Rubén Tzanoff, SOL Estado Español
La guerra en Ucrania ha motivado distintas posiciones en todo el mundo. La LIS ha respondido en forma principista, con declaraciones que priorizan los acuerdos sobre los matices. Así y todo, en el CEI han surgido diferencias de caracterización política y orientación focalizadas en el compañero V.U. Arslan, que representa al SEP de Turquía. Esto no debería ser un problema, es compatible con el proyecto de la LIS, a condición de que se utilice un canal orgánico para desarrollar los debates. En ese camino, el compañero Alejandro Bodart envió a cada miembro del CEI el material Un aporte sobre la guerra y los debates en la izquierda, de manera tal que todos tuvimos la oportunidad de opinar al respecto. Finalizado el CEI, el aporte presentado orgánicamente fue publicado en la página web de la LIS. En la sesión del CEI el compañero Arslan no cuestionó el aporte de Bodart e incluso minimizó explícitamente las diferencias surgidas del debate. Sin embargo, posteriormente, hizo pública una nota polemizando con nombre y apellido con el aporte de Alejandro Bodart, cuando tendría que haber canalizado las diferencias, como se ha hecho en otras ocasiones, vía el Boletín de Debate Internacional. Esperemos que el compañero Arslan recapacite y encauce sus diferencias por el BDI y los organismos de la internacional, así puede darse un intercambio de opiniones democrático, fraternal, mientras seguimos interviniendo unitariamente en la lucha de clases.
Un valioso aporte del compañero Alejandro Bodart
Algunos de nosotros tenemos presencia en el Este europeo desde hace dos décadas. Periódicamente participamos de reuniones con dirigentes obreros. Venimos de realizar una intensa campaña solidaria con la resistencia ucraniana y de apoyo financiero al Sindicato Independiente Zahist Pratsi. E hicimos un viaje a Kiev en plena guerra, al calor del cual surgió el aporte del compañero Bodart. En el CEI manifesté mi apoyo al escrito de Alejandro, que ahora reafirmo. Ha servido para politizar el debate interno y llegar a sectores de vanguardia en distintos países. Con este marco general, me referiré a algunas de las posiciones expresadas por el compañero Arslan en su nota ¿Cómo posicionarse en la guerra de Ucrania? Algunos errores…
Escribe con la mano lo que borra con el codo
De arranque, el compañero plantea: “Para esto, en primer lugar, es necesario comprender el carácter dual de la guerra en Ucrania. Por un lado, Rusia, una fuerza imperialista, ocupa el territorio de un Estado soberano; por otro lado, hay un ajuste de cuentas entre los imperialistas en Ucrania.”. Esta es una afirmación correcta que está en los cimientos de las declaraciones de la LIS desde el comienzo de la invasión rusa a Ucrania. El compañero Arslan escribe este análisis con la mano, pero luego lo borra con el codo en la política, que es contradictoria y con fuertes elementos propagandísticos.
¿Cuál es el momento actual que atraviesa la guerra?
El compañero Arslan escribe: “EE.UU. y el Bloque de la OTAN en su conjunto apoyan a Ucrania en todos los aspectos, excepto en unirse a la guerra …” Luego reafirma: “Para evitar una guerra mundial nuclear, la OTAN-EE.UU. no participa directamente en la Guerra de Ucrania con su propio ejército. Pero apoyan a Ucrania con todas sus fuerzas en todos los demás campos excepto en este.”. “La invasión de Rusia a Ucrania es una continuación de esta guerra de poder. Además, EE.UU. y la OTAN intervienen en la guerra en todos los sentidos, excepto la intervención de sus ejércitos en el conflicto”. Los subrayados son míos y en este caso son indicativos. Se reconoce que en este momento no hay una guerra mundial. Sin embargo, es un reconocimiento a medias, ya que, como veremos más adelante, desarrolla políticas como si ya la hubiera.
