Por Imran Kamyana
Una versión de este artículo apareció por primera vez en el quincenal “Tabqati Jeddojead” (La lucha de clases), la publicación de los marxistas en Pakistán en lengua urdu. Fue traducido al inglés por Hassan Jan. A continuación lo publicamos con algunas actualizaciones del autor.
El régimen semifascista del Movimiento por la Justicia de Pakistán (PTI), fundado en 1996 por el jugador de críquet paquistaní convertido en político Imran Khan, llegó a un final dramático en la madrugada del 10 de abril después de permanecer en el poder durante casi cuatro años. A pesar de su inminente derrota en la moción de censura presentada por la oposición en el parlamento, Imran y su camarilla de aduladores y simpatizantes se mantuvieron obstinados, descarados y arrogantes, lo que dice mucho sobre la verdadera naturaleza del PTI. Tal intimidación y descaro rara vez se han observado en la historia de la política burguesa de Pakistán, y muy probablemente en todo el mundo. Muestra claramente que el PTI no es un partido burgués tradicional, sino un fenómeno político de la pequeña burguesía, dirigido por una parte de la burguesía advenediza, vulgar y muy reaccionaria, que se puede caracterizar mejor como “lumpen burguesía”, con profundas tendencias fascistas.
Arrastraron las circunstancias a tal nivel que finalmente el Estado tuvo que intervenir a través del ejército y el poder judicial y expulsarlos casi a punta de pistola. Sin embargo, la extraordinaria confianza de Imran Khan y sus títeres en el momento de intensas presiones no fue sin razón. Ahora es un secreto a voces que tenían el apoyo de una parte minoritaria pero poderosa del Estado profundo. La intimidación y la arrogancia de Imran Khan y la demonización de las poderosas instituciones estatales por parte del ala de las redes sociales del PTI, una de las más efectivas e intrigantes del mundo, a pesar de su expulsión del poder, muestra claramente que el apoyo de estos sectores reaccionarios del Estado continúa entre bambalinas. Ahora, el PTI le está tratando de generar el mayor lío posible al nuevo gobierno de coalición por todos los medios legales, semilegales e ilegítimos. Los cargos de presidente del país y gobernador de Punjab (la provincia central del país), ambos aún en manos del PTI, están haciendo todo lo posible, en su mayoría de manera inconstitucional y antidemocrática, para evitar que el líder de la Liga Musulmana de Pakistán Nawaz (PMLN) y ministro electo Hamza Shahbaz preste juramento y se haga cargo oficialmente de la provincia. Hamza Shahbaz es hijo de Shahbaz Sharif, el primer ministro del nuevo gobierno de coalición, conocido como administrador disciplinado y estricto, quien también es el hermano menor de Nawaz Sharif, el fundador del PMLN. La hija de Nawaz, Maryam Nawaz, es una líder emergente del partido, y lo más probable es que lo reemplace en el futuro.
Esta es una de las crisis estatales y políticas más profundas en la historia de Pakistán, y es la manifestación de profundas contradicciones no solo en el Estado profundo sino también en la sociedad en general, de las cuales estamos presenciando solo las etapas iniciales. Puede haber muchas más fases por venir.
No es exagerado decir que los casi cuatro años del PTI en el poder fue uno de los períodos más oscuros de este país, que solo hizo retroceder a la sociedad, y en ausencia de un levantamiento revolucionario de masas, sus ramificaciones políticas, sociales y culturales reaccionarias seguirán acechando a Pakistán. El llamado “Nuevo Pakistán” de Imran Khan fue una pesadilla para las masas trabajadoras. Este incompetente gobierno de lúmpenes demostró ser completamente incapaz de llevar a cabo incluso las pequeñas iniciativas y reformas que aún eran posibles en los confines del sistema actual, independientemente de la crisis orgánica del capitalismo pakistaní. Después de presenciar el fracaso total de su gobierno en el primer año y medio en el poder, Imran Khan recurrió al peor tipo de religiosidad y chovinismo nacional, que incluso Zia Ul Haq—el dictador militar respaldado por Estados Unidos que ahorcó al populista de izquierda Zulfiqar Ali Bhutto después de deponer su régimen mediante un golpe e inició el proyecto de islamización en Pakistán a finales de los años 70—no se atrevió a emplear. Esto también se debe a que el fenómeno reaccionario de Imran Khan disfruta de un apoyo social más profundo que el de Zia-Ul-Haq. A diferencia de la década de 1980, Imran Khan no se enfrentó a una resistencia de clase sustancial. Hubo una embestida masiva del capitalismo neoliberal con aumentos de precios sin precedentes, desempleo, privatización y otras fórmulas relacionadas. Generalmente, un aumento de precios de las materias primas de la magnitud que ocurrió durante los cuatro años del gobierno de Imran Khan ocurre en un lapso de quince a veinte años. Por lo tanto, la pobreza en un país ya asolado por la pobreza se disparó. Por otro lado, la libertad de expresión y de prensa fueron cercenadas sin piedad. Se impusieron leyes represivas como la Ordenanza de la Ley de Delitos Electrónicos de Pakistán (PECA). Esta Ordenanza de febrero de 2022 prohibió la “difamación” en internet de autoridades gubernamentales, incluidas las militares y judiciales, e impuso severas sanciones penales a periodistas y defensores de los derechos humanos.
