El próximo Primero de Mayo, día internacional de la clase obrera, encuentra al mundo inmerso en una crisis de magnitudes históricas.
La pandemia que azota a la humanidad en pleno siglo XXI ha puesto de manifiesto la incompatibilidad del sistema capitalista y sus intereses en base al lucro y a la ganancia privada con la preservación de la salud de los pueblos de todo el mundo. La política de vaciamiento de los sistemas sanitarios públicos llevada a cabo por todos los gobiernos ha sido una constante, no sólo en los países semicoloniales sino también en las mecas del capitalismo mundial. Este proceso se ha intensificado sensiblemente luego de la crisis mundial capitalista de 2007/08, cuando los gobiernos volcaron todos sus recursos al rescate de los bancos, multinacionales y capitales en quiebra. Como consecuencia de eso se han magnificado los estragos de la propagación del coronavirus a escala planetaria. Los muertos por el virus se acercan a las 200.000 personas. La principal potencia imperialista del mundo, los Estados Unidos de Norteamérica, ha pasado a ser el epicentro de la crisis sanitaria. Otras potencias como Italia, Inglaterra y Francia también se anotan dentro del pelotón de los países más afectados por la propagación del virus sin poder controlar la multiplicación de las víctimas fatales.
En un mundo atravesado por “guerras” comerciales y monetarias, el desembarco de la pandemia redundó en un salto cualitativo y en una aceleración de la crisis capitalista mundial, crisis que ya se venía gestando desde tiempo atrás. Todas las medidas de rescate y estímulos a sectores burgueses, que los gobiernos imperialistas y capitalistas practicaron desde 2008 hasta los primeros meses de 2020 y que sólo apuntaron a salvar a los bancos y a una minoría de grandes empresarios, ya se habían revelado insuficientes para evitar el ingreso de la economía mundial a una recesión. La pandemia del Covid-19 puso fin a los devaneos de los escribas de la burguesía, empujando de un solo saque a la economía mundial no ya a una recesión sino directamente a una depresión. Los ‘inversionistas’ huyeron hacia los refugios de valor, se hundieron las acciones de las principales empresas del mundo, se rompieron las cadenas de pago y se desataron procesos de quiebras. Como consecuencia de toda esta crisis se están recrudeciendo hasta niveles insoportables todos los antagonismos sociales precedentes, y donde lo único que crece son los despidos, la pobreza y la miseria de millones de trabajadores y demás sectores populares. En Estados Unidos y en Europa los despidos de trabajadores se cuentan de a millones. Y el mismo fenómeno de destrucción de empleo masivo se extiende por todo el mundo, incluido nuestro país. Aunque también hay muestras de que los trabajadores y los pueblos del mundo se preparan para enfrentar los ajustes capitalistas.
Por iniciativa de Donald Trump, el Congreso norteamericano aprobó destinar recursos billonarios para el rescate de grupos capitalistas en crisis, lo que contrasta con los escasos recursos destinados a reforzar el sistema sanitario. Asimismo, el gobierno norteamericano se ha valido de la pandemia y de la crisis capitalista para impulsar un bloqueo económico reaccionario y criminal contra los pueblos de Cuba y Venezuela, y para redoblar sus amenazas militares contra Irán. Por su parte, la Unión Europea impulsa medidas de rescate similares a las del gobierno norteamericano. Los gobiernos conservadores y derechistas de Europa, como el de Boris Johnson en Inglaterra y el de Emanuel Macron en Francia, así como los gobiernos centroizquierdistas o ‘progresistas’, como el de Giuseppe Conte en Italia y el de Pedro Sánchez en España, han rebelado su carácter criminal, al ofrecer resistencia al aislamiento social en función de preservar la “actividad económica” de sus respectivos países. Del mismo modo, en América Latina, la pandemia borró de un plumazo las diferencias entre el ultra derechista Jair Bolsonaro y el ‘nacional y popular’ López Obrador. Ambos, subestimando el impacto sanitario de la pandemia, empujan a las masas de sus respectivos países a ser víctimas del contagio masivo, con el objetivo de preservar la rentabilidad empresarial.