Los “excepto”, que son sinónimo de “no han comenzado una guerra mundial”, no son un detalle menor: si cambiaran habría un salto de calidad. Es decir, se pasaría de una guerra en Ucrania a una nueva conflagración mundial. Hasta el momento, los actores principales están tomando recaudos para no cruzar el límite: Putin no agredió países de la OTAN, el imperialismo occidental se rearma y apoya a Ucrania, pero intenta no provocar al extremo a Putin con una intervención directa de sus tropas. Así y todo, la crisis de la economía capitalista mundial, los roces inter-imperialistas y la propia dinámica de los acontecimientos hacen imposible descartar un enfrentamiento generalizado. Si este cambio cualitativo se concreta, la política de los revolucionarios deberá readecuarse. Como todavía no ha llegado, sigue siendo una parte fundamental de la política apoyar al país oprimido -Ucrania- contra el país opresor imperialista -Rusia-, además de expresarse por la disolución de la OTAN, contra el imperialismo occidental y todos los imperialismos en disputa. Toda política que en una situación como la actual sea dubitativa en el apoyo a la resistencia ucraniana coqueteará con el abstencionismo o el derrotismo, y por lo tanto será funcional a la invasión rusa.
Sobredimensiona a EE.UU. y Ucrania, minimiza a Rusia
Sobre Norteamérica se plantea “Estados Unidos, que hizo su propia guerra a través de Ucrania y movilizó a la OTAN en esta dirección, sigue siendo una potencia global en la cima de la jerarquía imperialista”. Dicho así, parece la descripción del imperialismo norteamericano en su época de esplendor. Los norteamericanos siguen siendo la potencia imperialista más importante, pero ya no son hegemónicos como antaño. Se debe a las crisis de la economía capitalista, a su decadencia interna y a que ya no cuentan con el estalinismo, el socio de Yalta y Potsdam con el que se dividieron el control del mundo. Han perdido el liderazgo en regiones enteras del planeta y, aunque se planteen recuperarlo y extenderse, no les será fácil ante la emergencia de nuevos imperialismos y el creciente y justo repudio del que son destinatarios.
Con relación a Ucrania se dice: “De hecho, el ejército ucraniano asestó duros golpes a Rusia con armas sofisticadas de la OTAN. En la primera parte de la guerra, Rusia sufrió una derrota estratégica y tuvo que abandonar Kiev y sus regiones del norte”. Aquí aparece una amalgama de medias verdades y errores que es necesario analizar. Es cierto que el ejército ucraniano recibe armamento occidental y que ha asestado golpes al ejército ruso. Pero ¿se debió sólo al armamento? No se menciona ni una palabra sobre la resistencia popular ucraniana, sobre los batallones de defensa territorial en los que participan los trabajadores y el pueblo. No se mencionan las movilizaciones en territorios ocupados, incluso de mayoría ruso parlante. Sólo se mencionan las armas que, según los especialistas y el propio imperialismo, no son las que pueden definir la guerra a favor de Ucrania. Para el compañero Arslan es como si los trabajadores y el pueblo resistiendo en una guerra justa no existieran ¿Será que lo ha influenciado la propaganda rusa sobre un pueblo de ultraderecha al que hay que “desnazificar”?
Se define una “derrota estratégica rusa”, pero lo que hubo fue un fracaso de la “operación relámpago” para tomar Kiev en pocos días e instaurar un gobierno títere. Es una derrota rusa táctica, importante, pero táctica. Una derrota estratégica implicaría la rendición y el retiro de sus tropas del territorio ucraniano, algo que no sucedió. Por el contrario, la reorganización focalizada en el Donbás está implicando avances rusos, al estilo estalinista, con fracasos y bajas, pero avances al fin, lo cual va en la dirección opuesta de una “derrota estratégica”.
Sobre la caracterización de Rusia se plantea: “fuerza regional en la tercera categoría en la jerarquía imperialista”. Si fuera tan así, no se explicaría por qué sigue siendo hegemónica en el Este europeo, como afirma la propia nota. Es cierto que Rusia no está al nivel de EE.UU. y China en el desarrollo económico y la presencia mundial. Aunque es equivocado minimizar su economía: las sanciones occidentales debilitaron sus finanzas pero no lograron colapsarla, las exportaciones continúan fluyendo hacia países claves como India y China, sigue activo el apoyo y el comercio con los BRIC y con muchos países africanos. A nivel militar cuenta con uno de los ejércitos imperialistas mejor armados y equipados. Aun precisando estas caracterizaciones y aceptando que Rusia fuera imperialista de “tercera categoría”, seguiría siendo una potencia opresora que agrede a un país dependiente y semicolonial oprimido, con lo cual los revolucionarios hemos de estar en la trinchera de los oprimidos.