Los ataques a periodistas se volvieron frecuentes. Se infundieron contenidos reaccionarios en el currículo. Los canales de televisión estaban imbuidos de dramas y programas conservadores y fanáticos. Se establecieron nuevas instituciones y autoridades estatales para promover la intolerancia religiosa. Incluso se construyó una nueva “universidad” para promover el “sufismo” (una especie de misticismo islámico). Se declaró oficialmente que la violación era el resultado de la pornografía y culpa de las mujeres que usaban ropa indecente. Interna y externamente, el gobierno de Imran Khan llevó las políticas de los talibanes a nuevas alturas, algo que ni siquiera Jamat-e-Islami (el partido islamista tradicional del país) podía imaginar. La religiosidad, el razonamiento acientífico, la indolencia y el conservadurismo fueron promovidos oficialmente en nombre del espiritismo y el sufismo. El uso frecuente del peor tipo de discurso religioso reaccionario en cada acto se había convertido en un modus operandi de Imran Khan como primer ministro del país. De manera similar, el uso de lenguaje vulgar, abusivo y de “doble sentido” por parte de los incondicionales del PTI se había convertido en norma. En realidad, tales medidas para mantener a las masas del pueblo mental y emocionalmente adormecidas se han vuelto inevitables para que ciertas secciones del Estado perpetúen sus intereses de clase. El reciente aumento en los incidentes desgarradores de linchamientos por parte de matones religiosos y la violación y asesinato de mujeres y niños no salió de la nada. Estas son las manifestaciones de la profundización de la crisis social que, ante la ausencia de una alternativa revolucionaria en el horizonte político, se refleja en el fenómeno del PTI. Si Imran Khan hubiera permanecido en el poder, no solo habría estrangulado todas las tendencias progresistas del país, sino que también habría sumido a la sociedad en una mayor talibanización. En su salida, sin embargo, asestó tales golpes a la disciplina, la estructura, las relaciones exteriores y la imagen del Estado que no tienen precedentes en la accidentada historia de Pakistán. Si, debido a las contradicciones internas del Estado, Imran Khan sale impune, seguirá imbuyendo a la sociedad con su retórica venenosa. El desequilibrio en el sistema causado por la destitución de Nawaz Sharif por parte de los militares a través del poder judicial en 2017 aún no se ha corregido. Imran Khan ha profundizado aún más esta inestabilidad.
Mental, psicológica y políticamente, Imran Khan es un fascista que representa una tendencia semifascista basada en la arrogancia, la inflexibilidad y el egoísmo de la clase media, y que cuenta con el apoyo de los peores elementos reaccionarios, perversos y crueles del Estado y la sociedad, sumergida en la economía irregular. En muchos aspectos, el fenómeno de Imran Khan se parece al de Donald Trump en los EE. UU. y al de Narendra Modi en la India. Cuáles serían las condiciones psicológicas y espirituales de un hombre, cuyas acciones y declaraciones pasadas se han convertido en su peor enemigo y continúan acechando su política. No es sin razón que sus oponentes lo llaman «Giro-en-U Khan». Los simpatizantes del PTI son la clase de personas que harían todo lo posible, incluida la violencia y la represión, para imponer sus normas sucias e ideologías contrarrevolucionarias cada vez que tienen la oportunidad. Cualquier simpatía de parte de los revolucionarios por ellos es veneno para la clase obrera y la causa revolucionaria.
