Por Ali Hammoud
La fase electoral ha terminado, y sus resultados decisivos demostraron que el sistema libanés, políticamente débil y económicamente colapsado, es capaz todavía de completar un importante derecho constitucional como son las elecciones, y que los arreglos políticos y sectarios le permitieron de tener el numero suficiente de bancas para celebrar la primera sesión parlamentaria para elegir al Presidente del Parlamento.
El sistema gobernante siempre ha sido capaz de entender y hacer concesiones en la llamada “democracia consensual”, es decir, compartir la gobernabilidad, asegurar intereses y distribuir acciones de manera que se asegure la participación de todos en el saqueo de los dineros públicos y el robo de bienes del Estado.
Por primera vez en Líbano tras el Acuerdo de Taif, el sistema elige al Presidente del Parlamento con 65 votos de 128, tras acuerdos, cuotas y negociaciones que duraron unas dos semanas. Por primera vez en 30 años, Nabih Berri ha sido elegido desde una posición de debilidad en un claro reflejo de la naturaleza del nuevo equilibrio. Esto pone al país frente a otro tipo de confrontación que se presentará en las elecciones complementarias, desde la formación del gobierno, hasta la elección de un presidente de la república, así como el manejo de expedientes económicos y el plan de recuperación financiera y económica.
Las elecciones a la presidencia de la Cámara de Representantes nos demostraron que ninguno de los partidos del sistema tiene mayoría, y que las posibilidades de desbaratamiento y vacío en el gobierno son altas, con todas las tensiones sectarias y de seguridad que pueden acompañarlo, poniendo al país frente a las posibilidades de una explosión social sectaria.
Sin embargo, con cada recrudecimiento de la crisis y el aumento de la división,surgen importantes datos positivos.
El volumen de desvinculación popular de los partidos sectarios y las fuerzas del sistema va en aumento. También hay un bloque popular intersectario que está dispuesto a plantar cara al régimen, pero sólo hace falta que se organice y que su protesta pase de un estado espontáneo a una acción dirigida y organizada.
Aquí viene nuestro rol y el papel de los marcos de lucha que estamos trabajando para lanzar.
A través de él, buscamos movilizar a la gente en torno al rechazo al “fondo soberano” propuesto por la Asociación de Bancos y el partido de los ricos, es decir, rechazar a poner todas las propiedades y capacidades estatales al servicio del 1% y el servicio de la oligarquía gobernante.
Esta es la primera confrontación con la que podemos abrir el camino del cambio económico y luego político.
Por lo tanto, tomamos la iniciativa de llamar al lanzamiento de un frente de demanda con un objetivo, que es movilizar a la clase obrera para organizar una confrontación contra el partido bancario y la oligarquía y golpear la alianza de las milicias sectarias y la oligarquía financiera. El curso del enfrentamiento en Líbano está abierto a diferentes escenarios, pero es seguro que se enfrentará la violencia del régimen y que los próximos días y meses son decisivos.