El camarada Arslan aconseja: “minimizar las fuerzas de Ucrania, que cuenta con el apoyo de la superpotencia, mientras se exagera la capacidad de Rusia, no contribuirá a un análisis revolucionario”. Lamentablemente, él hace lo opuesto ya que, para justificar sus posiciones, acerca y aleja la lupa sobre los países a conveniencia, obteniendo como resultado una Rusia débil y una Ucrania fuerte, exactamente al revés de la realidad.
¿Ucrania libra una guerra justa o no?
En la última declaración de la LIS del 13 de abril de 2022, votada por unanimidad en el Comité Ejecutivo, se plantea con total claridad en su punto 3: “Apoyar la resistencia popular ucraniana y su derecho a defenderse de la brutal agresión rusa con todos los medios a su alcance”. Precisamente, el derecho a defenderse proviene del carácter de la guerra que lleva a cabo Ucrania, que es una guerra justa. En tal sentido, cabe citar a Lenin “Los socialistas entendieron siempre por guerra ‘defensiva’ una guerra ‘justa’ en este sentido (expresión empleada en cierta ocasión por W. Liebknecht). Sólo en ese sentido, los socialistas admitían y siguen admitiendo el carácter legítimo, progresista y justo de la ‘defensa de la patria’ o de una guerra ‘defensiva’. Si, por ejemplo, mañana Marruecos declarase la guerra a Francia, la India a Inglaterra, Persia o China a Rusia, etcétera, esas guerras serían guerras ‘justas’, ‘defensivas’, independientemente de quién atacara primero, y todo socialista simpatizaría con la victoria de los Estados oprimidos, dependientes, menoscabados en sus derechos, sobre las ‘grandes’ potencias opresoras, esclavistas y expoliadoras”. (Lenin; El socialismo y la guerra, julio-agosto 1915).
El camarada Arslan hizo desaparecer de su nota uno de los componentes del carácter dual de la guerra: la liberación de Ucrania. Es una cuestión de suma importancia porque si se trata de una guerra de resistencia justa hay que apoyarla para que triunfe. Si no se está claramente por el triunfo de Ucrania, entonces se está por el triunfo de Rusia; no hay medias tintas.
Para desplegar una política correcta hacia un proceso de movilización o una guerra, el primer requisito es definir si se trata de una causa justa a la que hay que apoyar o no y, a partir de allí, analizar las contradicciones y complejidades que se presentan a las que hay que responder con un programa adecuado. La lógica que despliega el compañero Arslan se pasa por encima el primer requisito básico, por eso se sumerge directamente en las contradicciones y complejidades de las cuales surge una política como mínimo confusa. ¿Cómo habría que disputar en procesos justos en los que intervienen nacionalistas? ¿O no habría que intervenir en ellos y dejarles las manos libres para actuar sobre el movimiento de masas? ¿Qué política habría que aplicar si se moviliza el pueblo trabajador de un país cuyo gobierno abona al “campismo”, por ejemplo, en China o en Cuba? ¿No intervenir o no apoyar los reclamos por la disputa de los proimperialistas? ¿O partiendo de definir si son reclamos justos apoyarlos y combatir con una política principista a las organizaciones nacionalistas, proimperialistas o reaccionarias?
En Rusia una política, en Occidente otra distinta
El camarada Arslan afirma que la frase de Alejandro, “los revolucionarios deben trabajar con todas sus fuerzas para luchar por la derrota de Rusia”, “significaría un peligroso acercamiento a la línea de la OTAN.”. Es una afirmación desafortunada, porque nuestra política plantea como ejes: el apoyo a la resistencia ucraniana contra la invasión imperialista de Putin y el rechazo a la OTAN y el imperialismo occidental; no sólo planteamos que la OTAN se vaya del Este Europeo sino también la disolución de esa organización criminal. En el aporte del compañero Bodart no hay ninguna alineación con la OTAN, sino el desarrollo consecuente de doble carácter de la guerra, en el cual el rechazo a la OTAN y al imperialismo occidental es un pilar fundamental. El compañero Arslan insiste: “Para los revolucionarios en Rusia, el discurso del “derrotismo de Rusia” es una actitud revolucionaria, pero la política de “derrota de Rusia” en Occidente significa colaboracionismo, porque significa convertirse en socios de nuestra propia clase dominante imperialista”.
