La muerte de una joven a manos de la policía religiosa causó una gran ola de indignación popular, primero en la región kurda y luego por todo el país. Al momento de escribir esta nota, la represión y los enfrentamientos ya provocaron ocho muertes -incluido un policía- y más de un centenar de personas heridas. Crece la bronca contra el reaccionario régimen teocrático iraní.
Por Pablo Vasco
Mahsa Amini tenía sólo 22 años, era de origen kurdo y fue arrestada por la Policía de la Moralidad en Teherán por llevar “mal puesto” su hiyab. Si bien el uso de dicho velo islámico es obligatorio en Irán desde 1979, en agosto pasado el gobierno fundamentalista dictó un decreto de control aún más estricto, que incluye la utilización persecutoria de tecnología de reconocimiento facial. Lo hizo en respuesta ante las manifestaciones de cientos de mujeres en las calles y las redes sociales tras el 12 de julio, el oscurantista “día nacional del hiyab y la castidad”.
Tras dos horas de golpes en la cabeza durante su traslado en camioneta a la sede del “Cuartel General para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio”, la policía religiosa iraní, Mahsa sufrió un ataque cerebro-vascular y entró en estado de coma. Internada en un hospital, murió dos días después. Un enviado del líder supremo Ali Khamenei se reunió con la familia de la joven y prometió una “investigación exhaustiva”, procurando calmar la situación. A la vez, y junto con la represión directa, el gobierno corta el servicio de internet para evitar la difusión de las imágenes de lucha.
Mahsa simboliza dos de las opresiones vigentes en el país persa: contra la nacionalidad kurda y contra las mujeres y personas LGBTI. Apenas conocida su muerte, en el Kurdistán iraní y luego en la capital y otras localidades se desataron numerosas protestas populares, con la juventud estudiantil a la vanguardia. Miles de mujeres cortaron sus cabellos, se quitaron sus hiyab y hasta los quemaron en público, mientras que en varias ciudades los manifestantes realizan protestas relámpago y hasta enfrentan la violenta represión policial. Entre otras consignas, en las calles se corea “¡Mujer, vida, libertad!” y “¡Muerte al dictador!”
Abajo la dictadura de los mullah
La explosividad de la situación social y política de la República Islámica de Irán se viene acumulando desde hace varios años y el asesinato de Mahsa fue un nuevo detonante. En noviembre de 2019, en todo el país tuvieron lugar importantes manifestaciones después de que el gobierno aumentara los precios de los combustibles. En junio de 2021 ganó la presidencia Ebrahim Raisi, del partido Sociedad del Clero Combatiente. Todos los candidatos los debe autorizar antes el ultraconservador Consejo de Ancianos (mullah, clérigos) y en esa elección votó menos de la mitad del electorado.
En julio de 2021, miles de trabajadores del petróleo, el azúcar y otras industrias hicieron huelga por reclamos de deudas salariales, aumento, mejora de las condiciones laborales y libertad de organización sindical. La huelga fue respondida por el gobierno con una sangrienta represión, igual que lo hizo ante otras protestas sociales por la grave falta de agua y de electricidad en el sur y el centro del país.
En mayo y junio pasado, tras el anuncio de un plan gubernamental de cirugía económica y la rebaja de subsidios a los productos de primera necesidad, la población volvió a salir a las calles de Teherán y otras ciudades. La mitad de los más de 80 millones de habitantes del país viven bajo la línea de pobreza. Y la tasa oficial de inflación ronda el 40% anual, pero se estima que está entre 50 y 60%.
Este deterioro social es la base del descontento creciente, que muestra una convergencia de acción entre la clase trabajadora, sectores populares y las mujeres y la juventud, en defensa de los derechos sociales, democráticos y de género. En estos momentos, en las regiones kurdas de Irán se ha llamado a la huelga general y en el resto del país continúan las protestas y movilizaciones.
La tarea de los revolucionarios es apoyar la actual rebelión iraní, el reclamo de justicia por Mahsa y el avance de la organización obrera, estudiantil y social. Este ascenso abre mejores condiciones para forjar una dirección socialista revolucionaria, que luche por echar abajo a la dictadura y establecer en Irán un gobierno de los trabajadores y el pueblo, en la perspectiva de una Federación Socialista de todo Medio Oriente.