El domingo 2 fueron las elecciones brasileñas, seguidas con expectativa a nivel internacional. Por gobiernos como el de Argentina y el llamado progresismo. Pero también por sectores populares y de izquierda, ante la posibilidad de derrotar al facho de Bolsonaro, tarea que sigue planteada. Primeras reflexiones sobre la elección.
Por Francisco Torres
La votación en el gigante sudamericano, tuvo como marco una crisis económica con incrementos históricos en los niveles de desocupación, pobreza y hambre. Se votó para elegir presidente, gobernadores y también diputados federales y de los estados. La presidencial la ganó Lula, aunque por un 5,23%, bastante más abajo del 14% que tenía en las encuestas.
Una elección con alta polarización
Lula sacó el 48,43% con 57.259.405 votos, mientras Bolsonaro subió al 43,2% con 51.072.234 votos, cuando las encuestas le daban 30%. Como ninguno superó el 50%, habrá ballotage el 30 de octubre. Si se comparan esas cifras con las del 2018, Bolsonaro logra 1.7 millones más de votos que entonces, mientras que el frente armado por Lula y el PT (Partido de los Trabajadores) sumó 10 millones más.
Pese a la polarización en esas dos candidaturas que concentraron el 91,6% de los votos emitidos, hubo un 20,95% de abstención. Casi 33 millones no fueron a votar, aunque en porcentaje similar a la pasada elección. Las otras 9 candidaturas se repartieron el 8.4% restante, aunque dos de ellas, Simone Tebet (4,16%) y Ciro Gomes (3,04%), sumaron el 7,2%. El frente amplio armado por Lula contra Bolsonaro tiene de protagonistas a sectores de la derecha tradicional brasilera. Como el “tucano” Geraldo Alckmin que va de candidato a vice. Fue dos veces gobernador de San Pablo por el PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña), católico conservador, vinculando al Opus Dei. Duro represor de ocupaciones de tierras, de movilizaciones contra el aumento de los transportes y de huelgas docentes. Aplicó recetas neoliberales, desmanteló servicios de salud, educación y asistencia social, y promovió las privatizaciones.
También es parte de ese frente el ex presidente neoliberal, Fernando Henrique Cardoso, líder del PSDB y que fuera el tradicional rival de Lula. Además de figuras como Henrique Meirelles, empresario y político conservador, que fue ministro de Hacienda del impopular y ajustador gobierno de Temer.
El abandono de Lula y la dirigencia del PT de los postulados obreros y socialistas que le dieron origen, terminaron convirtiendo al PT en un partido pilar del régimen burgués, luego de años de conciliar con las fuerzas patronales y gobernar para los ricos. Por eso, como dijera Alejandro Bodart, dirigente del MST-FIT Unidad y coordinador de la LIS: “si durante sus gobiernos no aplicaba los planes neoliberales que le pidió la gran burguesía brasileña y EEUU, no surgía un Bolsonaro y hoy no habría balotaje”.
La elección pareciera marcar que el bolsonarismo llegó para quedarse. Es que el Partido Liberal (PL) de Bolsonaro creció más que el PT en senadores y diputados. Se transformó en la mayor bancada del Senado, mientras que en diputados, al sumar a todos los partidos, la derecha reúne 273 diputados y la centroizquierda 138. El PL subió de 76 a 99 diputados y el PT pasó de 56 a 68.
Los resultados a la izquierda
Todo este viraje hacia alianzas con sectores de derecha para “vencer a la derecha”, hundió a figuras como Marcelo Freixo en Río de Janeiro. Allí, el bolsonarista Cláudio Castro, ganó con el 58,67%, mientras Freixo quedó lejos, con el 27,38%. Por lo que Castro seguirá al frente del tercer distrito más populoso de Brasil.
Freixo fue uno de los líderes del PSOL (Partido Socialismo y Libertad), pero en 2021 se pasó al PSB (Partido Socialista de Brasil) para armar un frente amplio que derrotara a Bolsonaro en su cuna, junto a partidos burgueses y golpistas. Pero terminó en fracaso. Fue el caso más emblemático de giro a la derecha, al abandonar el programa histórico que defendió con el PSOL, como el combate a las milicias, a la violencia y la represión policial, entre otros aspectos.
