“Ya no se encuentran esos grandes propietarios que, unidos al gobierno, absorbían todos los productos de nuestro suelo; subdivididas las fortunas, hoy vive con decencia una porción considerable de americanos que no hace mucho tenían que mendigar al amparo de los españoles”. (Monteagudo, tras expropiar en Perú las fortunas de españoles)
Se cumple el 210 aniversario de la Revolución de Mayo de 1810 y como siempre sucede diversas voces se levantan recordando esa gesta. Incluso voces burguesas pretenden apropiarse de la historia para colocarla en la actualidad a disposición de sus intereses. Para eso desvían debates, ocultan datos y relatan a conveniencia los hechos. En la izquierda también hay debates sobre la revolución de mayo, su contenido y alcances, debates que parten desde el inicio de la colonización española y su carácter. Para nosotros y nosotras, socialistas del MST en el FIT Unidad, volver sobre el 25 de Mayo de 1810 es hacerlo desde una perspectiva marxista y de clase, con un método que en forma científica explique el pasado tomando en cuenta el panorama mundial, las relaciones entre las clases, el desarrollo de las fuerzas productivas y el estado de las sociedades de entonces, más el rol de las personalidades ubicadas en ese contexto. Para desde ahí rescatar las principales conclusiones y enseñanzas políticas y sociales, relacionándolas con este presente de decadencia capitalista y crisis mundial. Y así ver que tareas, programa y organización hace falta, para volver a atrevernos a dar vuelta todo hacia un futuro socialista.
Por Sergio García (dirigente del MST e integrante de la Mesa Nacional del FIT Unidad)
La revolución de mayo de 1810, es bueno recordarlo, no fue un hecho aislado ni tampoco el cierre de un proceso. Por el contrario, fue una gesta revolucionaria que tuvo varios antecedentes en igual sentido, cada cual con sus particularidades y alcances específicos. A la vez las jornadas de mayo de 1810, marcaron un punto de inflexión y darán nuevos avances los años siguientes y finalmente la consolidación de un curso más moderado y conservador, hacia la consolidación de un Estado nacional, la Argentina, dependiente por entonces del imperialismo ingles.
Por eso el 25 de mayo de 1810 no puede analizarse como un hecho particular sino como parte de un proceso general que combinaba distintas cuestiones; la crisis del imperio español y sus disputas con Inglaterra y Francia, el ascenso de una nueva clase burguesa en ciudades claves de Sudamérica como Caracas, Santa Fe de Bogotá y Buenos Aires, el avance de movilizaciones, ideas y un proceso revolucionario independentista en toda la región. También mostraba diversos intereses de sectores de clase y alas moderadas y radicalizadas que se disputaban el rumbo a seguir.
Objetivos capitalistas navegando en carabelas
Hay un marco general de toda esa época, procedente de varios siglos atrás desde la llamada conquista de América a través de las carabelas del imperio español, y la llegada en diversos momentos y a distintas regiones por parte de otros imperios europeos que se disputaban las riquezas americanas y el control del comercio. Así fueron llegando a nuestro continente el ascendente y poderoso imperio ingles, también el francés, portugués y holandés.
Todo este proceso que combinó un desarrollo desigual entre objetivos y formas de trabajo y de organización política, fue muy debatido al interior de corrientes de izquierda y entre historiadores de diversos enfoques ideológicos. Traemos el ejemplo de Puiggrós, para quien: “La conquista del territorio americano y sus habitantes, y su incorporación a los dominios de la corona de España fue la obra de conquistadores feudales, de los continuadores de aquellos que habían luchado contra los moros y que antes habían engrosado los ejércitos de las cruzadas…el capital comercial había cumplido su función al tender un puente por el cual el feudalismo español se trasplantó a América».
