Por Omid Jurrat Rastakhiz
Según el Informe Mundial sobre las Drogas de 2013 de la UNODC (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito), Afganistán es el mayor productor de drogas del mundo. Ha mantenido su posición hasta el presente, pero la producción de drogas aumenta día a día. Tal que la cantidad de este veneno producido entre 2003 y 2013 es inconmensurable. El área de cultivo de amapola se estimó en 209.000 hectáreas en 2013, lo que en realidad es un récord. En 2001, se habían plantaron amapolas en 8000 hectáreas. Según una investigación realizada en 2010, se estima que hay un millón de drogadictos en Afganistán. Sin embargo, las cifras reales son mucho más altas. Por lo tanto, Afganistán enfrenta una amenaza mayor que el terrorismo y el imperialismo occidental. Los medios de comunicación ponen constantemente en primer plano fenómenos como la guerra y el terror, pero no se menciona cómo Occidente ha arrastrado a la población afgana a la muerte con las drogas y ha convertido al país en una estructura de narco-mafia como resultado de la ocupación en curso desde 2001. En Afganistán, el tráfico de drogas está prohibido por ley y tiene varias sanciones. Sin embargo, se puede notar claramente que esta situación es muy diferente en cada rincón de Afganistán.
En Afganistán, quienes trasplantan y comercializan drogas son los funcionarios del Estado y las fuerzas que los protegen. Muchos miembros del gobierno han hecho fortunas increíbles con las drogas. De tal manera que, en un artículo del New York Times, publicado el 5 de octubre de 2008, se afirma que el hermano de Hamid Karzai, Ahmad Wali Karzai, había estado involucrado en el tráfico de drogas. Gobernadores, comandantes de policía y funcionarios de casi todas las provincias del país tienen un dedo en el tráfico de drogas. Algunos de ellos son conocidos como la mafia de la droga más famosa de la región. Por ejemplo, Abdurrab Rasul Sayyaf (yihadista que luchó contra los soviéticos) compró 8 buques de carga para comerciar drogas en Karachi, Pakistán y algunos países árabes. Además de entregar drogas a las bases militares estadounidenses, envía algunas de estas drogas a través de la frontera de Spin Boldak a Karachi y desde allí a todo el mundo. Las autoridades estatales se asocian con él y lo protegen. Por otro lado, el narcotráfico de la región norte del país está liderado por el “Marshall” Rashid Dostum y su rival Ata Mohammad Nur, quien fue gobernador de Balkh.
Si bien los funcionarios del gobierno afirman que están decididos a erradicar las drogas e incluso establecieron un ministerio con ese fin (Departamento de Lucha contra las Drogas), esto se hacen para engañar a la gente. De hecho, el número de adictos y consumidores de drogas aumenta cada día y decenas de miles de familias están devastadas y sufren muertes cada año. La magnitud del desastre se manifiesta en todos los rincones del país. Se puede observar claramente debajo de los puentes de la ciudad capital, Kabul, y allá afuera uno puede observar fácilmente esta brutalidad y desastre.