Sin embargo, en tales situaciones, muchos progresistas también se ven atrapados en un dilema y consideran que una postura revolucionaria más agresiva contra esta sección de la clase dominante implica un apoyo para la otra sección. Es cierto que ambos sectores pertenecen a la clase dominante y son enemigos de la clase obrera. Sin embargo, debemos diferenciar entre un dacoit (banda itinerante de ladrones) que solo saquea y el otro que no solo roba dinero sino que también mata. No significa que debamos comenzar a apoyar al primero ni preferir al primero sobre el segundo. Debemos luchar para liberar a la clase obrera de todas las facciones de la clase dominante. Sin embargo, también debemos considerar estas preguntas para cada uno de los dos casos anteriores: ¿Cuáles son las ramificaciones de la llegada al poder de una u otra facción de la clase dominante en la conciencia social de la clase trabajadora? ¿Qué tendencias políticas y culturales dominarían la sociedad en general? Y sobre todo, ¿mejorarían o empeorarían las condiciones para el trabajo revolucionario?
Además, debemos tener en cuenta que si un determinado sector de la clase dominante parece menos dañino no es por benevolencia. Son básicamente ciertos intereses políticos y económicos los que determinan su comportamiento. En ciertas circunstancias, si tales intereses crean un ambiente útil para nuestro trabajo revolucionario, debemos aprovecharlo al máximo. Sin embargo, hay otro enigma dialéctico. Las condiciones históricas que impulsaron el surgimiento del PTI en realidad fueron creadas por todos los partidos tradicionales de este país que ahora están en coalición contra él. Por un lado, es el fracaso histórico de la llamada burguesía liberal o semiliberal representada por el PMLN, que no pudo desarrollar una sociedad capitalista moderna, saludable y democrática debido a su atraso histórico. Fracasaron en aplastar o controlar las secciones conservadoras del Estado y poner al Estado bajo su dominio. Por otro lado, las continuas traiciones, corrupciones y oportunismos de la dirección del Partido Popular de Pakistán (PPP), el tradicional partido de izquierda que ahora se ha inclinado demasiado hacia la derecha, hicieron que degenerara a su expresión mínima histórica y lo convirtió en una herramienta política para el sistema, incapaz de proporcionar alguna esperanza o salida revolucionaria a la clase trabajadora. El surgimiento de una tercera fuerza política era inevitable en tales condiciones. En ausencia de una alternativa revolucionaria en el horizonte político, el PTI surgió como la expresión política de una clase media urbana fea, advenediza y de cuello blanco, contando con un apoyo estatal abierto y encubierto, y absorbió a algunos sectores de la base tradicional del PMLN, es decir, comerciantes y empresarios pequeñoburgueses. También sedujo a algunas capas de la clase obrera que solía ser la base de apoyo del Partido Popular, aunque en general, la clase obrera rechazó desde un principio este nuevo fenómeno. El PTI es una especie de bombardeo suicida sobre los tejidos de esta sociedad por parte de la clase media reaccionaria seguidora de un narcisista, arrogante, enfermo mental de personalidad “guapa”, Imran Khan, un playboy convertido en jugador de críquet, convertido en mesías, que lo sabe todo. Este fenómeno pretende acabar con los últimos vestigios de libertades democráticas y pensamiento progresista de la sociedad pakistaní. La juventud de la clase media antes mencionada está al frente de esta campaña. Parecen incapaces de cualquier pensamiento, razonamiento o análisis sólidos. “Políticamente tontos” sería sin duda una expresión apropiada para ellos. Sin embargo, en una sociedad donde la política estudiantil se ha convertido en un crimen, los centros de estudiantes están prohibidos hace décadas, la política dominante está desprovista de ideología y los libros están llenos de inmundicia reaccionaria, el producto resultante es definitivamente esta criatura. Estos son los crímenes de la misma élite política que estos días se exhiben como “demócratas” contra el PTI.
Sin embargo, en medio de todo este fiasco, el gran éxito de Imran Khan consiste en lograr que la suba de precios, el desempleo, la corrupción y la mala gestión sin precedentes de su gobierno sean eclipsados por la llamada conspiración estadounidense contra su gobierno. Es una ironía que él entregó el Banco del Estado (el banco central del país) al FMI en su complacencia imperialista y todavía dice ser un “antiimperialista”. Es probable que la visita del presunto patrocinador de Imran Khan (entonces jefe de la principal agencia de espionaje del país, ISI) a Kabul justo después de que los talibanes llegaran al poder, mostrándose con la taza de té ante los medios de comunicación haya sido la gota que colmó el vaso. Podría ser una de las principales razones de su caída de gracia. Sin embargo, no fue simplemente una cuestión de desventura de política exterior o un error diplomático. Imran Khan se había convertido en un lastre para sus mentores y había llevado al límite la economía, la política y todo el sistema del país. El establishment, al menos una parte importante y decisiva de él, tenía que deshacerse de él o ellos mismos estarían condenados. Pero una cosa que está clara es que todo este experimento de «régimen híbrido», que comenzó en 2018 y que se estuvo preparando durante muchos años antes, se ha convertido en un dolor de cabeza severo para el establishment del país. Está demostrando ser una tarea extenuante y dañina acabar con todo.
