Por Mariano Rosa
La situación provocada por la pandemia es insólita, completamente. A ninguna persona viva en el planeta le tocó vivir algo parecido, semejante. Los medios masivos construyen sentido con imágenes cinematográficas, inquietantes. El uso político de la incertidumbre. La dialéctica de las guerras, crisis y revoluciones.
Un libro excelente que se llama “Cuando el mundo se vuelve una pesadilla”, establece algo así como un registro de la literatura anti-utópica, la génesis de los mundos indeseables. De alguna manera el consenso de los eruditos fija tres antecedentes:
- Un mundo feliz, de Huxley.
- 1984, de Orwell.
- Fahrenheit 451, de Bradbury.
Por supuesto, el cine del siglo XXI tuvo a la trilogía Matrix como punto de referencia del género, y Netflix transformó en masiva, la serie Black Mirror, del mismo tenor.
Sin embargo, lo abrumador de la coyuntura actual, es el uso por las empresas mediáticas de las imágenes de un mundo en cuarentena para reforzar una tesis: el planeta está atravesado por una crisis impredecible, con un alcance incierto. Es como una guerra, pero invisible y el factor enemigo es un virus de propagación sorpresiva. La construcción de sentido utiliza como punto de partida la realidad, aspectos parciales. Para operar políticamente, esa construcción tiene que ser verosímil, creíble. A la vez, la multiplicación de información parcial y fragmentaria, desorienta, confunde y refuerza prejuicios, no comprensión integral:
- El virus viene de China, un mundo incomprensible.
- El Oriente culturalmente raro contamina al Occidente sano, normal.
- No se podía prever, la guerra es minuto a minuto.
- Hay que suspender la lucha política: la humanidad está en juego, y todos estamos en el mismo equipo.
Así presentado, el dispositivo editorial de las empresas mediáticas sintoniza con la línea política de los oficialismos capitalistas en todo el mundo, para cohesionar el espíritu de cuerpo, la clave para la guerra. Si la humanidad es un solo bando, todos estamos en la misma trinchera. Esta lógica fundamenta consenso, unidad y acota los márgenes de impugnación política. Técnicamente la infodemia entonces, es la presentación de noticias parciales para la construcción de un sentido político falso desde el punto de vista social de la mayoría. Con una condición material especial: la inmovilidad que provoca la cuarentena, limita una fuente directa de conciencia de masas, que es la experiencia de inter-acción presencial colectiva, laboral, familiar, territorial. La cuarentena inmoviliza y las empresas mediáticas son la fuente casi exclusiva de la experiencia política de masas, en este momento. Toda esta descripción interpretativa es para decir cuatro cosas:
- Sí se podía prever la pandemia.
- Las condiciones de su propagación no son naturales.
- Sí hay responsables.
- Sí hay otro camino de intervención.
De mundos planos y centauros
Hace pocos días en The New York Times, el escritor argentino Martín Caparrós escribió un artículo titulado “El mundo es plano”, donde entre otras cosas, dice: “El mundo plano es frágil. Creíamos que este mundo hipertécnico que vamos inventando en los países ricos era invulnerable, pero un bichito mínimo lo puso en jaque casi mate. Es raro ver, en estos días, cómo se desmorona todo lo que pensábamos tan sólido: industrias, bancos, poderosos varios, nuestras vidas”. Para inmovilizar los cuerpos, cuarentena. Para aplanar conciencias, las imágenes distópicas. Sin embargo, los que mandan saben, por instinto de clase, que el consenso como recurso no alcanza. Es temporal, episódico. Por lo tanto, el poder de clase como monstruo centauro prepara la acción de su mitad animal, refuerza el aparato de represión, lo va entrenando de forma selectiva social y generacionalmente: con pobres y jóvenes. Y lo hacen preventivamente, porque despejando la maleza de tanta información fragmentada, algunos datos centrales son potentes:
- No emerge ninguna autoridad mundial capitalista, en ningún país, que esté ganando la guerra invisible.
- La parálisis de la economía condiciona la rentabilidad burguesa, pero también las medidas de ajuste, la remarcación especulativa de los formadores de precios, agiganta la carestía.
- La simpatía social hacia sectores de la clase obrera (de la salud, de los servicios esenciales), alimenta una tendencia potencialmente peligrosa para el 1 %.
El mundo plano es frágil. Ellos lo saben. Atravesamos la calma, pero los que mandan se preparan para la tormenta.
