Por Revolución Socialista/PSOL, LIS-Brasil.
Mientras escribimos este texto, la información oficial habla de 49 personas muertas, mas de 30 desaparecidas y unas 3.500 sin hogar o desalojadas. Las fuertes lluvias que azotaron la costa norte de San Pablo han demostrado, una vez más, el impacto de la devastación climática causada por un sistema que contamina, destruye y mata, el sistema capitalista.
También se está conociendo una información repugnante, el Gobierno de SP y el Municipio de San Sebastián fueron advertidos del riesgo de desastre 2 días antes, según el director del Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales (Cemaden). Esta información no es ninguna sorpresa, pero genera una rabia incontenible. Confirma lo que siempre hemos sabido, que los gobiernos dan prioridad a las ganancias capitalistas y no a la vida de las personas, porque de lo contrario deberían haber advertido a la población, cancelado las fiestas de Carnaval en la ciudad y evacuado la zona clasificada como de «muy alto riesgo» de deslizamientos, lo que significa que efectivamente la catástrofe ocurrirá.
«Eventos climáticos extremos» es el efecto de la destrucción ambiental capitalista
El mundo se está calentando producto de la emisión de gases de efecto invernadero, uno de ellos el generado por el ganado, producto estrella del agronegocio brasileño. Quien circula por las rutas brasileñas puede ser testigo de la triste realidad de la deforestación al servicio de la ocupación del agronegocio, donde antes había selva, como la rica Mata Atlántica, hoy hay pasto perfectamente cortado por el ganado que crece como el producto de una fábrica industrial, o enormes plantaciones de granos que son exportados al exterior, llamados «commodities» y no alimentos, esto ya lo explica todo.
La producción de alimentos en el capitalismo es un negocio. La demanda es para obtener ingresos, no se pretende solucionar el hambre de la gente, y menos la destrucción ambiental. Todo está mal, el hambre crece junto con la deforestación y el calentamiento global, este modelo de producción de alimentos sólo sirve para aumentar los beneficios del 1% de la sociedad.
La deforestación en la Mata Atlántica, víctima de esta destrucción capitalista, ha crecido exponencialmente. Según un estudio de la Fundación SOS Mata Atlântica en colaboración con el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), «Entre 2020 y 2021, 21.642 hectáreas (ha) de la Mata Atlántica fueron deforestadas, un crecimiento del 66% en comparación con el registrado entre 2019 y 2020 (13.053 ha) y un 90% mayor que entre 2017 y 2018… «[1] Esto se combina con el avance de la deforestación en la Amazonia y el Cerrado, que también es desenfrenado y está causando un verdadero desastre ambiental.
La especulación inmobiliaria, motivada por el lucro, avanza en áreas de preservación ambiental permanente, yendo en contra de todo intento de frenar la deforestación en áreas que necesitan del bosque para evitar esos «eventos extremos» de los que hablan. Las raíces del bosque nativo son las que permiten la absorción del agua, sujetan la tierra y los cerros, su destrucción aumenta la velocidad y el volumen de las aguas. Un área forestal bien conservada permite mantener la concentración de dióxido de carbono (gas de efecto invernadero) y el régimen de lluvias, porque es del bosque de donde emana parte de la humedad necesaria para un proceso ambiental natural y equilibrado.
Los portavoces de las empresas capitalistas, incluidos los que parecen más preocupados y proponen un «capitalismo verde», no tienen ninguna receta viable y real para detener la devastación. Hablan de «fenómenos climáticos extremos», producto de la «fuerza de la naturaleza», y no de la responsabilidad de la producción desenfrenada que todo lo destruye y nos está dejando sin planeta. «Adaptación climática», » sustentabilidad», «resiliencia climática», «políticas de uso del suelo», y tantas otras frases elocuentes que escuchamos, son las respuestas ideológicas que produce la propaganda burguesa. Lo que no dicen es que el capitalismo es depredador y no puede detenerse, menos aún en la etapa actual marcada por la crisis del sistema, un sistema decadente que sólo puede ofrecer barbarie a las mayorías frente al mantenimiento del lujo de una minoría depredadora.
Las muertes son siempre del pueblo pobre, el responsable no es el clima, es el sistema
Ahora bien, hay una desigualdad en las consecuencias de la destrucción ambiental capitalista, es una desigualdad social, así como otras que derivan del sistema de explotación y opresión. La ausencia de vivienda digna es una condición letal para los sectores pobres en Brasil. Los derrumbes de cerros, calles, barrios y villas de emergencia se producen ladera abajo y en el camino sepultan casas, departamentos, habitaciones, casillas o cualquier vivienda que las familias pobres logran construir con los escasos recursos que tienen. Así, junto con esto, también se sepultan vidas, las de trabajadores, ancianos y niños de todas las edades, que lo pierden todo en un derrumbe programado por la codicia de los empresarios.
