Compartimos la transcripción del último capítulo del Ciclo León Trotsky realizado por nuestro compañero Alejandro Bodart en Panorama Internacional, el programa de la Liga Internacional socialista.
El 21 de agosto se cumplieron 80 años del asesinato de León Trotsky. Desde la Lis hemos realizado un gran acto homenaje, que invitamos a ver desde nuestra página web. Hoy presentamos el último informe de nuestro ciclo conmemorativo de su vida y obra.
Una de las grandes preguntas que afrontamos los socialistas es porqué se degeneró la revolución rusa. Cómo se explica que el triunfo más importante de la clase obrera mundial, que creó el primer Estado obrero de la historia, se convirtió en una horrorosa dictadura estalinista y terminó décadas después en la restauración del capitalismo.
Lenin y Trotsky, tenían absoluta claridad sobre un tema: que la revolución no podía sobrevivir en un país, y menos en uno económicamente atrasado como Rusia. Por eso, como contamos en la entrega anterior, invirtieron tanto en construir la Tercera Internacional e intervenir en las revoluciones que sacudieron toda Europa después de la Primera Guerra Mundial.
Lamentablemente, esas revoluciones fracasaron, fundamentalmente por la inexperiencia y los errores políticos de la dirección del joven Partido Comunista alemán.
A diferencia de los bolcheviques, los revolucionarios alemanes, entre ellos Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, nunca comprendieron la importancia estratégica de comenzar a organizar a los revolucionarios dentro de los Partidos Socialdemócratas y la Segunda Internacional, que estaban dirigidos por reformistas que se habían adaptado al Estado Burgués y sus instituciones. Cuando los dirigentes reformistas traicionaron en 1914 a la clase obrera apoyando la Guerra Imperialista y tuvieron que romper, los revolucionarios estaban dispersos, desorganizados y en vez de encarar la construcción de un partido como el que proponía Lenin, decidieron unirse como ala izquierda al Partido Socialdemócrata Independiente que fundo el centrista Karl Kautsky.
Estas vacilaciones de los revolucionarios, hizo que recién en diciembre de 1918 se fundara el Partido Comunista Alemán, casi al mismo tiempo que la situación se aceleraba y terminaría en el estallido de la primera revolución alemana en 1919. Su dirección, joven e inexperta cometió muchos errores y fue masacrada por la contrarrevolución del gobierno socialdemócrata que acababa de llegar al poder. Los asesinatos de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht y otros debilitó aún más a los comunistas alemanes, que a pesar de construir en poco tiempo un partido de masas, tuvo una dirección débil y de poca confianza en sí mismo. Sus vacilaciones y errores llevaron a que también se perdiera la oportunidad de la segunda revolución alemana en 1923.
Con el reflujo que sobrevino después, la Rusia soviética quedó aislada.
Al mismo tiempo, en la joven Unión Soviética el Ejército Rojo comandado por Trotsky salía victorioso de la guerra civil contra las fuerzas contrarrevolucionarias y los ejércitos imperialistas, pero a un costo altísimo. El país quedó devastado y su economía en un estado de colapso total. Venían de la guerra mundial, un año de revolución, tres más de guerra civil. La industria estaba al 20% de lo que producía antes de la guerra. La mitad de la clase obrera se había vuelto al campo para intentar sobrevivir en medio de una hambruna generalizada. Lo mejor de la vanguardia, los trabajadores más conscientes, más radicalizados, los revolucionarios, habían estado al frente en la guerra civil y muchos habían muerto. Los que no, habían sido absorbidos por las tareas administrativas y políticas de gobernar el masivo país. Construir el socialismo sobre esas bases era completamente imposible.
Qué hacer en esas difíciles circunstancias fue un debate importantísimo que hoy tal vez no es tan conocido. Durante la guerra civil, los bolcheviques aplicaron el comunismo de guerra, requisando toda la producción del campo y centralizando toda la economía en función de ganar la guerra y defender la revolución. Esto generó descontento en el campesinado, y un desgaste del apoyo que el mismo le había brindado a la revolución bolchevique.
Para resolver el terrible desabastecimiento que quedó tras la guerra civil, el gobierno bolchevique implementó la NEP, la Nueva Política Económica, concediéndole a los campesinos para incentivar su producción, un mercado limitado para vender sus productos, lo cual generó otro problema, ya que algunos campesinos e intermediarios comerciales comenzaron a enriquecerse. Para contrarrestar el poder potencialmente restaurador de ese sector, los bolcheviques fortalecieron el Estado, a su vez concentrando más poder en la burocracia estatal. Estas medidas excepcionales debían ser temporales y de corta duración, pero surgió un sector de la burocracia, asentada en los kulaks y encabezada por Stalin, que busco utilizarlas para aferrarse al poder.
Lenin reconoció el peligro que significaba el creciente peso de la burocracia, y se preparaba para enfrentarla, cuando en 1922 sufrió una serie de infartos cerebrales que acabarían con su vida en 1924. En su testamento, que se hizo público años más tarde, dejaba en claro que le preocupaba en particular el poder que concentraba Stalin y recomendaba su remoción de la conducción del partido.
