Escribe Alejandro Bodart
El resultado de las elecciones nacionales del 11 de abril confirmó la profunda crisis que atraviesa Perú. El próximo balotaje entre un representante que se identifica con la izquierda y una derechista consumada incentivará una enorme polarización política en el país.
Las elecciones para elegir presidente y congresistas se realizaron en el contexto generado por el estallido social de noviembre de 2020, que destituyó al entonces presidente Martín Vizcarra y sacudió una vez más el régimen político instaurado por la Constitución fujimorista de 1993.
Con 10 de los 18 candidatos presidenciales procesados penalmente por corrupción, predominó el rechazo a la política tradicional y una gran dispersión del voto.
El primer lugar se lo llevó la sorpresa de la elección, el sindicalista docente Pedro Castillo, que aparecía octavo en las encuestas previas a la elección y con un discurso radicalizado y a la izquierda del resto de los candidatos terminó consagrándose ganador con el 19,1% de los votos. El segundo lugar lo ocupó la derechista Keiko Fujimori, hija del ex dictador. Ambos competirán el 6 de junio para ver quién se queda con la presidencia del país.
El 13,3% de Keiko representa un gran retroceso para el fujimorismo, que perdería la hegemonía del Congreso que había logrado mantener durante décadas. A su vez, el segundo puesto que logra, así como el tercer lugar que obtuvo el ultraconservador Rafael López Aliaga con el 11,7%, y el cuarto, del economista liberal Hernán de Soto con el 11,6%, indican que ante el hundimiento de la política tradicional la burguesía aposto por una salida radical de derecha.
Sin embargo, la principal expresión del desplome de la política tradicional se dio por izquierda.
¿Quién es Pedro Castillo?
Surgió como figura nacional tras encabezar el paro docente de 75 días por aumentos salariales que sacudió al país en 2017. De 51 años, semblante campesino y siempre a caballo, este ex rondero -organización campesina de defensa- y profesor de enseñanza primaria desde 1991 logró representar y canalizar la masiva ruptura con el régimen político que viene protagonizando el pueblo peruano. Venció en las 5 regiones más pobres del país. Se dice marxista y tiene cierta formación maoísta.
Hizo campaña proponiendo una Asamblea Constituyente para cambiar la Constitución y el modelo económico fujimorista, nacionalizar algunas empresas estratégicas como los yacimientos mineros, petroleros y energéticos, gobernar con un sueldo de docente, reducir los salarios de los congresistas y aumentar los de los trabajadores, así como los presupuestos de salud, agricultura y educación. Crítico de las AFP, dice defender el sistema estatal de pensiones y propone reformular los tratados internacionales para “dejar de estar sometidos a Estados Unidos”.
Se presentó como candidato de Pueblo Libre, partido que lidera Vladimir Cerrón, ex gobernador de Junín, inhabilitado y procesado por tráfico de influencias. Se opone fervientemente al aborto y el matrimonio igualitario.
Aunque no plantea una ruptura con el capitalismo -su propuesta central es que el Estado actúe como empresa y compita con las privadas- logró aparecer como la figura más radicalizada contra la casta política tradicional.
Es muy difícil pronosticar qué pasará si llega a ganar el balotaje. ¿Cumplirá con todo lo que ha prometido o se sumará a la larga lista de personajes que en Perú han perdido rápidamente el apoyo popular por dejar en la puerta de entrada a la Casa de Gobierno el programa por el que fueron elegidos?
Pase lo que pase después, lo que está claro es que de aquí a junio la sociedad se polarizara entre dos propuestas antagónicas. Y gane quien gane, tendrá que hacerlo en un marco de crisis y deterioro enorme, con un parlamento profundamente fragmentado.
Enorme espacio para la izquierda
Hace un mes estuve en Perú participando de una serie de actividades en Lima y Tacna con compañeras y compañeros que simpatizan con la Liga Internacional Socialista. Algunos de manera orgánica y otros más informalmente se consideran de Nuevo Perú, el espacio que junto a la mayoría de la izquierda conformó la alianza Juntos por el Perú con la candidatura de Verónika Mendoza a la presidencia, quien salió en el sexto lugar con poco más del 7% de los votos.
Las expectativas que me trasmitían era la de entrar a la segunda vuelta. Pero la realidad ya mostraba síntomas de lo que finalmente sucedió. Verónika Mendoza, que había surgido sorpresivamente como figura alternativa por izquierda en 2016 con casi el 20% de los votos, en estos años se fue destiñendo, adoptando un discurso cada vez más edulcorado, centroizquierdista, centrado en reformas democráticas y tímidos planteos económicos que no permitían distinguirla como una alternativa clara y decidida contra la casta corrupta y los dueños del país que el pueblo pobre detesta y quiere sacarse de encima.
Espacio para una propuesta de izquierda radical existe y desde hace mucho tiempo en Perú, como lo vuelve a demostrar la excelente elección de Castillo y otros fenómenos a los que hay que prestarles atención, como el incipiente Partido Laborista que intentan poner en pie desde la Confederación de sindicatos mineros.
Lo que falta es construir una alternativa anticapitalista revolucionaria que agrupe a las y los mejores exponentes de la extendida vanguardia juvenil y de la clase trabajadora que se viene fogueando en infinidad de luchas durante estos años.
Las tareas de los revolucionarios
El enfrentamiento electoral que tendrá lugar entre el proyecto de ultraderecha que representa Keiko Fujimori y Pedro Castillo no le será indiferente a la mayoría del pueblo trabajador, que intentará que alguien que consideran de los suyos llegue al gobierno. Con todas las reservas que podamos tener, los revolucionarios no podemos abstenernos en esta pelea. Verónika Mendoza, Juntos por Perú y el resto de la izquierda tendría que jugar un rol activo de aquí al balotaje contra Fujimori y su proyecto.
Al interior de Nuevo Perú se impone realizar un balance profundo y desde la izquierda revolucionaria tenemos que aportar sin diplomacia. La crisis que atraviesan el capitalismo global y el régimen peruano no deja lugar para proyectos tibios de centroizquierda, que como vuelve a quedar demostrado terminan siempre en fracasos y nuevas frustraciones. En mayo probablemente se realice el Congreso de dicho espacio, instancia que debe ser utilizada para sacar conclusiones de por qué se ha dado un retroceso tan pronunciado y cuáles deberían ser los pasos futuros. Los revolucionarios tendrían que comenzar a reagruparse e incidir con sus posiciones en dicho evento.
Un camino seguro hacia la marginalidad en el que no se debe caer es en la abstención ante procesos reales como los que se vienen desarrollando, como lamentablemente hacen algunos pequeños grupos sectarios.
Terminado el proceso electoral habrá que barajar y dar de nuevo. Desde la LIS estamos empeñados en poner en pie un nuevo proyecto socialista y revolucionario en Perú, para lo cual tendremos que discutir cuáles serán las mejores tácticas, sin perder de vista que la estrategia es agrupar a los mejores luchadores, algunos de los cuales vienen actuando dentro de expresiones amplias como Nuevo Perú, otros por fuera, abiertos a que el proceso electoral decante en nuevos fenómenos a los que habrá que darles respuesta sin caer en el sectarismo ni en el oportunismo.