Llevando estas afirmaciones al terreno del armazón político, esto implicaría que una organización internacional como la nuestra con secciones nacionales en Rusia, Ucrania y en otros países occidentales debería darle a sus cuadros y militantes la siguiente línea: “Camaradas rusos, llamen a movilizar contra la guerra de invasión de Putin, pero no cuenten con el apoyo de nuestros hermanos de clase ni con los camaradas de nuestros partidos en Occidente. Ellos no estarán abocados a impulsar la derrota del invasor ruso, solamente rechazarán a la OTAN.”
Peor sería lo que tendríamos que decirle a nuestros camaradas de Ucrania: “Camaradas ucranianos, apoyamos la resistencia que están llevando adelante contra la invasión, pero salvo en Rusia, en el resto del mundo no queremos que ganen la guerra. En occidente peleamos por la derrota de la OTAN, no por la derrota de Rusia. Viva la autodeterminación de Ucrania”.
En la trinchera de combate, tal orientación provocaría la aparición del “soldado loco” que dispara en todas direcciones, tanto a invasores como a invadidos, a opresores y oprimidos. No se puede construir una internacional con dos o tres políticas ante un mismo fenómeno, con acuerdo a la ubicación geográfica de las organizaciones revolucionarias. Desde ya, las adecuaciones tácticas son importantes y correctas, siempre y cuando formen parte de una política única, no de distintas políticas. La política del compañero Arslan para Occidente se acerca al derrotismo o al abstencionismo, que tendría peso si hubiera estallado una nueva guerra mundial, hecho que todavía no sucedió.
El compañero Arslan escribe que en Occidente no hay que plantear la derrota de Rusia. Aunque en la nota no está escrito explícitamente, el desarrollo consecuente de esta política implicaría llamar a boicotear el envío de armas a la resistencia ucraniana. Así lo hacen algunas corrientes, incluso sosteniendo que no están ni con Putin ni con la OTAN. ¿Cuál es la opinión del compañero Arslan al respecto? Por lo pronto, es de utilidad transcribir una cita de Trotsky: “Supongamos que mañana estalla una rebelión en la colonia francesa de Argelia bajo la bandera de la independencia nacional y que el gobierno italiano, motivado por sus propios intereses imperialistas, se prepara para enviarles armas a los rebeldes. ¿Cuál debe ser la actitud de los obreros italianos en este caso? Intencionalmente he tomado un ejemplo de rebelión contra un imperialismo democrático con la intervención a favor de los rebeldes de un imperialismo fascista. ¿Deben los obreros italianos evitar el envío de armas a los argelinos? Dejemos que los ultraizquierdistas se atrevan a contestar afirmativamente esta pregunta. Cualquier revolucionario, junto con los obreros italianos y los rebeldes argelinos, repudiarían tal respuesta con indignación. Aunque al mismo tiempo estallase una huelga general marítima en la Italia fascista, los huelguistas deberían hacer una excepción en favor de aquellos barcos que llevasen ayuda a los esclavos coloniales en rebelión; de otra forma no serían sino viles sindicalistas, no revolucionarios proletarios”. (Aprendan a pensar. Una sugerencia amistosa a ciertos ultraizquierdistas; New lnternational, julio de 1938).
¿Qué absolutismo automático?
Continuando con la polémica, el compañero Arslan escribe: “Además, no existe una relación automática entre la derrota de Rusia y el surgimiento de una situación revolucionaria en Rusia.”. En el aporte de Bodart esta “relación automática” no existe. Lo que se plantea es una posibilidad: “La derrota de Rusia sería un triunfo revolucionario que tonificaría al movimiento obrero ruso y de todas las nacionalidades oprimidas por éste, comenzando por el ucraniano” (los subrayados son míos).