La tarea de encabezar la lucha contra la burocracia recayó sobre Trotsky. La oposición de izquierda que él comandó planteó una política alternativa para la difícil situación en la que se encontraba la unión soviética: girar los recursos que hubieran hacia una rápida industrialización, para recomponer la producción y la clase obrera; aumentar los salarios para recuperar la confianza y la moral de los trabajadores; recomponer y ampliar la democracia soviética y partidaria; apuntalar al campesinado pobre contra los kulaks; y sobre todo, mantener una orientación hacia la revolución mundial.
La burocracia hizo todo lo contrario, e inició una brutal campaña contra Trotsky, reviviendo viejos debates y utilizando directas calumnias, para intentar mostrarlo contrario al bolchevismo y al leninismo. En el fondo, la burocracia había abandonando la estrategia de la revolución mundial y necesitaba desacreditar a Trotsky que, para las masas, era el sucesor natural de Lenin, y el que defendía la herencia bolchevique y la estrategia de la revolución internacional-
Todo esto se evidenció trágicamente con la revolución china de 1926, 27. Contrario a lo que habían hecho los bolcheviques en 1917, y contrario a la táctica del frente único que los primeros congresos de la Tercera habían discutido, la dirección soviética le recomendó al PC chino, disolverse bajo el mando de las fuerzas nacionalistas burguesas de Chiang Kai Shek. Cuando los obreros tomaron el poder en Shanghái, bajo la dirección del Partido Comunista, este le terminó entregando la ciudad al Kuomintang de Chiang Kai Shek, quién procedió a masacrarlos y enterrar la revolución.
La oposición de izquierda luchó por una política revolucionaria en China, y contra el curso general de la burocracia. Pero esta se asentaba sobre la realidad de un pueblo agotado y desmoralizado. Sin la presión de los trabajadores movilizados, y utilizando el poder del aparato estatal y apoyándose en los nuevos privilegiados de la NEP, la burocracia desató una feroz persecución de la oposición, y una verdadera contrarrevolución.
En 1927 se produjo un punto de inflexión. En el décimo aniversario de la revolución de octubre, la oposición de izquierda movilizó a los actos oficiales con columnas propias en protesta de la política de la burocracia, y fue brutalmente reprimida. Una semana más tarde, Trotsky era expulsado del partido. Al año siguiente sería deportado a Kazajistán y en 1929 expulsado de la URSS.
Para consolidarse en el poder, la burocracia estalinista terminaría purgando y asesinando a toda la dirección bolchevique que hizo la revolución de octubre. Los principales cuadros fueron ejecutados en los procesos de Moscú entre 1936 y 1938. Cientos de miles de militantes y millones más terminarían pereciendo en los campos de trabajo forzado.
Es importante resaltar que, contrario a lo que dice la propaganda capitalista, el estalinismo no fue la continuidad ni consecuencia lógica del bolchevismo, sino todo lo contrario. Fue su negación, y tuvo que llevar adelante una sangrienta contrarrevolución para enterrar lo anterior y establecerse.
De hecho, la contrarrevolución estalinista revirtió todos los logros de la revolución rusa. Liquidó el control obrero y todo rastro de democracia obrera, incluso disolviendo los propios soviets. Impuso niveles de explotación y desigualdad que nada tenían que envidiarle al capitalismo occidental, con una privilegiada y enriquecida casta burocrática concentrando el poder absoluto. Restableció el dominio colonial sobre los pueblos oprimidos del viejo imperio zarista, incluso reviviendo la ideología chovinista de la “Gran Rusia”. Volvió a ilegalizar el aborto y la homosexualidad, y revirtió todos los derechos democráticos que había conquistado la revolución. Y abandonó por completo la estrategia de la revolución mundial, desarrollando la nefasta teoría del socialismo en un solo país, contra los principios más elementales del marxismo revolucionario.
Trotsky, en su obra la Revolución Traicionada, advirtió que el estalinismo, de no ser derrotado, llevaría a la restauración del capitalismo. Pronóstico que se confirmó trágicamente décadas después.
En el exilio, Trotsky terminó de pulir su teoría de la revolución permanente, justamente en oposición y en lucha contra esa ideología contrarrevolucionaria del estalinismo, que estaba transformando a la Tercera Internacional en un instrumento al servicio de la diplomacia del Estado burocrático soviético.
Tras la derrota de la Revolución China, el estalinismo adoptó una política ultra izquierdista y sectaria que se conoció como la del Tercer Período. Decía que los años de la revolución rusa y las revoluciones de posguerra en Europa habían sido un período revolucionario, que los años posteriores a la derrota de la revolución alemana habían sido un segundo período contrarrevolucionario, pero que ya se abría un tercer período en el que le revolución era inminente.
Las consecuencias fueron trágicas, porque ante el ascenso del fascismo en Europa, los partidos comunistas, en lugar de aplicar tácticas de frente único con la socialdemocracia para derrotarlo, dividieron a la clase obrera, igualando a la socialdemocracia, que calificaban de social-fascista, al propio fascismo. Esto es lo que permitió que Hitler llegara al poder, a pesar que la mayoría de la clase obrera se oponía, que el Partido Comunista tenía influencia de masas y que se habían abierto varias oportunidades revolucionarias, todas desaprovechadas por la dirección estalinista.
