14 de julio. El presidente de ese país asiático, una isla al sureste de la India, renunció a su cargo por mail. Gotabaya Rajapaksa lo envió al parlamento, mientras huía a Maldivas y luego a Singapur. Es el corolario de una revolución multitudinaria, que tiene como marco la mayor crisis económica y política de la historia cingalesa.
Pablo Vasco
Días atrás, a través de la televisión y las redes sociales, circularon por el mundo entero los impactantes videos de miles y miles de cingaleses irrumpiendo en el palacio presidencial, la secretaría presidencial, la oficina del primer ministro y otras oficinas gubernamentales, encontrando relativamente poca resistencia por parte de las fuerzas del gobierno. La represión policial, que fue con gases lacrimógenos y carros hidrantes, causó una muerte, decenas de personas heridas y cientos de detenciones. La propia forma de renuncia del presidente, por mail y en medio de su huida en un avión militar con su familia, confirma el completo descontrol por parte del poder político.
Antes denominado Ceilán, Sri Lanka es un país insular ubicado en el Golfo de Bengala. Su capital es Colombo, a la vez principal centro de trasbordo del sur asiático. Sri Lanka fue colonia portuguesa, luego británica, en 1948 declaró su independencia, en 1972 se constituyó como república y en 1977, bajo un gobierno de centroizquierda, como república democrática socialista. Tiene un parlamento unicameral con 225 integrantes -196 distritales y 29 por proporción nacional- y el presidente designa a su primer ministro y su gabinete.
Sri Lanka tiene 23 millones de habitantes, tres millones de los cuales son de la etnia tamil, que habitan en el norte y noreste de la isla, con influencia de una guerrilla separatista: los Tigres de Liberación de la Patria Tamil. Los cingaleses son mayormente de religión budista y los tamiles, en cambio, hinduistas. De clima tropical y con grandes bellezas naturales, su economía está basada esencialmente en la exportación de productos agrícolas como té, caucho, café y azúcar (20%) y, a nivel industrial, de textiles y prendas de vestir (63%). La pandemia afectó gravemente el turismo, que es la otra fuente clave de ingresos.
La deuda pública cingalesa es de 72.000 millones de dólares, tiene un 20% de pobreza y un 6% de desempleo. Antes del estallido popular, el gobierno había dado un día libre por semana al personal estatal para cultivar alimentos en sus jardines y cinco años de licencia sin goce de sueldo para buscar trabajo en el extranjero. Además de la escasez de combustible y alimentos, agravada por la invasión rusa a Ucrania, hay falta de medicamentos.
Los porqué del alzamiento revolucionario
Las causas de la actual rebelión las explica bien una nota de nuestros compañeros pakistaníes de La Lucha, sección de la Liga Internacional Socialista: “El 6 de mayo, millones de trabajadores del sector público y privado se declararon en huelga. Los bancos, las empresas y el transporte se cerraron en Colombo y otras ciudades. Médicos y enfermeras se unieron a las protestas. El 7 y 8 de mayo el presidente declaró el estado de emergencia, impuesto por segunda vez desde el inicio de las protestas. El año pasado, el precio del arroz se duplicó.
“El mes pasado el gobierno anunció que estaba incumpliendo con 51.000 millones en préstamos extranjeros debido al agotamiento de las reservas en dólares norteamericanos. La inflación llegó al 40% en los dos últimos años y subió al 50% para productos básicos como los alimentos. Hace poco el ministro de Finanzas anunció que la crisis económica seguiría por otros dos años. El pueblo de Sri Lanka vive sin electricidad durante 13 horas al día y se ve obligado a hacer cola todo el día para obtener gasolina o gas natural. El 16 de mayo el primer ministro anunció que el país podía quedarse sin gasolina en un día si no conseguia 75 millones en divisas para comprar más gasolina. Los barcos contenedores esperaban en la playa y se negaban a descargar hasta que les pagaran.
“La huelga fue convocada por sindicatos y grupos de la sociedad civil. Los manifestantes exigieron la renuncia de Rajapaksa y cuestionaron la corrupción de su familia, que ha gobernado Sri Lanka durante casi dos décadas y en los dos últimos años y medio ha llevado al país a la bancarrota.”[1]
A la gran corrupción y el mal manejo económico-social del gobierno, que incluyó la privatización de puertos y la deforestación por multinacionales, hay que sumarle que había desatado una dura ofensiva represiva contra las regiones tamiles y la minoría musulmana.
Los desafíos políticos
Caído el presidente por la movilización popular, ahora el primer ministro -oculto desde hace varios días- propuso “dar paso a un gobierno de todos los partidos” y se abren tensas negociaciones con esa finalidad entre los sectores políticos con representación parlamentaria. Hablan de formar un nuevo gobierno “provisorio y de unidad nacional”, a la vez que abrir negociaciones con el FMI. Barajarían candidatos hasta el 19 de julio y decidirían el 20 en el parlamento. No está claro el período transitorio de dicho gobierno, tras lo cual se llamaría a nuevas elecciones.
Nada favorable puede esperar el pueblo cingalés de un pacto tejido entre los principales partidos que se han alternado en el ejercicio del poder hasta ahora, defensores del capitalismo en sus variantes liberal, nacionalista-populista o de centroizquierda: el Nuevo Frente Democrático (ex oficialismo), el Poder del Pueblo Unido (principal partido opositor), el Partido Socialista del Frente, el Frente de Liberación Popular y otros. Menos aun cuando todos ellos buscan como salida negociar algún préstamo del Fondo Monetario, lo que acentuará la dependencia de la economía cingalesa.
En los años ’40 del siglo pasado surgió en Ceilán un partido trotskista importante, el Lanka Sama Samaja Party (LSSP), que jugó un rol en la lucha independentista y ganó fuerza en el pueblo trabajador, pero que en los ’60 terminó entrando al gobierno nacionalista burgués del Partido de la Libertad de Sri Lanka (SLFP), cuya primera ministra fue Sirimavo Bandaranaike. Esta capitulación oportunista debilitó las fuerzas del socialismo revolucionario. Sin embargo, la rebelión actual permite mejores condiciones para el desafío de construir una dirección revolucionaria que batalle en Ceilán por la única salida realista a la crisis, sin FMI ni capitalistas: un gobierno de los trabajadores y el pueblo pobre, que aplique un programa económico en favor de las grandes mayorías.