Argentina: avanza la lucha y organización de los repartidores

Ahora que sí nos ven

Un nuevo paro internacional de repartidores mostró el alcance mundial del fenómeno, pero en una nueva faceta. Un joven sector de la clase obrera activa, se organiza y gana amplia simpatía social. El capital que precariza la vida de la juventud ahora enfrenta un nuevo fantasma que empieza a recorrer todos los países.

Por Mariano Rosa

Era fundamental mostrarse. Era clave que la causa tuviera efecto multiplicador. Que se hablara, que se debatiera, que los grandes medios masivos lo registraran. Y ese objetivo se logró, internacionalmente se logró. Las manifestaciones en Brasil, por ejemplo, fueron hermosas, motivado-ras. Ahí se pudo ver jóvenes pobres, negros, residentes de la periferia de las ciudades. Enormes desfiles de motos en San Pablo, Belo Horizonte, en Minas Gerais. Pero no fue solo Brasil, aunque sí el país más potente en la acción del 1° de julio. Fue Centroamérica con Costa Rica. Fueron México, Chile, Ecuador.

El movimiento de los invisibles para los que mandan, hasta ahora, se hizo evidente para millones. En Argentina, con cuarentena, COVID y sectores que desanimaron la jornada, igualmente hubo protesta de calle. En CABA, en Córdoba y en Rosario. Y el efecto contagio va creciendo, de rebeldía, de solidaridad, de comprensión, de jugársela porque es en defensa propia. Hasta hace poco, se trataba de un debate académico de especialistas que dedicaban horas a explicar los beneficios de la «economía de plataformas». A partir de ahora, el «tema» es la rebelión de la juventud precarizada. Empieza otra etapa, arranca otra historia. Internacional y desde abajo.

El vampiro y la tecnología 4.0

Alguien escribió alguna vez que los empresarios y su capital, son como vampiros para la clase obrera: viven de chupar la sangre de los trabajadores que explotan. Sin eso, son nada. Están muertos. Lo que se llama «economía asociativa» o «capitalismo de plataformas» son en realidad modalidades de trabajo, precarizados, utilizando el recurso de la tecnología digital como un medio para hacer un gigantesco negocio. Están las plataformas que recolectan de la «huella digital» de sus usuarios información para vender publicidad (Google, Youtube, Facebook). Otras suman suscriptores pagos (Netflix, Spotify) o bien hacen logística y comercio electrónico (Amazon, Mercado Libre). Las que nos interesan en particular a nosotros son las plataformas de servicios que «conectan clientes y colaboradores»: son los casos de Rappi, Glovo, PedidosYa o Uber Eats. Lo primero para explicar y entender su multiplicación son varios factores que confluyen. El capitalismo funciona en base a tener más y más rentabilidad. Todo lo subordina a eso. Usa todos los medios para ese objetivo. Analicemos cuatro de esos medios: la desocupación, la juventud, la migración, y la digitalización social.

No son las plataformas, es el capitalismo

Con el COVID se amplificaron fenómenos de distinto tipo.
La desocupación es uno, en especial en la juventud. Esta realidad no es un accidente del sistema: funciona con la necesidad de tener desocupados. Ese recurso es usado para bajar el salario ofreciendo trabajar en condiciones de mayor explotación. Si en tiempos de «normalidad», sin pandemia, para la juventud la forma de integración laboral era precaria, ahora con la crisis de la economía para una mayoría de jóvenes las empresas de reparto son una salida accesible para sobrevivir. El sistema utiliza ese ejército de reserva laboral, enorme y mundial.

Las migraciones son otro fenómeno que ofrece al negocio de las apps un recurso para tener rentabilidad. En Argentina, pero también en países centrales de Europa como Inglaterra, Francia, España o incluso en EEUU, los jóvenes migrantes son la base de la precarización laboral. Sin perspectiva en un país extraño, sin red social familiar ni nada, lógicamente son un blanco fácil para la precarización. En algunas empresas como Rappi o Glovo, en nuestro país, son directamente mayoría.

