En el panel-debate sobre «El movimiento obrero latinoamericano ante la crisis capitalista y la pandemia», que compartí junto a Romina Del Plá (PO); Lester Calderón (PTR de Chile) y José Bodas (PSL de Venezuela), desde el MST/LIS y nuestra corriente sindical ANCLA, pusimos como centro del debate qué política necesita la izquierda clasista para responder correctamente al problema de la dirección.
Escribe: Guillermo Pacagnini
Nuestra ponencia partió de analizar tres ejes, fundamentales para entender la oportunidad y la responsabilidad que tiene la izquierda clasista en el movimiento obrero.
En primer lugar, consideramos la nueva situación que se abrió en Latinoamérica desde el año pasado, un proceso que prácticamente no se veía desde principios de siglo, con un ascenso descomunal, rebeliones y revoluciones. La pandemia profundizó esa debacle económica, aumentando la miseria y los indicadores sociales de crisis, pero no interrumpió el proceso de movilización. Aunque las grandes acciones de masas dieron paso a expresiones de conflicto parcial o luchas por lugar en la coyuntura donde la salud de miles está en juego, por la dinámica de la situación, tenemos que prepararnos para nuevas confrontaciones. Esto es así por los «planes pospandemia» que están preparando el imperialismo, las burguesías y los gobiernos de distintos signos. Vamos a más medidas de ajustes, pero también a nuevos intentos de aplicar reformas estructurales como la laboral y previsional. Muchas de las cuales quedaron pendientes total o parcialmente por la dura pelea que dio el movimiento de masas en Latinoamérica. Un movimiento de masas con un capital acumulado y un caldo de cultivo que obra como motor de nuevas confrontaciones.
La dirección, factor determinante y problema estratégico
El segundo eje que abordamos desde nuestra ponencia fue cómo las direcciones sindicales burocráticas y políticas reformistas (dos caras de una misma moneda), han sido la traba fundamental para darle continuidad y desarrollo a los procesos de movilización. Sin soslayar que el peso específico del movimiento obrero, fue muy desigual en los procesos que se han dado en los diferentes países y que el sesgo ha sido más popular y juvenil, es evidente que la ausencia de una dirección clasista y revolucionaria y el rol de las direcciones burocráticas ha sido decisivo. Como el papel que jugó la dirección de la CUT chilena para que esa revolución no progrese. El tremendo rol negativo de la COB en Bolivia, no sólo frente al golpe de Evo Morales, sino en la organización de la resistencia ante el golpe. Ni hablar de la CUT correísta en el medio de una rebelión indígena-popular que fue presurosa a negociar la entrega. O en Colombia para que no progresen los paros generales. O cómo se derrumbó el proceso de la UNT de Venezuela de la mano del retroceso del proceso bolivariano y la necesidad de fortalecer una tercera opción independiente ante los sectores integrados al régimen de Maduro y los que trabajan con la derecha. Y en Brasil la dirección de la CUT, enfeudada al PT y la CTB que no estuvieron junto al despertar movilizado de la clase obrera y el pueblo multiplicando conflictos y enfrentando a Bolsonaro.
El rol de la izquierda clasista
En este marco, destacamos la importancia de analizar los procesos más avanzados de organización y recambio de dirección combativa. Y la política de la izquierda clasista en ellos, para sacar conclusiones de cara al panorama conflictivo que se viene, de luchas, surgimiento de camadas de activismo rebelde y joven, como el que se demostró intransigente en Chile o el de las precarizadas que viene protagonizando paros de carácter internacional en plena pandemia. El peso creciente de la izquierda en los procesos, amerita la necesidad de debatir la mejor política para intervenir. Partiendo de los acuerdos generales y programáticos que existen en la izquierda revolucionaria, hay debates que la urgencia de la hora amerita abordar. Porque de su conclusión se desprenden tareas concretas. Y de ello puede depender que un proceso de lucha u organización avance o retroceda.
Hay dos cuestiones que consideramos fundamentales y son motivo de debate permanente en la izquierda: el frente único y el modelo sindical. Ambas fundamentales para la disputa contra la burocracia y la nueva dirección. La necesidad de una inteligencia común entre las fuerzas clasistas integrando la diversidad se torna clave en estos tiempos. La experiencia de organización más avanzada y prolongada en el tiempo como CONLUTAS en Brasil muestras los claroscuros y la puja entre las posiciones burocráticas de la mayoría y la pelea de las tendencias clasistas por la democracia sindical a su interior. En el caso de Argentina, la experiencia del Plenario del Sindicalismo Combativo, más embrionaria, pero es un gran paso en esa dirección.
Al cambiar y sumarse el PTS que durante más de dos años desarrolló una política opuesta, es importante aprovechar la congruencia entre el FIT-U, que necesita superar el estadío de frente electoral y enraizarse en los procesos de la lucha de clases y el PSC que necesita profundizar los acuerdos para superar un estadio más testimonial.