No hay un ápice de progresismo en la llamada retórica “antiimperialista” del PTI. A veces, la retórica antiimperialista del fascismo es más reaccionaria, maliciosa y explotadora que la sumisión imperialista del liberalismo. Esto no es más que un proyecto venenoso para imponer un chovinismo religioso, nacional y racista a las masas. Para esta clase de personas Hitler, quien inscribió uno de los capítulos más oscuros de la historia humana, fue el mayor “antiimperialista”. Su oposición a la política hereditaria tampoco tiene contenido progresivo. Es simplemente una expresión de sus celos de la élite gobernante. Quieren convertirse en ellos, y cuando fallan, se entregan a la peor clase de enemistad. Por ejemplo, cuando ‘sufren’ los protocolos de seguridad de la élite gobernante en las carreteras, sus frágiles pero inflados egos resultan heridos. Su simpatía por los sectores pobres de la sociedad surge del peor tipo de piedad y misericordia, en lugar de solidaridad. Las clases trabajadoras tienen una perspectiva muy diferente sobre estas cosas.
Se informa que una de las razones de la retórica antiestadounidense de Imran Khan es la revelación inminente de un gran escándalo de lavado de dinero en Estados Unidos. Él ya se está preparando para sus consecuencias.
Ahora bien, la pregunta es sobre los acontecimientos futuros en los que la pregunta por el futuro del propio PTI es la esencial. Hay muchos factores a considerar en este sentido. El más importante de ellos son las contradicciones internas del Estado profundo y el desempeño y las medidas del gobierno de coalición recién formado. Es probable que se hagan intentos en los próximos días para desalojar a importantes partidarios de Imran Khan de instituciones estatales clave. Esto puede resultar contraproducente. Imran Khan aún cuenta con un apoyo considerable en las capas medias de las poderosas instituciones estatales, particularmente en el ejército. Tal vez sea la razón por la cual la facción gobernante se ve obligada a dejar que Imran Khan salga impune por el momento. Podrían estar pensando en castigarlo o dejarlo de lado gradualmente. Uno de los factores clave en todo este escenario sería el alcance del alivio económico a las masas entregado por el nuevo gobierno, que está bajo una gran presión. Sin embargo, tienen muy pocas opciones. Por un lado, Imran Khan hará todo lo posible por su impertinencia e insolencia y se aprovechará de todas las medidas de austeridad del gobierno. Por otro lado, está el FMI. Y luego están las presiones desde abajo, desde las masas trabajadoras. Shahbaz Sharif está en el banquillo. La economía está en ruinas con déficits y deudas históricas. Primero, la pandemia de Corona y ahora la guerra de Ucrania han sumido a la economía mundial en una crisis más profunda. Imran Khan había devaluado la moneda a tal nivel que los efectos de la inflación global en el país se han duplicado. Las condiciones económicas son mucho más terribles que cuando el PMLN dejó el gobierno en 2018. El nuevo ministro de Hacienda, Miftah Ismail, ha declarado categóricamente en su rueda de prensa que se respetarán todos los acuerdos con las instituciones financieras mundiales, incluido el FMI. Esto significa que incluso en el mejor de los casos (en el que pueden lograr convencer al FMI que revise ciertas condiciones), las masas populares no obtendrán ningún alivio significativo. Por el momento, de alguna manera han logrado mantener los precios del petróleo, pero si la guerra de Ucrania se prolonga o se exacerba (lo cual es muy probable), los precios podrían dispararse muchas veces, lo que podría alimentar una crisis sin precedentes.