La transformación de Afganistán en el centro mundial de la heroína fue uno de los planes de Estados Unidos y sus aliados para que los patrones puedan embolsarse miles de millones de dólares cada año. Desde la década de 1980, han perseguido esta causa y lo han logrado. Esto se debe a que son muy conscientes de que el narcotráfico es uno de los negocios más rentables después del comercio de petróleo y armas. De 2001 a 2009, cuando Afganistán fue invadido por Estados Unidos, la producción de drogas se multiplicó 35 veces. Según las cifras oficiales de 2009, se produjeron 6900 toneladas de drogas. En 2001 habían sido 200 toneladas. Según datos de Naciones Unidas, el dinero obtenido por la venta de drogas en Afganistán supera los 200.000 millones de dólares anuales. Sin embargo, solo 2-3 mil millones de este dinero regresa a Afganistán. No es de extrañar que las áreas donde se cultivaban más drogas, como Helmand, Kandahar, Zabul, Farah y Uruzgan, estuvieran custodiadas por soldados estadounidenses y británicos. Además, los aeropuertos de Shindand y Kandahar en la provincia de Herat también son utilizados por las fuerzas estadounidenses y británicas y el envío de drogas se realiza principalmente a través de estos dos lugares. Decenas de ciudadanos afganos, que trabajaban en estos lugares y presenciaron los cargamentos de drogas con grandes aviones militares, han sido asesinados para mantener el crimen en secreto. No importa que sean periodistas o civiles, la gente no puede entrar a estos lugares. No solo aviones militares, sino también algunas compañías aéreas civiles como Kam Air están involucradas en esto. Por ejemplo, el jefe de policía del aeropuerto internacional de Herat informó a un periodista en 2008 que había detenido un avión de Kam Air lleno de drogas cuando estaba a punto de volar a Irán y le pidió al periodista que fuera al aeropuerto. El periodista fue allí y fotografió el hecho, pero a los pocos minutos, el jefe de policía fue arrestado y llevado por soldados extranjeros, y no se supo más sobre su paradero. El periodista no puedo evitar terminar en la cárcel por mucho tiempo además de que le quitaran las fotografías. Decenas de periodistas son amenazados o asesinados de esta manera mientras intentan documentar tales hechos. Hay muchos casos similares; otro ejemplo es el reportero de la BBC Abdul Samad Rohani. Fue secuestrado y brutalmente asesinado por una mafia de la droga mientras reportaba sobre delitos relacionados con las drogas en la provincia de Helmand el 7 de junio de 2008.
Los Estados Unidos y los países occidentales son conscientes de que pueden manipular fácilmente a un público adicto a las drogas. Lo que Estados Unidos intenta lograr en Afganistán es lo mismo que había hecho el imperialismo británico en China. El imperialismo británico envenenó a los chinos con los métodos que conducirían a las “Guerras del Opio”.
Todavía no se olvida cómo Estados Unidos desarrolló el tráfico de drogas durante la Guerra de Vietnam. Tanto es así que ha sido objeto de películas de Hollywood. En 2013, algunos sitios de medios compartieron fotos de soldados afganos y de la OTAN que custodiaban juntos campos de drogas en Helmand, lo que demuestra claramente quiénes son los principales narcotraficantes. Según Freedom Radio, desde su invasión de Afganistán hasta 2014, Estados Unidos destinó aproximadamente 7 mil millones de dólares a este veneno y a las autoridades afganas. Este dinero fue embolsado por el presidente Karzai, ministros y otros funcionarios. Sin embargo, si ese dinero se gastara realmente en la lucha contra las drogas, hoy la situación sería todo lo contrario. Hoy en día, millones de dinero están en el bolsillo de la administración de Eşref Gani en nombre de la lucha contra las drogas. De hecho, este dinero es una especie de “participación” de las altas autoridades estatales para que hagan la vista gorda. Las víctimas reales son los agricultores afganos y los pobres. Por ejemplo, un familiar del autor de este artículo es agricultor en la aldea de Balkh. El año pasado, se vio obligado por las fuerzas policiales a plantar amapolas en su campo en lugar de algodón. Lo amenazaron diciendo que si no plantaba amapolas, le quitarían su campo. El granjero aceptó cultivar opio, pero apenas pudo obtener una pequeña parte la cosecha que sembró.
Mientras Afganistán siga siendo gobernado por el imperialismo y sus títeres, no podrá deshacerse de este veneno, el número de adictos aumentará cada año y millones de personas seguirán muriendo a causa de él. Porque este veneno, que le hace el juego al imperialismo, trae consigo pobreza, muerte, terror y reacción a los afganos. La única solución para Afganistán y los afganos es deshacerse del imperialismo y sus títeres; barrer toda su escoria. Para lograrlo, no queda otro camino que actuar en conjunto con los grupos socialistas, intelectuales y progresistas.