El resultado del plebiscito de salida donde se impuso el rechazo a la Nueva Constitución abre múltiples debates e interpretaciones, no solo en nuestro país sino a nivel regional. Quienes sostenemos que la rebelión de octubre del 2019 abrió una nueva etapa queremos aportar nuestros puntos de vista y propuestas con el objetivo de dialogar y reflexionar, no solo sobre lo sucedido, sino sobre las tareas y desafíos que se plantean hacia adelante.
Por Joaquín Araneda y Martín C., Movimiento Anticapitalista
La rebelión: alcances, límites y traiciones
Creemos que es fundamental comenzar este texto refiriéndonos a la rebelión que sacudió al país en octubre del 2019, ya que entendemos que fue la fuerza motriz fundamental del proceso de cambio constitucional y de inaugurar un nuevo momento político que aún no termina de resolverse.
El aumento del transporte fue apenas un catalizador de una serie de demandas que venían creciendo de manera descoordinada, focalizadas, aunque con expresiones de calle masivas: las luchas educativas, la construcción del movimiento No + AFP y el movimiento feminista como expresiones mas avanzadas, combinadas demandas economicas y democraticas como el fin de la represion, la precarizacion de la vida, el saqueo y destruccion de los bienes comunes. Mientras que también se manifestaron semi-insurrecciones en localidades como Aysén o Freirina en años previos.
La rebelión puso en el centro al “sistema” como responsable de negar derechos a las mayorías al servicio de una pequeña minoría concentrada, la consigna “no son 30 pesos, son 30 años” es la expresión de esta conclusión y la permanencia de la ocupación de las calles, la extensión nacional del proceso y el cuestionamiento al conjunto de las instituciones, con la identificación clara del gobierno de Piñera como criminal, asesino y principal responsable junto a sus perro de presa: carabineros y el ejército.
El estallido fue desorganizado, en el sentido de que no tenía direcciones políticas que dirigieran globalmente con una orientación determinada, la mayor parte de las fuerzas políticas del régimen sufrieron un colapso de varios días hasta lograr recuperar la iniciativa. La no existencia de fuerzas de masas en el campo revolucionario también fue un factor que aportó a esto y si sumamos la extrema debilidad de las direcciones sindicales o sociales en las distintas instancias se completa un cuadro donde primaba una especie de “iniciativa social radicalizada” empujada fundamentalmente por la juventud, sectores de trabajadores y trabajadoras y sectores populares.
En primer lugar entonces, la expresión antisistémica del estallido estuvo dada por su radicalidad, por el enfrentamiento a la represión y la batalla por las calles, por el cuestionamiento al recambio entre la derecha y la ex concertación por, básicamente, sostener la herencia de la dictadura de Pinochet. Esa expresión por la negativa tuvo una respuesta en la consigna de Nueva Constitución, exponiendo claramente la intención de terminar con los “30 años” y sus representantes y construir un nuevo Chile sobre la base de la respuesta a las demandas populares.
La rebelión quebró esa matriz política construida por los partidos del régimen, incluso aquellos que se presentaban como los más radicales como el Partido Comunista o el más novedoso Frente Amplio y cuando estaba avanzando el proceso a cuestionar la estructura económica y social defendida por aquellos sectores, se produjo la intervención decidida de estos partidos para cerrar el proceso y darle un cauce institucional. Lejos de lo que hoy dice Boric de que el problema habría sido “ir más rápido en las transformaciones de lo que el pueblo entiende”, el papel jugado por este espacio, con él a la cabeza, fue decidida y radicalmente contra los intereses de las mayorías que motorizaban los cambios, pactaron con el gobierno para salvarlo y evitar así que la iniciativa popular demoliera todo. Noviembre, como el viejo “thermidor” francés, fue el mes de la reacción unificada del FA y el conjunto del régimen contra las fuerzas motrices de las transformaciones revolucionarias, una acción conjunta con los partido del bloque en el poder luego de la huelga general impuesta por la fuerza social el 12 de noviembre del 2019, que signó el momento más elevado del proceso por la entrada de la clase obrera organizada, así evitaron su derrumbe.
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Mientras centenares de ojos se apagaban por las balas, mientras miles de jóvenes poblaban las cárceles, mientras en las calles se exigía la renuncia de Piñera y el juzgamiento de sus ministros y de los pacos asesinos, Boric estampó su firma en el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución el 15 de noviembre, comenzando a construir el Caballo de Troya que el domingo 04 de julio irrumpió en la elección.