Nuestra visión científica y de clase de la conquista de América es distinta. Consideramos que el comercio, la obtención de ganancia mediante la producción, extracción de riquezas y exportación fueron la esencia de los objetivos y los métodos de la conquista, lo cual evidenciaba su carácter capitalista. El imperio español vivía atravesado por una dualidad; por un lado un atraso feudal y régimen monárquico y a la vez su necesidad de avance y desarrollo capitalista. La conquista se enmarco en esta situación con objetivos capitalistas, aunque se combinaran de manera desigual con algunas formas feudales que traía de origen el imperio que comandaba la conquista.
En ese marco, lógicamente a falta de una clase trabajadora todavía inexistente, tuvo combinaciones en torno a la organización social y al tipo de explotación que imperaba. Pero evidentemente no primaba la conformación de un ejército de siervos al estilo feudal, a quienes se les daba un pedazo de tierra para trabajar, sino que se utilizó masivamente mano de obra semi-esclava, en este caso usufructuando a miles de originarios y en las décadas sucesivas a población tanto originaria como mestiza, para extraer riquezas que luego se exportaban y comerciaban por rutas y ríos, para luego llevar al mar y de allí hacia Europa. Esa fue la base económica y social de la conquista.
Como marxistas siempre hemos polemizado con la visión errónea y unilateral de considerar a la conquista como feudal. Visión que llegado el siglo XX en el terreno político de la izquierda tomó como suya todo el stalinismo, ya que le era funcional a sus objetivos políticos de conciliación de clases. Si la conquista fue feudal y así fue el desarrollo posterior y su forma económica, eso dominaba el continente durante siglos, entonces la política de los Partidos Comunistas en el siglo XX de unidad con sectores de la burguesía en diferentes países, era explicada bajo el objetivo de terminar con los resabios feudales en el continente. Es decir que se sostenía una explicación teórica en torno a la conquista feudal para esconder sus capitulaciones políticas constantes a las burguesías latinoamericanas.
Los libertadores
Así como sectores acomodados fueron socios de la corona, a la vez el descontento de otros sectores con el correr de las décadas se fue manifestando cada vez más. No casualmente en las zonas donde más rápidamente se iba constituyendo una nueva clase burguesa autóctona, que aunque mantenía relaciones con el poder central, comenzó a ver críticamente la situación y a buscar nuevos caminos. Venezuela con el centro político en Caracas y Buenos Aires en la otra punta de Sudamérica fueron los ejemplos exponenciales de este fenómeno, que iba acompañado por un salto en el nivel cultural de una franja que viajaba a Europa a formase en temas políticos, sociales y militares.
No es casual que desde estas ciudades se desarrollaron parte importante de los principales fenómenos de lucha emancipatoria y surgieran de allí sus principales referentes políticos y militares; como Francisco Miranda con sus escritos e incursiones independentistas ya a fines del siglo XVIII, Simón Bolívar, Sucre o José de San Martín en las primeras décadas del siglo XIX logrando liberar toda una serie de países desde ambos lados de la región. También hubo extraordinarias mujeres que jugaron roles de primera línea en lo militar y en el apoyo a la causa independentista, como Juana Azurduy o Manuelita Saenz entre otras grandes exponentes del momento que vivía la región.
Lamentablemente, este fenómeno progresivo de la época tenía sus limitaciones como subproducto de reflejar a diversos sectores de la burguesía y pequeño burguesía en ascenso que no tenían una visión común y que muchas veces se ordenaban por sus propios intereses de clase enfrentando u obstaculizando las ideas más avanzadas de los generales libertadores, quienes a su vez tenían su propias limitaciones y errores políticos, lejos estamos de endiosarlos. Por lo cual nunca se llegó a completar un modelo único de unidad latinoamericana y se terminó fragmentando y retrocediendo en los años siguientes.