En nuestro país, las patronales presionan por un levantamiento total de la cuarentena en busca de una reactivación de la actividad económica para preservar sus beneficios, lo que objetivamente atenta contra la salud del pueblo trabajador. En distintos sectores y en forma progresiva, el gobierno de Fernández deja correr a los lobbies empresariales, al mismo tiempo que rechaza destinar los recursos necesarios para apuntalar el sistema sanitario e impulsar testeos masivos, y rechaza reorientar una parte de la industria a la producción de los insumos e instrumentales fundamentales para hacerle frente a la pandemia. Por el contrario, el gobierno de Fernández reafirma la política que postuló desde el día que asumió: subordinar todo a la reestructuración de la deuda con los acreedores privados y los organismos de créditos internacionales, sin cuestionar el carácter “odioso” y fraudulento de esa deuda. Ese plan de reestructuración de la deuda fue votada en el Congreso con la sola oposición de los diputados del Frente de Izquierda. El gobierno no solo ha sostenido un pago riguroso de la mayor parte de los vencimientos de deuda que han tenido lugar en el curso de este año, destinando para ello los 4.500 millones de dólares previstos en la propia ley de emergencia (incluso en el marco de la llegada de la pandemia), sino que le ha presentado a los usureros internacionales, de común acuerdo con el FMI y la ‘oposición’ patronal, un plan de reestructuración que solo establece una quita del 5% del capital adeudado y que les reconoce una tasa de interés enormemente superior a la que rige en el mercado internacional. Mientras, reconoce el conjunto de la deuda, que supera los 400.000 millones de dólares, incluida la que Macri que pactó con el FMI, dinero que fue todo a la bicicleta financiera.
Mientras el gobierno “nacional y popular” extrema los esfuerzos del país para cumplir con los preceptos del FMI y los especuladores del capital financiero internacional, el desembarco de la pandemia en la Argentina encontró al sistema sanitario público con un presupuesto congelado, heredado del gobierno de Mauricio Macri y de todos los gobiernos peronistas anteriores. Las consecuencias de este desfinanciamiento se revelaron rápidamente: Argentina tiene hoy la proporción de personal de salud infectado por Covid-19 más alta del mundo en relación al conjunto de los infectados. Los capitalistas, por su parte, descargan su crisis sobre las espaldas de los trabajadores, con decenas de miles de despidos y suspensiones y violentas reducciones salariales. Las burocracias sindicales, lejos de defender las conquistas de los trabajadores, se anotan como voceros y representantes de sus respectivas patronales, rubricando los ataques de las patronales contra los derechos laborales. Y el gobierno a la vez que permite el alza de despidos, suspensiones y rebajas salariales, premia a las empresas con subsidios estatales para que afronten parte del pago de salarios, en lugar de que utilicen sus fabulosas ganancias obtenidas en años anteriores.
En la mayor parte de los países del mundo, los gobiernos capitalistas escudados en las crisis sanitarias refuerzan y le otorgan un renovado protagonismo a los aparatos de seguridad, previendo nuevos alzamientos de las masas ante la carestía generalizada y la catástrofe sanitaria. A esa tendencia general, en nuestro país el gobierno le agregó el ciberpatrullaje, que no es otra cosa que un represivo control social preventivo desde las redes sociales, frente a posibles protestas sociales y un alza del descontento.
La pandemia ha puesto en evidencia el carácter criminal de la política capitalista de los distintos gobiernos del mundo.