Trotsky escribió una y otra vez, advirtiendo a los comunistas alemanes con creciente preocupación y desesperación sobre la gravedad de sus errores y el peligro que significaba Hitler y el fascismo. Y fue la llegada de Hitler al poder en Alemania lo que lo convenció finalmente que la Tercera Internacional era irrecuperable y había que construir nuevos partidos revolucionarios y la Cuarta Internacional.
El estalinismo luego giró, en base a sus necesidades diplomáticas de acordar con el imperialismo francés e inglés, y del sectarismo del tercer período pasó a la política del Frente Popular. Mandó a los partidos comunistas a frentes políticos con los sectores supuestamente democráticos de la burguesía, y donde estallaron revoluciones, como en España en el 1936, priorizó esas alianzas.
Contra el golpe fascista de Franco, los campesinos habían tomado las tierras y los obreros habían tomado las fábricas. Pero el Partido Comunista trabajó hasta lograr dar marcha atrás, explicando que la revolución se haría en etapas, que la etapa correspondiente era junto a la burguesía contra el fascismo, entonces había que devolver las tierras y fábricas para cuidar esa alianza.
Trotsky escribió profusamente sobre la revolución y guerra civil española, enfrentando la política estalinista e intentando incidir. Incluso terminó rompiendo con el partido que se relacionaba con él, el POUM, cuando éste terminó entrando al gobierno del frente popular en Cataluña.
El estalinismo traicionó, abortó o desvió cuanto proceso revolucionario se desarrolló en el mundo durante largas décadas. Durante la Segunda Guerra Mundial, directamente disolvería la Tercera Internacional como gesto a su alianza con el imperialismo, política que consolidaría después de la guerra en los pactos de Yalta y Potsdam.
Trotsky dedicó los últimos años de su vida a enfrentar la política contrarrevolucionaria del estalinismo en el mundo, y a lo que él mismo definiría como la obra más importante de su vida: la construcción de la Cuarta Internacional, que se fundaría en 1938.
Desde su expulsión de la Unión Soviética, Trotsky comenzó a organizar la oposición de izquierda a escala internacional. Tarea que encaró en las peores circunstancias. Expulsado de un país a otro, con sus seguidores perseguidos por los estalinistas y por los fascistas, y enfrentando las vacilaciones de los pocos revolucionarios que se animaban a romper con la Unión Soviética, o que veían inoportuno lanzar una organización nueva en esas circunstancias.
De hecho, los principales dirigentes de la oposición de izquierda, como León Sedov, hijo de Trotsky o Rudolf Klement, uno de sus colaboradores más cercanos, fueron asesinados por agentes estalinistas poco antes del congreso fundacional de la Cuarta Internacional.
Este finalmente se realizó en las afueras de Paris en septiembre de 1938, y aprobó el famoso Programa de Transición, que sería uno de los pilares de la lucha socialista revolucionaria hasta nuestros días. En él, Trotsky condensa una caracterización sobre la decadencia del capitalismo que el estallido de la segunda guerra mundial confirmaría un año más tarde, y que la crisis actual continúa validando.
Al mismo tiempo, sentencia que, aunque las condiciones objetivas para la revolución estén más que maduras, no alcanzan sin el factor subjetivo, sin un partido revolucionario que la dirija. En sus palabras, la crisis de la humanidad se reducía a la crisis de su dirección revolucionaria.
Y propone un nuevo método de intervención política, que partiendo de las necesidades inmediatas del proletariado y escalando a las intermedias, lo lleve al enfrentamiento global con la lógica del capital y el poder burgués.
Trotsky mismo no pudo participar del Congreso fundacional de la IV. Tras ser expulsado de Turquía y Noruega, y que diversos países le negaran el visado, el México de Cárdenas lo aceptó, a pedido de los famosos artistas Diego Rivera y Frida Kahlo, que militaban en el Partido Comunista, pero estaban enfrentados con su dirección y acogieron a Trotsky y su compañera Natalia Sedova.
Fue en Coyoacán que, tras varios atentados fallidos, Stalin logró asesinar a Trotsky en agosto de 1940. El catalán Ramón Mercader, agente de la GPU entrenado específicamente para la tarea, se había logrado infiltrar en la casa, haciéndose pasar por simpatizante de sus ideas, y lo derribó con un golpe de piolet que le costaría la vida al gran revolucionario.
El legado de Trotsky es invaluable para los revolucionarios de hoy. Sin su incansable labor se hubieran perdido las lecciones y conclusiones de más de un siglo de lucha de clases. La tradición marxista revolucionaria, la bolchevique, la leninista sobrevivió a través suyo, y los revolucionarios de nuestros días no tuvimos que empezar de cero. Este es el motivo de última instancia por el cual reivindicamos la vida y obra de León Trotsky.
A 80 años de su asesinato, Trotsky está más vivo que nunca y sigue provocando el mismo odio y terror entre la burguesía, las burocracias y los reformistas, que el que les provoco durante toda su vida.