Por Vicente Gaynor
El Día Internacional de los Trabajadores conmemora la huelga general del primero de mayo de 1886 que conquistó la jornada de 8 horas para gran parte de los trabajadores en Estados Unidos.
El mundo de hace 136 años es en muchos sentidos incomparable con el actual. Sin embargo, hay paralelos innegables que hablan de la continuidad del sistema social, económico y político, las condiciones de vida y los problemas de las clases trabajadoras y las luchas y desafíos que los trabajadores y los revolucionarios tienen planteados.
A fines del siglo XIX, el desarrollo del capitalismo mundial comenzaba a encontrar sus límites y entraba en su fase monopolista, marcada por la concentración de capitales en pocas manos y la disputa creciente por una plusvalía que ya no crecía a ritmos que alcanzaran para repartir. Surgían los grandes magnates que concentraban en sus manos el poder económico a escala mundial, los Vanderbilt, Rockefeller, Carnegie.
Y los Estados que los respaldaban en la disputa mundial por la plusvalía intensificaban su puja política y militar por controlar los recursos y los mercados del mundo. La escalada de esa disputa llevaría al conflicto armado entre potencias, la guerra hispano-estadounidense en 1898, la ruso-japonesa en 1905, la de los Balcanes en 1912 y la Primera Guerra Mundial dos años más adelante. El capitalismo entraba en su fase decadente, que Lenin llamó imperialista.
El estancamiento del capitalismo también desencadenó las primeras crisis económicas mundiales. En 1876 una grave crisis financiera desató una depresión en las economías de Europa y Estados Unidos que duró hasta 1879. En 1885 se produjo una nueva recesión mundial que, como de costumbre, los capitalistas descargaron sobre sus trabajadores, en forma de despidos, rebajas salariales, jornadas de trabajo más extensas y ritmos de trabajo más intensos.
La clase obrera de fines de siglo XIX había crecido al calor de la masiva industrialización de las décadas previas, y estaba en pleno proceso de organizar sus primeros grandes sindicatos y sus primeras organizaciones políticas.
Los mártires de Chicago
En ese contexto es que la federación sindical de entonces en Estados Unidos lanzó una campaña por las ocho horas que culminó en la huelga general del primero de mayo de 1886 en la que pararon 200.000 trabajadores. Se calcula que unos 150.000 ganaron el reclamo con la sola amenaza de parar, y que para fin de año unos 250.000 trabajadores habían conquistado las ocho horas.
En Chicago, una fábrica respondió al paro del primero con un lock-out y despidos; una movilización de sus trabajadores contra esas medidas fue reprimida por la policía, que abrió fuego matando a 6 trabajadores e hiriendo a 50. Al día siguiente 3000 trabajadores marcharon al centro de la ciudad y fueron reprimidos nuevamente en la plaza de Haymarket. En medio de la represión un artefacto explosivo mató a un policía.
Se declaró un estado de sitio y se desató una feroz persecución, deteniendo a centenares de trabajadores que fueron golpeados y torturados, acusados del asesinato del policía. Finalmente se acusó y condenó a ocho dirigentes del movimiento, en un juicio completamente arreglado. Tres de ellos fueron condenados a prisión y cinco a la horca.
Uno de ellos, August Spies, declaró al tribunal: “Si creen que ahorcándonos pueden acabar con el movimiento obrero, el movimiento del cual los millones de oprimidos, los millones que trabajan en la miseria y la necesidad, esperan su salvación, si ésta es su opinión, ¡entonces ahórquennos! Aquí pisotean una chispa, pero allí y allá, detrás de ustedes, frente a ustedes y por todas partes, las llamas surgirán. Es un fuego subterráneo. No lo podrán apagar”.
Día Internacional de los Trabajadores
Poco más de dos años después, se reunió en París el congreso fundacional de la Segunda Internacional, que cerró votando una resolución de convocatoria a una movilización internacional por las ocho horas. Se trataría de la primera acción obrera coordinada a escala internacional, y se eligió el primero de mayo en conmemoración del sacrificio de los mártires de Chicago.
