Por Joaquín Araneda y Francisca Barbosa, Movimiento Anticapitalista
El día lunes Piñera hacía “un llamado a todos los sectores que quieran dialogar, colaborar y quieran buscar acuerdos”. Así, desde la DC hasta el FA respondieron a la iniciativa. En tiempos de crisis, los partidos del régimen se unen para que la pague el pueblo trabajador.
De pactos, sus actores y acuerdos en los márgenes del pinochetismo
“Quiero hacer un llamado a todos los sectores, muchos de ellos han planteado sus ideas, y sus propuestas y las hemos escuchado con mucha atención. Un llamado a todos los sectores que quieran dialogar, colaborar y que quieran buscar acuerdos que nos permitan avanzar con mayor rapidez, con mayor seguridad, con mayor resistencia y con mayor responsabilidad en desafíos tan grandes como por ejemplo el combate contra la pandemia del coronavirus”. De esta forma Piñera completaba su oferta, propuesta que tiene sus antecedentes en la voluntad colaboracionista de la oposición al firmar el “Pacto por la Paz y la Nueva Constitución” hace unos meses.
Fue justamente ese pacto el que permitió a Piñera, responsable de las violaciones sistemáticas de los derechos humanos desde el 18 de octubre, estar hoy a la cabeza de la crisis sanitaria y económica. Recordemos que en plena rebelión y al desarrollarse la huelga general del 12 de noviembre, la caída del gobierno estaba planteada por la vía de la movilización popular y la entrada a escena de la clase trabajadora, el “Fuera Piñera” se escuchaba en todas partes. Pero contrariamente a lo que el pueblo vociferaba en las calles y exigía en la protesta, la “oposición” comprendía que la salida de Piñera significaba el debilitamiento completo de todo el régimen político del que participan y defienden. Así fue que la ex Concertación y gran parte del Frente Amplio firmaban orgullosamente el Pacto con la derecha, ratificando su interés de generar cambios, pero en la medida de lo posible.
Por su parte, el Partido Comunista, que se jacta de su fraseología de izquierda y de no haberse sentado en la mesa para adscribir directamente al Pacto, fue central para que los planes del conjunto del arco político se pudieran sellar en la continuidad de Piñera. Esta orientación llevó a desmontar toda perspectiva para una nueva huelga ya que la CUT, dirigida por el PC, jugó el rol contenedor para evitar una nueva demostración de fuerza del conjunto de la clase trabajadora. Toda esta dinámica permitió no tan sólo que se consumara la impunidad de un gobierno criminal, sino que también afianzó los límites antidemocráticos que impuso la derecha para el cambio constitucional.
El régimen se une
Estamos atravesando el descontrol de los contagios por coronavirus producto de la negativa del gobierno de establecer la cuarentena total en el momento oportuno. Asimismo, la falta de insumos médicos y de testeos masivos, en un sistema de salud mixto completamente mercantilizado, y bajo la dirección de un ministro incompetente y mentiroso, ha hecho imposible que existan medidas realmente efectivas contra la pandemia. Esta escena crítica se intensifica con la agudización de la crisis económica que es administrada por el gobierno con una serie de decisiones y leyes que van en desmedro de las y los trabajadores.
La situación tensa las contradicciones políticas y esclarecen posiciones. Uno de los debates que se comienza a posicionar es reducir el problema a un asunto de modelo. O sea, contraponiendo al neoliberalismo con la posibilidad de constituir otra forma más “humanizada” del capitalismo. Así es como el Partido Comunista y sectores del Frente Amplio firman declaraciones de buenas intenciones sin un plan concreto que dilucide cómo lograr una sociedad donde el conjunto de las demandas del pueblo trabajador tenga resolución, en los marcos del capitalismo. Lo cierto es que, por la vía de los hechos, la política de estos sectores declarados de izquierda, juegan el rol actualizado de los efectos del Pacto y más que intentar “humanizar”, se disponen en la vereda del gobierno.
El Partido Comunista, no tan sólo no activa la movilización y la tan necesaria respuesta a nivel sindical para paralizar el virus de los despidos, sino que además, sin descaro, vota en el Congreso leyes como la Ley de Protección al Empleo, decreto que permite la suspensión de salarios en tiempos de pandemia.
Por su lado, el Frente Amplio, aún con menos disimulo, adscribe directa y nuevamente a posicionarse en la misma tribuna que Piñera bajo el “acuerdo”. Gael Yeomans, presidenta de Convergencia Social (FA), respondió de esta forma al llamado de unidad, expresando en el diario La Tercera: Siempre hemos tenido disposición a dialogar sobre las medidas que se requieren para enfrentar esta pandemia (…) Hoy se requiere un diálogo amplio del mundo social y político para enfrentar esta pandemia”. También viene expresando hace un tiempo su disposición colaborativa, el diputado por el FA, Gonzalo Winter. En una entrevista televisiva planteó que “La oposición tiene un rol fundamental en generar la cooperación necesaria para que de esta crisis el país no salga socialmente más quebrado de lo que entró”. Estas palabras son ejemplificadoras de una política encaminada a evitar que las mayorías sociales se expresen contra las políticas de hambre y continúen el proceso abierto el año pasado de revuelta popular.
Esta es la orientación de una oposición diluida que expresa la relación de intereses que defienden estos partidos y aglutinados en el FA. En este sentido, Catalina Pérez, presidenta de Revolución Democrática, es clara: “Nosotros vamos a seguir insistiendo en lo importante, asegurar la estabilidad económica y dar garantías sanitarias a la población. Si el llamado del gobierno está vez es sincero, por supuesto que estamos disponibles”.
Para que la crisis la paguen los capitalistas, hace falta otra unidad
Nos adentramos a un momento aún más complejo a nivel social y económico. Cada día hay nuevos records de contagios y la carestía de la vida se hace notar cada vez más fuertemente. La rebelión de octubre fue un aprendizaje colectivo, una respuesta a los años de acumulación capitalista a costa de la privatización de derechos tan básicos y fundamentales como la salud. Pero la impugnación que nos puso en la calle es más profunda y compleja que la crítica a la herencia pinochetista. Hoy, es todo un sistema, expresado en su fase neoliberal, lo que pone trabas a la posibilidad de frenar la pandemia y vivir vidas dignas.
El conjunto de demandas expresada democráticamente por las mayorías sociales durante la rebelión para cambiar todo, debe ser un motor unificador que al mismo tiempo, vaya cerrándole los espacios a esos sectores que protegen los intereses de una minoría concentrada en el poder. El Frente Amplio y el Partido Comunista no tienen nada nuevo que ofrecer, menos la ex Concertación que gobernó protegiendo los límites de la constitución de Pinochet. Es por esto que hay que construir algo completamente distintito e impulsar la unidad de la izquierda revolucionaria, de los movimientos sociales y activistas, que en base a puntos comunes impulsemos democráticamente la construcción de una propuesta para que la crisis la paguen los capitalistas.
Esta posición defendemos como Movimiento Anticapitalista y planteamos la necesidad de articular una gran campaña por un sistema de salud único, público, universal y gratuito; por la prohibición de los despidos; por la derogación de toda deuda y por una renta básica no menor a 500 mil pesos para todas y todos financiada por un fuerte impuesto a las grandes fortunas. A base de estas propuestas de emergencia podemos dialogar e impulsar la unidad que hace falta, la de las y los anticapitalistas para frenar al gobierno y sus aliados.