Esto por supuesto no elimina el rol altamente positivo y revolucionario para su época que jugaron estos gigantes de la independencia latinoamericana, que impulsaron una fuerte movilización y organización militar y enfrentaron los ataques y abandonos por parte de gobiernos regionales que no creían en su proyecto. Tanto Bolívar, como San Martín, también Belgrano, eran muy críticos como expresaban claramente sus cartas y escritos denunciando la falta de ayuda económica de las elites de Buenos Aires en un caso, o de Perú y Bogotá en el caso de Bolívar, que lo enfrentó y terminó abandonando previo a su muerte en 1830 en Santa Marta. O el Mariscal Sucre, héroe de la decisiva batalla de Ayacucho, quien fuera llamado a ser continuador de Bolívar, pero fue cobardemente asesinado a los treinta y cinco años en medio de las rencillas de sectores políticos enfrentados. El rol regresivo que en distintos momentos jugaba parte de la nueva burguesía más desarrollada, por ejemplo la de Buenos Aires, también se vio en sus ataques a Artigas, que desde la Banda Oriental expresaba uno de los procesos más avanzados. De hecho a sus delegados se les impidió participar de la Asamblea del año trece.
No es casual que en homenaje a esta parte de la historia latinoamericana y a la vez para tener un nombre que conectara con las tradiciones y sentimientos de la región, nuestra corriente cuando organizó su apoyo al pueblo nicaragüense contra la dictadura de Somoza, le puso como nombre a la brigada internacionalista que constituyó el de “Simón Bolívar” a quien Nahuel Moreno definía como “un coloso de la revolución”. Algo que por entonces el marxismo revolucionario no identificaba en toda su magnitud, ya que la revolución independentista hispanoamericana nunca había sido estudiada seriamente por el marxismo europeo de fines del siglo XIX y de las primeras décadas del siglo XX. Para nosotros, la reivindicación de Bolívar y su gesta, ubicadas en el contexto social en que se realizó y con las limitaciones del caso por las clases que reflejaba, es un hecho imposible de obviar como parte de la revolución latinoamericana. Además de que en el plano específicamente militar, tanto Bolívar, cómo San Martín o Sucre, fueron muy buenos estrategas que liquidaron con decisión y astucia a los ejércitos de la corona apoyándose en sectores populares, originarios y negros.
Cómo bien se explica en un texto acerca de la Brigada Simón Bolivar: “Los sectarios de izquierda criticaron el nombre de nuestra Brigada, aduciendo que Simón Bolívar era un personaje burgués que sigue siendo reivindicado por la burguesía latinoamericana. Nosotros seguimos defendiendo ese nombre. Simón Bolívar fue el máximo héroe de la revolución latinoamericana de principios del siglo XIX contra el imperio español, que intentó en vano construir una sola república en Sudamérica. Su nombre empalmaba con el carácter democrático-antiimperialista que asumía el inicio de la revolución socialista en Nicaragua. Expresaba, asimismo, el carácter que asume esa revolución socialista en toda América Latina: la lucha por la Segunda Independencia, esta vez del imperialismo yanqui, y por la Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina”.
El contexto de la revolución de mayo
Cómo decíamos al inicio de este trabajo, la revolución de mayo de 1810 en nuestro país no fue un hecho aislado ni casual. Recordemos que se venía en las décadas y años anteriores del alzamiento de Tupac Amaru, del alzamiento revolucionario de esclavos en Haití y del levantamiento de 1809 en Chuquisaca en 1809, que fuera “la chispa de la revolución”. También en Venezuela se organizaban los jóvenes de la “Sociedad Patriótica” alrededor del regreso de Miranda de Europa y un joven Bolívar dando sus primeros pasos políticos. La revolución de mayo de 1810 en nuestro país, fue seguida rápidamente por el avance en el poder político de los jóvenes patriotas en Caracas en 1811 que declaran la 1º República y ese mismo año un proceso similar en Santa Fé de Bogotá. Tampoco se puede olvidar que en nuestro propio país se venía de fuertes acciones como fueron las jornadas de mucha participación popular contra las invasiones inglesas de 1806 y 1807, ambas repelidas en el intento de avance ingles.