Esta traición decidida actuó sobre los límites propios del proceso que ya hemos mencionado y sin embargo no fueron suficientes para cerrar el proceso de movilización que encontró con el inicio de la pandemia en los primeros días de marzo del 2020 un límite objetivo que facilitó la tarea que el régimen no había podido garantizar vaciando las calles durante meses.
Imponiendo un proyecto de minorías a las mayorías movilizadas
El cronograma constituyente, pactado por el Acuerdo, trasladó el centro del debate al Congreso donde durante semanas se cocinó con la participación sin exclusiones de ningún partido del régimen el camino hacia la construcción de una nueva Constitución. Vale decir que, evidentemente, estos partidos realmente buscan que el proceso constitucional se lleve adelante y tenga un resultado que “cierre” la etapa de los “30 años” e inicie un nuevo ciclo de acumulación y una reorganización capitalista del país post estallido, sobre esas bases se desarrolló la “Cocina”.
Es en ese proceso, con sus contradicciones entre lo que buscaba el régimen y el empuje de las fuerzas sociales movilizadas, nuestra organización propuso y levantó un Comando por una Asamblea Constituyente libre, soberana, plurinacional y democrática, sin Piñera ni pacto alguno. Dicha acción independiente pudo unir a diferentes organizaciones políticas y sociales a lo largo del país, incluso pudo orientar a corrientes políticas sectarias que se sumaron a la iniciativa.
La nueva etapa abierta con el estallido no desapareció y volvió a expresarse con fuerza en la primera oportunidad que los pequeños resquicios de actividad se lo permitieron, primero en la votación masiva en el plebiscito sobre la necesidad de una Nueva Constitución y en el mismo espacio también masivamente por que sea una Convención Constitucional, es decir sin la participación de las instituciones existentes en el proceso. Esta expresión, distorsionada, tuvo su continuidad en la inscripción de miles de candidaturas independientes a lo largo y ancho del país, la mayor parte de las cuales se referenciaba de alguna u otra manera en las demandas del estallido y fueron las expresiones más radicales de ese espectro las que colectaron una mayor cantidad de votos superando en muchos casos a los partidos tradicionales, colocando en la Convención una fuerte presencia de “independientes” y con la derecha muy disminuida como también lo estaba la ex Concertación.
Como Movimiento Anticapitalista participamos de aquel proceso con un programa que levantaba los puntos fundamentales de la rebelión y además sostenía la necesidad de que las calles marcaran el ritmo como única forma de vulnerar el pacto institucional tácito establecido entre los partidos del régimen, incluso los más radicales. En aquel momento, de la misma forma que cuando denunciamos implacablemente el Pacto por la Paz, insistimos en el rol clave de la movilización y la participación popular, con la necesidad de reorganizar a la izquierda anticapitalista y anti sistema para que se transforme en una referencia de peso.
Esta elección fue un verdadero terremoto político y puso en cuestión los límites impuestos por el Pacto, límites que nuevamente el Frente Amplio, el PC y los partidos del régimen se encargaron de restablecer. El PC en particular, que jugó un rol desmovilizador desde la CUT en el estallido pero se abstuvo de firmar el Pacto, se sumó con toda su energía a la línea pro orden y consenso, de diálogo con la derecha y salvataje de las instituciones fundamentales, construyendo además una alianza electoral que los terminaría depositando en La Moneda pocos meses después.
Nuevamente, lejos de lo que hoy declara Boric y no nos cansaremos de repetir, el pueblo estaba para más y así lo expresaba, mientras que las direcciones que se postulaban como las abanderadas de la transformación, la de los jóvenes dirigentes emergidos de las luchas, hacían lo imposible por encauzar esa energía en los estrechos márgenes de las instituciones del viejo Chile de los 30 años.
¿Lentamente hacia transformaciones profundas o cambiar algo para que nada cambie?
Detenernos en cada uno de los debates en la CC nos llevaría una interminable cantidad de páginas, proyecto que probablemente encaremos para debatir a fondo las conclusiones de este periodo tan rico, sin embargo a los fines de este texto queremos señalar simplemente algunos aspectos que ejemplifican el rol de conducción del FA y el PC en el sentido de construir una Constitución en los márgenes de lo posible, es decir, en los márgenes del capitalismo.