La grandiosa magnitud de la catástrofe
La teoría marxista vincula bajo las condiciones del capitalismo, las guerras y las crisis a las revoluciones. No se trata de una creencia religiosa. Es una síntesis histórica. Explica que los conflictos militares o los puntos de inflexión de violentas crisis económicas, exacerban la lucha de clases a partir de la experiencia de sufrimientos de las masas que acumulan conciencia, la aceleran y plantean condiciones de lucha política por una estrategia socialista, revolucionaria. Es decir, producen las condiciones necesarias, los pre-requisitos, no todas las variables suficientes.
Engels, en 1887, describía con clarividencia como podía ser un nuevo conflicto en Europa y pronosticaba el hundimiento de la sabiduría política tradicional y aunque no se puede prever quién ganará la contienda, el agotamiento general creará condiciones para la lucha revolucionaria de la clase obrera. Esto decía el compañero de Marx.
Lenin, obsesivo estudioso de la Comuna de París, y de la transformación de las guerras inter-burguesas en lucha de clases por la revolución, enuncia como hipótesis al principio de la Primera Guerra Mundial (1915), que se iba a abrir una situación revolucionaria producto de la catástrofe y la experiencia de masas.
Trotsky dice que “las guerras imperialistas agudizan las contradicciones, arrancan a las masas atrasadas de su inmovilidad inicial y preparan la grandiosa magnitud de la catástrofe”.
Engels escribía en la Europa de la represión pos-Comuna y la expansión capitalista. Lenin, pronosticaba desde el exilio, en un mundo dominado por la adhesión patriótica de las masas a la guerra imperialista y la clandestinidad de los revolucionarios. Trotsky pensaba en la Segunda Guerra Mundial y la construcción de una nueva internacional, en una forzada reclusión por la persecución estalinista.
Por supuesto, las comparaciones históricas no pueden servir para razonamientos mecánicos. Pero el marxismo anclado en la idea de que la conciencia de las masas se acelera con la experiencia, no predica “el cuanto peor mejor” como aspiración, anticipa que esa dinámica de sufrimientos de clase que a la mayoría le toca atravesar, moviliza, desenmascara partidos, liderazgos, estimula grandes rebeliones. Esa dialéctica, la pueden provocar las guerras como grandiosos desastres de clase. Y por qué no, los desastres sociales y económicos de una pandemia, de perspectiva incierta. El cuadro actual, que viene acumulando contradicciones, las ve amplificadas por el Covid-19. Por lo tanto, nos preparamos de forma activa, constante y paciente, bajo toda circunstancia para orientar la experiencia social, hacia un replanteo estructural de la economía, la política y todo.
Lucha ideológica, preparación política, perspectiva
Las crisis fijan ideas en el imaginario colectivo. Son momentos de atención concentrada. A escala internacional, hay inconsistencia burguesa. Eso deteriora liderazgos, acumula experiencia, fija imágenes, suma aprendizaje. En este panorama, la intervención política de una corriente militante socialista, consiste en desplegar su agitación política para “derribar muros, y construir puentes”, entre las necesidades inmediatas, la comprensión predispuesta de millones y el modelo de sociedad por el que luchamos:
- Denunciar el carácter inhumano de la burguesía que gobierna, que compromete la salud de la población con la lógica de la ganancia privada.
- Demostrar con datos y paciencia pedagógica, que el plan de emergencia para socorrer a los enfermos por la pandemia requiere camas, aparatología y personal, y eso supone unificar todo el sistema de salud, sin compensaciones económicas a los patrones de la salud.
- Que hay que prohibir despidos, suspensiones y rebajas salariales, con la confiscación de fábricas o empresas de capitalista hostiles.
- Que hay que repudiar la deuda externa.
- Que hace falta autoorganizar la respuesta a la crisis, en base a formas de organización democráticas en cada lugar de trabajo, estudio o barrio.
En resumen: hay que explicar de forma aterrizada, que los privilegios de minoría social que defienden patrones y casta política, son el obstáculo para las soluciones que hacen falta en la emergencia. Y que nuestra fuerza propone barrer ese escollo, y ofrece un rol activo de lucha a cada unx para esa orientación, para esta estrategia: incorporarse a la militancia socialista en nuestro partido. Intervenimos en tiempo de calma, y nos preparamos para la tormenta.