Todos estos hechos y otros en diversos países, marcaban un estado general de avance de las fuerzas independentistas en la región. Nuestro país, aunque sus alas moderadas iban ganando más peso, igualmente avanzo a la Asamblea del año trece donde se otorgaron varias conquistas como el derecho de vientre, la eliminación de mayorazgos y la supresión de títulos de nobleza entre otras medidas, siendo además una instancia donde los congresistas juran “por el pueblo” y ya no “por Fernando VII”; todos avances combinados con contradicciones y presiones que reflejó esa asamblea. Luego se llegaría a declarar la independencia definitiva y formal en 1916, así como también Venezuela firma su acta de independencia en 1811 y la Nueva Granada (Colombia en la actualidad) unifica varias regiones independientes para la misma fecha, aunque finalmente en 1919 Bolívar le da la libertad total al derrotar a las tropas de la corona. Mientras tanto San Martín, quien había vuelto desde Europa en el año 1812, rápidamente se puso al frente del Ejercito del Norte primero y conformando el Ejército de Los Andes después, liberando primero Chile y llegando de ahí hasta Perú, declarando su independencia en 1821. Chile pasó también por diferentes etapas y oficializó su independencia en 1818. También en 1816 Bolívar decreta el fin de la esclavitud. Cómo puede verse el fuerte impulso independentista estaba en su apogeo. Como también su base económica y social, el ascenso de sectores burgueses en medio de formaciones incipientemente capitalistas, que querían intervenir directamente en el mercado mundial y no mediante la corona. Desde ya, ese proceso de revolución continental no fue siempre ascendente, tuvo varios momentos de flujo y reflujo a lo largo de esas décadas que marcaron la historia de nuestro continente.
Logros de la revolución y disputas políticas
La revolución de mayo de 1810 fue, en este contexto, una gran gesta histórica que marco un punto de inflexión en la historia de nuestro país. No fue un hecho puntual ni un proceso homogéneo, ya que intervenían en su desarrollo diferentes alas políticas, unas más moderadas y otras más radicalizadas o jacobinas. Estas últimas encabezadas por Mariano Moreno y un destacado rol de Castelli y Monteagudo. El sector moderado fue encabezado primero por Saavedra y más adelante por Rivadavia. El 25 de mayo de 1810 en medio de la efervescencia popular y fuertes debates y tensiones, una gran cantidad de gente rodeo el Cabildo, mientras las tropas locales desobedecían órdenes de la corona. Entre estas cosas fue ganando peso la revolución y formando la 1º Junta de Gobierno sin funcionarios de España. Luego a muchos de ellos se les sacaron sus bienes y hubo expulsiones de obispos y curas entre otras medidas que mostraban el estadio del momento.
Hay quienes niegan el carácter de gesta revolucionaria de esas jornadas, lo cual es un gran error. Y también quienes en forma unilateral no le ven ningún problema ni límites políticos y sociales. Para nosotros fue una revolución que provocó cambios políticos y sociales de importancia, marcó la época y fue parte de un proceso independentista continental. Por supuesto, con las limitaciones de tener una clase burguesa autóctona al frente, lo cual era un reflejo de ese momento. Y ese límite de clase actuaría durante esos años y las décadas siguientes y tiene hilos de continuidad hasta nuestros días.