El PSOL, que surgió como expresión de una izquierda radical que no renuncia al proyecto clasista, anticapitalista y socialista, fue puesto a prueba en esta coyuntura. La mayoría de la dirección del partido optó por una política de liquidación del PSOL de sus orígenes. De cambiar su proyecto independiente y socialista por el de la conciliación de clases, al decidir no presentar candidaturas propias para dar el apoyo a Lula-Alckmin, igual que en las gobernaciones y otras candidaturas.
En ese marco, el PSOL que tenía 8 diputados federales, pasa a tener 12 aunque rifando su programa. El ex candidato presidencial del PSOL en 2018, Guilherme Boulos, fue el diputado más votado en San Pablo con 1.001.472 votos. Mientras que el MES (Movimiento de Izquierda Socialista) pudo elegir 2 diputadas: Sâmia Bomfim en San Pablo y Fernanda Melchionna en Rio Grande do Sul, cuando antes tenía 3. Glauber Braga fue electo en Rio de Janeiro, siendo uno de los 4 diputados federales electos en ese Estado.
Las fuerzas de izquierda no fueron capaces de unirse y hacer un frente ante la polarización, sacando así resultados marginales. La principal responsabilidad es del PSTU (Partido Socialista de los Trabajadores Unificado) al no tener ninguna política para evitar esa división. Quedó en penúltimo lugar con la peor elección de la izquierda, al sacar con Vera Lúcia Salgado, apenas el 0,02% y 25.625 votos. Salen también con votaciones muy flojas, el PCB (Partido Comunista Brasileño) con 0,04% y 45.620 votos, y la Unidad Popular con el 0,05%.
Dentro del PSOL, nuestras compañeras y compañeros del Comité de Enlace – Lucha Socialista y Alternativa Socialista, integrantes de la LIS, Liga Internacional Socialista, presentaron candidaturas en 5 Estados. Pese a contar con sumas miserables de un Fondo Electoral millonario que recibió el PSOL, se pudo hacer una campaña importante. La que ha permitido ampliar nuestra influencia, superar los guarismos anteriores y avanzar en nuestra construcción.
Primeras conclusiones de balance y tareas
Los resultados parecen evidenciar que la crisis económica, la carestía, la creciente inflación, la desocupación y otros retrocesos sociales, no son percibidos por casi el 50% de la población como una responsabilidad de Bolsonaro.
Los 12 años de gobiernos del PT provocaron una gran decepción y ruptura de las masas con su dirección, producto de haber gobernado al servicio del 1% más rico, mientras que el 99% de la población veía empeorar sus condiciones de vida, año tras año.
También se constata que el PT nunca se recuperó de la crisis iniciada en 2013, aunque Lula aparece como la mejor opción para enfrentar a Bolsonaro. Por la ausencia de una figura, partido o sector de izquierda con peso de masas, capitaliza el “mal menor” ante lo funesto del bolsonarismo y recoge el apoyo de casi el 50% de la población.
Ese frente amplio con Lula y Alckmin, al que el PSOL se sumó por la política liquidacionista de la dirección mayoritaria, se centró en defender las conquistas democráticas, con eje en preservar el régimen democrático burgués (con sus elecciones amañadas, el Supremo Tribunal Federal y sus atribuciones, su justicia, corrupción y democracia para ricos).
Sin plantear ninguna ruptura con las instituciones desprestigiadas ante grandes sectores ni levantar un programa económico que respondiese a las malas condiciones de vida de las masas; el “Lula-lá” no es suficiente para acabar con Bolsonaro.
El bolsonarismo, como expresión radical de la derecha, no será derrotado con frentes amplios o proyectos frentepopulistas. Después de años de ajuste, entrega y represión bolsonarista, no van las políticas de conciliación de clases, con un programa al servicio de los empresarios, la banca y el agronegocio como el de Lula. Sin expresar salidas radicales, a favor del 99% de la población, estos proyectos no sirven para derrotar a Bolsonaro. Por el contrario, lo fortalecen.
Junto al Comité de Enlace LS-AS de la LIS en Brasil, se debe llamar a la más amplia movilización. Para recuperar las calles como en el 2018 con el #EleNão o en el 2020 con las grandes marchas por #ForaBolsonaro.
A su vez, en la reunión de este fin de semana, se definirá la postura ante el balotaje y también sobre el congreso de unificación que está planteado en los próximos meses. En la perspectiva de construir y fortalecer un proyecto político clasista, anticapitalista y revolucionario, socialista e internacionalista que permita transformarlo todo de verdad.