La digitalización social es mundial. En el mundo hay 5000 millones de teléfonos celulares. Solo en nuestro país 8 de cada 10 personas usa teléfonos inteligentes y 7 de cada 10 accede a Internet. Se multiplican las aplicaciones para todo: relaciones personales, música o hacer pedidos de cualquier servicio. Este dato es central también. Y claro, en manos privadas de empresas, un rentable método de comercialización.

Finalmente, el confinamiento multiplicó la dependencia digital: la necesidad de las aplicaciones para comprar todo, la publicidad permanente, y el encierro obligado por el COVID transformó la excepción de los «Black Friday’s» en casi la normalidad desde hace muchas semanas. Por lo tanto, miles de nuevos precarizados y expansión del negocio de las empresas del sector.

Discurso del siglo XXI, nostalgias del siglo XIX

Las condiciones laborales del sistema actual, por la desprotección total (sin ART, ni Obra Social), por la miseria salarial, por las jornadas «desreguladas» pero interminables, por la persecución sindical, y el uso de un salto tecnológico para maximizar ganancias, francamente remite al capitalismo de la revolución industrial de 1850. Detrás del discurso innovador de las empresas, tecnologicista, modernizador y cargado de conceptos en inglés, se encubre la lógica parasitaria del empresariado de siempre. Frente a esa agenda, a esa orientación patronal, la lucha por la organización de la juventud obrera precarizada da pasos en todo el mundo. Un gran dirigente socialista decía que las huelgas y protestas obreras, eran potencialmente el principio de la lucha contra todo el sistema. Los trabajadores aislados son carne de cañón para la esclavización patronal. Pero cuando la conciencia avanza a partir de la experiencia, y se va cohesionado la acción de lucha, los capitalistas se espantan. En Amazon, el gigante del magnate Jeff Bezos, el personaje más rico del mundo, tuvo huelga en su planta en Berlín. En California, antes en España y en Francia, la lucha de los trabajadores de las apps, logró el reconocimiento legal como trabajadores. Hace semanas en Seattle, se aprobó un seguro especial por COVID que reconoce licencia paga por enfermedad a cargo de las empresas para los trabajadores. Hay sindicato en Inglaterra, hay colectivos que se organizan en Brasil, México, Centroamérica y los Riders x Derechos en el Estado Español. Hace pocos días, se realizó la 1ra Conferencia Global de Trabajadores de plataformas digitales. Es decir: la vitalidad de este sector del movimiento obrero joven crece, avanza. En Argentina, tenemos el desafío de escalar en la misma dirección. No perdamos un minuto más.

Que vengan de a uno

La semana pasada, en el Congreso Nacional se aprobó la llamada «Ley de economía del conocimiento». En concreto esa norma, detrás del nombre ampuloso, oculta beneficios para Mercado Libre y otras empresas del sector. Van a pagar 70 % de carga fiscal al Estado. Ese proyecto impulsado por el kirchnerismo (digamosló), otorga el doble de los beneficios a las patronales que los que estipulaba un proyecto del macrismo que fue bloqueado el año pasado. Según se supo, además, el proyecto tiene el propósito de «seducir» al gigante Amazon, que estaría previendo invertir en América Latina para instalar un centro de operaciones. En definitiva, en un mundo como al que vamos, con más desocupación, la agenda de la política tradicional es más beneficios para las empresas y más precarización para los trabajadores. En ese camino, es fundamental saber de qué lado de la mecha está cada uno.

Los empresarios, los dirigentes sindicales y todos en la política tradicional (macristas y kirchnerismo), están de un lado. La juventud que pedalea, que trabaja en los fast-food, que calza la vincha en el call-center, en fin, que rema y rema para sobrevivir, está del otro lado. Es tiempo de tener nuestra propia organización, nuestro propio programa, nuestra propia perspectiva. No dejemos a nadie tirado. Si ellos traen más precarización, los esperamos más conscientes que nunca. Que vayan viniendo, acá estamos.

¿Por qué organizarte con nosotros?

Es lógico que muchos compañeros repartidores, pero también en los fast-food, en los call y otros sectores, se pregunten legítimamente, «¿por qué me tendría que organizar con ustedes?». Por lo tanto, queremos dar algunas razones, algunas bases de la organización de precarizados que proponemos.

