Por LIS Francia
El 16 de marzo, por orden del presidente Macron y para eludir el debate en la cámara baja, su primera ministra Borne apeló al artículo constitucional 49.3 y decretó la reforma jubilatoria antiobrera que eleva a 64 años la edad de retiro y a 43 los años de aporte para cobrar el haber mínimo. Si no prospera una moción parlamentaria de censura al gobierno, la reforma se aplicaría hacia fin de año. Pero mientras esto sucede a nivel institucional, las calles de toda Francia confirman que pese a la represión policial la lucha obrera y popular continúa. Estamos ante una importante crisis política que supera ampliamente el tema jubilatorio.
La excusa oficial para imponer esta reforma es el supuesto déficit presupuestario que afectaría a las cajas jubilatorias de Francia en el año 2030. Por supuesto, el gobierno capitalista de Macron de ningún modo se atreve a aumentar los aportes patronales: su ajuste está dirigido contra la clase trabajadora.
Pero además de subir en dos años la edad para jubilarse y en un año la cantidad de aportes necesarios para poder acceder a la pensión mínima de apenas 1.200 euros al mes, esta reforma anula varios regímenes previsionales especiales para tareas insalubres o de gran desgaste laboral. Es decir, es un ataque en toda la línea.
Si ya hoy la cuarta parte de los trabajadores más precarizados muere antes de llegar a los 62 años, que es la edad actual de retiro, para millones de personas más esta reforma concretamente implicaría trabajar hasta morir o morir trabajando. De allí que coseche el firme rechazo de casi el 75% entre la población en general y de más del 90% entre las y los asalariados.
Macron-Borne echan nafta al fuego
Cuando se inició el debate de la reforma, hace ya dos meses, el gobierno tenía asegurados los votos favorables en el Senado y asimismo en la Asamblea. Como suele suceder en todo el mundo, los senadores, más reaccionarios, la aprobaron. Pero con el correr de los días, y sobre todo de las huelgas y las marchas masivas, al gobierno se le fueron dificultando los cálculos en cuanto a la votación en la cámara baja. Por eso apeló al decretazo mediante el 49.3.
Pero fue como echar nafta al fuego, porque si esta reforma ya era ilegítima ante la opinión popular ahora también carece de la tramposa “legitimidad” parlamentaria de la democracia burguesa. La moción de censura al gobierno se debatirá desde el lunes 27, pero es difícil que se apruebe y lo mismo con una posible apelación de la reforma ante el Consejo constitucional. Y tampoco sería salida un hipotético referéndum, de convocatoria muy complicada, que impulsan desde la derechista Le Pen (RN) hasta el centroizquierdista Mélenchon (FI) buscando desviar la lucha callejera al plano institucional-electoral: las calles ya dieron y siguen dando su veredicto negativo a la reforma.
Apenas se conoció la noticia del decreto de Borne, con la juventud a la vanguardia miles y miles de personas salieron espontáneamente a manifestar su repudio en París y en numerosas ciudades del interior francés. Participaron chalecos amarillos y grupos radicales. Hubo quema de contenedores, rotura de vidrieras y otros incidentes, duros enfrentamientos con las fuerzas policiales -que usaron gases y balas de goma-, heridos y decenas de detenciones. En los días siguientes la cifra de detenidos se elevó a mil, según informó Amnesty International.
Del 23 al 28… ¿ y después? ¡Por la huelga general indefinida!
El 22, Macron habló por TV y reafirmó su reforma, lo que fogoneó aún más la novena jornada nacional de lucha del 23 convocada por la Intersindical. La huelga fue parcial, mayor entre los ferroviarios y demás transportes, recolectores de basura (con efecto de alto impacto), refineros petroleros (pese a las intimaciones), portuarios (que bloquearon puertos), energía (que hicieron cortes) y sectores docentes. Una vez más, las calles desbordaron incluso en las pequeñas ciudades. Se movilizó más de un millón de personas según el Ministerio de Interior y más de 3,5 millones según los organizadores. Por las dudas, el rey británico tuvo que cancelar su visita a Francia…
Es que en Francia no sólo hay mucha bronca contra la reforma, sino también por la inflación que no cesa, los bajos salarios y jubilaciones, así como por la falta de personal en los servicios públicos y la constante precarización de las condiciones de trabajo. En suma, estamos frente a una ilegitimidad general del gobierno de Macron y su plan de austeridad, lo que significa una importante crisis política. Por eso no es casual que en las marchas se empiece a escuchar “¡Fuera Macron!”
Es esta poderosa presión obrera y popular desde abajo lo que obliga a las burocracias de las ocho centrales nucleadas en la Intersindical a seguir convocando acciones. A eso se suma el creciente empuje juvenil del movimiento estudiantil, que se coordina en los liceos y asambleas interfacultades. Como alerta a considerar, en París un grupo de extrema derecha atacó una de las concentraciones estudiantiles.
En este marco, la próxima huelga nacional con movilización, el décimo round, está convocada para el martes 28. Pero la Intersindical, a la vez que apoya la trampa de un referéndum, se sigue negando a llamar a la huelga general por tiempo indeterminado, desoyendo la exigencia de algunos gremios y de todo el activismo sindical combativo para derrotar la reforma y poner contra las cuerdas al propio gobierno.
“Hoy en la calle, mañana seguimos”
Como bien lo señala el comunicado del 24 de marzo del ala revolucionaria del NPA, partido en el que militamos: “En los próximos días muchas y muchos lucharán con fuerza para que el impulso que da esta nueva jornada del 23 se transforme en paros renovables, ojalá en un paro general cuya consigna sea coreada ampliamente en las marchas. Trabajadores, activistas y jóvenes ya están debatiendo, en sus estructuras organizativas del movimiento (asambleas de huelguistas, comités de movilización, ‘interpros’, comités de estudiantes secundarios e ‘interfacs’ -como la coordinación estudiantil nacional que se reunirá este fin de semana en Grenoble)… Para involucrar a todos, juntos. No faltan propuestas de acción colectiva para traer nuevos sectores a la lucha, coordinarse, actuar y sobre todo decidir en común la continuidad del movimiento, armarse para reaccionar juntos contra Macron y su policía, como contra la Intersindical -si es preciso. Lo que seguro aún falta en este movimiento es más organización entre quienes son sus protagonistas, más órganos de decisión propios mediante los cuales se puedan coordinar… para ganar.
“Hoy en la calle, mañana seguimos… Lo que está en agenda son los mejores medios de esta lucha y organización colectiva. ¡Hasta ganar!”