El primer lugar en el trabajo de la elección de las autoridades de la CC jugaron activamente por una conducción alejada de los sectores independientes y más radicalizados del recinto, priorizando las “buenas relaciones”. Actuaron permanentemente sobre los sectores que ingresaron como independientes tanto de la Lista del Pueblo (que facilitó el proceso con un desmanejo increíble que por momentos rozó lo bizarro e implosionó en pocas semanas) y el espacio de los Movimientos Sociales Constituyentes para adaptarlos a la actividad parlamentaria y el cabildeo, despegando a estos y estas de sus anclajes territoriales.
En tercer lugar impusieron el funcionamiento de la CC con la permanencia de las y los presos políticos, la represión en pleno funcionamiento y el avance de las causas contra luchadoras y luchadores sociales. Cuarto y más importante, corrieron por completo el centro de acción al propio recinto, haciendo campaña abierta por el fin de la movilización, el desmonte de las experiencias de organización independiente por fuera de las instancias estatales o estatizantes y asumieron la “representación” total del proceso, despojandolo de su programa y reduciéndolo a una serie de declaraciones generales desprovistas de estructura social real, sin participación, sin otra instancia que la de mirar por la TV el accionar de un puñado de intelectuales que supuestamente entendían o interpretaban la voluntad de sectores sociales múltiples y complejos, esto quedó más que claro cuando se tiraron por la borda las iniciativas populares sostenidas por miles de firmas.
En este camino construyeron una identidad ideologizada anclada en el “progresismo” serio y responsable, preocupado por la plurinacionalidad y las representaciones igualitarias de género, pero sin respuestas a las demandas económicas y sociales que están en la base de esas representaciones que hacen efectiva la plurinacionalidad y las perspectivas feministas y por supuesto sin incorporar instancias donde las mujeres, las y los trabajadores, los pueblos originarios, la juventud entre otros sectores dinámicos pudieran ser protagonistas del proceso y no solo una sombra difusa, un “tipo” social descripto por algún político pequeñoburgués.
La representación popular no es un “don” que se tiene, sino un ejercicio que, infectado por el virus del parlamentarismo, poco a poco se fue anulando bajo el comando de los aparatos políticos del Partido Comunista y el Frente Amplio con el apoyo de los partidos de los 30 años.
El viejo reformismo del siglo pasado así lo demostró incorporándose a la gestión del Estado burgués para nunca transformarlo, este “neo reformismo” desestructurado y con una organización esencialmente electoral repite la historia a una velocidad superior y con la base de un siglo de experiencia sobre la imposibilidad de reformar pacíficamente y por la vía del diálogo el capitalismo en su etapa decadente. A ese pantano arrastra además a las expresiones genuinamente surgidas de los procesos de movilización.
De la oposición al poder: el salto de calidad de la gestión del Estado
Las elecciones presidenciales y parlamentarias colocaron una primera alerta sobre lo que estaba produciendo la acción desmovilizante en el movimiento de masas. La polarización social operó fuerte y Jose Antonio Kast salió victorioso en el primer turno. No se trató de un “giro a la derecha” como lo aseguraban algunos sectores de la izquierda, intentando construir desde el miedo y la preocupación en lugar de poner en el centro el programa que se reclamaba desde las bases. Sin ir más lejos, la crisis económica post pandemia ya se sentía fuerte, sin embargo el centro de los discursos frenteamplistas estaba posado en la seguridad y la moderación programática pegó un salto luego de esa primera pasada electoral.
Otro dato clave de esa elección fue el golpe y la mala elección de los sectores más claramente identificados con el gobierno de Piñera y con la ex Concertación, castigados claramente como las caras visibles de los “30 años”.
Boric se impuso a Jadue y el PC se encolumno decididamente con sus principales figuras detrás de la candidatura, sin embargo lejos de polarizar con la derecha violenta representada en Kast, Apruebo Dignidad asumió parte de su agenda, incorporó a los sectores ex concertacionistas y así empezó a mostrar lo que veríamos en los primeros meses de gobierno, que lejos de venir a transformar, el objetivo de este espacio seguía enmarcado en la necesidad de estabilizar el país desde el punto de vista capitalista.
Las campaña, muy superior a la voluntad de los propios dirigentes desbordó de iniciativa popular, se formaron comandos de norte a sur y del mar a la cordillera, en los mismos el discurso oficial era “no discutir ahora las limitaciones del proyecto, primero ganar”, clásico recurso de quienes interpretan a su base social como personal al servicio de su orientación.