Porque nadie se salva solo. Contra el individualismo, contra toda esa porquería del «emprendedurismo» y el pisarle la cabeza a los demás. Para nosotros es todo lo contrario: confianza en los otros compañeros. Solidaridad de clase, porque somos eso: de la misma clase, orgullosamente trabajadores y, por lo tanto, tenemos que luchar colectivamente.

Porque esta pelea es internacional. Las empresas son globales, su plan precarizador es así: abarca todo el planeta y tiene la misma receta para un país o el otro. Nuestra respuesta tiene que ser del mismo alcance: bien internacional. Esto también justifica organizarte con nosotros.

Porque somos trabajadores, no socios. Reclamamos todo. En las apps, aumento al 100 % por pedido, ART, Obra Social, días de descanso y vacaciones pagas. Contra el sistema de puntajes aberrante. O en los fast-food, por que paguen sin descuentos, por licencias por COVID al 100 %. En los call-centers, encuadramiento sindical en el convenio de la actividad que realizamos. En todos los rubros: jornadas de 6 hs, 5 días, con salario equivalente al costo real de vida. Al final, trabajar para vivir, no a la inversa.

Porque luchamos por la unidad de todos los precarizados. Es obvio que juntos pegamos más duro, más fuerte contra los patrones. Es obvio que, en este punto, el que divide para llevar agua a su molino es funcional a las empresas. Esta es una enseñanza básica que nosotros tenemos como un principio.

Porque estamos contra la burocracia sindical. Nuestro modelo para tomar las decisiones es la democracia de base, son las asambleas. Rechazamos a burócratas y personalistas que se quieran adueñar el movimiento. Nuestra consigna es: que la base decida todo, democracia obrera y no se negocia.

Porque defendemos la libertad ideológica en el movimiento. Si sos precarizado y querés luchar, si venís a poner el cuerpo y querés debatir, no importa como pienses. Si te bancás el debate en asamblea, y después sos el mejor militante de lo que resolvamos entre todos, entonces pensá como quieras. Las distintas posturas sirven para encontrar las mejores conclusiones, y si hay democracia para decidir, sirve, enriquece. No perseguimos a nadie por su ideología, y nos parece válido que cada uno tenga su posición, su grupo o partido. Los patrones, los milicos, los burócratas, persiguen. No podemos parecernos en nada a esas lacras.

Porque proponemos ahora Coordinadoras de Lucha. Es lógica la desconfianza en los sindicatos de muchos compañeros. También es cierto que necesitamos una herramienta propia, nuestra. Y a la vez, que el problema no son los gremios como tales, sino más bien sus dirigencias burocráticas y vendidas. Proponemos que ahora, en lo inmediato, todos los sectores precarizados, sin discriminación de ningún tipo, nos agrupemos en Coordinadoras de Lucha, bien democráticas, bien plurales. En el camino de que nuestro movimiento cristalice en la forma organizativa que estratégicamente discutamos entre todos, sin descartar un sindicato propio.

Porque somos rabiosamente anti-capitalistas, anti-patrones. Los patrones buenos son como los Reyes Magos: no existen. Nuestra visión es por la independencia de los trabajadores, sin patrones. Las empresas no funcionan ni por la tecnología, ni por los dueños: funcionan por nosotros, porque sin nosotros, no se mueve nada. Los patrones, todos, viven del esfuerzo nuestro. Nos los necesitamos.

Porque no tenemos nada que ver con la política tradicional. Los empresarios hacen todo lo que hacen porque en los gobiernos y en las oposiciones tradicionales, los dejan. Por eso, pensamos que la juventud tiene que hacer su política: anti-capitalista, socialista. Ahora nos toca luchar por todos nuestros derechos inmediatos, elementales contra patrones y gobiernos, pero la verdad es que el problema es el sistema entero. Por eso, nuestra bandera es la unidad con toda la clase trabajadora para tener nuestra propia organización política. Y con una perspectiva: el poder obrero y popular para los de abajo. Los que nunca gobernamos en Argentina.