Para que el PSC se transforme en un polo de referencia y articulación de agrupaciones y sindicatos recuperados y ayude en el apoyo a las luchas y para disputarle a la burocracia sindical, debe superar el estadío testimonial. Si no logramos actuar unidos en las luchas, si no logramos acuerdos para apoyar a los nuevos dirigentes, si no avanzamos en listas unitarias democráticamente integradas en los sindicatos, el Plenario no va a progresar. Lamentablemente son más los ejemplos donde fuerzas integrantes del plenario como el PO en la UTS de Córdoba, el PTS en CICOP y en ATEN, por mencionar solo algunos ejemplos, o desarrollan políticas sectarias y divisionistas priorizando su propia construcción por sobre el desarrollo de un organismo obrero.
El modelo sindical
La discusión sobre el modelo sindical, colocada una vez más desde nuestra corriente, tuvo peso en los debates. Entendiendo el modelo como el programa de transición para que se desarrolle la nueva dirección clasista y democrática. Y basados en la experiencia desde que la izquierda ha ganado peso en el movimiento obrero, que muchas veces reproduce vicios burocráticos del viejo modelo sindical estatista, verticalista y de pensamiento único. Y esto, así como el boicot al frente único, es nocivo y contrarrestante a la hora del desarrollo de los procesos de renovación sindical. Nosotros insistimos en la necesidad de romper esta cultura imperante en la clase trabajadora heredada de la burocracia de todo pelaje. Para ello disputar por un modelo con la autonomía, la democracia sindical, la integración proporcional de las distintas tendencias, la perspectiva de géneros y la coordinación, como pilares del mismo. Y allí chocamos con concepciones y praxis de sectores de la izquierda que integran el FITU y el PSC. Veamos.
La independencia del estado no puede ser sólo algo declamativo, limitarse a reclamar la derogación de las leyes de asociaciones sindicales para que los sindicatos no sean agencias de los ministerios de trabajo. Se trata de no ser esclavos de los estatutos totalmente antidemocráticos en su mayoría. De no usarlos de excusa para no aplicar la democracia obrera. O de no plantearse democratizarlos cuando se gana la dirección de un sindicato. Por ejemplo, en el sindicato del Neumático, una gran conquista del clasismo, venimos reclamando una democratización de sus estatutos, cuestión soslayada por la corriente del PO en su dirección.
El segundo eje a remarcar, es el problema de la democracia sindical. Partiendo de la consigna «que la base decida todo», es incomprensible que, cuando parte de la izquierda tiene responsabilidad de dirección en un sindicato, reproduzca actitudes de la burocracia sindical. Los cuerpos de delegados deben funcionar con mandato. Las asambleas ser soberanas para todo. Los comités de lucha electos cuando los organismos estatutarios sean superados por la movilización. Es notable cómo el PO denosta esta consigna. Y lo volvió a reiterar en el debate. Y es uno de los pilares claves no solamente de cara a la disputa por la dirección sindical. Que la base decida es además una consigna educativa de cara a que la clase obrera se autodetermine y asuma la conducción no solo de los sindicatos sino en la perspectiva del poder y de los organismos obreros de doble poder que lo sustenten.
Por último, el pensamiento único, también es un estigma del viejo modelo que más cuesta desterrar apenas se conquista una interna, seccional o sindicato. «No se puede dirigir con diferencias», premisa de la vieja burocracia que se refleja en nuevas direcciones que se niegan a integrar a las demás tendencias en función de su representa-tividad real. En ese sentido, a diferencia de la CICOP donde todas las corrientes están integradas, en el cuerpo de delegados de la UF Oeste no hay decisión de abrirse a la integración de otras expresiones del clasismo por parte de IS que incide en su conducción.
Tampoco quien asume un cargo sindical está exento de los problemas de género, tan enraizados en la burocracia patriarcal. Por eso marcar a fuego estos puntos programáticos y llevarlos a la práctica, es fundamental si queremos dar vuelta todo y empalmar con el nuevo activismo rebelde. Sin el cual, no hay materia prima para una nueva dirección clasista.
Por último, la necesidad de coordinar, de poner la conquista lograda al servicio de la pelea por un gremio o sector de la clase, es uno de los pilares claves del nuevo modelo que se necesita y también donde muchas veces sectores de la izquierda faltan a la cita. No se puede tratar al sindicato o la interna recuperados, como un coto de caza. Adaptarse al aparato, es una presión hacia la burocratización. No hay sindicatos revolucionarios si se implementa en ellos una política conservadora y no se los pone al servicio de la lucha y de ganarle nuevos sectores a la burocracia.
Estos debates quedaron abiertos. Para nosotros avanzar en ellos es una necesidad para que sean realidad las prácticas democráticas en el movimiento obrero.