Desde el Movimiento Anticapitalista nuevamente asumimos la pelea contra la derecha como centro, llamando a derrotar a Kast en las urnas y en las calles, poniendo siempre al frente un programa para tal fin con el objetivo de que sea un incentivo a la movilización masiva, respondiendo a las demandas económicas y sociales que cada día eran más sentidas y necesarias. Denunciamos también la orientación hacia el centro de quienes se presentaban como la “izquierda” y señalamos también que ese camino, que se había recorrido en otras experiencias del continente tarde o temprano terminaba abriendo el camino a la derecha.
Kast fue derrotado, amplios sectores lo vivieron como un triunfo y un impulso para, ahora sí, abrir el paso a las “transformaciones” por las que luchaban.
Lejos de aquello, el gabinete de Boric y sus primeras medidas confirmaron que su orientación no era una “táctica electoral genial” si no la puesta en marcha de una Concertación 3.0. se extendió el estado de excepción en el Wallmapu, se sostuvieron las querellas contra las y los presos políticos, se otorgó un aumento miserables de 500 pesos para fortalecer las becas de alimentación estudiantiles, se sostuvo al General Yañez, responsable de buena parte de la represión durante el gobierno de Piñera y con él se sostuvieron las prácticas violentas al extremo contra la movilización social, al tiempo que se quitaron las ayudas sociales, desapareció el IFE y se bloquearon los retiros de las AFP. Por supuesto que no se tocó un milímetro el lucro en educación y salud, se avanza con la entrega de tierras y con el saqueo en los territorios. En definitiva, la agenda del gobierno nada tuvo para envidiarle a los momentos previos más conservadores. El hilo de continuidad, junto con Yañez en el terreno de la represión, lo marca Marcel al frente del Ministerio de Hacienda, es toda una declaración de principios. Esta continuidad fue maquillada con la paridad de mujeres en el gabinete, un máscara que no logra disimular que el peso mayor de la crisis en el país sigue descargandose sobre las mujeres y las personas gestantes.
Este recorrido que trazamos de la situación de Chile en los últimos meses, a vuelo de pájaro lo sabemos, expone con claridad que el fenómeno social fundamental estuvo dado por amplios sectores de las capas populares, con una clara vanguardia juvenil, empujando en el sentido de provocar transformaciones y una dirigencia actuando decididamente por cerrar el paso a esa iniciativa para administrar algunos cambios formales. Cómo lo vuelve a demostrar la historia, aquellas peleas que son a todo o nada jamas la ganan los timoratos y los conservadores, la historia está hecha de rupturas y el desarrollo de las transformaciones sociales encuentran en estas su energía creativa.
La derecha se fortalece al alero de esta política
A diferencia de otros países, la derecha en Chile tiene una estructura y una base social más sólida y con mayor tradición, el proceso de salida de la dictadura estuvo marcado por pactos de continuidad y es, entre otras cosas, por aquello que aún hoy está en pie la Constitución de Pinochet. El profundo golpe al gobierno de Piñera y los sectores “liberales” de Chile Vamos abrieron paso al fortalecimiento de expresiones radicalizadas como la de Kast, que se lanzó con toda fuerza a explorar los límites de la polarización social logrando rearticular una fuerza social dispersa y enfrentada al desastre del gobierno de Piñera.
Sobre esa primera batalla y ocupando el espacio político desplegó una agresiva campaña contra la Nueva Constitución utilizando todo tipo de maniobras. Pero la pregunta es ¿Se puede esperar otra cosa de un burro que no sea una patada? La derecha se radicaliza frente a la situación ensayando opciones cada vez más extremas, es la representación de la desesperación de sectores frente al desarrollo de la crisis económica, la movilización social y el “desgobierno” en términos burgueses, la crisis del paradigma neoliberal frente al estallido y la desorientación sobre las posibles salidas son combustible a ese movimiento político.
No se trata de un fenómeno puramente local, aunque como ya lo señalamos tiene sus particularidades, Bolsonaro en Brasil, Trump en EEUU, entre otros muestra que la polarización actúa, promoviendo el surgimiento de tendencias con esas características.