Pero del otro lado, los explotados empezamos a hacer oír nuestra voz. Los trabajadores de la salud, en la primera línea de la lucha contra el coronavirus, se encuentran a su vez liderando la lucha contra los vaciamientos sanitarios de los gobiernos capitalistas protagonizando todo tipo de denuncias, asambleas, abrazos a hospitales y otras acciones posibles en el marco de la pandemia. En EEUU, México, Honduras, Colombia, Perú, Brasil y Argentina; en el Reino Unido, Italia, Grecia y Francia; en Pakistán, Nigeria, Malawi, Zimbawue y Sudáfrica; los trabajadores de la salud se ponen de pie y marcan un camino para toda la clase obrera internacional. Camino del cual también comienzan a ser parte las y los jóvenes precarizados que vienen denunciando activamente los recortes salariales, como en las cadenas de comidas rápidas o en el paro internacional de repartidores, entre otros sectores.
A su vez, los trabajadores y los pueblos del mundo no ingresan a la presente crisis como una “hoja en blanco”. El 2019 ha sido un año signado por la irrupción del proletariado en importantes metrópolis y por la emergencia de grandes rebeliones populares en distintos países Latinoamericanos, de Medio Oriente, del norte de África y europeos, como Francia. La pandemia ha impuesto un relativo cuadro de contención de estas enormes luchas y alzamientos de las masas, pero de ninguna manera esos procesos se han cerrado, pues todas las contradicciones sociales que motivaron esos estallidos lejos de haberse disipado se han agudizado. Y así como ya han comenzado a manifestarse algunas primeras y diversas expresiones de protesta frente a las malas respuestas gubernamentales a la pandemia, los procesos de lucha y reclamos tenderán a crecer retomando la experiencia de 2019.
Rechazamos la tesis de distintos sectores progresistas que plantea que el problema no es el capitalismo sino tan solo el neoliberalismo, dando la idea que podría haber un “capitalismo más humano”. La crisis actual evidencia el carácter irracional, decadente y destructor del ambiente y la vida, del sistema capitalista en todas sus variantes, con políticas llevadas a cabo tanto por los gobiernos denominados liberales de derecha como los llamados “nacionales y populares”, “progres de centroizquierda” o de un falso socialismo.
Por esa razón la defensa de la independencia política de los trabajadores en las batallas actuales y venideras, en oposición a la política funesta de la colaboración de clases, será fundamental para llevar las luchas obreras y populares a la victoria y para zanjar el camino que lleve, finalmente, a los trabajadores al poder.
Para reforzar esta perspectiva, desde el Frente de Izquierda y los Trabajadores – Unidad levantamos este 1º de Mayo, día de lucha, de reivindicación de la unidad internacional de los trabajadores y de conmemoración de sus mártires, un programa anticapitalista y socialista de respuesta integral frente a la pandemia y la crisis capitalista:
– Que la crisis la paguen los capitalistas, los bancos, multinacionales y grandes empresarios, no el pueblo trabajador. Plata para los hospitales y los profesionales y trabajadores de la salud. Testeos masivos para poder determinar la real propagación de la pandemia. Por una cuarentena sin despidos, suspensiones y rebajas salariales. Por un inmediato Fondo de Emergencia para destinar las partidas necesarias a combatir la mayor crisis del coronavirus en base a un impuesto especial y progresivo a todas las grandes riquezas, bancos, patrimonios y dueños de la tierra y el no pago de toda la deuda externa.
-Abajo los despidos, las suspensiones y las rebajas salariales. Pago de los jornales íntegros por las patronales. Reparto de las horas de trabajo sin reducir salarios. Apertura de sus libros contables. Licencias pagas al 100% de todo sector productivo no esencial para enfrentar la pandemia. Obligatoriedad de empresas a reconvertirse para producir insumos necesarios frente a la pandemia. Comisiones de las y los trabajadores de control de las normas de la salubridad. Subsidio otorgado por simple inscripción a todo trabajador desocupado o precarizado, igual a la duplicación de los salarios mínimos vigentes. Aumento inmediato de salarios, jubilaciones y planes sociales.
