Por Verónica O’Kelly, Alternativa Socialista – LIS/Brasil
Hoy en Brasil tenemos 15.368 muertes confirmadas, de un total de 229.204 nuevos casos de Covid-19, según datos de las Secretarías Estaduales de Salud. Estos números, aun siendo altos, no expresan en su real magnitud la situación, debido a la alta sub notificación como consecuencia principalmente del escaso o nulo uso de testes. En diferentes medios de comunicación, desde las organizaciones sociales o por los propios trabajadores y trabajadoras de la salud, los relatos son aterradores. La política criminal de Bolsonaro parece no encontrar límites y cada día nos ofrece nuevos episodios de brutalidad y desprecio hacia la vida de millones.
El país está gobernado por un miliciano y ultraderechista que prometió disciplinar a las masas trabajadoras para garantizar ganancias a los capitalistas nacionales y extranjeros. Pero no consiguió su objetivo y en el medio de una ascendente crisis política el gobierno de Jair Bolsonaro se enfrenta a la pandemia y a su consecuente profundización de crisis económica que ya estaba en curso. Desde que comenzó la crisis del coronavirus renunciaron dos ministros de salud, fruto de la presión que éste ejerce sobre ellos para que tomen medidas en contra de las recomendaciones de salud que mundialmente se vienen desarrollando. El negacionista de Bolsonaro reclama a sus ministros y a los gobernadores de estados que adopten medidas de distanciamiento social “vertical” (o sea, que mantengan cuarentena algunas personas consideradas de riesgo como mayores de 60 años o con alguna enfermedad) y que se vuelva a la normalidad para evitar la paralización económica. También hace lobby por el uso de la Cloroquina y la Hidroxicloroquina, ambos medicamentos que no sólo no fueron comprobados para atacar el Covid-19 sino que significan un alto riesgo por sus contraindicaciones. También convoca concentraciones frente a la casa de gobierno o el edificio de las Fuerzas Armadas, habla de cerrar el parlamento y muchas barbaridades más. Todas acciones que reflejan el desespero de un presidente por mantenerse al frente de un gobierno que se derrumba aceleradamente.
Un gobierno fascista?
Está claro que el inefable de Bolsonaro puede ser catalogado de fascista o genocida (como millones lo nombran en las redes sociales popularizando el #BolsonaroGenocida), pero esas son características de su personalidad y, claro, intentos de imponer retrocesos y derrotar derechos conquistados por la clase trabajadora. Esa impronta no bastó para conseguir un gobierno de tipo fascista, ni siquiera bonapartista[1] en Brasil y la razón de eso es porque el ascenso en la movilización de las masas explotadas no se detiene y hoy se profundiza. Anoche, mientras hacia una cadena nacional, una vez más el rechazo a su gobierno se sintió en todo el país con un nuevo cacerolazo con una sola consigna: ¡Fora Bolsonaro!
Es un gobierno débil producto de una crisis política que avanza sin solución en clave capitalista, desde las multitudinarias movilizaciones que la juventud encabezó en 2013. Ese fue el momento bisagra del quiebre que los sectores populares protagonizaron con el PT, Lula y Dilma. A partir de ahí el otrora Partido de los Trabajadores que representaba y apasionaba a grandes sectores de obreros, jóvenes, movimientos sociales y populares, se cristalizó como el responsable de políticas de ajuste, reformas neoliberales y gerente corrupto de las ganancias de empresarios y corporaciones.