Cómo marcábamos en otra parte de este material, lamentablemente los intereses de clase de diversos sectores burgueses jugaron fuerte en las decisiones políticas y cortaron el impulso unificador hacia una nación americana independiente. De hecho el famoso encuentro de Guayaquil entre Bolívar y San Martín, producido en el año 1822, tenía como trasfondo un cambio político en Buenos Aires que había aislado y dejado sin recursos a San Martín, mientras Bolívar que venía de importantes victorias previas ya estaba sufriendo los embates de la burguesía peruana que siempre había sido más a fin a la corona y enfrentaba también fuertes roces con sectores de la burguesía de Bogotá. De ahí que más allá de cierto misterio que abrazo a ese encuentro en Guayaquil, en los hechos no pudo lograrse tras el mismo un avance concreto hacia una estrategia continental de unidad latinoamericana. San Martín terminó renunciando y volviendo a Europa donde finalmente muere en el año 1850. Y Bolívar seguirá su marcha y hacia 1825 comienza su proceso de derrota política y finalmente muere, casi en soledad, en 1830. Monteagudo, que había sido parte junto a San Martín de toda su epopeya, siguió luego junto a Bolívar y fue autor de una frase que resumía el programa y los anhelos de estos líderes: “Mi patria es toda la extensión de América”. También fue asesinado a los treinta y cinco años.
Todas esas disputas políticas, intereses de clase y traiciones de una nueva burguesía acomodada, pueden verse en forma sencilla en una de las últimas cartas que Sucre le envía a Bolívar, donde se lamenta y dice: “De pronto partir para Quito donde está el reposo tan deseado y al alejarme de todas las luchas políticas, quiero antes avisarle mi adiós y mi eterno cariño. Dios bien sabe cuánto hemos luchado por la libertad de todas estas tierras y cuán mal nos han pagado. Sé que al alejarme no me guía ningún síntoma de cobardía y de traición, sólo el gran amor y cariño a mi esposa e hija, las cuales hace mucho tiempo que no abrazo, me obligan a ello y también para dejar el puesto a todos nuestros enemigos, que con sus apetitos y sus falacias llevan la República al caos y a la ruina”.
Debates de historia y actualidad
Nahuel Moreno decía en su momento que había un déficit del marxismo, el no haber estudiado a fondo la revolución independentista latinoamericana y el tener siempre una visión más europea, algo lógico por el origen de las ideas socialistas, pero que impidió en su momento conocer más científicamente el legado de quienes en el siglo XIX se animaron a dar vuelta todo, aun con sus errores y limitaciones de clase. Él hizo importantes aportes a este tema, como en su momento también Milciades Peña, más allá de lo acertado o no de todas sus conclusiones.
Esa rémora aun no se ha corregido totalmente, existen historiadores y referentes marxista que han seguido investigando pero hay mucho todavía por indagar y muchas conclusiones políticas por sacar. En los últimos años se ha estudiado más sobre el tema, la crisis capitalista al inicio del siglo XXI y la llegada al escenario político de una corriente que se llama bolivariana fue motivo de volver a adentrarnos sobre estos temas, independientemente que en nuestra opinión, esa corriente que encabezó Chávez tenía un carácter nacionalista que nunca se planteo superar los límites del capitalismo ni tuvo una estrategia de ruptura con el mismo.
Pero durante estos años se volvió a hablar de Bolívar, Miranda, Sucre. En nuestro país se hicieron nuevas versiones cinematográficas de San Martín y Belgrano, también Felipe Pigna popularizo trabajos escritos y televisivos sobre nuestra historia. De nuestra parte queremos aprovechar este nuevo aniversario del 25 de mayo de 1810 y este contexto internacional de crisis capitalista, para volver sobre nuestra historia, pero en forma muy distinta a como lo hacen las corrientes burguesas liberales y revisionistas. Y también distinta a como lo hacen hoy sectores del progresismo o reformismo latinoamericano, que de una u otra forma buscan en el pasado ejemplos que ayuden a solidificar su política de conciliación de clases en la actualidad.
