Qué remamos todos? ¿Qué tiramos del mismo lado? ¡Qué cinismo!
Los partidos políticos tradicionales y el Estado no son imparciales, representan a clases sociales. No a todas, sino a las que conducen el sistema; las grandes patronales financieras, productivas, extractivas y mediáticas. A esas clases representan Macri, Bulrrich y demás ex funcionarios impresentables, que tras haber hundido al país en cuatro años de ajuste y entrega al FMI, ahora reaparecen dando consejos, o proponiendo que los políticos ayuden o que donen algunas cosas. Es cinismo elevado a la máxima potencia; gobiernan, destruyen y hunden al 40% en la pobreza. Ahora en la oposición posan de buenos de la película.
Por su parte el gobierno busca mostrarse activo generando noticias sobre ayudas a los que menos tienen, pero son muy insuficientes. Vemos presentaciones mediáticas de Fernández y luego, en la realidad, los anuncios son mucho menos que en la TV. Vimos anunciar $30.000 para trabajadores de salud, pero nunca llegaron y solo habrá $5000. Nos dicen que avanzan en garantizar miles de camas y nuevos respiradores pero son mucho menos que los necesarios, mientras no se animan a tocar la salud privada, de clase. Y siguen pagando vencimientos de deuda externa a los bonistas. Sus prioridades, también de clase, se ven estos pagos injustificables. Su abandono a una mejora cualitativa de la salud pública también.
Con la cuarentena sale a la luz la esencia repudiable de los capitalistas. Para tener más ganancias comenzaron en Techint y en muchas empresas los despidos y suspensiones. En otras el pago de sueldo parcial y no total. Mientras patronales de sectores habilitados a trabajar no garantizan las normas de seguridad elementales para evitar contagios. Es capitalismo en estado puro. Capitalismo verdadero, único. Esas patronales cuentan con viejos amigos; la burocracia sindical que en boca de Daer de la CGT, anunció que están abiertos a que se recorten salarios para cuidar empleos. Ofician de voceros patronales entregando derechos obreros. Mientras ellos, ¡cómo no! viven la mejor de las vidas con aportes de sus afiliados.
Hacer política
En tiempos normales y aún más en momentos excepcionales, hacen falta más derechos, no menos. Y uno de ellos es tener plena libertad para hacer política, para opinar, participar, proponer, denunciar, exigir. En defensa de nuestras vidas estamos en cuarentena, sabiendo a la vez que esto en sí mismo no alcanza. Hace falta sacarle a los que más tienen mediante fuerte impuestos y declarar un no pago de la deuda, para poner el conjunto de esos millonarios recursos en la salud pública.
Rechazamos los llamados a no hacer política, al silencio, a la quietud. Desde tu casa podes hacerte oír, escribir, participar, hacer ruidazos, cacerolazos, intercambiar con tus vecinos y compañeros de trabajo. Si trabajas en un sector esencial podes exigir condiciones dignas, reunirte con tus compañeros, filmar, denunciar, mostrar todo lo que está mal y luchar por modificarlo. Nada de silencio, de quietud. Nada de perder derechos. Es tu vida, la nuestra, la que está en juego. Los capitalistas no reman, disfrutan de navegar. No cuidan tu vida, privilegian sus ganancias. Mientras el gobierno hace cómo que los reta, sin medidas de fondo para evitar que pongan tu vida en riesgo.
De una crisis de esta magnitud no se sale sin participación obrera y popular, sin movilizarse y expresarse de la forma que sea posible. Exigimos que se invierta todo lo necesario en salud pública, la prohibición de despidos y de recortes salariales. Y como decimos hace años desde la izquierda; que todo funcionario político gane lo mismo que una directora de escuela y sea revocable. Que se acaben sus privilegios y la de los jueces. Que se separe a la Iglesia del Estado y esos fondos vayan a la salud. Es nuestra política en tiempos de pandemia y la proponemos más que nunca. Luchamos contra todo un sistema que en su decadencia, deja como conclusión que hace falta superarlo con otro modelo de sociedad: un modelo socialista donde las y los trabajadores gobernemos. En el MST y el FIT Unidad, no luchamos por menos que eso.