Todos los gobiernos, unos más que otros, son responsables de la situación en la que se encuentran millones de familias pobres en nuestro país. Con cada fuerte lluvia, vemos cómo se ven afectados los barrios y favelas de San Sebastián, Petrópolis, Recife, Florianópolis, Angra dos Reis, Porto Seguro y un largo etcétera de ciudades y zonas afectadas. El agua y el barro «eligen» a los pobres que, a falta de oportunidades, viven en zonas de peligro.
La falta de políticas públicas de vivienda digna y urbanización aumenta la vulnerabilidad social de los pobres, mientras la especulación avanza sin regulación ni control. En Brasil, el 43% de la población tiene cloacas colectadas y tratadas y el 12% utiliza fosas sépticas (solución individual), o sea, el 55% tiene tratamiento considerado adecuado; el 18% tiene sus cloacas colectadas y no tratadas[2], en el caso de Ilha Bela, sólo el 50% de las casas tiene sus cloacas tratadas. El impacto medioambiental de esta situación es terrible, ya que los canales a cielo abierto facilitan las inundaciones y se mezclan con las aguas cloacales de casas y comercios, inundando y provocando enfermedades.
La urbanización descontrolada y creciente de casas de veraneo o condominios a lo largo de la costa norte de San Pablo no ha hecho más que aumentar. En pocos años ciudades como San Sebastián han aumentado el saneamiento mediante cámaras sépticas que agotan la capacidad del suelo, recortan los cerros y deforestan cada vez más.
No hay plan B. Ecosocialismo o extinción
Los heraldos del capital nos llaman utópicos, soñadores, idealistas y demás, pero lo utópico es seguir así. El sistema capitalista, en sólo 500 años de los 2,5 millones de años de existencia de la humanidad sobre la tierra, nos ha llevado a niveles de destrucción ambiental que nos acercan al punto de no retorno. Una devastación sin límites plantea la posibilidad real de la destrucción del mundo tal y como lo conocemos, abriendo el camino a un futuro de barbarie.
En la cuestión medioambiental, como en pocas otras, no hay plan B. El capitalismo, parezca «bueno» o «serio», con mayor distribución del ingreso, con más políticas públicas o Estados más grandes y acogedores de los sectores populares, lo que manda es el lucro, siempre. Ganancia y medio ambiente son antagónicos, como trabajador y patrón, la supervivencia de uno necesita de la derrota o destrucción del otro. No hay forma de conciliar la voracidad capitalista por el lucro y el mantenimiento del bosque. Por eso en las «Conferencias del Clima», donde los capitalistas se reúnen para fingir que se preocupan por la situación, no consiguen resolver nada y el reloj del fin del mundo sigue corriendo.
Los y las ecosocialistas proponemos medidas urgentes para responder a las necesidades de los pueblos afectados, en el camino de construir otro mundo posible, un mundo ecosocialista.
Medidas urgentes:
- Que el gobierno de Lula implemente un plan de obras públicas de vivienda social digna para las familias afectadas.
- Que el gobierno de Tarcisio atienda todas las necesidades de alimentación, salud, educación y abrigo de las familias afectadas. Así como la recuperación de los bienes muebles perdidos.
- Que la justicia castigue a los responsables de no haber actuado ante las advertencias de riesgo inminente emitidas por el Cemaden.
Medidas ecosocialistas, porque no hay planeta B:
- Recomposición forestal y el fin del agronegocio y la minería contaminantes, los agrotóxicos, el extractivismo urbano y la cementación especulativa.
- Reconversión productiva de las industrias contaminantes, garantizando la continuidad de la mano de obra.
- Plan de transición hacia un modelo energético limpio y renovable. Fomento del transporte público accesible y no contaminante.
- Planificación económica democrática al servicio de las necesidades humanas y de la preservación de la naturaleza.
Por eso defendemos una organización de explotados y oprimidos, Anticapitalista y Ecosocialista. Porque necesitamos activar el freno de emergencia de la catástrofe, militar sobre las bases para una reorganización integral de todas las reglas de producción, consumo y vida. Nada de naturaleza mercantilizada. Nada de ecosistemas destruidos para la rentabilidad de unos pocos dueños de mucho. Necesitamos una clase obrera que, junto a los sectores populares, sea capaz de movilizar y organizar la rebelión medioambiental, y para ello necesitamos un partido revolucionario e internacional, porque nuestra lucha es por construir un mundo ecosocialista antes de que sea demasiado tarde.
[1] https://www.sosma.org.br/noticias/desmatamento-na-mata-atlantica-cresce-66-em-um-ano/
[2] Dados oficiais do “Atlas Esgoto” da Agência Nacional de Águas (ANA) e a Secretaria Nacional de Saneamento Ambiental apresentam