El problema que tienen estos sectores es que las leyes de la historia están regidas, desde hace miles de años, por la lucha de clases. Los revolucionarios y conciliadores de mayo reflejan diversos sectores de una nueva clase burguesa, y para avanzar tuvieran que enfrentarse, chocar, con los imperios hasta entonces dominantes. En pleno siglo XXI esos poderes imperiales se expresan en potencias como EEUU, la Unión Europa o la ascendente China. Y las burguesías latinoamericanas han sido y serán socias de esas potencias sin representar ningún papel progresivo sino siendo aplicadores con sus partidos de un ajuste salvaje y métodos de explotación antiobrera en todo el continente. Por eso cualquier visión histórica que pretenda extraer del pasado conclusiones tergiversadas para atarnos al capitalismo moderno y decadente, son visiones que rechazamos y enfrentamos en todos los planos; en el histórico, en la lucha de ideas y en la lucha de clases contra sus representantes políticos y sindicales.
La revolución en la actualidad; ¿y si damos vuelta todo?
Si algo queda claro del recorrido por los sucesos de la revolución de mayo y otros similares en todo el continente, es la voluntad popular de entonces para dar vuelta todo y abrir paso a una nueva situación. Desde ya, el mundo fue avanzando desde entonces, la Argentina se fue configurando como un estado nacional con formas capitalistas definidas después de 1850 y una relación dependiente con el imperialismo ingles.
Hacia inicios del siglo XX, el capitalismo mundial que venía de un avance del siglo anterior entró en una crisis muy fuerte y una disputa mundial que dio inicio a la 1º Guerra mundial, con el resultado irracional de enorme destrucción de fuerzas productivas, incluyendo millones de muertos. Ese hecho siniestro impulsado por los gobiernos de las principales potencias de entonces, marco el inicio de lo que el marxismo de esos años definiera como “la época de la revolución socialista mundial”. Y tanto fue así, que a los pocos años, en 1917, se produjo la primera revolución socialista victoriosa, la revolución rusa bajo la dirección política bolcheviche encabezada por Lenin y Trotski. Desde entonces hemos pasado por nuevas revoluciones de diverso carácter y alcances dispares, por avances y retrocesos, por episodios muy fuertes de crisis capitalistas como la del 30, por una 2º Guerra mundial a mitad del siglo XX y por todo tipo de eventos sociales y políticos, en medio de una crisis capitalista que no cesa. Por eso seguimos en el marco de esa época revolucionaria, con fuertes procesos de ascenso y también con polarización social y disputas permanentes.
Tanto fue así que en 2008 vivimos un nuevo salto de la crisis global. Y ahora, tan solo doce años después vivimos otra crisis internacional, con recesión y salto en la pobreza y miseria de millones, ahora combinada por la irrupción y avance de una pandemia de una magnitud no vista en los últimos cien años y de resultado todavía por manifestarse en toda su magnitud, ya que al día de hoy sigue avanzando con fuerza sobre diversos países.
En este contexto, hay varias preguntas imprescindibles a las cuales las y los socialistas nos animamos a darle una respuesta. ¿Podemos y es necesario volver a dar vuelta todo en busca de soluciones? ¿Apoyados en el impulso y protagonismo de que clase o clases sociales podemos intentarlo? ¿Con que proyecto y programa podemos hacerlo? ¿Con que tipo de organización política? Para esto partimos de un método: a preguntas concretas, respuestas también concretas.
Estamos convencidos que la historia de la humanidad ha sido y es la historia de la lucha de clases y el avance siempre se ha dado a través de grandes luchas y revoluciones. Y así puede y tiene que volver a darse el tiempo que viene. De hecho recordemos que previo a la pandemia, en 2019 ya se venían manifestando muy fuertes procesos de rebeliones y revoluciones en los lugares más dispares del mundo, como en el Líbano, Chile, Ecuador, Francia y otros ejemplos. Este proceso lejos de detenerse, la hipótesis más probable es que más temprano que tarde se retome. Y apoyados en ese impulso, los socialistas y revolucionarios tenemos que darle todo nuestro apoyo y jugarnos a que avancen y derroten a gobiernos y regímenes políticos capitalistas. En un nuevo aniversario de la revolución de mayo nuestro recuerdo y homenaje no es el de los actos oficiales de hipócritas gobiernos marcados por discursos clasistas que esconden lo principal; en 1810 y en 2020 hay condiciones y fuerza social y política para romper todas las cadenas y liquidar el control político y económico de los poderes de turno.
