Alemania: ¿Cómo ganó el SPD?

Por Emre Güntekin

Las elecciones federales celebradas en Alemania el 26 de septiembre abrieron la puerta a una nueva era en el país. Como resultado de las elecciones, la de 16 años de Merkel como canciller terminó. Mientras que el Partido Socialdemócrata Aleman (SPD) emergió en primer lugar con el 24,4% de los votos, los Partidos de la Unión Cristiana (CDU-CS) obtuvieron el segundo lugar con 24,1%. El Partido Verde recibió 14,8%, el Partido Democrático Libre (FDP) 11,5%, el fascista AfD 10,3% y el Partido de Izquierda (Die Linke) 4,9% respectivamente.

Luego de las elecciones, Alemania está a la espera de cómo se formaran las coaliciones de gobierno. Esto se debe a que mientras hay una rivalidad entre el SPD y el CDU-CS para liderar la coalición de gobierno, a partidos como los Verdes y el FDP se les dificulta jugar un rol crítico en la formación de la coalición. Lo único que parece seguro hasta ahora es la declaración de que no incluirían al fascista Afd en la alianza, sin importar quien forme la coalición.

Las elecciones tienen consecuencias destacables para las políticas locales de Alemania, especialmente en los partidos a la izquierda en el espectro político. En Alemania, donde los problemas socioeconómicos salieron al frente con la pandemia del Covid-19, era claro que la clase trabajadora escucharía lo que tuvieran que decir los partidos políticos sobre ese asunto. Aunque es el primer partido, el periodo entre 1998 y 2005, cuando el SPD estuvo en el poder junto con los Verdes, permanece en el recuerdo con sus ataques contra los derechos sociales y económicos de las clases trabajadoras alemanas. El triunfo electoral del SPD por primera vez desde 2002, se explica más por el fracaso de sus rivales, que por su propio éxito.

Por otro lado, Olaf Scholz, el candidato a canciller del SPD, se destacó como garante tanto del capital como de los sectores de la sociedad que favorecen la preservación de la actual estabilidad económica. En el actual clima de crisis y pandemia, las propuestas de Olaf Scholz de un programa favorable al capital que no sacrifica los privilegios de las industrias tradicionales como la automotriz, la química y la siderúrgica en aras de la solución de la crisis climática, así como el aumento del salario mínimo a 12 euros por hora, le permitieron destacarse como un candidato capaz de absorber las tensiones de clase.

A pesar de las grandes expectativas del Partido Verde en las elecciones, se ha visto que los índices de voto del partido no han aumentado tanto como se preveía. Las encuestas previas a las elecciones indicaban que los Verdes podrían alcanzar el 24%. Aunque el pasado del partido sobre la crisis climática fue un desastre, su énfasis en este tema en los últimos años jugó un papel importante en el aumento de su popularidad. La propuesta de los Verdes de una transformación compatible con el capitalismo como solución a la crisis climática, que es ahora una de las principales agendas del capital en la UE, recibió el esperado apoyo de los capitalistas. Sin embargo, se reveló que Annalena Baerbock, a quien el partido nombró canciller, plagió y no declaró sus ingresos adicionales, y que incluyó expresiones racistas en algunos de sus discursos, lo que hizo que el apoyo de los votantes del partido se derrumbara.

Es destacable el fiasco vivido por Die Linke, que ha perdido aproximadamente un 4,3% de los votos respecto a las anteriores elecciones, lo que no es tan sorprendente. Mientras que Die Linke puso su firma bajo una actuación colaboradora de clase completamente vergonzosa desde el pasado hasta el presente en los estados donde está en el poder, el frente es recordado por sus recortes en el gasto social, su postura antiinmigrante y su fracaso en la lucha contra la pandemia. El partido dedicó una parte importante de su energía a los cálculos de la coalición postelectoral, más que a los problemas de las clases trabajadoras y de la juventud. A menudo pidieron al SPD y a los Verdes que se asociaran en una coalición. En cierto sentido, Die Linke dejó de ser el polo de atracción de las clases trabajadoras y de la juventud en la medida en que se asemejó y trató de demostrar su compatibilidad con sus rivales políticos, como el SPD y el Partido Verde, y perdió el electorado en favor de estos partidos. Aunque no han experimentado en el poder como Podemos y Syriza, Die Linke ya ocupará su lugar en la historia como sujeto de la quiebra del reformismo parlamentario y del modelo de partido de masas compatible con el orden.

Independientemente de cómo se configure el futuro político en Alemania, no se esperan grandes cambios en el funcionamiento del sistema, a pesar de las diferencias de tono. Es obvio que los gobernantes alemanes darán un cheque en blanco a una coalición que garantice la continuación de las políticas agresivas y militaristas que llevaron a cabo en la competencia imperialista, especialmente durante la era Merkel, y ninguna alternativa parece sacudir este status quo por ahora. Además, a medida que se profundiza la crisis capitalista, casi cualquier alternativa dudará en seguir una agenda de confrontación clasista. Como se puede ver en las elecciones, a pesar del descontento de la sociedad, la izquierda radical en Alemania tiene una débil influencia.