Por corresponsal
Se tensa la cuerda en un país cruzado por la continuidad de las movilizaciones, la huelga general y una feroz represión del régimen de Lukashenko.
Van más de dos meses de protestas, con movilizaciones que le dicen basta al autoritarismo. El domingo pasado, más de 100.000 personas volvieron a movilizarse a pesar de las advertencias de recibir “munición real”. El régimen repitió la respuesta de cada fin de semana: represión y centenares de detenidos. Esa noche, venció el plazo del “ultimátum popular” a Lukashenko, lanzado por la excandidata a presidenta Svetlana Tijanóvskaya, para renunciar, cesar la represión y liberar a los presos políticos o “el día 26 de octubre, comenzará una huelga nacional en todas las empresas del país, las carreteras serán bloqueadas…”
El lunes llegó el día. Desde temprano, hubo asambleas intentando elegir Comités de Huelga y paralizando la producción, aunque sea parcialmente, en establecimientos cómo Belkommunmash, Grodno Azot, la Fábrica Automotriz de Bielorrusia, la telefónica MTS, la Fábrica de Tractores y otros centros de trabajo. Los estudiantes de varias universidades demostraron su apoyo a la huelga frente a la Universidad Estatal de Bielorrusia, la Lingüística de Minsk y la Nacional Técnica, entre otras. Trabajadores, estudiantes, profesores, jubilados y mujeres ganaron las calles. Muchos cafés, restaurantes y comercios amanecieron cerrados.
En las empresas estatales la presión anti-huelga la ejercieron directamente los efectivos antidisturbios, en otros lugares de trabajo el accionar represivo estuvo a cargo de la KGB, los agentes de policía y las direcciones de fábricas sirvientes del régimen. Aunque el gobierno haya dicho que fue un día de actividad normal, lo cierto es que la primera jornada de lucha se hizo sentir, principalmente en Minsk y las ciudades más importantes.
¿Qué sucederá los próximos días? Es un interrogante. La movilización sigue fuerte, aunque la convocatoria de Tijanóvsjaya y el Consejo de Coordinación llegó bastante tarde, dejando pasar el mejor momento de las protestas. Además, hace años que no se realiza una medida de tal envergadura, falta experiencia organizativa y, tanto los sindicatos independientes como los activistas obreros, son víctimas de toda clase de ataques. También actúa la posibilidad concreta de perder el trabajo, sin contar con un fondo de huelga extendido para soportarlo. Sin embargo, lxs trabajadorxs y el pueblo siguen luchando con las herramientas que tienen a la mano, por eso, la primera tarea de los socialistas revolucionarios es apoyarlos.
No depositamos ninguna confianza en Tijanóvskaya, que recurre a explotadores imperialistas de la UE como Macron y Merkel. Tampoco en su método de convocar a una huelga para echar a un tirano desde el exilio y por canal de Telegram. Para las próximas jornadas será decisivo sí los trabajadores y el pueblo se autoorganizan desde abajo decidiendo qué hacer y cómo en asambleas. Sí toman la lucha en sus propias manos formando piquetes para garantizar el cese de actividades y defenderse de los ataques represivos. Sí se conforman organismos democráticos de coordinación entre los distintos sectores movilizados, le pueden asestar un duro golpe a Lukashenko.
Estamos viviendo hechos históricos. Los pueblos se rebelan contra el autoritarismo, contra las consecuencias de la crisis capitalista y los desastres sanitarios de los gobiernos ante la pandemia. Sucede en Chile, Indonesia, Argelia y otros tantos países, entre ellos, Bielorrusia, donde un pueblo valiente enfrenta a un presidente autoritario y al régimen represivo que ha montado durante décadas de dictadura. Mientras hay lucha, hay esperanza. Todavía no está dicha la última palabra.
La dureza del enfrentamiento, la perspectiva y el hecho de que no esté dicha la última palabra, señalan como tarea de los socialistas revolucionarios, apoyar más que nunca al pueblo bielorruso en lucha impulsando la solidaridad internacionalista, como venimos haciendo desde la Liga Internacional Socialista. Al mismo tiempo, pone blanco sobre negro la urgente necesidad de construir una alternativa política propia de la clase obrera y el pueblo, un Partido de Trabajadores, anticapitalista, independiente de la oposición burguesa liberal y de la burocracia capitalista de Estado.