Para avanzar por este camino, a diferencia de los sucesos de 1810, hoy tenemos en nuestro país y a nivel internacional una moderna y numerosa clase obrera, que pasó a lo largo del tiempo por diversos momentos en su forma y desarrollo pero sigue siendo hoy fundamental para el funcionamiento de la sociedad y por lo tanto su accionar es decisivo para cualquier lucha y para motorizar un cambio de fondo. Contra todas las concepciones posmodernas o reformistas, creemos que sin la intervención directa y hegemónica de las y los trabajadores no hay revolución que pueda llevar hasta el final sus objetivos anticapitalistas y socialistas. Con ese rol prioritario, lógicamente impulsamos la unidad en la lucha con otros sectores populares, campesinos y oprimidos de acuerdo a las características de cada país. Y también interactuando con el surgimiento de fuertes acciones de la juventud, del movimiento de mujeres, las disidencias y otros sectores sociales en lucha que el inicio del siglo XXI trajo y merecen todo el apoyo e impulso.
Un programa y proyecto socialista
Por último, y retomando también la experiencia histórica, seguimos creyendo que en el plano político hace falta intervenir a fondo con un programa socialista cabal que se anime a romper con toda la estructura capitalista. Todas las direcciones progresistas, nacionalistas y reformistas que han gobernado las últimas décadas, han fracasado y abierto las puertas al retorno de modelos de derecha, precisamente por defender el modelo capitalista y no tomar ninguna medida profunda y de ruptura. En el medio de esta nueva crisis mundial y esta pandemia, ahora es todavía más evidente la necesidad de un plan transicional y socialista. Sin eso no hay solución alguna. Por eso en medio del avance de la crisis económica y del Covid-19 venimos proponiendo un sistema único de salud, estatal, gratuito y universal. El no pago de todas las deudas externas, la nacionalización de la banca y del comercio exterior, la expropiación y estatización de toda empresa que despida, el reparto de las horas de trabajo y el pago total de salarios, jubilaciones, más un subsidio universal a los sin trabajo. Ponerles fuertes impuestos a todas las grandes fortunas personales, empresarias dueños de bancos y tierras. Más todas las medidas sanitarias para priorizar la vida y no las ganancias capitalistas, en el camino de pelear por un gobierno de los trabajadores. Todo este programa ordena nuestra intervención política.
Y este programa, solo puede llevarlo adelante una organización política socialista y revolucionaria. Un partido que se juegue entero por este camino y organice en su seno a miles de compañeras y compañeros para hacer más fuerte y sólida nuestra intervención colectiva. Un partido así, sigue siendo estratégico y fundamental para los tiempos que vienen. Por eso construimos el MST, por eso somos internacionalistas y parte de la Liga Internacional Socialista (LIS). Y desde estas organizaciones que invitamos a fortalecer, en nuestro país somos parte también del FIT Unidad, para que a través de la unidad de la izquierda intentemos dar estas luchas políticas y sociales con más fuerza frente a todos los poderes capitalistas y sus partidos políticos afines, como el PJ o Juntos por el Cambio, que teniendo acuerdos y diferencias entre sí, ambas reflejan a la clase burguesa que sostiene este sistema decadente y desigual.
A 210 años de la revolución de mayo decimos sí; es posible y necesario volver a dar vuelta todo. Y nosotros y nosotras, desde el MST, nos atrevemos a intentarlo junto a miles que quieran emprender el mismo objetivo y desafío político y social. Latinoamérica ha sido y es una tierra de revoluciones. No decimos que fue, ni que es, ni que será fácil. Pero tampoco nadie puede decir, con rigor científico, que una nueva revolución, ahora socialista, sea imposible.