La decepción de franjas de masas con los “resultados” del estallido social, la traición de las direcciones que facilitaron ese derrotero y la agudización de la crisis económica sin duda ha empujado a rechazar en gran medida a la situación de conjunto y al gobierno en particular a través del rechazo a la Nueva Constitución (que al mismo tiempo, como ya lo dijimos no respondía globalmente a esa situación). Fake News, mentiras y enfrentamientos en las calles, amalgamas y todo tipo de maniobras lograron soldar esa situación hacia la opción del rechazo.
Algunas fuerzas de izquierda y por supuesto los analistas del gobierno, los mismos que culpan al pueblo por no entender o no estar preparado, sostienen que se trata de un giro a la derecha, un vuelco conservador en la situación, no compartimos esa definición. Esta expresión electoral no ha logrado, al menos hasta este momento, expresar una adhesión en las calles y una derrota certera de la etapa abierta con el estallido.
Por supuesto las contradicciones se han tonificado, la derecha se fortalece relativamente y el golpe central se lo lleva el gobierno que responde girando aún más a derecha, poniendo y renovando el gabinete a pocos meses de asumir, incorporando nuevos componentes en lo que ya se consolida como una Concertación 3.0 con una orientación “nueva” según lo anunciara el propio Boric en la jura de las y los nuevos ministros.
Pero estas son expresiones superestructurales, que no debemos menospreciar, pero es importante ver también un fuerte resurgir de la movilización estudiantil con el movimiento secundario a la cabeza, mostrando que la polarización como fenómeno social sigue primando y que vamos a tiempos convulsos donde existe un extendido espacio para torcer el rumbo.
El día después del Plebiscito, lo que viene y hace falta
Es claro que el resultado del plebiscito representa un llamado de atención muy potente y al mismo tiempo es claro también que no todos los sectores lo interpretan de la misma manera. Mientras que para el gobierno ha sido un empujón más hacia la agenda de la derecha modificando el gabinete para incorporar un mayor número de personeros de la ex Concertación (sólo faltó Bachelet por Boric era uno de los comentarios más repetidos en las redes) para un sector de la vanguardia, nuevamente con la juventud a la cabeza, se ha transformado en un llamado a la acción y es por eso que las manifestaciones han marcado la semana.
En muchos otros sectores sin dudas se trata de un golpe que aún es importante procesar para que las conclusiones no lleven al escepticismo ni a culpar al pueblo por su voto, cuestión en la que se centran principalmente los responsables políticos de esta cuestión, los escribas del gobierno.
Finalmente, la derecha intentará aprovechar la oportunidad que se le presenta aunque aún sin liderazgos claros y con un programa que lejos está de ser posible de concretar apoyándose en una base amplia y difusa que rechazó la nueva constitución pero no necesariamente adhiere a este espacio político.
La situación se ha complejizado, el impulso del estallido sigue presente pero ya se ha realizado una experiencia con las fuerzas políticas que pretendieron hegemonizar la representación de ese proceso para cerrarlo y han demostrado ser más continuidad que cambio. El inicio de un nuevo proceso constituyente responde claramente a la necesidad de fijar las nuevas bases del modelo de explotación del país y por las características presentadas en el Parlamento incorpora aún más controles y limitaciones que la CC inicial, por ejemplo un equipo de “tecnicos” que elaboren el reglamento, el cual también deberá reportar al parlamento.
Esta demostración de unidad de los representantes del régimen para “normalizar” el país en un nuevo ciclo de acumulación capitalista-neoliberal es acompañada por el IPOM de septiembre del Banco Central que junto a expresar que además de la inflación “la economía crecerá por debajo de su potencial por varios trimestres más, con lo que la brecha seguirá reduciéndose y se ubicará en niveles negativos a partir de fines de este año”, es decir, la recesión seguirá impactando a nivel país y que por lo tanto, recomienda no sólo no generar apoyos sociales, sino además recortar y ajustar cualquier gasto, en palabras del BC: “para bajar la inflación es importante que la economía siga reduciendo el excesivo gasto de 2021“. Una orientación clave de los capitalistas para sostener sus ganancias que a nivel social significa más precarización y más carestía de la vida.
En ese contexto se viene un espectáculo constituyente que termine de consolidar la institucionalidad al servicio de sostener las bases capitalistas del país. La propuesta presentada por el FA y que funciona como la base del inicio del nuevo proyecto plantea además una intervención directa del gobierno en la nueva convención y también que las instancias de consulta intermedias sobre temas puntuales sean canalizadas a través de las municipalidades.