-Triplicación inmediata de los presupuestos de salud para dotar de respiradores, medicinas, tomar más médicos y enfermeras, habilitar salas y camas y reactivos que puedan diagnosticar el corona virus, entre otras tantas demandas que el personal está levantando. Constitución de comités de crisis o emergencia elegidos e integradas por trabajadores hospitalarios, con derecho a veto, para garantizar la bioseguridad del personal hospitalario y diseñar la política de intervención. Distribución gratuita de alcohol en gel, desinfectantes, barbijos y toda medicina necesaria para combatir el virus pandémico.
-Unificación y centralización del sistema de salud a nivel nacional, que reúna la totalidad de los recursos del sistema público, privado, de obras sociales y de la Universidad, bajo control de los trabajadores y profesionales. Implementación de comités de emergencia (o crisis) central y locales, con participación de lxs trabajadorxs.
-Control popular de precios de los alimentos, productos de primera necesidad y medicamentos. Apertura de los libros de contabilidad de las empresas productoras, distribuidoras y comercializadoras de alimentos y medicamentos. Abajo la especulación capitalista con la comida y los remedios. Castigo a los monopolios formadores de precios. Incautación, clausura y detención de los responsables.
-No a los desalojos de viviendas. Congelamiento de alquileres y no pago de los mismos mientras dure la pandemia. Compensación a los pequeños propietarios de hasta dos viviendas. Censo de viviendas ociosas y ocupación de emergencia de las mismas a ciudadanos sin vivienda o familias hacinadas (villas, etc.) que es donde más rápidamente se puede extender el contagio de la pandemia, comenzando por las personas integrantes de los grupos más vulnerables (adultos mayores, enfermedades preexistentes, etc.).
– Presupuesto de emergencia en violencia de género, para atender en forma urgente y con lugares acordes para la asistencia y resguardo de las víctimas, frente a los aumentos de casos de violencia y el crecimiento de femicidios en el marco de la pandemia.
-No al uso del coronavirus para medidas de militarización o coartar el derecho a la protesta. Defensa irrestricta de las libertades democráticas. Libertad a todos los presos políticos y a los detenidos durante el transcurso de la pandemia. Derogación de decretos y leyes que viabilizan la represión. Derogación de los toques de queda. No al ciberpatrullaje. Plenos derechos a la actividad sindical y reivindicativa y a manifestarse políticamente. Apertura obligatoria de los medios de prensa a todas las expresiones políticas para debatir las políticas con que afrontar las pandemias. No al gobierno por decreto y el cierrre del Congreso: que sesione y se pongan todos los proyectos del FIT-U a la discusión pública.
-Abajo las reformas laborales y previsionales reaccionarias y antiobreras. Nacionalización de todos los regímenes de jubilación privada, bajo control de los trabajadores activos y jubilados. Fuera la burocracia sindical entregadora de los derechos laborales.
-Desconocimiento soberano y no al pago de las deudas externas. Ninguna renegociación para pagar como está haciendo el gobierno del Frente de Todos en Argentina. Plata para salud, los hospitales y el pueblo trabajador, no para los usureros de la deuda. Ruptura inmediata de los pactos económicos y políticos que nos atan al imperialismo. Fuera el FMI de Argentina y de América Latina.
-Nacionalización sin pago de indemnización y bajo control obrero de los sistemas bancarios y los mercados de cambios para impedir la fuga de capitales y centralizar los ahorros nacionales, para impulsar planes de desarrollo al servicio del pueblo trabajador. Nacionalización sin indemnización y bajo control obrero de los hidrocarburos, la minería y de todos los recursos estratégicos, así como de las empresas de luz y gas. Nuestras vidas valen más que sus ganancias.
-Convocamos a la más amplia unidad de acción de las organizaciones obreras, populares, juveniles, del movimiento de mujeres y en defensa del ambiente para coordinar acciones nacionales y a nivel mundial para imponer medidas de fondo en la perspectiva de luchar por terminar con este sistema capitalista-imperialista e imponer gobiernos de la clase trabajadora. Por la Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina. Por el socialismo internacional.
FRENTE DE IZQUIERDA Y LOS TRABAJADORES – UNIDAD