Por Luis Meiners LIS Estados Unidos
El regreso de Trump a los actos de campaña presidencial este sábado en Tulsa estuvo muy por debajo de las expectativas. Los asientos vacíos pintaban una perspectiva sombría para la reelección, y activaron alarmas en su campaña. Culparon a los manifestantes, los medios de comunicación, los usuarios de tik tok y los fanáticos del k-pop. Pero la realidad subyacente es la creciente debilidad de Trump como resultado de la respuesta del gobierno a la pandemia, la creciente crisis económica y la rebelión histórica contra el racismo sistémico y la violencia policial.
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En las semanas previas al evento, su campaña había dicho que se habían solicitado más de un millón de boletos y esperaba que aparecieran decenas de miles de seguidores. Incluso habían preparado un escenario en la calle para dirigirse a una gran multitud que desbordaría el estadio. La gran cantidad de boletos pedidos fue en parte el resultado de la intervención de una protesta creativa por parte de los usuarios de tik tok y los fanáticos del k-pop que usaron las redes sociales para organizar solicitudes masivas de boletos que no se usarían, inflando deliberadamente las expectativas de la campaña.
La participación real estuvo lejos de eso. Según los números publicados por el departamento de bomberos de Tulsa, solo 6.200 personas estuvieron presentes en un estadio con capacidad para 19 mil. Esto se produjo después de semanas de controversia en torno a la fecha y el lugar de la manifestación. La campaña de Trump eligió Tulsa, ciudad donde ocurrió uno de los peores incidentes de violencia racista y supremacista blanca en la historia: la Masacre Racial de Tulsa de 1921. Inicialmente fijó la fecha para el 19 de junio, el “Juneteenth”, fecha en que se conmemora el fin de la esclavitud. Esto provocó grandes críticas, forzando un cambio en la fecha.
La idea de celebrar un evento en un estadio cubierto en medio de una pandemia también fue motivo de controversia. Es parte de un debate más amplio sobre la respuesta negacionista y anti-científica de Trump frente a la pandemia. Esto se agravó por el hecho de que varios miembros de la campaña que eran parte de la organización del evento en Tulsa dieron positivo a Covid 19 en los días previos al mismo.
Más signos de declive
El regreso fallido en el acto en Tulsa es parte de una tendencia más grande de retrocesos recientes para la administración, su agenda y el camino hacia la reelección. La combinación del mal manejo de la pandemia, la crisis económica y el surgimiento de una rebelión masiva cambiaron el panorama político. Esto ha tenido varias manifestaciones.
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Dos recientes decisiones de la Corte Suprema han sido un duro golpe para Trump en temas clave para su agenda de derecha. El primero fue el fallo que estableció que la Ley de Derechos Civiles de 1964 se aplica a la discriminación basada en la orientación sexual y la identidad de género. Esto defiende los derechos de los trabajadores LGBTQ, prohibiendo a sus empleadores despedirlos por esos motivos. El segundo fallo fue sobre DACA. La Corte Suprema bloqueó el intento de terminar este programa que protege de la deportación a los inmigrantes que llegaron como niños.
En las últimas semanas, algunos aliados conservadores importantes de Trump han comenzado a distanciarse del presidente. Las críticas de las principales figuras militares fueron seguidas por las que provenían de importantes figuras republicanas e incluso líderes de la derecha cristiana. Las encuestas también han comenzado a mostrar que las perspectivas de reelección de Trump se han vuelto más complicadas. Ahora parece estar detrás de Biden a nivel nacional y en estados clave para el colegio electoral.
Las razones del declive
La principal fuerza impulsora detrás del declive de Trump es la rebelión provocada por el asesinato de George Floyd. Ha demostrado que hay una voz masiva contra la agenda de racismo y represión de la derecha. Esto ha fortalecido y envalentonado la oposición al gobierno, y ha producido un cambio importante en el panorama político. Puede verse en las encuestas que muestran que incluso las formas más radicales de protesta tienen un apoyo más popular que Trump, y que Biden también.
La rebelión ha puesto al gobierno a la defensiva. Sus números y su fuerza obligaron a Trump, y también a los alcaldes y gobernadores democrátas, a dar marcha atrás del intento de aplastar el movimiento por la fuerza. Esto generó una división en la parte superior de las instituciones del estado, con voces prominentes en el aparato militar y político que se distanciaron de la feroz represión.
Esto también se ha visto impulsado por la respuesta del gobierno a la pandemia y la crisis económica. Con más de 120 mil muertes y 40 millones de desempleados, la «historia de éxito» que Trump intentó forzar a la realidad tiene muy poco sentido.
Perspectivas
Se está abriendo una nueva situación política. La rebelión contra el racismo y la violencia policial ha fortalecido una nueva ola de lucha de clases que comenzó con una ola de resistencia contra los patrones durante la pandemia. La huelga de “Juneteenth” de trabajadores portuarios que cerró 29 puertos en la costa oeste es un desarrollo importante, y se suma a las más de 500 huelgas y acciones en los lugares de trabajo contra el racismo en las últimas semanas. Los movimientos de masas en las calles siguen siendo fuertes y está ganando victorias concretas contra el aparato represivo del estado.
En este escenario, Trump confía en la movilización de los elementos más radicales de su base para generar entusiasmo e intentar luchar por una oportunidad de reelección. Su estrategia parece ser abrazar la polarización, tratando de avanzar con su agenda de derecha. Presentándose como un presidente de «ley y el orden», un defensor de la tradición, culpando a los «anarquistas» y «antifas» por las protestas, y acusando a Biden de ser una herramienta de la «izquierda radical».
La combinación de estos elementos significa que veremos una mayor polarización en los próximos meses. La lucha de clases se profundizará contra los recortes presupuestarios que se aproximan. Los demócratas y los «progresistas» intentarán cooptar e institucionalizar los movimientos, y ejercerán una gran presión sobre la izquierda con la política del mal menor. Es un momento crucial, y la izquierda debe intervenir con decisión y, al mismo tiempo, presentar claramente el caso contra Trump y todo el establishment, incluidos Biden y los demócratas. Hay grandes desafíos por delante, pero también aperturas históricas para la política socialista. Debemos organizarnos para aprovecharlo.