Por Marea Socialista
La lucha docente por salarios, por la discusión del contrato colectivo y por condiciones laborales generales dignas, han mostrado claramente que hay un enorme descontento y disposición a pelear.
En la primera quincena de enero, esfumado todo vestigio del salario y las utilidades, pese al otorgamiento de un raquítico bono de 580 Bs, los asalariados reconfirmamos la miseria que el gobierno destina a los y las docentes en su presupuesto. Y, lo peor de todo es que en medio del calvario que significa vivir sin salario, los rumores sobre la II Convención Única de Trabajadores de la educación dejan al aire una vez más a los burócratas sindicales de las distintas federaciones y sindicatos, que son cómplices del gobierno en la destrucción de la calidad de vida y de la educación pública.
Mucho ímpetu y disposición para la pelea por abajo
Las numerosas marchas y movilizaciones que hemos tenido y se han visto en varios estados del país, son el fiel reflejo de la disposición anidada a nivel de base en el sector docente. Es el hartazgo de tener que lidiar constantemente en condiciones de supervivencia, tanto en lo laboral como en la vida cotidiana y, como si fuera poco, observar el cinismo de las autoridades de gobierno exhibiendo sus lujos y profiriendo descalificaciones constantes y amenazas a quienes levantan su voz en señal de protesta.
Las y los docentes se niegan a seguir llevando a cuestas la educación pública sin salario y con despotismo, mientras el gobierno la destruye. Durante años han tenido que soportar el trato déspota por parte de las autoridades educativas y unas pésimas condiciones de infraestructura y de recursos en las que es insostenible «resistir» como proponen el Ministerio de Educación y la propia Presidencia de la República mientras ellos planifican cómo detener las movilizaciones y sobre-exigen a las maestras y maestros desde oficinas con aire acondicionado.
Las direcciones sindicales andan en su propio juego
El espíritu y ganas de luchar que se nota a leguas por debajo no tiene correspondencia con dirección sindical alguna. Es una situación que se pone más de relieve precisamente en medio de cada conflicto, porque, si hay algo que se ha perdido en este país, sin duda, es el ejercicio de una verdadera praxis sindical.
Las federaciones y sindicatos que fungen como «dirección», cabalgan el conflicto a la medida de sus intereses. Actúan, muy funcionales a la patronal, tratando de contener las ganas de las trabajadoras y trabajadores de avanzar hacia medidas que de verdad permitan poder doblarle el brazo al gobierno.
La prioridad de esas direcciones sindicales burocráticas es su propio confort y mantener su figuración a nivel de la opinión pública, valiéndose de la relación y las ventajas que tienen con los medios de comunicación privados esencialmente, desde donde se presentan con un enfoque muy combativo en apariencia, pero que realmente lo que busca es permitirles ir ganando peso en las negociaciones de cúpulas, cuyas fichas van moviendo por arriba sus organizaciones políticas partidistas patronales (los jefes de los partidos a los que ellos pertenecen y que están al servicio de la clase rica y empresarial).
Mientras todo eso ocurre, el conflicto avanza sin cualificarse desde el punto de vista organizativo ni político y con planteamientos programáticos muy débiles. Se sabe obviamente que el eje principal que motoriza las luchas actuales es el salario, pero no hay claridad colectiva sobre qué otras demandas y métodos potenciarían dicho reclamo y contribuirían a fortalecer y convocar a más sectores a la lucha y la movilización.
Ese aprendizaje no es algo que cae del cielo. Para ello se necesitan herramientas que coadyuven en ese sentido. Por eso es tan necesario realizar asambleas y habilitar espacios para el genuino ejercicio deliberativo, para hacer balances, para corregir las debilidades y tener noción plena de las fortalezas, los caminos a seguir y las estrategias.
Porque, además, el tema del salario y de las condiciones laborales no es una cuestión que se pueda resolver por completo en cada sector de trabajo por separado, ya que implica lograr el cambio de políticas de alcance nacional o derrotar los planes que el gobierno viene imponiendo para fines ajenos al interés y las necesidades de la clase trabajadora. Por eso, lo que se haga en el magisterio para mejorar las condiciones educativas y laborales tiene que ser en convergencia con otros sectores de trabajadores de la producción y servicios en el país. Es una cuestión que involucra al conjunto de la clase asalariada.
Crear comités de conflicto
Si la principal fortaleza que tiene el conflicto docente es por abajo, desde ahí tiene que surgir todo lo que le dé alcance desde el punto de vista positivo. Y los comités de conflicto son precisamente para eso, para ir solventando el problema organizativo y político de la lucha.
