La dictadura agudizó la represión interna a partir del apoyo a la invasión rusa. Sin embargo, la mayoría del pueblo rechaza la guerra y expresa su descontento de distintas formas.
Por Kazimierz Kryzhich, corresponsal Minsk-Varsovia
Las tropas rusas usan el territorio bielorruso como trampolín para la invasión. También, como plataforma de algunos de los misiles que lanza hacia ciudades ucranianas. De esta forma, Alexander Lukashenko sacrificó la Constitución y la soberanía del país con la finalidad de mantenerse en el poder. Tal es el pago del dictador bielorruso a Vladimir Putin, por su apoyo en agosto de 2020. En esa oportunidad, el descontento popular, sin precedentes en la historia moderna del país, estuvo cerca de derribar al régimen. La ayuda del Kremlin resultó ser un factor decisivo para evitar la caída de Lukashenko, que ya lleva casi 30 años en el poder.
Un régimen títere de Putin
Actualmente, Bielorrusia está prácticamente ocupada por Rusia, es un estado títere bajo el control externo de Moscú. La participación directa del ejército bielorruso en la guerra todavía está en duda solo porque, de concretarse, socavaría gravemente el poder dictatorial. Podría provocar problemas en el ejército, acciones masivas de desobediencia y resistencia popular.
Junto con la guerra, represión total
Con el estallido de las hostilidades en Ucrania, la represión en Bielorrusia adquirió un carácter absoluto. El campo político del país ha sido completamente despejado de partidos y movimientos de oposición. Casi todas las ONG han sido cerradas, incluso la organización ecologista “Protección de las Aves de la Patria” ha sido tildada de extremista. Los medios alternativos han sido destruidos y la suscripción a muchos de ellos conlleva una responsabilidad penal.
Todos los días hay registros, detenciones y arrestos
Al 15 de marzo, el número de presos políticos reconocidos por la comunidad internacional llega a 1.083. Otros miles de personas están bajo investigación y amenazadas con severas penas de prisión. La persecución por motivos políticos se ha vuelto masiva en todas las esferas de la vida social. El número total de bielorrusos reprimidos en los últimos dos años ha superado las 50.000 personas Unas 200.000 se vieron obligadas a huir del país. Y estas cifras continúan creciendo constantemente.
Persecución a los “desleales” y “enemigos del pueblo”
Las autoridades tratan de controlar a todos los bielorrusos. En los colectivos laborales, se han institucionalizado denuncias políticas y diversas formas de interrogatorios individuales, a veces con el uso de polígrafos. Se compilan bases de datos de ciudadanos “desleales” y «enemigos del pueblo». Esto conduce automáticamente al despido, sin posibilidad de conseguir un nuevo empleo, a la amenaza de tomar represalias físicas y a la persecución penal.
A pesar de todo, hay descontento y protestas
Las palizas, torturas, asesinatos y detenciones que la dictadura ha venido practicando activamente durante los últimos dos años, no lograron silenciar a la sociedad. Los bielorrusos salieron a las calles de las ciudades en las que viven protestando pacíficamente contra la guerra en Ucrania. Como respuesta, el 27 de febrero, sólo en Minsk, detuvieron y enviaron a prisión alrededor de 800 personas. Fueron golpeadas, hostigadas por la policía, el ejército y a muchos les abrieron procesos administrativos y penales.
No hay reconciliación con la dictadura
Sí ahora Bielorrusia parece bastante tranquila, esto no significa que la gente se haya reconciliado o se haya rendido a merced de la dictadura. Se editan periódicos clandestinos, se imprimen y distribuyen volantes, se brinda asistencia a las víctimas de la represión y sus familias, además, se trabaja activamente en las redes sociales.
Enorme ejemplo de los trabajadores ferroviarios
Ya hay ejemplos de sabotaje popular y «guerra ferroviaria». Los trabajadores del sector se niegan a servir al tránsito militar ruso. Lo hacen con actos de sabotaje, acciones sobre las vías del tren, destruyendo sistemas de control y señalización. Así se interrumpió la comunicación férrea entre Bielorrusia y Ucrania, que es la vía más económica y rápida para suministrar a los invasores combustible, equipo militar y armas.
Bielorrusos luchando contra la agresión rusa
Casi todos los días llegan a Ucrania bielorrusos que huían de las represiones para incorporarse a las filas del batallón “Kastus Kalinouski”. El porcentaje de bielorrusos que luchan contra la agresión rusa a Ucrania es el más alto, en comparación con las formaciones de voluntarios en otros países.
Un aparato propagandístico ultranacionalista y xenófobo
Han montado una guerra interétnica que contribuye a la militarización de la sociedad, la radicalización del nacionalismo, el crecimiento de la xenofobia y la deshumanización de pueblos enteros. La propaganda estatal de Rusia y Bielorrusia está incitando de todas las formas posibles al odio hacia otros estados. Alaban a los «grandes líderes del mundo ruso»: Vladimir Putin y Alexander Lukashenko, exigiendo la destrucción inmediata de la «quinta columna» y otros «espíritus malignos democráticos».
Falsedades a la sombra del stalinismo
Los retratos de Stalin volvieron a ser visibles y se escuchan algunos llamados a la creación de un Gulag. Junto con la retórica francamente imperial-fascista, las mentiras locas y las especulaciones cínicas sobre la victoria en la Segunda Guerra Mundial, se utilizan activamente los símbolos soviéticos y el tema del socialismo. Este es un desafío muy serio para todo el movimiento de izquierda.
Apoyo al pueblo ucraniano
Debe entenderse claramente que, en este momento, existe una amenaza que proviene de los regímenes pro-fascistas de Rusia y Bielorrusia. El apoyo del pueblo ucraniano en todos los frentes de su heroica lucha contra el imperialismo ruso debe ocupar el lugar más destacado en la agenda política mundial de la izquierda democrática. Hay que hacerlo sin ceder ni un palmo al expansionismo imperialismo occidental, encabezado por EE. UU. y la OTAN, combatiendo a la derecha y la ultraderecha allí donde asomen la cabeza. ¡Juntos venceremos!