Trecientos mil se movilizaron en más de cien ciudades de Francia, miles más en los principales países industrializados, y otros tantos en decenas de países a lo largo y ancho del mundo. El mismo día Engels escribió en el prefacio de una nueva edición del Manifiesto Comunista: “(La Internacional) está más viva que nunca y de ello no hay mejor testimonio que la jornada de hoy. En el momento que escribo estas líneas el proletariado europeo y americano pasa revista a sus fuerzas militantes movilizadas, y es la movilización de un ejército único que marcha bajo una bandera también única y tiene un objetivo próximo: la fijación por la ley de la jornada normal de ocho horas reivindicada ya por el Congreso obrero de París en 1889. El espectáculo a que asistirán hoy hará ver a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que en efecto los proletarios de todos los países están unidos”.
El primero de mayo en 2022
Hoy, el capitalismo imperialista continúa su explotación destructiva de la humanidad y la naturaleza. Profundiza la concentración de riqueza y la desigualdad. Los Rockefeller de ayer son los Jeff Bezos, Elon Musk, Bill Gates de hoy. Al igual que hace 130 años, las disputas interimperialistas por el reparto de los recursos y mercados llevan a terribles guerras y una potencial escalada, que amenaza con la posibilidad de una catastrófica guerra atómica mundial.
Este primero de mayo, los trabajadores y revolucionarios del mundo tenemos la responsabilidad y el desafío de enfrentar la invasión rusa y la disputa interimperialista en Ucrania. Tenemos que rodear de solidaridad a los trabajadores y el pueblo de Ucrania que resisten la brutal invasión y ocupación del imperialismo ruso; tenemos que enfrentar los avances de la OTAN y el imperialismo occidental, apoyar la autodeterminación del pueblo ucraniano y movilizarnos en todo el mundo contra todos los imperialismos.
Desde 2008, las crisis económicas recurrentes del capitalismo se tornaron una irreversible crisis sistémica y la pandemia hundió aún más a la economía mundial. La obstinación de la burguesía por resolver su crisis por la vía de aumentar cada vez más la explotación ha llevado a la inevitable reacción de la clase trabajadora en decenas de rebeliones y revoluciones: la primavera árabe, los indignados de España y la revuelta griega; el procés catalán por la independencia; la revolución de los jóvenes y el pueblo chileno, El Líbano, Colombia; los chalecos amarillos en Francia; la revuelta del pueblo negro y la juventud en Estados Unidos…
Este primero de mayo, los trabajadores y los revolucionarios del mundo tenemos que impulsar la movilización de la clase trabajadora mundial contra los planes de austeridad que aplican los gobiernos capitalistas de todos los países y los organismos imperialistas como el FMI para intentar descargar su crisis sobre nuestras espaldas. La lucha contra el hambre, la pobreza, la desocupación y precarización, la opresión y la destrucción del planeta, dependen de que derrotemos esos planes imperialistas e impongamos una salida obrera a la crisis del capitalismo.
A fines del siglo XIX, la clase obrera estaba construyendo los primeros sindicatos industriales y reconstruyendo sus organizaciones políticas tras la derrota de la Comuna de París y la disolución de la Primera Internacional. Hoy también tenemos el desafío de la reconstrucción sindical en la economía precarizada, con ejemplos incipientes como los avances de los trabajadores de Amazon en Estados Unidos.
Y por encima de todo, tenemos también el desafío de reconstruir los partidos revolucionarios y una internacional revolucionaria con influencia de masas, tarea pendiente desde la disolución de la Tercera Internacional por Stalin. Esta es la mayor tarea de los revolucionarios hoy. Era la tarea central cuando se estableció el Día Internacional de Trabajadores en 1898, y es la tarea central de la actividad de la Liga Internacional Socialista y todas sus secciones este Primero de Mayo.