El peor escenario en Pakistán sería como el de Sri Lanka. La entronización de Shahbaz Sharif como primer ministro indica que, en ausencia de acontecimientos extraordinarios, las elecciones generales se celebrarán en la fecha señalada del próximo año (o incluso unos meses después). El gobierno de coalición intentará posponer la crisis y alargarla hasta las nuevas elecciones. Mientras tanto, en noviembre de este año tendrá lugar, entre muchos otros, un nombramiento importante: el del poderoso jefe del ejército del país. Fue en el contexto de este nombramiento clave que la oposición desalojó apresuradamente a Imran Khan, mientras que Imran Khan quería permanecer en el poder hasta ese momento por las buenas o por las malas (y ahora quiere elecciones anticipadas para volver al poder antes de noviembre). En cualquier caso, este gobierno es una configuración política muy temporal y artificial, que no necesariamente puede permanecer tan estable como parece ahora en un futuro cercano. Durante este período, Imran Khan buscará crear un movimiento de masas contra el gobierno y tratará de hacerle pasar un mal rato a través de protestas, sentadas, marchas, discursos agresivos y declaraciones. También usará a su presidente para crear todos los obstáculos posibles para el gobierno. Existe otra posibilidad de que Imran Khan se vea envuelto en muchas demandas por parte del gobierno. Los escándalos de corrupción masiva durante su mandato, habiendo llegado al poder con una retórica anticorrupción, ya han comenzado a surgir. Sus escándalos sexuales también pueden surgir en los próximos días.
También hay noticias de que el gobierno planea juzgar a Imran Khan, su presidente, uno de sus gobernadores y vicepresidente del parlamento durante su tiempo en el gobierno por violar la constitución. Este sería un caso de la “alta traición” que puede hundirlos en aguas profundas. También puede ser borrado del horizonte político por otros medios. La próxima decisión de una demanda de financiamiento extranjero por parte de la Comisión Electoral es una espada de Damocles colgando sobre su cabeza. Esta demanda puede terminar en la prohibición total del PTI y la descalificación de todos sus miembros. De esta manera, el gobierno puede ganar algo de tiempo. Pero una cosa está clara: Imran Khan ha quemado más o menos todos sus puentes hacia el poder con sus medidas en los últimos meses y especialmente en sus últimos días en el gobierno. Su hoja de parra de la supuesta “conspiración estadounidense” que estaría detrás de su expulsión ha destruido las carreras políticas de personas como Shah Mahmood Qureshi, su ministro de Relaciones Exteriores, que ya no es aceptable para los estrategas serios del Estado ni para los estadounidenses. Después de ser derrocado del poder, está cerrando las puertas que quedan hacia un nuevo ascenso constitucional y democrático al poder. Su llegada nuevamente al poder requeriría una manipulación electoral en una escala mucho más amplia que la que presenciamos en 2018, cuando el Estado le robó las elecciones. También puede ser cualquier otra conflagración caótica y sangrienta que siempre se puede esperar en sociedades como Pakistán, particularmente en el escenario actual de rupturas dentro del Estado profundo. Si sucede, recurriría a sus típicas acciones dictatoriales y fascistas para aplastar todas las voces disidentes y llevar la represión económica y política a nuevas alturas. Esto sería un desastre sin precedentes para la sociedad pakistaní. Sin embargo, el declive y la desintegración de PTI se acelerarían si permanecen fuera del poder por mucho tiempo. Siempre hay un límite a las protestas y agitaciones verbales. Sus partidarios de clase media dentro y fuera del país están furiosos y agitados por el momento en que acaba de ser expulsado del poder. Será muy difícil para él sostener este impulso a medida que pasa el tiempo. Sin embargo, por el momento, continuarían embarcándose en campañas vulgares, sucias y falaces a través de sus redes sociales, que alguna vez fueron promovidas y construidas por el propio Estado, y todavía se están invirtiendo decenas de millones de rupias en sostenerlas. El ala de las redes sociales del PTI es un fraude inimaginablemente enorme y repugnante. Una sección considerable de los medios corporativos también apoya a Imran Khan. Otra probabilidad es que el PTI pueda sostenerse como un pequeño grupo de presión por un período más largo. Sin embargo, si es aplastado o muere de causas naturales, aún permanecerán las circunstancias que lo engendraron. Será resucitado en otra forma reaccionaria y fascista, incluso sin Imran Khan. Todos los desarrollos en este sistema eventualmente irían en contra de la clase obrera hasta que sea aplastada, atomizada y desorganizada. Esta democracia y economía de la burguesía es incapaz de abolir las condiciones que dan origen a tales tendencias políticas y religiosas fascistas. Esta tarea histórica sólo puede ser realizada por la clase obrera. Los próximos cambios y transformaciones en las condiciones socioeconómicas pueden sacudir a la clase obrera hasta la médula. Bajo el capitalismo, solo se les otorga el derecho de ser robados por las caras cambiantes de este sistema. Sin embargo, cuando las masas trabajadoras despierten de su letargo, realizarán la tarea histórica de arrebatarle todo a la clase dominante.