Entender a quién se confronta, es precisar que el gobierno en materia de política salarial y derechos laborales, cuenta con la alianza del sector privado y de los empresarios, que se encuentran más que satisfechos con la oficialización de un salario mínimo de miseria (nosotros le llamamos «salario cero») y la bonificación del mismo (sin incidencia en otros beneficios ni en las prestaciones).
Por un lado, eso debe servirnos para convocar a los trabajadores del sector privado a esta lucha, y por otro, también para juntos caracterizar el discurso de algunos dirigentes sindicales, que centran su pegada contra el gobierno (patrón público) pero dejan indemne al sector privado, desarmándonos para combatir a ese sector patronal. Eso, no es casualidad ni una simple equivocación. Es la línea de quienes están actuando en las luchas de los trabajadores como correas de transmisión de las políticas pro-patrón privado.
Estos temas son parte del enriquecimiento teórico, practico, sindical y político que cada conflicto debe tener, para cualificarlo de tal manera que apunte a su desarrollo y fructificación y no que pase como en tantas otras ocasiones que, luego del ascenso, viene el desgaste y posterior frustración.
Los comités de conflicto son para legitimar las vocerías de las docentes y los docentes, de los trabajadores y trabajadoras de la educación movilizados con el fin de recuperar nuestro salario como lo establece el Art. 91 de la CRBV (que tenga como referencia el costo de la canasta básica), lograr la discusión de los contratos colectivos, conseguir la libertad de los trabajadores presos por luchar o que la posibilidad de un paro en el sector no quede en manos de unos burócratas sindicales conciliadores, sino más bien que sea parte de un plan de lucha diseñado, discutido y ordenado por todas y todos.
¿Qué es un comité de conflicto?
Un comité de conflicto es un organismo que se constituye en cada centro de trabajo, con voceros y voceras escogidos en asamblea, que tienen la tarea de contribuir a la conducción de un grupo de trabajadores en una lucha o a prepararla, y que se reparte las responsabilidades y tareas a compartir con el conjunto de los trabajadores y trabajadoras en su centro de trabajo, zona o área de trabajo que abarque.
Entre esas tareas está, por ejemplo, el llevar y traer la información sindical, la difusión de la información y el uso de las redes sociales, la relación con otras organizaciones, el acopio y uso de recursos para la lucha, la consulta a la base y la intervención en instancias mayores, registrar en acta las propuestas y decisiones, las cuestiones de seguridad… entre otras competencias y actividades.
En el magisterio ha habido experiencias con comités de conflicto, delegados por centro de trabajo y la articulación de las y los delegados de distintas escuelas por zonas educativas y otros niveles. En numerosas huelgas nacionales que hubo en los años ´80 y ´90, se destacó la figura de los comandos zonales, con delegaciones de los comités de conflicto de los planteles, que unían y coordinaban a los docentes de zonas completas e incluso de toda Caracas y en otras ciudades, hacían sus planes de acción, disputaban con las burocracias sindicales en las asambleas generales para asegurar la democracia y la combatividad o impedir la entrega de la lucha. Eran la piedra en el zapato para los burócratas y para las autoridades frente a sus componendas. Esta es una historia que hay que recuperar. Y esto es válido para el conjunto de la clase trabajadora en lucha.
La impostergable necesidad de tener una herramienta política propia
En torno a la pelea que han venido dando las maestras, los maestros y todo el sector educativo, hay necesidades que no se van a resolver solamente en el terreno sindical, por lo que decimos más arriba y también porque en última instancia la eliminación de los derechos laborales es la consecuencia de la política central del gobierno de Nicolás Maduro, claramente de carácter antiobrero, antipopular y profundamente enemigo de los trabajadores.
No es correcto confundir los intereses políticos de los partidos patronales con la necesidad de que las trabajadoras y trabajadores nos politicemos para intervenir en cada pelea por nuestros derechos.
Si la clase trabajadora tuviera su propia organización política, con su propio programa, con sus propios elementos teóricos y con sus propios enfoques de clase, jamás estaríamos en la situación de acorralamiento a la que nos han llevado las cúpulas, con el gobierno a la cabeza.
Todo el marco de crisis y el presente conflicto que estamos transitando, ponen en evidencia la necesidad que tenemos de contar con una herramienta política desde donde prepararnos para el combate y para poner en perspectiva qué tipo de gobierno realmente necesitamos las trabajadoras, los trabajadores y los sectores populares.
Al servicio de esa tarea y muchas más estamos desde Marea. Ven y participa con nosotras y nosotros en los distintos conversatorios y actividades que de manera orgánica estamos emprendiendo, contribuyendo a todos esos debates y acciones que tanto nos urge abordar.