Si el resultado del plebiscito podría ser catalogado como “la tragedia”, sin dudas este nuevo proceso institucionalizado, fuertemente controlado y con el objetivo de “recetear” las condiciones de explotación para recuperar la senda post estallido presentado por el Frente Amplio y avalado por el régimen político es “la farsa” de una democracia que sigue funcionando en base al fusil carabinero, el zorrillo y el guanaco. 49 años del golpe de Estado han pasado y allí siguen los asesinos, gracias a la moderada delicadeza de los demócratas de oficina, que intentarán nuevamente convencer de que las palabras estampadas en un libro son más importantes que las demandas olvidadas y reprimidas en las calles.
Sin embargo eso no es todo el escenario, la juventud a demostrado una fuerte voluntad de lucha y está dispuesta y profundamente necesitada de sostener sus demandas históricas, la vida ya no permite el lujo de dejar pasar el asunto hasta que profesionales y técnicos reglamenten los procedimientos, el pasaje, la matrícula, la comida y todo lo demás es necesario obtenerlo ahora y allí hay una base importante para trabajar por una reorganización de las fuerzas que permita construir una alternativa política que haga carne esas demandas y pelee por conquistarlas, creemos que este elemento no ha podido construirse aun a lo largo del proceso y su importancia cobra cada día mayor sentido.
Aquellas y aquellos que vieron con pesar el resultado de la votación, que se sienten defraudados por el devenir de los acontecimientos y por el actuar de las fuerzas políticas que prometieron un nuevo Chile y están otorgando bacheletismo de baja intensidad les planteamos dialogar juntos y juntas las conclusiones, las dudas, las propuestas sobre cómo seguir. La opción del escepticismo sólo fortalecerá las desigualdades y las miserias de nuestro pueblo, no es el final del camino, hay mucho por andar todavía y mucho por construir para lograr transformar Chile.
Solo a modo de paréntesis, el mundo atraviesa también por un momento de profunda crisis y contradicciones, la salida de la pandemia lejos de promover un sólido crecimiento a vuelto a mostrar los límites sistémicos del capital, por lo tanto, más tarde que temprano se desbordaran los pueblos frente a los gobiernos y sus criminales fuerzas represivas, tarde o temprano volverán los viernes de Plaza Dignidad y las cacerolas a resonar, el desafío es que estemos preparados cuándo ese momento llegue.
Es por eso que es fundamental poner en pie una nueva referencia política amplia y unitaria, que más allá de nuestras diferencias ponga por delante los puntos centrales que las calles han puesto en agenda, así poder proponernos como alternativa ante las y los miles de decepcionados del actual gobierno y del resultado de la NC y que esperan cambios profundos en el país. Esta perspectiva es una conclusión del proceso, hacerla posible podrá ser una realidad en un llamado conjunto entre la izquierda anticapitalista, los movimientos sociales, independientes y quienes están desencantados del PC y el FA , no dejemos que la fuerza de la nueva etapa termine bajo la conducción de los que pactan, sumemos unidad, programa y movilización. Desde nuestra organización estamos a disposición de esta tarea y estaremos impulsando iniciativas que busquen esta confluencia.
En ese sentido y para hacer fuerte estás ideas desde el Movimiento Anticapitalista tenemos una perspectiva: construir organización sobre la base del trabajo en equipo, del debate político, desde un sólido programa que nos agrupe sin lugar para amarillas y traiciones, un programa que parta de las demandas que otros abandonaron, de las necesidades de las mayorías y que ponga el centro en recuperar lo que nos roban los ricos y poderosos, un programa que tenga en su centro la construcción de una democracia de base, donde los carabineros sean desmantelados, la represión terminada y nunca más se levanten las armas contra las y los estudiantes y el pueblo.
Te proponemos discutir las conclusiones de estos últimos meses y cómo actuar organizadamente en los meses que vienen, sin falsos jefes que solo persiguen un cargo, sin que la única acción posible sea la de lanzar una piedra sin más programa que el de la lucha. Decimos luchar, pero organizarnos y construir una nueva referencia política, anticapitalista, feminista, ecosocialista, revolucionaria e internacionalista, sin pactos ni cocinas, que pelee hasta el final por transformar todo y lo haga además en común con compañeras y compañeros de América y el mundo. Seguir el camino “de lo posible” nos trajo a este punto, es momento de animarnos a hacer posible lo necesario. Con estos horizontes construimos el Movimiento Anticapitalista en Chile y la Liga Internacional Socialista en más de 30 países de los 5 continentes.