Dicho esto, es válido plantear la eventualidad de un fortalecimiento del movimiento obrero y popular ruso ante la derrota de Putin. El presidente ruso está en el poder hace más de 20 años. Con mano de hierro ha liquidado sindicatos independientes, ha reprimido a toda clase de movimientos de protestas, ha encausado y encarcelado a luchadores sociales. Enriqueciendo a la oligarquía en detrimento de los sectores populares, también ha descabezado a la oposición política y perseguido a la izquierda. Ante esto, ¿cómo no va a ser lícito plantear que una derrota cambiaría radicalmente la situación del movimiento de masas? Definir el presente y plantear posibles perspectivas, sin diluirse en ellas, es importante para construir una organización revolucionaria en Rusia aprovechando las oportunidades que brinde la realidad, más aún en países donde hay dictaduras desde hace décadas. Desdeñar estas preocupaciones es un indicador de poco interés en la construcción y mucho en el propagandismo.
Autodeterminación: ¿sólo para Ucrania oriental y meridional y sin retiro de las tropas invasoras?
La autodeterminación también aparece en debate. La nota dice: “debemos defender el derecho a la autodeterminación de Ucrania oriental y meridional predominantemente de habla rusa, incluida Crimea”. Estamos por la autodeterminación de toda Ucrania, cuyo primer requisito es el retiro de las tropas invasoras. Y estamos por el derecho a la autodeterminación del Donetsk, Luhansk y Crimea. En el contexto de guerra no es un tema menor abordar esta cuestión. En esos territorios, el primer paso del camino hacia un proceso de autodeterminación también es la derrota de Rusia y el retiro de sus tropas. No es la única cuestión por aclarar: la autodeterminación también será una lucha contra el régimen ucraniano y Zelensky, que nunca se abrieron a ese derecho elemental, por lo cual la clave será la movilización que abra un proceso democrático para que los pueblos decidan. Ni siquiera cumplieron con celebrar elecciones en esos territorios. Plantear en abstracto la “autodeterminación de Ucrania oriental y meridional” sin explicar cómo y cuándo es una posición propagandística que, bajada a tierra sólo en general hoy significaría reconocer a las autoproclamadas Repúblicas de Donetsk y Luhansk y por lo tanto aplicar el derrotismo a la resistencia contra la ocupación.
Analizar los fenómenos no es simpatizar con ellos
En el aporte al debate, el compañero Bodart se detiene en los distintos tipos de nacionalismos existentes, entre ellos el ucraniano bajo el accionar del estalinismo, la ultraderecha, etc. Incluso aborda posicionamientos históricos y planteos teóricos que forman parte del acervo de los bolcheviques y del trotskismo. Son cuestiones que hacen al análisis y la caracterización de los nacionalismos. Se puede coincidir o no con ellos y debatirlo, pero es equivocado confundir el análisis y la caracterización de los fenómenos con la política hacia ellos. Y, justamente es lo que hace el compañero Arslan al afirmar: “La presencia de cierta simpatía por el nacionalismo ucraniano se percibe claramente en el artículo del compañero Alejandro”. Para el compañero Arslan, referirse a los fenómenos es tener simpatía por ellos. Sólo puede tomarse como una separación de las herramientas básicas del marxismo o como una provocación.
Ninguna organización revolucionaria puede desconocer las contradicciones del nacionalismo y su influencia sobre el movimiento de masas a lo largo de la historia. A no ser que sólo se trate de propagandistas influenciados por el peso del nacionalismo opresor de su propio país, como el que se desarrolla en Turquía. En el texto del compañero Bodart no se expresa simpatía al nacionalismo, sino una política leninista para combatirlo: “Como bien explicaba Lenin, no es lo mismo el nacionalismo en las masas de las naciones opresoras, profundamente reaccionario, que el nacionalismo de las naciones oprimidas, que es más contradictorio ya que expresa un compromiso con la lucha por su liberación nacional. Nosotros, que somos internacionalistas debemos comprender este fenómeno, no dejar que lo capitalice únicamente la derecha y disputarles las masas y su vanguardia más combativa, demostrándoles en la práctica que estamos y estaremos en la primera línea de combate en la lucha por la liberación nacional contra todo tipo de opresión externa. Sólo así lograremos que nos escuchen y ganar autoridad para desarrollar todo nuestro programa, que, por supuesto no se agota allí, sino que se combina con las tareas que nos lleven a un cambio económico y social, a un gobierno de las y los trabajadores que dé inicio a un verdadero socialismo”.