En 2016 con el Impeachment a Dilma, como maniobra reaccionaria de sectores de derecha (de dentro y fuera del gobierno) para sacar al PT de la presidencia, porque éste ya no conseguía avanzar en medidas contra el pueblo al haber perdido gran parte de su base social y apoyo popular, la burguesía coloca en la presidencia al vice-presidente Temer, e instala un gobierno débil, ilegítimo y repudiable. Éste tiene la tarea de terminar con las medidas de ajuste neoliberal que Dilma comenzó pero no pudo garantizar. Esa era la función del gobierno de Temer que se sostuvo solo por el conceso de la gran burguesía brasilera, para que hiciera el trabajo sucio que el PT no llegó a completar y por la ausencia de una alternativa política de izquierda con suficiente influencia para disputar y gobernar. Pero la respuesta de las masas fue contundente y “Fora Temer” se convirtió en la principal consigna de multitudes que se movilizaban y protagonizaban acciones de lucha hasta la gran Huelga General del 28 de abril del 2017 que echó por tierra los planes de la derecha contra el pueblo. Lamentablemente, a pesar de la grandiosa fuerza que la clase trabajadora, las mujeres, las juventudes y los sectores populares expresaron en todo ese período, se costuró una nueva traición del PT y la burocracia sindical al mando de las principales centrales sindicales como la CUT. Levantaron la convocatoria a una nueva Huelga General y llevaron adelante una política a favor de sostener el régimen democrático burgués y postular nuevamente a Lula para las elecciones del 2018. Allí, nuevamente la derecha envalentonada frente al creciente debilitamiento del PT y Lula, y aprovechando el aire que la política traidora de la dirección petista y la burocracia sindical les dieron, puso en marcha una nueva maniobra antidemocrática usando la “justicia” adicta al poder y metió preso a Lula y con él la posibilidad del PT de volver a gobernar. Como dije antes, la ruptura de las masas con el PT a ésta altura ya no tiene vuelta atrás, pero ante la ausencia de una alternativa al antipopular e ilegitimo gobierno de Temer, “el mal menor” de Lula fue la elección que millones que lo convertían en el candidato con mayor intención de voto en el momento. Cuando el Juez Moro (luego Ministro de Justicia del gobierno de Bolsonaro al que hoy es opositor) dicta la prisión a Lula, se consuma un acto de proscripción política que repudiamos y por eso que reclamamos su libertad. Fernando Haddad, un desconocido para la gran mayoría, fue la pobre y poco motivante opción electoral que el PT consiguió presentar como candidato a Presidente, consiguiendo un magro resultado electoral muy alejado de los altos porcentajes que acaudalaba la candidatura del ex presidente Lula.
Así llega Bolsonaro a ser el presidente de Brasil. El Trump latinoamericano hizo todos los esfuerzos posibles al servicio de cumplir con el mandato de ajustes, reformas neoliberales y de profundizar el carácter represivo del estado recortando libertades democráticas, pero no consiguió quebrar el proceso de movilización que lo pone al borde de la cornisa.
Entonces, cómo tiramos a Bolsonaro y su gobierno?
El ex capitán ya no goza con el apoyo de los partidos de derecha (incluso hoy es un presidente sin partido) y perdió el fugaz apoyo electoral que recibió en las últimas elecciones de apenas un año y medio atrás. La propia burguesía ensaya salidas, pero no pareciera tener una ficha de recambio presidencial todavía y saben que en momentos de levantamientos, rebeliones y crisis en el mundo entero, y en América Latina en particular, no se juega con fuego. Entonces por ahora el presidente de la cámara de diputados, Rodrigo Maia, continúa archivando pedidos de Impeachmant, mientras siguen intentando encontrar una salida y sosteniendo el debilitado régimen a través del parlamento y los gobiernos estaduales.
El PT y Lula se postulan para cubrir la vacante y por eso su política vuelve a ser fortalecerse como alternativa electoral, esta vez para 2022, y proponen un gran Frente Amplio Antifascista. Lamentablemente esta política es acompañada por corrientes de izquierda y hasta dentro del propio PSOL. Hoy el diputado federal de Rio de Janeiro, Marcelo Freixo dio una nota a Oglobo e informó que baja su candidatura a la prefeitura de Río porque no existe ese frente amplio. Nada nuevo ni bueno puede venir de una vieja receta pseudo progresista que propone confiar en una salida de conciliación de clases y confianza en el podrido régimen. Por eso, lejos de “apasionar” multitudes el PT intenta tejer alianzas que lo vuelvan a llevar al gobierno y hablan de gobierno fascista para justificar y tapar las responsabilidades que les toca.
No podemos
seguir dando vueltas mientras la pandemia avanza sobre la salud y la vida de
miles, y la crisis económica amenaza a millones con el hambre, la pobreza y la
indigencia. Necesitamos conformar un gran frente de toda la izquierda que
venimos peleando para tirar a este gobierno. Algunos presentando y apoyando el
pedido de Impeachmant que coyunturalmente no representa una salida ya que
colocaría en el poder al retirado Capitán del Ejército y defensor de la
dictadura militar brasilera, Hamilton Mourão. Se necesita desarrollar la
movilización para que se vayan todos, que las centrales dejen de traicionar y
llamen a la Huelga General, y se convoque a elecciones directas para una Asamblea
Constituyente libre y soberana y que sea el 99% de los y las brasileras quienes
decidamos nuestro futuro, no un grupo de bandidos que privilegian ganancias
capitalistas por sobre nuestras vidas. Para
que gobernemos los y las que nunca gobernamos, por un gobiernos de las
trabajadoras y los trabajadores, ¡Fuera Bolsonaro y Mourão!
[1] Categoría que refiere a tipos de gobiernos que concentran poder en la presidencia en detrimento del parlamento que se debilita.