Disputamos contra el nacionalismo en todas sus variantes, tanto con el de las naciones opresoras, abiertamente reaccionario, como el de las naciones oprimidas, que a partir de algunos planteos de liberación nacional presenta más contradicciones. Los internacionalistas les disputamos a los nacionalistas tanto la vanguardia como el movimiento de masas, como luchadores contra la opresión externa como parte de la misma pelea por el gobierno de los trabajadores y por el socialismo.
De la “defensa revolucionaria” a la clandestinidad propagandística
Al referirse a qué hacer en la guerra, el compañero Arslan escribe: “La posición de los revolucionarios ucranianos es la defensa revolucionaria… establecer organizaciones de auto resistencia de los trabajadores… estableciendo sus propias zonas de control armado”. Y “contarle a las masas, lo más ampliamente posible, cómo los oligarcas ucranianos pro-estadounidenses y pro-rusos hicieron de Ucrania un vasallo de las potencias imperialistas, y aprender las lecciones de la historia reciente de Ucrania.”.
Lamentablemente, ni en Ucrania ni en ningún lugar del mundo existe una dirección revolucionaria y socialista reconocida masivamente por el movimiento obrero. Ucrania está invadida, matan a la población civil, se combate casa por casa y la población resiste bajo una dirección burguesa. En medio de esta realidad el compañero Arslan propone a los revolucionarios: que dejen de lado ser parte de la resistencia porque no hay batallones revolucionarios de defensa. Si los hubiera, el objetivo que plantea para ellos no es combatir al ejército invasor sino ocupar y controlar zonas liberadas, bajo mando militar propio. Se trataría de una nueva aparición del “soldado loco” disparando en todas direcciones. Los revolucionarios deberían complementar su actividad yendo a la puerta de algunas fábricas, cuidadosamente seleccionadas, a buscar a los obreros que estén contra Putin y Zelensky por igual y hacerles una cita para explicarles que su primera tarea no es defender su casa y su vida, sino tomarse un tiempo para reflexionar y sacar conclusiones sobre su pasado político reciente, para darse cuenta quiénes son sus verdaderos enemigos. Es una orientación equivocada y propagandística que, llevada al terreno concreto, dejaría la causa contra la invasión en manos de los sectores de nazis y de nacionalistas que actúan en la primera línea de combate.
Finalmente, el compañero Arslan reconoce que no hay condiciones para la formación de batallones de defensa revolucionarios y entonces propone a los revolucionarios ucranianos que: “deben formar estructuras organizativas adecuadas a sus fuerzas” y como según el compañero “Hoy, la oposición al régimen de Kiev no puede operar legalmente… incluso en condiciones ilegales, debe haber formas de encontrar a aquellos sectores de la clase trabajadora que no simpatizan con Putin ni la burguesía nacionalista en Kiev. Estar en el mismo frente que los nacionalistas en Kiev significa rendirse a las fuerzas antiobreras y de extrema derecha.
¿Cuáles serían las formas de organización “adecuadas a sus fuerzas”? Queda librado a la imaginación; lo que sí es seguro es que se orienta a desaprovechar las limitadas oportunidades de libertad que existen por la guerra y pasar a la clandestinidad, es decir, a una actividad no pública. Significaría decirles a nuestros camaradas que dejen de arriesgarse públicamente, rechazando las políticas antiobreras de Zelensky como lo están haciendo y que aquellos que están combatiendo heroicamente contra el agresor abandonen la lucha, dejando a los trabajadores y jóvenes a merced de la derecha. Además, qué rara orientación proponer la clandestinidad organizativa en Ucrania y ni mencionarla en Rusia donde hay una verdadera caza de brujas contra los opositores a la guerra ¿Pensará el compañero que el régimen de Putin tiene justificaciones en contraposición al “régimen nazi ucraniano”? En una guerra los márgenes para el propagandismo se estrechan al extremo.
Seguramente, el debate democrático, la intervención conjunta en la guerra y en la lucha de clases arrojarán luz sobre los análisis, las caracterizaciones, la política y la orientación correctas de los socialistas revolucionarios. En la LIS hemos de debatir todo e intervenir como un solo puño internacionalista, tomando distancia del sectarismo, del oportunismo y del propagandismo.